La familia Polanco Llanera. En busca de Sofía
A Jaime le toca ir a buscar a su hijita que está de fiesta.
Jaime entró en el baño escuchando el agua de la ducha correr. Se acercó al lavabo cogiendo el cepillo de dientes, sabiendo que el golpeteo de los chorros caía sobre el cuerpo desnudo de su mujer.
—Me está entrando una pereza de ir a por Sofía, que no te puedes imaginar.
—Normal, hace mucho frío, la niña va a venir helada —contestó Susana con tranquilidad.
—Pero, bueno, es lo que toca por ser un buen padre… estaría mucho mejor ahí dentro con mi querida esposa. Tienes que estar muy caliente…
Se enjuagó la boca y acercándose poco a poco a la ducha, trató de ver que había en el interior, pero era inútil, con la mampara, su visión estaba totalmente vetada.
—¿No me dejas ni una miradita, cariño?
—Ya te he dicho que hoy, nada de nada… —su voz se paró por un instante para proseguir al de nada— hasta mañana te tienes que aguantar.
—Como te amo, pero a veces eres tan cruel… —Jaime se agarraba el pene con ansia de tener a su esposa. Había sido una semana dura y quería que llegase ya el domingo para estar solos.
—Solo… Un poco…
—No te estarás tocando ¿verdad? —Jaime curioso se la agarró aún con más fuerza y se colocó al lado de la mampara tratando de escuchar gemir a su mujer.
Un pequeño resquicio se abrió y de allí brotó la cabeza de Susana, con el pelo empapado y una sonrisa de oreja a oreja.
—Y a ti… ¿Qué te importa? —le contestó sacándole la lengua como siempre que bromeaba— Ven aquí y dame un beso. Eso al menos te lo has ganado.
Juntaron los labios y Jaime se quedó con la boca algo mojada debido al cuerpo húmedo de su mujer. Pero no le importaba, lo único que tenía en mente eran las dos horas de soledad que tendrían el domingo.
Susana volvió a cerrar la puerta de la ducha a la par que cerraba los ojos y apretaba los labios con fuerza. No se podía contener más y quería aullar como loca, porque mientras su marido se paseaba por el baño, arrodillado entre sus piernas, su hijo le lamía su sexo con suma exquisitez.
—Me visto y me marcho entonces. Llegaré tarde, o sea que no te despierto, nos vemos mañana.
—Estate preparado —le contestó a su marido. Aunque también valía para Lucas, ya que el orgasmo lo tenía a punto de emerger de sus labios inferiores.
—Por cierto, ¿Lucas está en el desván viendo una película?
—Sinceramente, no tengo ni idea de donde está, —echando una mirada lujuriosa a su hijo, a la par que se mordía el labio logró decir— es que yo estoy tan a gusto aquí… lo demás me da igual.
—¡Ay! Mi mujercita… Marcho, mi vida. Dile a Lucas que te haga un poco de compañía y que no te deje sola viendo la tele, que ya sé que no te gusta nada. Te amo, reina.
—Yo más. —esta última palabra se la dirigió a su hijo para que aumentara el ritmo— Ya le diré que este conmigo, no te preocupes.
Mientras el marido abandonaba el baño y cerraba la puerta, Susana se ponía la mano en la boca para que no se enterase del orgasmo que estaba teniendo. Mientras el agua caliente le daba un gratificante masaje en su espalda, su hijo comía los últimos fluidos que manaban de su entrepierna.
—¿Vas a pasar este rato con mamá? —le preguntó Susana a Lucas mientras este asentía sin parar de lamer un clítoris del todo hinchado.
Jaime por el contrario, bajó hasta el coche recorriendo unos heladores metros que le hicieron temblar. Parecía que el clima de aquella noche se acercaba más al tiempo de Siberia, realmente hacía mucho frío. Por lo que según encendió el coche, lo primero que hizo fue poner el climatizador.
—Así mucho mejor… —se relajó con el calor que desprendía el coche y después de frotarse ambas manos añadió— ¡Vamos allá!
Llevó el coche por el camino que le marcaba el GPS. Sofía según llegó a la discoteca le mandó su ubicación para que fuera a recogerla como habían acordado. Eso sí, le recomendó esperar unos metros más alejado y no en la puerta, Jaime se imaginaba que la daría vergüenza que su padre la fuera a recoger. Normal, cosas de adolescentes.
Cuando la voz del aparato le indicó que había llegado a su destino, aparcó unos cien metros separado de la puerta y avisó a su hija de que ya estaba. Cuando quisiera podían marchar. Ella no le respondió por el momento, por lo que le tocaría esperar un rato más a que salieran.
