La Familia White (02)
Alexandra White quiere introducir a sus hermanos a la increíble dinámica familiar que llevan, pero para eso, necesita recordar cómo fue SU primera vez. Todo empezó cuando vio a su madre masturbarse con la foto de su hija, un par de años atrás...
Capítulo 2: El Bautizo de Alexandra
Era solo cosa de tiempo, pensó Alexandra White, la hija mayor de Alexander White y Charlotte Black. Ver a sus hermanos casi desnudos salir corriendo escaleras arriba le trajo recuerdos. Algo así le ocurrió a ella la primera vez que descubrió lo… digamos, “especial” de su familia. Claro que ella no tuvo la ventaja de tener un hermano gemelo con quien experimentar. De todas formas fue una experiencia interesante.
En su caso, más o menos a la edad de sus hermanos, regresó a casa de la escuela más temprano de lo habitual. Lo típico, mal comportamiento. Se la había estado chupando a Reggie Wilson detrás del gimnasio, pero la mojigata de Rita Larenas los descubrió y denunció con el profesor de gimnasia. En un pueblo tan pequeño como el suyo, todo se sabía rápido, así que decidieron finalizarlo con un “vete a casa, Alexandra”, y ya fue. Sin notificaciones ni mayores castigos. Solo había quedado un problema en el tintero. Uno grande, de hecho. Estaba echando humos de lo caliente que estaba. No había conseguido que Reggie se viniera, y apenas se había tocado un rato el coño antes de que los atraparan. Miró los bultos de todos los hombres que se encontró en el camino, y aunque muchos rechazaron devolverle la mirada a una colegiala, algunos sí le devolvieron el gesto de lujuria, lo que solo la puso más a tope.
Cuando llegó a casa, a sabiendas de que sus hermanas y hermano estaban todavía en la escuela, que papá estaba en el trabajo, y que mamá debía estar en el granero, Alexandra entró y subió a su habitación. Estaba humeando, y necesitaba liberar tensiones, así que se quitó los calzones por debajo de la falda, descubriendo que la tela estaba empapada, y se abrió la camisa. Estaba lista para entrar a su habitación, cerrar con llave, poner una de las tantas porno que le había robado a papá, y masturbarse como nunca antes.
—Qué hermosa eres… ufff, qué hermosa eres, hija, ahh, ah, ahhhh…
—¿Mamá?
Con la ropa interior en la mano entró a su habitación, donde su madre estaba en plena faena. Recostada sobre la cama de su hija, completamente desnuda, con las piernas bien abiertas, acariciándose frenéticamente la entrepierna con la mano derecha, mientras con la izquierda sostenía la foto de graduación de Alexandra que ella tenía en la mesita de noche.
Dioses, qué escultura de mujer era, pero en ese preciso momento, no pensó igual. Se escandalizó y bajó corriendo las escaleras, a la inversa de sus hermanos. Esta vez, tendría que ser Alexandra quien educara un poco a sus hermanos, pero en esa ocasión, fue su madre la que bajó a explicarle las cosas, y enseñarle los secretos de la familia. … Sería útil recordar bien cómo lo había hecho su querida madre.
Mientras Alexandra estaba sentada en el sofá, abrazando sus propias piernas, ocultando la cabeza entre las rodillas, y todavía con el coño insoportablemente mojado, llegó su madre, vistiendo una bata de baño. Era de color rojo, como le gustaba, igual que a ella. Jamás se había fijado lo bien que le marcaba el contorno de la figura, cómo resaltaba sus senos en el escote, y lo corta que era la falda. Por eso era que su hermano siempre se ruborizaba cuando su mamá se inclinaba, pensó.
—Hija, no sabía que llegarías tan temprano.
—¿Es todo lo que tienes que decir?
—Vamos, no te pongas así. Mejor temprano que tarde, ¿no? De hecho, el plan era que nos encontraras juntos con tu padre, no a mí sola. —Así de directa había sido Charlotte Black. Era baja de estatura, con ojos azules que todos sus hijos habían heredado, un cuello largo, una figura que no aparentaba para nada la edad que tenía, sedoso y esponjoso cabello rojo que le alcanzaba un poco más allá del cuello, unas tetas gigantescas, y un culo respingado y redondeado. En su juventud había ganado todos los concursos de belleza del condado, y si hubiera competido ahora, sería probablemente el mismo resultado.
O sea, su madre era una verdadera diosa que nadie se explicaba cómo había conservado la figura después de cuatro niños, y que bien pudo haberse llevado a cualquier hombre del pueblo, pero había elegido a su rechoncho, barbudo, peludo pero calvo padre por alguna razón.
—¿A qué te refieres con “el plan”?
