La Familia White (05)

A Alice White no le interesan los tabúes. Mientras sus padres follan delante de la más joven de la familia, Alice le demostrará a su hermana Ariadna los placeres de dejarse llevar por lo que quieran disfrutar.

Capítulo 5: Alice

—¿Qué estabas haciendo, Alice? —preguntó Ariadna, sentándose junto a su hermana más joven, sobre la cama de ésta.

—¿Qué cosa,

Twina

? —En general, Alice le ponía apodos a todos en la familia. “Twina”, algo así como “gemelina”, era el de Ariadna, en referencia a que había nacido junto a Arthur.

—No te hagas la boba. Dame ese teléfono —exigió Ariadna, pero Alice rápidamente lo deslizó debajo de su camiseta de pijama.

—No, no quiero. ¿Por qué haces esto? —preguntó Alice, casi fingiendo un puchero.

—Ya te dije que no te hagas. Estabas grabando a Ariadna y Arthur haciendo… tú sabes.

—¿Qué sé yo?

—¡No te hagas la boba!

—Ustedes creen que lo soy, ¿verdad? Que no me doy cuenta de las cosas, pero sé mucho —dijo Alice, sentándose con los brazos alrededor de las piernas, ocultando la cabeza—. He visto muchas cosas, pero nunca me incluyen en nada.

—¿Incluirte? ¿Sabes de qué estás hablando, siquiera?

—¿Lo sabes tú? Vi que no perdías detalle tampoco. Ya soy bastante mayor, así que deberían de dejar de tratarme como una chica boba. —Alice se dejó caer sobre las piernas de su hermana, comenzando a sollozar. Ariadna pudo ver que era de verdad—. No sé por qué me excluyen de las cosas que hacen, con lo divertido que se ve.

—¡Alice! ¡No digas esas cosas! —Ariadna se puso de pie, ajustándose las gafas, y le dio una bofetada a su hermana menor. Se arrepintió justo dos segundos y medio después.

—¡¡¡No debiste hacer eso,

Twina

!!! —gritó la chica, antes de sumergirse entre las almohadas, y ponerse a llorar. Su mañana se había arruinado de todos modos.

Ariadna, sin saber qué más hacer, salió de su habitación y se fue a la suya.

Justo al salir, Charlotte Black, la matriarca de la familia, se asomó a la habitación de su hijita menor, y sonrió...

La mañana transcurrió de manera casi normal. Alexander White salió a la ciudad para comprar un reemplazo para la torreta del tractor, y Arthur lo acompañó. Alexandra fue al pueblo a reunirse con algunos amigos a almorzar, y Ariadna permaneció completamente en su habitación, llevándose también su almuerzo. Así que, Alice almorzó solamente con su madre en esta ocasión.

—¿Estás bien, hija? Estás muy callada hoy —dijo Charlotte Black, bebiendo su tercera taza de café, junto al almuerzo. Para ella era todavía el desayuno. Al fin se le estaban pasando los efectos de la loca salida con su esposo y sus amigos.

—Sí, mami, estoy bien. —El puré de papas con carne estaba buenísimo, pero de alguna forma, Alice White no podía saborearlo bien. No lo estaba disfrutando.

—Eso es mentira y lo sabes. Vamos, cuéntame.

Alice lo pensó bien. ¿Por qué habría de ocultar las cosas? No sentía haber hecho algo malo. Lo que los demás hacían se le hacía muy entretenido, ¿por qué lo escondían?

Twina

se enojó conmigo por grabar a la

Rojita

con

Twino

.

—¿Grababas a Alexandra con Arthur? ¿Haciendo qué exactamente?

—Ya sabes… cosas. Esas cosas que hacen usted y papi también.

—¿Oh? —Charlotte comenzó a sentirse muy interesada y curiosa. Miró a su hija menor con perspicacia—. ¿Y qué cosas hacemos tú papi y yo, querida?

—Se tocan, se besan… follan. —A Alice le costó mucho decir la última palabra, no sabía por qué. La gente hablaba de la palabra como si fuera algo prohibido, pero no entendía por qué. No tenía nada de malo. —Follan y parecer ser muy bueno, usted parece sentirse muy bien.