Estuvo unos cuantos minutos ojeando el móvil, viendo noticias y haciendo un par de sudokus de los que salió victorioso. Pensó que tampoco le importaría estar allí, total en casa no iba a hacer nada diferente, su mujer le había prohibido el sexo esta semana hasta que llegara el domingo y se desfogasen. Siempre tenía este tipo de planes que al principio le fastidiaban, pero sabía que luego llegaría la recompensa a modo de pérdida de control entre las sabanas.
En su cabeza salió la imagen de Susana tirada en el sofá, con un bol de palomitas viendo una película más o menos entretenida, mientras Lucas al otro lado enredaba con el móvil. Aunque… la imagen era bien distinta. Su mujer con el pelo totalmente mojado y su cuerpo lleno de gotas de agua, cabalgaba a su hijo encima del retrete con un frenesí desmedido.
—Dos semanas ya, mi vida —decía Susana a su hijo—. Lo siento, cariño, pero nos teníamos que poner al día con los polvos.
—No me podía aguantar, como me sigas prohibiendo las pajas, un día voy a entrar mientras duermas a tu cuarto y…
—Sí, sí, hazlo y me follas en mi cama, tienes permiso.
La mujer daba botes sin parar mientras su pelo se mecía de lado a lado salpicando gotas como un perro al sacudirse. Los voluminosos senos botaban en el rostro de Lucas que trataba de contenerse para no eyacular y terminar la fiesta, esperaba pasárselo así de bien durante un buen rato.
Lucas agarró con fuerza ambas nalgas de su madre. Las subió y bajó para ayudar a la mujer en su acto sexual desenfrenado. Susana elevaba su cuerpo hasta sentir que la punta de su hijo estaba por salirse e introducírsela de nuevo. Todos los centímetros la hacían volar a un limbo de placer al que solo la llevaban Lucas y su marido.
—Las tetas, mi vida, cómemelas que casi estoy.
—Dale, mamá, que si no me voy a correr.
—No, no, mi amor. Tú aguanta. ¡Ay dios mío!
Mientras Lucas apretaba los dientes para retardar su eyaculación, su madre le gritaba en su oído y sacaba más fluidos de su sexo. Susana se corrió como una verdadera fiera, como le gustaba hacerlo, dejando todo “pringado”, palabra que le gustaba decir a su marido. Que por cierto, el hombre en otro lado se frotaba los brazos sintiendo como el frío volvía a entrar en el coche.
Ya eran casi las doce de la noche y Sofía por fin le contestó que estaba para salir. Llevaba ya una hora esperando y se estaba cansando, “tendría que haber venido, Susana” pensó algo enfurruñado. Recibió otro mensaje, era de nuevo su hijita que le decía a ver si podía llevar a casa también a su amiga Laura. Este no replicó, que más le daba una o dos, por lo que con un okey, le dio el visto bueno.
Marcó el teléfono de su mujer y la llamó para avisarla. El teléfono sonó tres veces hasta que Susana respondió.
—¿Qué pasa, Jaime? —dijo con su tono dulce de siempre.
—Nada, la princesa ya me ha dicho que va a venir ahora, pero vamos a pasar a dejar a Laura. Ni idea donde vive, o sea que llegaré todavía más tarde.
—No te preocupes, mi vida. Yo en unos minutos me voy a la cama, estoy agotada. —la voz de Susana sonó extraña, como si tuviera algo en la boca.
—¿Estás cenando?
—Sí. Es un poco tarde, pero es que Lucas se ha hecho un poco de pizza y le he cogido un cacho. No me juzgues, estoy hecha una gorda.
Susana no había cogido un cacho de pizza. Aunque sí que tenía algo entre las manos, la gran polla de su hijo que se metía y sacaba de la boca mientras hablaba con su marido. Habían terminado con el baño y después de darse un buen repaso en la sala, la mujer había decido acabar con una buena felación.
—De gorda nada, tú eres una reina. —Jaime trataba de calentarse pensando en su mujer, aunque era complicado.
—Sí, sí, muy gorda —acabó por decir mirando a Lucas para que supiera que era por su pene—. Te dejo, mi vida, que la película está a punto de terminar.
Los espasmos de Lucas eran tan notables que la mujer mientas agitaba el pene de este, colocaba la lengua en el glande colorado que tenía enfrente.
—Vale, pásalo bien. Ya veo a Sofía salir, te cuelgo entonces.
Mientras Jaime se despedía de su esposa, esta succionaba por última vez el hinchado capullo de su hijo. En el instante que el hombre separaba el móvil apagado de su oreja, su hijo a unos kilómetros de distancia llegaba al orgasmo.
Dos fuertes chorros cruzaron el rostro de su madre que sonreía con pasión mientras esperaba un tercero, que apenas sin fuerza cayó en su mano. Esta lamió la punta hipersensible de su hijo limpiando los pocos fluidos que quedaban para después decirle.
—La próxima vez avisa, bobo, que casi me dejas ciega.
