La Familia White (06)

Cuando Ariadna se encuentra con su galante y apasionado primo Junior, ¿será capaz de seguir resistiéndose a la tentación, o finalmente se dejará llevar por toda su pasión acumulada?

Capítulo 6: El primo Junior

Ariadna White se puso un pequeño short negro, un brasier deportivo que le sacó a su hermana mayor, se ató el pelo en una cola de caballo y se colocó los audífonos y las zapatillas. Se miró en el espejo y se fijó en sus largas piernas, su cintura esbelta, sus atractivos labios, y por primera vez sintió que se veía sexy con los anteojos. Jamás se había dicho que estaba “buena”, pero no se sintió mal al respecto.

Así, salió muy temprano en la mañana a trotar. No estaba acostumbrada a ello, pero después de haber dormido con su hermana menor, y haberse besuqueado y masturbado con su gemelo… pues, no estaba tan aterrada como esperaba estar. Confundida sí, y mucho. Pero también se sentía algo liberada. Era como si pudiera hacer lo que quisiese cuando quisiese. Como si nada pudiera detenerla, y no hubiera algo de malo en ello. Claro, no se había atrevido a hacer algo, pero al menos sentía esa liberación. Y eso la llevó a salir a trotar. Porque sabía que en el fondo, había algo extraño en pensar en ello.

Se cansó a los quince minutos. Comía sano y apenas tenía grasa en el cuerpo, pero se cansó rápidamente. Iba a tener que hacerlo más a menudo. “Ejercicio”, se recordó. “Hacer ejercicio más a menudo”. Cuando pensó en ello, su cabeza le jugó una mala pasada, y vio a Alice, Arthur y su padre, completamente desnudos frente a ella: Alice de rodillas en el suelo, con las vergas de su hermano y padre en las manos, invitándole a unirse con la mirada…

Pensando en ello, pasó junto a la granja de los Wells, y vio detrás del granero a la hija mayor besándose con Reggie Wilson, un ex novio de Alexandra. Bueno, no se estaban besando en realidad. Él la estaba manoseando completa, metiéndole la mano debajo de la falda mientras ella se reía y le besaba el cuello. Él se estaba bajando el cierre del pantalón cuando Ariadna pasó corriendo, y el solo hecho de verlos la encendió. ¡Iban a hacerlo allí mismo, al aire libre! No supo si ellos la vieron, pero no le importó, pasó de largo, y corrió.

Ariadna tenía un lugar especial en el pueblo donde podía relajarse, así que fue allá con la intención de dejar de pensar tantas vulgaridades. Podía sentirse libre, ¿pero significaba eso ser una pervertida a cada momento? No estaba segura aún.

Se trataba de un pequeño monte con varios manzanos en lo alto. Se recostó apoyándose en su árbol favorito, puso una mano detrás de la cabeza, y se dedicó a escuchar música. Muy bien. Jazz, como le encantaba. Simple jazz para relajarse…

—Momento —se dijo—, ¿desde cuándo es tan sexy el jazz?

Se dejó llevar por la música. Música que ella misma había elegido, pero nunca se había percatado de lo sensuales que eran los saxofones y los pianos bien tocados. Le recordaba esas películas eróticas noventeras que de vez en cuando, siendo todavía una chiquilla, se escabullía para ver en el televisor de sus padres cuando no estaban.

Resultó que levantarse tan temprano tenía sus consecuencias. Le comenzó a entrar sueño, y mientras lo hacía, la música hizo lo suyo y la llevó al mundo de la fantasía. El cielo azul, los verdes prados, las granjas de los vecinos, todo comenzó a mezclarse con las imágenes que había revisado antes en su cabeza. Su hermano gemelo, listo para besarla apasionadamente con el pene erecto en su mano; su hermana menor, tocándole la entrepierna; su padre penetrando intensamente a su madre. Había soñado lo mismo la noche anterior, y cuando despertó, se encontró a Alice desnuda en su cama otra vez.

—Por todos los dioses, esto no puede estar pasando… —Ariadna se llevó la mano derecha al short y palpó por encima su coñito. Sintió que su corazón se le aceleraba, y que se le hacía agua la boca—. ¿Acaso estamos todos enfermos?