—Sí, follamos. Es increíble. Y no hay nada de malo en ello —dijo Charlotte, casi leyéndole la mente a su hija.

—¡Exacto! —exclamó Alice, recuperando la vitalidad—. ¿Por qué lo oculta la gente? ¿Por qué se enojó tanto

Twina

?

—Bueno, bueno, no todas las personas reaccionan igual a ello. —Charlotte se cambió de asiento, y se sentó junto a su hija menor, acariciándole el cabello—. Tú sabes que yo soy la tercera de cuatro hermanas también, como Ariadna. Cuando una es la de “al medio”, como que se siente con derecho a ser todo lo idiota que una quiera. Pero estoy segura que tu hermana te ama, y que ya se le pasará.

—Eso espero, mami.

—Ahora, sobre lo de follar, ¿así que nos has visto a papi y a mí en las noches?

—Sí… no está mal, ¿no? Es que hacen mucho ruido, y mi habitación está justo al lado. Además, se ve como algo muy divertido y rico.

—Claro que no está mal. Pero dime, ¿qué más quisieras saber? —Charlotte le dio un beso en la mejilla a su hija, muy cerca de los labios, y de pronto sonó el teléfono de Alice arriba en la habitación. Alice se puso de pie, tomó el plato con el almuerzo y su vaso con jugo de piña, y le dio un beso en la mejilla también a su madre.

—¡Debe ser Cindy! —exclamó con alegría. Su mejor amiga le estaba llamando, y podía contarle todas las cosas que podía—. ¡Gracias por el almuerzo, mami, te amo!

—Oh, vaya —musitó Charlotte con algo de decepción, mientras veía a su hija subir las escaleras a toda prisa para hablar con su amiga. Malditos teléfonos. Lo bueno es que al fin se le había pasado completamente la borrachera.

Horas después, Alice se cruzó con Ariadna de camino al baño. Durante el día, esa fue la única otra interacción que tuvieron. Alice pudo ver detrás de las gafas de Ariadna que ésta se sentía mal por lo que había hecho. Por haberla abofeteado. Pero no se atrevió a disculparse, así que Alice sencillamente entró primero al baño, y dejó a su hermana esperando.

Adentro, le llegó al teléfono el tercer video que le enviaba Cindy. Esta vez eran dos hombres con una colegiala, penetrándola por sus dos agujeros. Alice jamás había visto algo así, y no perdía detalle. La protagonista del video no dejaba de gemir con placer, y sus expresiones faciales le hicieron a Alice imaginar cosas increíbles, con ella en lugar de la chica. Había ido al baño para refrescarse después de ver los dos primeros videos que le mandaron (una mujer haciéndole sexo oral a un vendedor a quien no le podía pagar la pizza, y luego un par de chicas asiáticas besándose salivosa y efusivamente mientras se tocaban debajo de las faldas). Sin embargo, con este tercer video solo pudo ponerse a transpirar más, y se le aceleró el corazón.

Llegada la noche, Alice había hablado de muchas cosas con Cindy. Prácticamente se habían pasado hablando de chicos y penes toda la tarde. Había de todos los tamaños, de todas las formas, y “siempre se sentía rico”, aseguraba Cindy, que ya había tenido algo de experiencia. Alice estaba ardiendo, y no podía simplemente masturbarse como casi todas las noches, mirando a la nada. Esta vez requería algo extra de estimulación. Todo lo que tenía que hacer era esperar.

Su padre y Arthur regresaron durante el día, pero a la tarde, cuando Alexandra llegó, tomó a Arthur de un brazo y salieron juntos esta vez. Alice no sabía dónde. Después de la cena, Alexander White y Charlotte Black subieron a su habitación, y Alice esperó quince minutos en la suya hasta que comenzó a escuchar los familiares gemidos. Pegó el oído a la pared para oír mejor.

—Hmmm, sí… sí, qué bien lo haces, putita —logró escuchar que decía su padre. Su mamá no contestó, pues debía estar ocupada en otra cosa. Alice ya sabía qué era.