Ambos se rieron mientras Susana se levantaba en dirección al baño para limpiarse el rostro. Su hijo se quedó tirado en el sofá con un pene menguante y los pantalones por los tobillos. Lucas se encontraba en el cielo, aunque no tanto Sofía, que entró en el coche detrás de su amiga a la velocidad del rayo, menos mal que su padre tenía la calefacción puesta.
—¿Hace frío, chicas?
—No lo sabe usted bien —respondió Laura con el labio inferior tiritando.
—Laura, mujer, no trates de usted a mi padre que no es un viejo —soltó Sofía visiblemente ebria.
—No importa, cariño, que me diga como quiera, si me trata de usted será que está bien educada. —respondió Jaime poniendo el coche en marcha y lanzándose a la carretera.
En el primer semáforo, paró y observó como en los asientos traseros, ambas chicas cotilleaban entre risas. Las dos eran muy guapas, aunque su angelita tenía una belleza suprema. Sin embargo, Laura no se le quedaba atrás, era una chica delgada, de bonito rostro, melena rubia y por lo que había visto en anteriores ocasiones, buen pecho.
Con el semáforo todavía en rojo, pensó que quizá le daba tiempo a darle un “meneo” a su hija si a esta le apetecía. Después de dejar a la amiga en su casa, podría desviarse un poco y dejar que su preciosa Sofía hiciese esas cosas que tanto le gustaba hacer con su pene.
Tramando aquel plan se evadió de la realidad mientras su sexo se endurecía poco a poco. Parecía que Lucas le había pasado el testigo, porque el suyo había dejado de funcionar y ahora, era el de su padre el que carburaba como un horno industrial.
—Papá, está en verde —esto último sonó un poco raro, más similar a “ vergde” .
—Es verdad. ¿Os lo habéis pasado bien?
—Laura mejor que yo… —dijo Sofía sonriendo con malicia.
—Sofía… —se quejó su amiga dándola un pequeño golpe a modo de broma en el brazo— no haga caso Jaime. Su hija ha bebido mucho.
—Eso puede ser verdad, pero no te lo has pasado mal con tu amiguito… —terminó por decir Sofía.
—Hija, no pinches a tu amiga. —el hombre las miraba sosteniendo las ganas que tenía de dejar a la chica en casa y proponer algo indecente a su pequeña.
—No… Si me lo merezco, es que hoy he ligado, pero el chico… no era muy agraciado.
—Era muy feo —Sofía estiró la efe en claro síntoma de que las copas le habían afectado. Acabando por reírse de forma estridente.
—Cariño, deja a tu amiga que se lie con cualquiera. Ella al menos ha ligado, pero ¿y tú?
—¿Quién sabe? La noche es larga.
La frase de su hija mientras le miraba por el retrovisor delantero, hizo que la erección que tímidamente se asomaba, irrumpiera con fuerza volcánica. Laura se quedó con el gesto torcido sin saber a lo que se refería su amiga, pero tampoco preguntó.
Jaime fue deteniendo el coche hasta que un semáforo se le puso en rojo y parándose por completo cogió el móvil abriendo la conversación con su hija.
—¿Te apetece uno rápido?
El móvil le vibró a la muchacha en el trasero. Se preguntó quién le daba ese pequeño gusto, no podía ser otro que su padre.
—¿Y uno más largo?
Jaime vio la mirada que le lanzaba su hija desde la parte trasera. Sin ningún tipo de reparo de que Laura la viera le sonrió y se mordió los labios para después añadirle a su padre en voz alta.
—Papá, no estés con el móvil al conducir —Sofía hipó por su borrachera— o ¿estás hablando con la amante? Te veo muy concentrado.
—No, mi vida. Mis dos amores en el género femenino sois tu madre y tú, no tengo una tercera. Creo que con dos, ya tengo más que suficiente, ¿no lo crees Laura?
—¿Te damos…? —cortó Sofía con rapidez la respuesta de su amiga— ¿…Mucha guerra?
La voz de su hija sonaba caliente, más que eso, estaba ardiendo. El alcohol siempre la hacía ponerse con un punto erótico que no se le bajaba hasta que dormía la mona. Su padre lo sabía y apenas podía contener el pene dentro de sus pantalones.
—Sois insaciables, princesa. Aunque no me puedo quejar, sobre todo porque algunas veces me hacéis unos buenos regalos.
Sofía observó como su padre miraba a ambas chicas y en su alcohólica mente, algo muy perverso se le ocurrió. Echó un vistazo a su preciosa compañera de vehículo, como les miraba con una sonrisa y sus mofletes hinchados estaban rojos por el calor y la bebida. Se le ocurrió una maldad, alguna que otra vez, las dos se habían dado algún que otro beso inocente en los labios y aunque ambas preferían por amplio margen a los hombres, a ninguna les amargaba un dulce.