La música la llevó a lugares fantásticos mientras luchaba con quedarse dormida, o despertar e intentar trotar otra vez para no pensar. En su ensoñación, vio a su hermano de pie frente al manzano donde ella estaba recostada. Tenía el pene libre, y la miraba fijamente, pero ella no se atrevía a acercarse, aunque se moría por tocarlo. Tenía un pene… no, una verga, una verga larga y venosa, que hubiese deseado meterse en todos lados. O al menos tocarla, igual que hizo la hija de los Wells con Reggie. Igual que hizo Alexandra con Arthur.

De hecho, en la ensoñación fue justamente su hermana mayor quien apareció, subiendo por la colina. Se fue quitando la ropa hasta estar completamente desnuda, y poco menos burlándose de Ariadna, se abrazó con Arthur, y juntos se lanzaron sobre el césped para follar…

—Follar… f-follar con Arthur... —susurró Ariadna, presa de su fantasía—. Fóllame, fóllame...

—Ufff, prima, mira que cosa bella me encuentro —dijo una voz, que la hizo despertar de golpe—. Es como encontrarse con una obra de arte.

—¡Junior! —exclamó Ariadna, saltando de la sorpresa.

—Oye, oye, no pares… imagina que no estoy aquí. O mejor aún, imagina que sí.

Amador Rojo, más conocido como Junior, era hijo de Amador Rojo padre y la tía Gabrielle. Gabrielle Black era la loca hermana menor de su madre, Charlotte, que se había casado con el latino más apasionado, apetitoso, sensual y caribeño que se pudo encontrar. Un estereotipo andante, dirían algunos. Juntos, Amador con la tía Gabrielle habían tenido dos hijos, Valentina y Amador Junior.

Junior era dos años menor que Ariadna, pero definitivamente aparentaba ser bastante mayor. Sacando los mejores genes de ambos padres, era un Adonis mucho menor de lo que lucía, que solo se podría poner más atractivo cuando creciera. Tanto Ariadna como Alice (que era un año menor que él) habían bromeado varias veces sobre lo lindo que era su primo Junior.

Alto, musculoso, con piel bronceada, brazos como vigas de hierro, un mentón varonil, ojos café y largo cabello castaño, que dejaba caer en su espalda. Era enamoradizo, pasional, coqueto y bromista. Cada vez que venía de visita se iba a hacer deporte con Arthur, y tanto Ariadna como Alice se reían en secreto, avergonzadas por el cuerpo de su primo. Por supuesto, era todo en broma, un

crush

inofensivo… ¿pero y ahora?

Junior llevaba una camisa a cuadros abierta, su collar favorito, unos jeans gastados, y sandalias negras. Era sin duda un estereotipo con patas.

—¿Q-qué haces aquí? —preguntó Ariadna sacando apresuradamente la mano de su coño. Eso fue peor, pues se notaba perfectamente una gran cantidad de jugos en sus dedos.

—¿Qué? ¿No vas a saludar a tu primo como corresponde? No te preocupes, yo sí soy cortés. —Junior puso una rodilla en tierra, tomó la mano derecha de Ariadna, y la besó respetuosamente… solo por unos segundos. Luego olió sus dedos y les dio un segundo beso.

—¡¡Junior!! —gritó ella, lista para ponerse de pie e irse a casa. Sus piernas no le respondieron bien de lo cansada que estaba (o de lo excitada que estaba), y la sonrisa galante de su primo siempre le evitaba reaccionar como quería.

—Jajaja, vamos, vamos, no te pongas así, prima. Solo estoy bromeando. Aunque no puedes pedirme que me controle con semejante mujer delante mío, haciendo lo que estabas haciendo, ¿no?

—Yo no estaba…

—Nonononono —le dijo él, poniéndole un dedo en los labios que ella ni siquiera intentó evitar—. Tú eres la racional e inteligente de la familia, sabes que no me puedes mentir.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —Sin saber por qué, Ariadna puso los ojos en el pecho semidescubierto de su primo, y bajó la mirada desde los pectorales, bajando por los entrenados abdominales, y llegando al bulto que podía percibirse en su pantalón.

—Venía de casa de Peggy Carlson… ¿la conoces? Ella me hace tutorías de matemáticas.

—La conozco. —Otra cerebrito de la escuela, aunque una mucho más alocada de lo que ella podría ser, y que siempre le había echado ojitos a su primo.