—Pues eso mismo. Se suponía que nos encontraras follando a los dos, y aquí en la sala, no en tu habitación. No me mires a mí, una mujer tiene necesidades, y con una belleza como tú mirándome desde todos los retratos es difícil controlarse.
—¿Estás drogada, mamá? ¿O borracha? ¿O ambas?
—Por supuesto que no. Las drogas son malas, ya te he dicho. Pero eso no quita que… Ay, está bien, supongo que hay que explicarte detalladamente. Pero primero, ¿por qué estás aquí?
—¡Me enviaron a casa por mal comportamiento!
—Sí, lo imagino, ¿pero por qué?
Alexandra quiso que un agujero negro la tragara allí mismo. Estaba con la camisa abierta, una falda a cuadros sin ropa interior debajo, el coño húmedo, y su madre semidesnuda al lado, a quien se suponía que debía contarle que la mandaron a casa por… por…
—¿A qué viene todo esto? Te estabas tocando en mi habitación, ¡con mi foto, mamá!
—Sí, sí, como sea, pero dime, con confianza. —Su madre se sentó más cerca de su hija, tanto que pudo sentir su respiración en la oreja, y le acarició el cabello suavemente. Le dio un escalofrío que no le había dado ningún chiquillo en la escuela—. ¿Por qué?
—Le estaba haciendo una mamada a alguien, ¿ok? —Esperaba sacarla de casillas con eso. Generalmente su descaro funcionaba con sus padres, y ambos se contentaban con mandarla a la habitación, castigada sin televisión por el día, o algo así.
Esta vez fue diferente.
—¿Ah sí? ¿Y quien fue el afortunado? —susurró su madre a su oído. Alexandra volteó el cuello hacia ella, y vio la sonrisa más perversa y lujuriosa que no veía desde… bueno, desde ella misma cuando practicaba en el espejo cómo seducir a los chicos.
—¿Mamá, qué estás…? —No pudo concluir la oración. Su madre le agarró de la camisa abierta y la jaló hacia sí, cuidando de no hacerle (demasiado) daño—. ¡Mamá!
—¿A quién se la chupaste, hija? Vamos, respóndeme. —Mamá le sorprendió con un lametón en el cuello que le hizo retorcerse. Esto ya se estaba saliendo de control, era de locos. ¡Era su propia madre! ¿Era abusadora también? ¿Y lesbiana? ¿E incestuosa para peor?
Trató de apartarse, pero su madre la tenía bien sujeta de la camisa. Charlotte le besó el cuello de nuevo y repitió la pregunta.
—R-Reggie Wilson…
—Awww, ¿ese chiquitín? Y dime, ¿cómo lo tenía?
—¿Qué cosa?
—Pues su pene, hija. ¿Era largo? ¿Grueso? ¿Pudiste meterlo bien en tu boquita?
Mientras le hacía esas preguntas, iba dándole pequeños besitos en el cuello y el lóbulo de la oreja. Alexandra quería apartarse, pero cuando aplicó más fuerza, su madre volvió a vencerla, tomándole ambas muñecas con sus manos, y recostándola sobre el sofá. Ella se puso encima, y continuó con los lametones en la lengua mientras le abría la camisa.
—¡Oye! ¿No llevas brassier? Qué pervertida.
—¿Eh? —Como si estuviera en una ensoñación, recordó que se lo había quitado para que Reggie la manoseara como quisiera. Le encantaba que le tocaran las tetas, y solía perder el control fácilmente. Por eso, no fue de extrañar que enloqueciera cuando su madre le agarró uno de los pezones con los dientes, y le aplicó un delicioso lametón—. ¡Ah!
—Parece que te gusta, ¿eh, puta?
—¡Estás completamente loca! ¡Le diré a papá!
—No es necesario, ya le avisé yo por teléfono mientras bajabas las escaleras. De seguro viene corriendo hacia acá, cariño.
—¿Que QUÉ?
—Tienes un cuerpo maravilloso, hija. Tu padre se volverá loco cuando lo vea así. Me pregunto qué te va a hacer. —Su madre pasó ahora al otro seno, y sin miramientos le comenzó a besar, lamer y chupar los pezones.
—¡Estás completamente desquici…! ¡¡¡Ahhh!!! —exclamó Alexandra, cuando su madre le rozó el coño con los dedos. Jamás le había hecho eso una mujer antes, y menos aún esperaba que fuera su madre la primera.
—Asumo que no eres virgen, ¿verdad? —Charlotte dejó de encantarse con los senos de su hija, y pasó a entretenerse con lo que me había abajo. Trazó un camino hacia la parte más íntima de su hija con sus besos, y se detuvo en la zona más mojada que encontró.
—¡¡¡Mamáaaaaaaaaaaahhhhhh!!!