—Tengo tan buena relación con mi padre… —le soltó Sofía a su amiga mientras Jaime aceleraba de nuevo el vehículo— nos contamos todo y compartimos muchas cosas.
—Ya se ve, tu padre es un amor —contestó Laura sin saber las intenciones de su amiga.
—Más que eso…
—Cariño, —Jaime comenzaba a imaginarse lo que su pequeña trataba, conocía ese tono de voz— no me pongas por las nubes. Laura, cielo, ¿estoy yendo bien?
—Sí, muy bien, cuando haya que girar ya le diré.
Sofía miró a su amiga que parecía haberse dado cuenta de que otra vez había tratado de usted a Jaime, sintiendo una leve vergüenza. Aunque sus ojos no se fijaron en el hombre si no en su mejor amiga que la estaba mirando de una forma extraña, más fijamente que nunca.
—Laura, mi buena amiga, Laurita —la mirada de Sofía denotaba embriaguez y algo más…— Ya lo siento por lo de tu amigo.
—Qué más da… mañana ni me acordaré de su cara.
—Ya, pero menuda muesca en tu pequeña lista. —la dulce Sofía ponía cara de tristeza tratando de hacer ver a su amiga que se preocupada por ella— Me gustaría quitarte el mal sabor de boca.
—Mañana me invitas a una hamburguesa, eso sí que me va a ayudar.
—O mejor te ayudo ahora.
Sin ningún previo aviso, Sofía se acercó a la joven que con unos reflejos nulos después de tanta copa, no pudo evitar el beso que esta le plantaba en sus labios. Abrió los ojos de par en par por la sorpresa, una cosa era hacerlo de broma o en la intimidad, pero esto era otra cosa.
Se vio abrumada, el beso no era como los de siempre, si no más caliente. Antes de que supiera lo que estaba haciendo, su amiga Sofía metió la lengua en busca de la suya. La chica rubia por algún raro sentido la recibió y… soltó la suya para que ambas bailaran.
—Sofi… —logró decirla Laura sin dejar de besarla— Tía, que no soy lesbi …
—Ni yo…
La joven comenzó a pasar su mano por el pantalón de Laura mientras el coche seguía en marcha y el ambiente se calentaba más, por supuesto ya no era necesario el climatizador. Sofía siguió subiendo sus delicados dedos hasta que en un instante, topó con la entrepierna de su amiga y allí, apretó.
—Mierda… Sofía… —Laura tenía la cara roja de placer aunque la parte serena de su mente quería detener aquello. La única razón de querer parar la locura estaba en el asiento delantero— Cariño —le dijo mirando a su amiga y señalando con los ojos al padre de su amiga—. Aquí no…
Sofía se separó de su amiga después de haberse soltado el cinturón del asiento y lanzarse encima de esta. Laura se sentaba correctamente mientras se tocaba los labios anhelando de nuevo ese beso tan imprevisto, pero la presencia de Jaime la cohibía.
—Papá, ¿podemos girar a la derecha? Estamos muy cerca de la playa, ¿no?
—Cinco minutos, no más.
—Nos llevas, ¿a qué sí?
Laura miró a su amiga con una mezcla de erotismo y desconocimiento de lo que pasaba. El manoseo que había tenido en la discoteca no le había puesto ni la mitad de cómo estaba ahora y además… los ojos de Jaime estaban clavados en ella.
—Laura, cielo. Te veo un poco roja, ¿estás bien? —soltó medio en serio, medio en broma el hombre sin dejar de mirar a la muchacha— Hija, creo que a tu amiga no le ha gustado mucho tu beso.
—Bueno… ni que tú lo fueras a hacer mejor —rio Sofía muy borracha.
Jaime que comenzaba a tener una erección seria, apretó un poco más el acelerador en dirección a la playa, el parking estaría vacío y nadie molestaría, lugar perfecto. Su hija, aunque totalmente ebria, seguía teniendo una mente muy perspicaz.
—Seguro que sí, cariño, tengo más experiencia.
—Laura, tú qué crees, ¿beso yo mejor o besará mejor mi padre?
—Pues…
Laura no quería hablar porque sabía que tartamudearía. La mirada de Sofía la tenía clavada en su cuerpo, sentía como quería tocarla, como quería besarla, como deseaba hacer de todo. Tragó saliva para tratar de poder humedecer una garganta que parecía un desierto, pero aquello no servía de nada, puesto que los ojos que la miraban por el retrovisor la desestabilizaban mucho más.
—Mi madre —añadió Sofía acercándose mucho más a su amiga— dice que papá besa de maravilla. Yo me lo creo y ¿tú?
La joven estaba contra la puerta trasera derecha, si se hubiera abierto en ese momento caería a la carretera rodando como una pelota. Sin embargo no le preocupaba aquello, si no su amiga que casi estaba encima de ella mientras su padre las miraba sin parar. Pero… ¿En verdad la preocupaba? Se dio cuenta de que no cuando sintió como su mano, de forma involuntaria, se colocaba en el trasero de Sofía.