—Y bueno, ya me conoces, se me hizo tarde, me quedé con ella, y ahora iba de camino a casa. —Junior se sentó en la hierba, y la golpeó con la mano para que ella se sentara a su lado—. Y ahora quiero que mi prima me cuente cómo han estado las cosas. Verte aquí es muy anormal. ¿Ocurrió algo con la tía Charlotte? ¿O Alex? ¿Arthur?

—Nada de eso… o, bueno, casi nada.

Ariadna se sentó a su lado, como presa de un encanto. Ufff, vaya que olía bien, pensó. Sin saber muy bien por qué hacía las cosas que hacía, dejó caer la cabeza en el hombro de su primo. Siempre se había sentido cómoda con él, era un buen oyente. Quería llorar y relatarle todas las cosas que habían ocurrido en el último tiempo, pero las lágrimas sencillamente no salían. Y eso se debía a que no se sentía triste.

Así que, pues… le contó. El video de sus padres follando, la sesión de masturbación mutua con Arthur, las noches que pasó con Alice… Y, más que nada, le preguntó si era una enferma, una ninfómana desesperada, o un poco de ambas.

Junior no la interrumpió ni una sola vez, y luego se la quedó mirando un buen rato. Muy detenidamente, con esa mirada galán a la que nadie en la escuela se podía resistir.

—Entonces… ¿Arthur se está acostando con Alex?

—Sí.

—¿Y tú con Alice?

—Sí.

—¿Y crees que el tío Alexander también está en esto?

—Definitivamente. Junior, ¿es que estamos todos mal de la cabeza?

—Lo dudo. —Junior le pasó la mano por detrás de la espalda, y le acarició el hombro con suavidad. Dioses, qué bien olía, pensó Ariadna otra vez—. Si te soy honesto, todo el cuento me tiene muy interesado. Bueno, interesado no es la palabra.

Ariadna se preguntó a qué se refería, pero en la posición en la que estaba, no le fue difícil bajar la mirada y encontrar un gran bulto en los pantalones de su primo, que él no intentó ocultar. Cuando Ariadna miró hacia arriba, se encontró con la sonrisa galante de Junior, junto con las mejillas levemente sonrojadas.

—Oh, vamos, no seas bobo…

—No puedo evitarlo. Este tipo de cosas siempre me ponen tonto. —Junior le acarició la mejilla a su prima, y esta se apartó.

—Aún tengo sudor, Junior, estuve trotando…

—Entiendo. Y no me importa.

Junior volvió a tocarle la mejilla, y esta vez atrajo a su prima hacia sí. Sus labios hicieron contacto, y Ariadna sintió que se derretía. A pesar de la edad que tenía, se notaba que Junior tenía experiencia, y ya la tenía bajo su control. Su corazón latía rápidamente.

—¿Te molestó eso, primita? —le preguntó él, comenzando a acariciarle la espalda—. ¿Crees que está mal?

—N-no… no lo está.

Ariadna le puso una mano en el pecho, y tomó la iniciativa besándolo otra vez. Ambos se recostaron sobre el césped bajo el árbol, ella encima de él, y siguieron besándose. El calor de ambos comenzó a aumentar, y sus latidos se hicieron más rápidos y feroces.

Junior metió la lengua al interior de la garganta de Ariadna, y ésta se estremeció. Le abrió la camisa a su primo, y tocó sus bien entrenados pectorales. Junior, así como Arthur, eran prácticamente esculturas formadas por el trabajo duro del campo. Pensando en Arthur, Ariadna se estremeció y comenzó a jugar con la lengua de Junior usando la suya.

Ariadna se sentó en el bulto de Junior, y al contacto con su entrepierna, tuvo el deseo casi incontrolable de bajarse el short para que él pudiera tocarla más profundamente. Ambos se abrazaron y comenzaron a tocarse en otros lados. Las manos de Ariadna se decidieron por el pecho y los brazos de su primo, mientras que éste se concentró en el trasero de la muchacha.

—¡Junior! —exclamó ella.

—¿Qué pasa, prima? ¿Te vas a arrepentir ahora? Jajaja.

—Pero es que… ¡Estamos a la vista de todo el mundo! No puedo… No podemos…

—Nadie vendrá por acá a esta ahora. Además, en este pueblo todo el mundo hace lo que le entre en gana, y disfrutan por ello. ¿No quieres disfrutar también? —le preguntó Junior, antes de devorarle el cuello con besos y lametones que la hicieron gemir.