Definitivamente no era la primera vez de mamá con una mujer. Ella sabía dónde lamer, dónde besar, dónde devorar. Tomó el clítoris de Alexandra con la destreza y la experiencia de la mejor puta, tirando de él suavemente, e introduciendo a la vez la lengua de forma imposible en su hoyito. Se sentía increíble, no iba a negarlo a esas alturas. Alexandra no sabía cómo reaccionar, se estaba llevando la sorpresa de su vida.
—Tienes que entender esto —dijo Charlotte Black, mientras se entretenía con el coño de su hija. Cuando Alexandra miró hacia abajo, notó que su madre no necesitaba mover demasiado la cabeza; su lengua hacía todo el trabajo, y tenía el rostro lleno de apetitosos jugos—. Por muchas generaciones, nuestra familia siempre se ha dejado llevar por sus pasiones más secretas. Ambas familias, de hecho. Llegada cierta edad, lo único que deseamos es demostrar nuestro cariño, sin muchas complicaciones y tabúes.
—P-pero esto es… ohhhh, mamá, qué agresiva te pusiste ahora, me gustaaaa —dijo Alexandra, abrazándose de pronto al cuello de su madre, que estaba a su lado, acariciándole el cabello. Hasta que se dio cuenta, de que era imposible que eso ocurriera, por más hábil que fuera su madre—. ¿Q-qué…? ¿Qué?
—¿Qué te parece, querido? —preguntó su madre, mirando hacia abajo. Cuando Alexandra desvió allá la vista también, se encontró con un hombre que no solo le acariciaba el coño con una lengua agresiva y habilidosa, sino que también con una barba frondosa que le hacía maravillas.
—Exquisita, querida, la tiene muy parecida a la tuya —dijo Alexander White, que había entrado desesperado a la casa cuando vio a las dos mujeres por la ventana. En el pueblo no había mucha privacidad de todas formas, y por eso ni siquiera se molestó en dejar la puerta cerrada—. Por todos los dioses, ¡qué cosa más rica!
—No, no, no… NONONONO, ¡no puedes hacer esto, papá! —exclamó Alexandra, mirando a su padre, con sus pantalones de trabajo, su camisa sudada, y su larga barba, dándose un festín.
—¿Segura que quieres que pare, hija? —preguntó Alexander, con una sonrisa. Luego, agarró con los labios el clítoris de su hija, y metió el dedo corazón en su interior, que se empapó de inmediato.
—No, no… No… ¡¡No pares!!
—¿Qué cosa, hija? —preguntó Charlotte, limpiándole maternalmente el sudor de la frente a su hija mayor, y dándole besos en el cuello como antes—. No creo que tu padre te oyera bien.
—¡No pares! ¡No pares, por favor, papá!
Alexander aumentó la velocidad de su lengua y su mano, y metió un segundo dedo en el coño de su hija. La muchacha iba a explotar pronto, sabía que ocurriría, pero había algo especial. Algo diferente. Ningún chico le había comido el coño así.
—Vamos, querida, no te contengas, córrete en la boca de tu padre.
—Sí, mamá… ah, ah, ah… ¡Ah! ¡Ahhh! ¡Aaaahhhhhhh, me corroooo! —Por primera vez, Alexandra no solo liberó un poco de líquido, sino que sintió una sensación similar a mearse, y cuando miró hacia abajo, vio que salían chorros de su coño que fueron a parar a la cara de su padre. Asustada en medio de las oleadas de placer que estaba recibiendo, quiso disculparse, pero su madre le agarró la cara, y le dio un tierno pico en los labios para calmarla. En tanto, su padre se tragaba con voracidad todo lo que había salido de su hija…
—Bienvenida a nuestra vida, hija —dijeron Alexander y Charlotte a la vez, mientras el primero le besaba las piernas empapadas en jugos vaginales, y la segunda le besaba el cuello y los labios.
Esa había sido la primera vez que una mujer la besaba, y también la primera vez que tenía un
squirt
. Además, había sido la primera vez que una mujer le comía el coño, y la primera vez que tenía un trío. También había sido la primera vez que tenía sexo con sus familiares, y definitivamente no sería la última. Tantas primera veces, y apenas había rozado la superficie de lo que era tener sexo de verdad. Ya habría momento de recordar su primera follada con papá, por ejemplo, pero ahora ya tenía lo necesario para hablar con su hermana y hermano. Su mamá le había enseñado bien.
¿Con quién debía hablar primero? ¿A quién debía decirle primero que lo que estaban viviendo era perfectamente normal? Alexandra no estaba segura, pero subió de todos modos las escaleras. No había mejor educación que la que uno recibía de la familia, de todos modos. Y ella vaya que estaba bien educada. Su hermano tenía mucha experiencia, ciertamente… tal vez lo mejor sería empezar con Arthur. Se mojó de solo pensar en lo que se venía.
Continuará...