Jaime lo vio y su hija lo sintió, sonriendo a su amiga y pasando su mano para acariciarla el rostro. No hubo más espera, ambas se lanzaron a los brazos de la otra y en la parte trasera del coche, Laura ajena a la locura que cometía, dio rienda suelta a poseerse como verdaderas amantes.
El coche se detuvo a los pocos segundos mientras las dos jóvenes retozaban convirtiéndose en una sola. Jaime apagó el motor, esperando que no se hubieran olvidado de él. Aunque el hombre sí que se había olvidado de su mujer, la cual ahora se metía en cama con su vagina todavía palpitando de los orgasmos.
Las dos chicas se humedecían las bocas con los besos tan profundos que se daban. El sabor a ginebra que ambas tenían no les rehuía para nada, sino que las avivaba mucho más. Sofía por un momento se apartó de su amiga, que se encontraba tumbada a lo largo de los asientos traseros. La miró con unos ojos cristalinos, con las pupilas dilatas y brillantes a la poca luz del solitario parking. Sus labios estaban pegados, pero no se movían, la una sentía la respiración ardiente de la otra como si estuvieran en el mismo infierno. Sofía se lamió los labios para notar el sabor de su amiga que posaba las manos en el trasero de la hija de Jaime con fuerza.
—¿Te apetece follar? —soltó en un susurro la muchacha a su mejor amiga a modo de confidencia. Laura asintió olvidándose de Jaime, con una lujuria desmedida y la respiración agitada.
—Nunca lo he hecho con una chica.
—Ni yo. —Sofía mentía, pero tampoco le iba a decir que aquella mujer con la que lo había hecho era su preciosa madre— Para que nos sea más familiar… —mordió el labio de su amiga. Laura gimió— ¿Te molaría que metamos una polla en medio?
La joven asintió ansiosa sin saber a qué se podía referir. Pero poco le importaba, solo quería acabar esa noche lo mejor posible y si su mejor amiga se lo podía dar… mejor que mejor. Lo único que no pensaba era que para Sofía aquella polla era familiar, sí, pero literalmente.
La puerta donde antes se había apoyado, se abrió un instante después. Jaime que había escuchado todo salió del coche y casi a la carrera quiso entrar por donde Laura se encontraba, aunque ahora solo estaban las cabezas de las dos chicas.
Las jóvenes sintieron el frío pasar por la puerta y como la figura de Jaime la tapaba después. Sofía levantó a la muchacha para dejar pasar a su padre y para que esta ni meditara todo lo raro que era aquello, la comenzó a besar de nuevo. Laura apenas pensaba, solo sentía como los labios de su amiga la besaban sin parar.
Cerró los ojos y comenzó a sentir las manos de su amiga, le estaban desabrochando la chaqueta, pero menuda sorpresa se llevó cuando otras manos se la quitaron con calma por detrás. Giró la cabeza lentamente, eludiendo los besos de Sofía que ahora se concentraba en su cuello. Sus ojos hicieron contacto con los de Jaime, que esperaba paciente la decisión de la joven, una decisión que ya no corría de su cuenta, si no del ser lujurioso que habitaba en su interior.
Sintió unos labios en su oído al tiempo que los ojos de Jaime comenzaban a escrutarla de forma muy diferente a los habituales. Laura no era tonta, sabía que el padre de Sofía se la quería follar.
—¿Quieres…? —la voz de su amiga era un néctar de pasión creado por los dioses— ¿…saber lo bien que besa? —Laura no hablaba. Asintió en silencio entrecerrando los ojos debido al placer.
El rostro de Jaime se comenzó a acercar y sin creerlo, en un visto y no visto, mientras Sofía le mordía el cuello, el padre la comenzó a besar con la misma pasión que hacía su pequeña.
Laura gimió del placer que le producía aquella situación. Sintió las manos del hombre rodearla hasta llegar a sus juveniles y voluminosos pechos, agarrándolos con dulzura. Tuvo que estremecerse al notar como delante de ella, la mano de su amiga se introducía bajo las bragas que habían comprado juntas y tocaba su delicado tesoro.
Demasiadas manos estaban encima de su cuerpo, algo que no se había imaginado nunca. Sin embargo no podía encontrarse mejor. La rara situación la estaba poniendo demasiado. Estar con su mejor amiga y el padre de esta, besándose en un coche en medio de un parking al lado de la playa… no podía ser nada más morboso.
Sofía con rapidez comenzó a bajar los pantalones de Laura, que ya se comenzaba a recostar sobre el pecho de Jaime. Dejando su espalda sobre el hombre se siguieron besando mientras la muchacha notaba como golpeando su trasero el imponente miembro del varón se comenzaba a abrir paso.