Alice salió de su habitación y caminó en puntillas hacia la de sus padres. Los gemidos de su padre se hicieron más intensos a medida que se acercaba. Abrió la puerta con cuidado y se encontró con el maravilloso escenario.

Su padre estaba de pie a los pies de la cama. Estaba desnudo. Tenía mucho pelo en todos lados (menos en la cabeza), y su polla era grande, venosa y muy gruesa. O al menos lo que alcanzaba a ver de ella, pues la mayor parte estaba dentro de la boca de su madre. Ella también estaba desnuda, en cuclillas, con ambos pies en el suelo, las piernas separadas y las grandes tetas que tenía moviéndose de lado a lado mientras le realizaba sexo oral a su marido. Con la mano derecha le acariciaba los enormes testículos, mientras que con la izquierda se acariciaba su propio clítoris, de arriba hacia abajo como lo hacía Alice, pero además lo pellizcaba, cosa que la muchacha nunca había hecho.

—¿Te gusta cómo te lo hago, querido? —preguntó mami, sacándose la polla de la boca para respirar. De inmediato reemplazó su garganta con su mano derecha.

—Me encanta, putita, me fascina, nunca me aburriré de esto.

—Lo sé, querido, y lo mejor está por empezar, ¿no crees? —Charlotte se metió esta vez dos dedos al interior de su coño, que derramaba una gran cantidad de fluido en el piso, o se deslizaba por la cara interna de sus muslos—. Ahhhh, te necesito adentro, querido.

Alice se metió una mano debajo del short de pijama. Sus bragas estaban muy mojadas, y lo mismo estaba su entrepierna, que se acarició con la mano izquierda, igual que su madre. Probó pellizcarse el clítoris, abriéndose los labios con un par de dedos, y cuando lo hizo, se retorció tanto de placer que casi desfallece. No pudo evitar un pequeño gemido.

—¿Lo mejor? Aún faltan dos… —dijo Alexander.

—De hecho, diría que solo falta una, y no creo que tarde. —Para sorpresa de Alice, Charlotte miró de reojo a la puerta entreabierta, y sus ojos se encontraron. Alice tuvo la tentación de alejarse y salir corriendo, pero la sonrisa de su madre le hizo desistir.

De pronto, su padre también miró en su dirección. Al principio pareció muy asombrado, pero pronto sonrió también. Luego, ambos esposos se miraron entre sí, y Charlotte se puso de pie sin soltar el miembro de su marido. Se besaron efusivamente, y Alice no perdía detalle.

Como si hubiera recibido energías extras, Alexander White tomó a su esposa por la cintura, la levantó, la pegó a él, y la penetró sin contemplaciones.

—¡¡¡Ahhhhhh, querido!!! ¡¡¡TU POLLA!!!

—Uffff, qué mojada estás, puta.

—¿Cómo no voy a… hmmm… estarlo con esta audiencia? Ah… Hmm… y tú estás más… ah… grande que otras veces. ¡Y qué rápido vas!

—Es que esto me está poniendo muy caliente, querida, ¡toma, toma, toma!

En otras circunstancias, habría parecido hasta un escenario agresivo, pero lo cierto es que con cada envite de Alexander, Charlotte sacaba más la lengua y gemía de placer, con los ojos fuera de las órbitas. Alice notó lo rápido y fiero que se movía su padre, que sostenía a su esposa hasta con facilidad. Su madre abrazó a su marido con las piernas alrededor de la cintura, y se dejó penetrar con fuerza. De vez en cuando, ambos miraban a su hija de reojo...

Alice siguió tocándose, cada vez más rápido. Sentía que sus pezones estaban duros, y se los pellizcó con la mano libre. Se sentía riquísimo, y además tuvo una sensación que nunca antes había tenido mientras miraba a sus padres… Realmente tenía la necesidad de entrar, y ser ella la penetrada. Tenía muchísimas ganas de meter algo grande en su interior, aunque nunca lo había hecho. ¡O al menos estar con otra persona!

—M-me gusta… —susurró Alice, con los ojos entreabiertos para no perder de vista a sus padres, que sudaban copiosamente, follando con cada vez más fuerza. La cama y la mesita de noche comenzaron a crujir ante las intensas penetradas de Alexander con su esposa.