—Ahhhhh…. pero, no… ah, hmmmmm… Junior…

Junior acarició la curvatura del trasero de su prima con una mano, y con la otra le tocó uno de los senos. Los palpó, y pellizcó un poco su pezón erecto por encima de la camiseta.

Ariadna comenzó a frotarse contra el bulto de su primo. No podía detenerse, el placer que ese movimiento le traía era demasiado intenso. Nada parecido a tocarse con los dedos, o sentarse sobre una almohada o un peluche (como había hecho ya varias veces, en especial cuando estaba sola). Estaba durísimo, y sentía un deseo tremendo de que él pudiera llegar más allá. ¿De verdad se entregaría a su propio primo, esa mañana, al aire libre?

Cuando notó que él se había abierto el pantalón, y que lo que tocaba ahora su entrepierna era el miembro de Junior, Ariadna miró hacia abajo. Podía ver la punta de su pene asomándose entre sus piernas, por encima de sus abdominales.

—¿Te duele que esté encima?

—Para nada. Se siente genial, prima.

—Me alegro.

Sin que Junior le dijera nada, Ariadna se quitó los anteojos, y sus ojos azules brillaron de deseo. Tomó aquel miembro con las manos, y lo frotó torpe, pero enfocadamente. A Junior le gustaba mucho cómo lo hacía, además que la imagen que tenía era muy sexy. Una chica con brasier deportivo y un busto increíble, la larga cola de caballo negro cayendo sobre uno de sus senos, los ojos lujuriosos, la lengua remojando sus labios…

Ariadna lo sorprendió aún más, cuando se hizo un poco para atrás, y comprobó que no hubiera nadie cerca. Realmente estaba a punto de hacer lo que iba a hacer. Sonrió, y devoró el pene de Junior con la mirada. Y luego, doblando su cuerpo, lo hizo también con los labios.

—¡Ohhhhhh, prima!

No era primera vez que Ariadna realizaba sexo oral. Se lo había hecho a un par de compañeros en la escuela en distintas ocasiones. Chicos iguales de nerd que ella, tal vez aún más desesperados. Ella aprendió así algunas cosas, aunque no había mucho que ellos pudieran enseñarle. De todas formas, solo sabía una cosa: se sentía delicioso.

En cierta manera, se sentía llena con aquel rabo en la garganta. Subió y bajó la cabeza alrededor del tronco, e intentó mover la lengua para acariciarlo cada vez que el espacio se lo permitía. Junior estaba muy bien dotado, y la idea de tener eso en su interior, la aterraba y excitaba a partes iguales.

—¿Lo hago bien, Junior? —le preguntó mientras le besaba tiernamente la punta, mirándolo concentradamente a los ojos.

—Sí, muy bien…

—Me alegro mucho. Entonces, voy a seg… ¡Ahhhhh!

De pronto, Ariadna saltó del susto y se puso de pie. Rápidamente se ocultó detrás del árbol, y Junior se quedó allí, sobre el césped, sin entender.

Una mujer iba llevando un bote desde el río hasta el pueblo, abajo por la colina. La mujer no los vio ni se detuvo, pero Ariadna se había hecho ya toda una imagen en su cabeza. Llamaría al sheriff, le dirían a sus padres, y a la tía Gabrielle. La castigarían sin piedad por incesto. Y luego… luego…

—Tranquila —le dijo Junior, abrazándola sorpresivamente.

Ella se dejó abrazar y contener. Tenía la espalda contra el árbol, y su calentura no había hecho más que aumentar. El cuerpazo increíble y humedecido de su primo estaba contra el suyo, y pocas veces se había sentido tan pequeña y manejable. Sentía que podían hacerle cualquier cosa.

O más bien, quería que le hicieran cualquier cosa.

Junior le subió el brasier, le besó los pezones, y le metió la mano al interior del short. Ariadna sintió los dedos expertos de su primo, curioseando entre sus labios, y casi se corre del puro gusto. Era diferente a Alice; Junior era más agresivo y directo, como un animal desesperado por follar. Ella misma, llena de lujuria, se sacó poco después el short, dejando que cayera hacia uno de sus tobillos. Luego, se colgó al cuello de su primo, y le besó nuevamente. ¡Su coño echaba humos!