La pequeña de la familia tiró el pantalón a un lado mientras veía como su amiga y su padre se besaban. No podía sentirse más caliente, la situación, sumado al alcohol en sangre que tenía, la estaban haciendo arder por dentro. Vio las bonitas bragas de color blanco de Laura y decidió hacer algo que jamás había pensado compartir con su amiga. Le quitó aquella pequeña ropa interior y observó como la joven rubia abría las piernas sin restricciones enseñándole sus labios vaginales rosados, húmedos y sin ningún pelo que le fastidiara la vista.
No tenía ni siquiera tiempo para pensar, porque su cuerpo se movía antes de que ella decidiera que hacer. Agachó su cabeza y con ambas manos se apartó el pelo del rostro colocándolo detrás de sus orejas. Al hacer aquel pequeño gesto, se detuvo por una décima de segundo a centímetros del sexo de su amiga. Fue entonces que un fuerte olor la golpeó directamente en su nariz, embriagándose del aroma que salía del interior de Laura.
Esperar por comer aquel manjar hubiera sido pecado para la pequeña, que mientras su padre besaba los labios de su amiga y masajeaba sus senos con calma, ella se adentró entre sus piernas. Con el primer lametazo, Laura gritó.
—¡La puta hostia!
Separó la boca de la de Jaime y admiró como Sofía con una lengua más que entrenaba la movía encima de su clítoris dándola un placer que el chico con el que se había liado no se podría ni imaginar. De su amiga solo veía la nariz y los ojos, una mirada salvaje que la hizo jadear y volver la cabeza donde Jaime que ya la tocaba los senos por dentro de la ropa.
Se volvieron a besar de forma apasionada. La lengua del padre nadaba en la boca de la joven en un baile lujurioso que ninguno de los dos quería abandonar. “Besa de puta madre” pensó la joven a la par que notaba como dos dedos traviesos apretaban su pezón derecho.
Sofía estaba deleitándose en un banquete. Su amiga sacaba tantos fluidos que su lengua no daba abasto y su ebria cabeza supo que su padre tendría que limpiar al día siguiente el estropicio que caería en los asientos.
Sin embargo, otra cosa le llamó la atención. Un poco más abajo del trasero de Laura, el pantalón de su padre se ceñía de una forma que bien conocía. El bulto que golpeaba contra las nalgas de su amiga ya se había puesto colosal, como a ella le gustaba y tenía tantas ganas de verlo…
Pasó una mano sin parar de lamer el sexo de su amiga e hizo contacto con el duro sable. Lo apretó con ganas sabiendo que a su padre le gustaba y con par de movimientos comenzó a sacar el pantalón de su lugar, era el segundo que quitaba esa noche.
Con ese movimiento, aprovechó a bajar el calzoncillo y de allí emergió el órgano reproductor que tan loca volvía a la joven. Laura no lo miró, porque estaba entretenida besando a Jaime y cerraba los ojos para que cada poro de su piel notase el placer que le daba la familia Polanco Llanera.
El pene quedó erecto rozando los mojados labios vaginales de Laura que apenas notó el contacto, solo se extrañaba que Sofía parase, quería más. Pero su amiga se había detenido para observar el pene de su padre. Gordo, grande, poderoso… no se resistió, ni siquiera lo intentó y en un momento, con los jugos de su amiga todavía en el paladar, comenzó a meterse el prepucio de su padre en la boca.
Jaime no tuvo otra que gemir dentro de la boca de Laura. Esta separó sus labios del hombre y con curiosidad buscó el motivo de aquel placer y de porque había echado el rostro hacia atrás. La respuesta estaba entre sus piernas. Desde su punto de vista, parecía que le hubiera crecido un pene de su sexo y su amiga se lo estuviera mamando, pero no era suyo, era del padre de Sofía.
—¡Qué cojones…! —dijo con un tono bajo que pareció adormilado y casi drogado.
Sofía no contestó, solo guiñó un ojo a su amiga mientras seguía afanosa en la tarea. A Laura el corazón le palpitó con una velocidad endiablada, viendo como lo prohibido se volvía realidad y sus ojos no permitían mirar a otro lado.
Jaime que se había repuesto de la primera gran succión de su hija, se acercó a la incrédula muchacha y por detrás de su pelo fue reptando sus labios hasta que topó con el lóbulo de su oreja. Lo mordió, para después decirla en un tono normal para que ambas lo escuchasen.
—Tranquila que Sofía te deja polla de sobra para luego, la he enseñado a compartir.
Laura miró primero a su amiga que se sacaba el gran miembro de la boca y escupía sobre este el exceso de saliva producido. La joven al ver semejante derroche de erotismo, no pudo más que soltar un sonido indescifrable que aunaba, sorpresa, placer y ansia por ver que sería lo siguiente.