—¡Me vas a matar, querido! Es demasiado, ¡me encanta! ¡¡¡Voy a correrme como loca!!!

—¡Toma, puta, toma! Ahhhhh, ¡¡¡toma más!!!

—¡Alice! —exclamó una voz, casi en un susurro, junto a Alice. Ésta se volteó a su izquierda y encontró a Ariadna, luciendo su pijama azul (una polera y un short común), sus gafas, y sus larguísimas piernas sobre las pantuflas de perro.

¿Twina?

—contestó Alice, algo asustada, pero adentro, sus padres seguían follando como conejos; parecían no haber notado la aparición de Ariadna por el corredor.

—¿Qué estás…? ¿Qué están…? —Ariadna intercambiaba miradas a la habitación de sus padres y a su hermana menor—. Ok, suficiente. Acompáñame.

—P-pero…

—¡Ven conmigo, dije! —Ariadna la tomó del brazo, y poco menos la arrastró hasta su habitación. Al entrar, cerró con llave, y Alice corrió a lanzarse a la cama—. ¿¡Cuál es tu problema, Alice!?

—Déjame en paz.

—¿Por qué estabas mirando a nuestros papás…?

—¿Por qué tienes que ser tan tonta? —interrumpió Alice, al borde de las lágrimas. Tenía una mezcla entre tristeza, y una calentura que se negaba a disminuir—. ¿Por qué te haces tanto la santurrona si sé que también lo disfrutarías?

Ariadna dio unos pasos hacia Alice, y ésta pensó que iba a abofetearla. Ariadna se detuvo unos segundos. Bajó la mano y soltó un larguísimo suspiro.

—¿Por qué dices eso, Alice?

—Porque escuché tus gemidos cuando estabas con Arthur la otra noche. ¿Acaso no fue bueno? ¡Al menos has estado con alguien!

—¡Es nuestro hermano!

—¿Y eso qué? —Alice se sentó en la cama de rodillas, con las manos sobre éstas—. ¿Por qué no podemos hacer lo que nos gusta? Si se siente bien, ¿por qué no hacerlo? Tú ya lo hiciste.

La última parte Ariadna apenas la pudo escuchar por lo bajo que Alice hablaba. Además, los gemidos de sus padres en la otra habitación todavía se escuchaban. Ariadna se sentó junto a su hermana menor, y le pasó un brazo por la espalda para poder abrazarla.

—No lo sé… pero sí sé esto. Lamento mucho haberte abofeteado, hermanita. De verdad lo siento muchísimo, perdóname.

—Está bien, no es tu culpa… Aún tienes dudas sobre estas cosas, y eso que eres más grande. Pero

Twino

y la

Roja

hacen todo tipo de cosas también, igual mami y papi.

—Sí, pero esas cosas… no se supone que estén bien.

—¿Por qué no? —Alice se llevó la mano nuevamente bajo el short y palpó los abundantes jugos que salían de su coño. Con la otra mano se acarició los senos—. Si se siente rico, ¿por qué no hacerlo? ¿No has hecho estas cosas,

Twina

? ¿No sabes lo bien que se siente? Hmmm…

—¡Alice! N-no puedes hacer estas cosas.

—¡Pero yo quiero! —Alice dio un salto sobre su hermana, y la recostó en su cama—. ¡Y tú también quieres? ¿O no?

—Alice, ya para de jugar, esto no es una broma…

—No estoy bromeando. —Recordó lo que hacía papi a veces con su mami, y trató de replicarlo. Acercó el rostro al cuello de Alice y le dio un tierno lametón a lo largo.

—A-Alice… t-tienes que parar esto… a-ah-ahhh…

—No quiero. —Alice continuó esta vez con el lóbulo de la oreja de su hermana, quitándole el cabello negro de encima. Su hermana olía muy muy bien, no quería apartarse de ella.

—S-somos hermanas… s-somos ambas chicas, Alice…

—Jaja, ¿y qué es lo que te molesta más? —preguntó Alice, disfrutando del momento. Con las manos levantó la camiseta de Ariadna, y sus pechos salieron a relucir—. Wow, son enormes… ¿Crees que alguna vez los tendré así también?