—Wow… tienes unas piernas sensacionales. Digo, ya lo sabía, pero verlas así es algo aún más…

—No digas nada, Junior —intervino ella, ruborizada, apoyando la cabeza en el pecho de él.

—Pero es que esas piernas… —Junior las acarició, empezando por los muslos, llegando a las pantorrillas, y de vuelta por la cara interna de los muslos, completamente mojados—. No puedo aguantarme más, ¿me permites, prima?

—Sí —contestó Ariadna, y se dejó manejar por su amante.

Junior le tomó de la cintura, y dio vuelta a su prima, que apoyó las manos en el tronco del árbol. Ella podría haberse sentido atacada, pero en su lugar, se sintió tremendamente sexy, como nunca. Hasta se dio el lujo de separar las piernas y levantar un poco el culito para facilitarle el trabajo. ¡Solo deseaba que lo hiciera pronto!

Junior se escupió en las manos y las pasó por fuera de sus labios, que en realidad no lo necesitaban. Él le tomó de las caderas, se acercó a ella, y apuntó a su entrada, a la que nadie había tenido acceso antes. Ella estaba tan desesperada que lo apuró con el culo. La punta de su pene rozó su clítoris.

Cuando Junior la penetró, en lugar de dolor, Ariadna sintió un placer que jamás había sentido. Era como si la llenaran, como si le devolvieran algo que le faltaba, y que frotaba todos los rincones mojados de su coño.

—¡Ahhhhhh!

—Por dios, qué apretada estás, prima. ¿Te duele?

—No, estoy bien. Sigue.

—¿Segura? Veo algo de sangre caer y…

—¡Sigue, te digo! ¡¡¡Ahhhhhhhhhh!!!

Alice le había preguntado a Ariadna, noches atrás, cómo sería estar con un hombre. Tendría que explicarle que, tener a un hombre detrás de una, montándola, dándole duro como un perro en celo, era como estar en el cielo. Su pene vigoroso le llenaba completamente, la dominaba como si fuera suya, y eso le encantaba. Le tendría que explicar que entregarse completamente a una polla era algo delicioso cuando estaba bien hecho, y que no se arrepentiría.

Su hermanita menor le había confiado que deseaba a Junior, pero que también quería follarse a Arthur, o a papá. Y si bien su trabajo tenía que ser convencerla de lo contrario, ahora que había probado lo que se perdía, sabía que tendría que decirle que lo hiciera pronto. Era una sensación difícil de describir. Cada golpe de los huevos de Junior entre sus piernas, cada embestida de su cuerpo contra su coño indefenso, desnudo y sumiso, era como una serie de pequeños choques eléctricos de placer. En ninguno de las decenas de libros que había leído en secreto sobre sexualidad salía una descripción tan detallada para comparar lo que sentía mientras Junior la follaba.

—¡Sigue, sigue, sigue!

—¿Te gusta, prima?

—¡Me encanta! Más, más, más, ¡más, más, más! Eso, ¡¡más, más, máaaaas!! —gritó ella, antes de torcer el cuello hacia atrás, dedicarle a su primo su mejor mirada de deseo, y lograr que ésta funcionara, pues Junior le besó apasionadamente, sin dejar de penetrarla.

—¿Más qué?

—Más rápido, ¡más fuerte!

Él así lo hizo, apurando e intensificando las embestidas. Estaba siendo demasiado rápido, y su respiración se hizo entrecortada. Ella, por puro instinto, sabía lo que se avecinaba, pero no trató ni por un segundo de detenerlo. También sentía que se vendría pronto.

—Prima, ya estoy… voy a…

—Sigue, sigue, sigue, no pares.

Él fue el primero en venirse, derramándose en su interior, llenándola de leche mientras su polla latía fuertemente. Mientras se venía, Junior siguió follándola, intentando que saliera hacia afuera hasta la última gota de su semen. Fue con esos últimos envites que ella se vino, y no pudo ni quiso controlar el grito que se cobijaba en su garganta.

—¡¡¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!

—Ufff, prima, ahhhh.

—Sí… sí, sí. Sí.

Sus piernas temblaban. Ariadna perdió todas las fuerzas y comenzó a caer. Junior la atrapó. Luego, como un televisor al que le cortan la energía, el cansancio acumulado y el placer intenso hicieron lo suyo, y ella se quedó dormida de golpe.

Continuará...