—Sofía, reina —dijo Jaime notando la mano de su hija masturbándole—, vamos, dale un poco a Laura que es la invitada.
—Pero, —se levantó del asiento y acercó su boca a la de su amiga, dándole un beso donde Laura sintió tanto sus fluidos como los de Jaime. Se calentó en exceso— luego me la devuelves.
La joven rubia no tenía ni que asentir, porque sabía que semejante coloso debería de compartirlo para poder satisfacerlo del todo. Vio como Sofía la colocaba en su entrada mientras Jaime en algún momento que desconocía ya le había arrebatado prácticamente la camisa y ahora sus pechos caían libres por encima del sujetador.
Se colocó de forma más adecuada y Sofía puso la punta del pene en la zona correcta para que en un movimiento seco, Jaime se la introdujera.
—¡Jaime! —gritó ella tratando de contenerse al notar el poder abrumador del padre de su amiga— ¡Qué pedazo de polla!
El movimiento se aceleró de cero a cien más rápido que un Ferrari. Las entradas y salidas eran de lo más veloces al notar el hombre que la vagina estaba más que preparado debido a lo erótico del momento. La joven apoyada en el pecho del padre gemía en un grito interminable que le era imposible detener. Con el solo hecho de tenerla dentro, estaba siendo el mejor momento de su vida, todo el calentón sufrido por Sofía, Jaime lo iba a culminar.
—Pero… ¿Esto qué es?
A Laura le temblaba todo el cuerpo mientras que a su espalda escuchaba la respiración acelerada de Jaime y entre sus piernas Sofía aprovechaba para… ¡Seguir comiéndole el coño!
Su clítoris estaba tan duro que podría explotar de placer en cualquier momento, para Laura era el momento más placentero de su vida y el rápido orgasmo que tendría daría buena fe de ello.
—Me corro, Sofía, qué me corro —avisó a viva voz.
—Hazlo, Laura. Dale duro, papá, que se va a correr en mi boca.
—No… Sofía… —Trataba de decir Laura a la cual los ojos se le ponían en blanco y el alma escapaba de su cuerpo— no te lo… comas…
Sin embargo, no hizo caso y mientras Laura gritaba como una posesa para que los presentes se enterasen de que su corrida ya llegaba, Sofía lamió todavía con más fuerza.
Jaime hizo la última entrada dejando dentro todos los centímetros y dando una sensación de plenitud a la joven, la cual no había sido llenada de tal forma en su vida. Había terminado entre terribles contracciones con un orgasmo y abriendo aún más sus piernas acabó por correrse tanto en el pene de Jaime, como en la boca de su amiga.
Laura tuvo que parar. Jaime la dejó a un lado con sumo cuidado mientras la joven ardía por dentro y notaba que cualquier brisa de aire la podría hacer correrse de nuevo. Estaba sumamente delicada y a la par completamente rodeada de llamas, su temperatura era un contraste brutal con la que hacía fuera del coche.
Comenzó a volver al mundo terrenal, donde la vida no era tan maravillosa y miró hacia donde padre e hija estaban. Ella se había sentado como había podido al lado derecho, detrás del copiloto y ahora Jaime, estaba en el medio de los dos asientos. Lo único extraño era que su amiga Sofía le cabalgaba como una verdadera amazona disfrutando de todos los centímetros que su querido padre la ofrecía.
—La echaba de menos, papá.
—Mi vida… y yo este pedazo de culo. —un azote rebotó en todo el coche haciendo que Laura sintiera la vibración incluso en su palpitante sexo.
—Laura, ven. —dijo Sofía mientras sus pelos bailaban con cada entrada.
La joven se acercó y la mano del hombre la rodeó acercando sus pechos a la boca de este. Sofía se sintió algo envidiosa por querer aquellas mamas y cogiendo la otra, los dos comenzaron a chupar los pezones como lactantes.
—Papá, sigue con ella. —soltó Sofía dejando un pecho libre— Yo puedo cogerte por banda cuando quiera.
—Sí —sorprendió Laura contestando a la proposición—, sigue conmigo un poco más.
Padre e hija se levantaron como resortes y en un visto y no visto, Sofía se tumbó en los asientos. Laura estaba encima de ella y Jaime con un pene que no le cabía en dos manos estaba detrás de esta última.
El miembro comenzó a entrar rápidamente, como si lo metiera en un balde de agua caliente, la amiga de su hija estaba más dilataba de lo que nunca había estado. Los gritos se apoderaron del coche, la juvenil espalda de la muchacha aguantaba con fuerza los duros embates del hombre, mientras Sofía observaba todo casi con la baba colgando.