Los pezones de Ariadna estaban erectos también. Y cuando Alice puso una de sus rodillas entre las piernas de su hermana, notó que también estaba humedecida allí abajo.

—¡Ahhhhhhhhh…!

—Te quiero mucho,

Twina

, no volvamos a pelear, ¿sí?

—Ahhh, m-mierda.

Ariadna le agarró el trasero ya bien desarrollado de su hermana menor con ambas manos. Alice se sorprendió, pero no tanto como cuando Ariadna le estampó un intenso beso en los labios. Sus lenguas no tardaron en encontrarse.

Durante cinco minutos se estuvieron quitando la ropa una a la otra. Se contemplaron unos segundos, durante los cuales Ariadna se quitó las gafas, y sus ojos azules brillaron de deseo. Luego se abrazaron y volvieron a besarse. A pesar de que Ariadna era tres años mayor que Alice, se sentía a merced de su hermana menor, que volvió a recostarla sobre la cama. Se acariciaron y besaron los pechos y los pezones mutuamente. Se lamieron los cuellos. Tardaron un buen rato en atreverse a frotar sus entrepiernas contra los muslos de la otra.

—No puedo creer que estemos haciendo esto…

Twina

, estás muy mojada…

—Sí, no podía dejar de escuchar a nuestros papás haciéndolo.

—Ohhh, ¿entonces también ibas a ver?

—Cállate, ahhhhh.

Alice realizaba todos sus movimientos de forma natural. Mientras se acariciaba, frotaba y besaba con su hermana, imaginaba cómo sería que hubiera también un pene involucrado. Algo duro y grande que pudiera meterse en su interior, como lo veía en los videos.

Mientras Alice metía un par de dedos en el interior de su hermana, como le había visto hacer a su madre, y Ariadna hacía lo propio con Alice, ésta decidió satisfacer su curiosidad.

—Oye, ¿cómo son los chicos?

—Ahhhhhh, no pares, hermanita…. ¿Q-qué cosa?

—Hmmmm, sí, eso, eso… ¿Ah? Ah, me preguntaba cómo sería hacerlo con un chico.

—¿P-por qué quieres saber eso?

—Es que p-papi… y

Twino

… ahhhh, ahhhhhhh. —Los dedos de Ariadna eran increíblemente hábiles, dignos de alguien que se masturbaba también todas las noches. Acariciaban su interior sin hacerle daño, y se movían frenéticamente de adentro hacia afuera y viceversa.

—¿Ellos? ¡Hmmmmmm! —Ariadna parecía también dejarse llevar por su imaginación, cerrando los ojos mientras su cuerpo se pegaba al de su hermana menor—. Arthur es… uffff, ahhhhh… hermano, también te… ahhh…

—¿Piensas lo mismo que yo?

—Síiiiii….

—Quiero estar así con todos,

Twina

, ahhhh, y no quiero que nadie más me aparte. —Alice sintió cómo se acercaba su clímax. Sus pezones estaban durísimos, sintió un escalofrío recorrer completamente su espalda, y sintió como si estuviera a punto de explotar.

—Está bien, cariño, sigue, sigue.

Ambas volvieron a besarse, y cuando sus labios hicieron contacto, las dos se vinieron en los dedos de la otra, dejándose llevar por un intenso y prohibido placer, que a ninguna de las dos parecía ya importarle que lo fuera. Sobre las sábanas desordenadas, ambas se dejaron caer una junto a la otra, tomadas de la mano, imaginando cómo sería una participación masculina.

Afuera de la habitación de su hija menor, junto a la pared del corredor, Alexander White se corría intensamente sobre la cara de su más que satisfecha esposa, que se bebió todo lo que pudo, poseída por la lujuria y el deseo. Alexander y Charlotte habían visto a sus hijas durante muchas noches antes, detrás de la puerta, mientras follaban, pero era primera vez que veían a dos juntas, y eso solo era el comienzo. Montañas de placer se venían para ambos.

Continuará...