Estaban desatados, la rubia no podía casi abrir los ojos, semejante placer la hacían que se mantuviera agarrada a su amiga para que entre las dos controlaran el poder de semejante polla. Sofía como buena amiga la ayudó. Puso una mano en su pecho, acarició el duro pezón con dulzura mientras con la otra hacia lo mismo en el sexo que estaban penetrando con rudeza.
La joven no lo podía soportar y mirando los cristales completamente llenos de vaho con alguna que otra gota cayendo por ellos gritó… gritó como nunca antes lo hizo. El sonido retumbó en el coche haciendo que Jaime apretase aún más. Laura comenzó a eyacular con unas ganas inusitadas mientras su cuello se hinchaba debido a unas venas que dibujan las raíces frondosas de un árbol. Aunque la joven creía que allí estaba el final de todo, no era así.
Sin que ella lo supiera y mientras yacía apoyada en el pecho de su amiga, está por debajo de su cuerpo, había dejado a un lado el clítoris de su amiga y ahora, estimulaba los genitales de su padre. Los masajeaba con ganas mientras este seguía metiendo y sacando con menos intensidad su pene en el interior de la joven.
—Córrete. Hazlo dentro, toma pastillas. —la cara de Jaime, Sofía la conocía. Estaba a punto— Llénala. Necesita que la den su leche, papá. Dale, vamos, dale.
Jaime azuzado por su hija dio tres entradas más fuertes sintiendo el calor en su entrepierna. La pasión se desbordó y alzó una mano para dejarla caer en la nalga de Laura que se levantó al sentir el picor. La joven abrió los ojos y sintió como el trasero se le enrojecía y apretó los dientes al notar como su amiga le separaba ambas nalgas para que las entradas fueran aún más profundas.
No duró más tiempo. La descarga ocurrió. Tres misiles de leche surcaron el interior de la joven llegándolos a sentir muy dentro de su cuerpo, tan dentro como nunca antes había sentido nada. Sollozó junto con sus amantes y sintió el peso de Jaime caer sobre ella. Mientras el semen del hombre la llenaba, ella inexplicablemente, volvió a correrse de forma más pausada y tranquila.
El placer había llegado a dos de los tres pasajeros del coche. Viajaban por el mundo del clímax mientras Sofía intermitentemente les masajeaba con mucho cuidado sus zonas más sensibles. No de manera sexual, sino para relajarlos.
Jaime se levantó el primero y se colocó en la parte delantera. Accionando el coche de nuevo y dando un poco el aire para quitar todo lo empañado de los cristales (que no era poco). Anduvieron hacia la casa de Laura, mientras ambas chicas se reponían en la parte de atrás.
Sofía se serenó un poco colocándose la ropa, estaba demasiada acalorada e incluso agradeció cuando su amiga abrió la ventana mientras se abanicaba con una mano. Su rostro era precioso estaba totalmente rojo y el sujetador aún era visible por culpa de unos botones todavía sin abrochar. Sofía pensó que aquello se podía repetir y aunque Laura no lo menciono en voz alta sabía que pensaba lo mismo.
Llegaron a casa de la muchacha donde despidió a Sofía con un beso en los labios y después se bajó del coche para dar otro a Jaime, este un poco más largo.
—Laura… que me voy a poner celosa… —dijo desde atrás la hija del hombre.
—Gracias a los dos… me habéis dado una noche inolvidable.
—Cariño, espero de tu discreción, no a todos les gustaría saber que Sofía y yo follamos.
—Solo estaré callada… si repetimos esto otro día.
—Si no lo repetimos… —dijo Sofía desde la parte trasera— dejamos de ser amigas.
—Hecho— le replicó Laura aún con el sujetador a la vista y con ganas de que las palabras se hicieran realidad.
Se despidieron y el coche arrancó mientras los dos ocupantes se reían de lo sucedido y rememoraban lo bien que lo habían pasado.
Cuando llegaron a casa Susana estaba dormida y Lucas reposaba en su cuarto completamente derrotado. Se despidieron con un húmedo beso en las escaleras camino hacia arriba.
—Qué descanses, mi vida.
—¿A dónde vas? —preguntó Sofía intrigada y sonriendo maliciosamente.
—A cama, estoy derrotado.
La joven sonrió de la peor manera posible, Jaime conocía muy bien esa sonrisa. Se le acercó al hombre y colocando sus labios a la altura de los suyos le dijo.
—¿Te crees que después de ver cómo te follas a mi amiga y sin haberme corrido, te voy a dejar ir a dormir?
—¿Eso va a ser que no? —su hija le volvió a sonreír y le dio un beso en los labios que Jaime aceptó al tiempo que le agarraba el trasero con fuerza.
—Primero a buscarte, luego ayudo a tu amiga, ahora te doy lo que quieres… Sofía creo que soy el padre del año. —la joven ya le llevaba por las escaleras hacia un lugar donde rebosar intimidad.
—Ven a mi cuarto y me lo demuestras.
FIN
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