La falsa esposa

Para realizar un negocio, Ágata acompaña a su jefe haciéndose pasar por su esposa, pero es descubierta....

LA FALSA ESPOSA.

Iba a acompañar a mi jefe a una hacienda próxima a la selva subamazónica. El objetivo era conseguir una pista de aterrizaje en la propiedad de unos ricos alemanes que había huido de su país después de la guerra. Mi jefe llevaba la operación para un grupo de inversores y la comisión era de cincuenta mil dólares, un platal. Yo le acompañaba como si fuera su esposa , él era soltero, y los dueños exigían que fuera con su esposa, me había propuesto que simulara ese rol, éramos amantes , así que no me `podía resultar difícil pasar por cónyuge. Y me prometió un 5% de sus ganancias. No estaba mal, así que acepté.

La primera parte del viaje fue en avión , en el aeropuerto nos esperaba un conductor con un jeep de los revendidos por el ejercito americano. El trayecto fue largo, más de seis horas en el todo terreno, muy poco por carretera asfaltada, casi todo por caminos de tierra.

Me llamo Ágata , acababa de cumplir los 26 y era el año de 1972.

Al llegar nos alojaron en una cabaña preciosa con dos enormes habitaciones y gran salón, había varias similares alrededor del edificio principal que parecía una fortaleza. Al dejarnos, el hombre que nos había conducido hasta allí nos dijo que su jefe nos esperaba a cenar dentro de tres horas.

Si bien hacía calor, enseguida se convirtió en una temperatura agradable cuando pusimos en marcha los ventiladores de techo. Fuimos al enorme baño, allí junto a la bañadera, había dos tumbonas de junco, con toallas limpias encima.

Nos duchamos, me gustaba que me lavase Gabriel, pasando su mano enjabonada por mi piel, buscando mis más íntimas aberturas. Notar como sus dedos acariciaban mis pezones, o se entretenían en los labios de mi sexo, o se introducían en el ano aprovechando la lubricación del jabón.

Luego le lavé yo a él, me dediqué con especial atención a su verga, que endureció con mis abluciones. Mis manos recorrieron despacio su espalda hasta llegar al canal entre las nalgas. Pegué mi cuerpo a su espalda para que notara mis senos contra él, y le introduje el índice en su puerta oscura. Sentí su espasmo que se convirtió en un apretarse más contra mi cuerpo.

Pusimos al máximo la ducha de teléfono y dejamos que el agua caliente al principio, fría al final nos quitara cualquier resto de jabón. Le sequé con mimo, y luego fue mi turno.

En la habitación surgió mi pregunta, propia de todas nosotras:

¿ Qué me pongo? Vos ¿cómo querés que me vista?"

" Yo me voy a poner una guayabera y un pantalón de algodón tostado. Y tú , déjame pensar. Conviene que se vea lo buena que estás, pero al tiempo que das morbo, no parezcas la puta golfa que eres"

Seleccionó un vestido de lino blanco, que se ata al cuello. Tiene un escote en V que permitía que se viera el canal de los senos y dejaba la espalda desnuda casi hasta el comienzo de la raja de las nalgas. Así estábas obligada a llevar una tanga de hilo, y no usar corpiño. Unas sandalias de taco alto y un chal tipo mantón era mi vestuario.

Me miró y me dijo:

"Conviene que te pongas algo para que no se muevan, como se te mueven, esas tetas que tienes"

Me coloqué unos sujeta senos , de esos que se pegan a la carne, y te levantan pareciendo que no llevas nada.

"Así estás mejor. Y al pelo dale un poco de volumen.",Cumplí las ordenes de mi jefe , y me miré en el espejo. Estábamos guapos.

" No te maquilles ni te pongas joyas , sólo el anillo de casada"

Casi coincidiendo con acabar de arreglarnos nos vino a buscar el hombre que nos había llevado a la estancia.

Nos acompañó a la puerta del edificio principal. Nos dejó tras golpear la puerta.

Abrió una muchacha preciosa, morena , con todos los rasgos de una india guaraní. Vestía una camisola blanca de algodón que apenas le llegaba a medio muslo , iba descalza. Debajo no llevaba nada, pues se notaban sus pezones oscuros y el vello del sexo a través de la tela.

Nos condujo a un salón enorme , allí nos esperaban un hombre y una mujer. Él pasaba de los cincuenta años la cabeza rasurada, los ojos azules, la mirada de animal de presa, vestía una maravillosa túnica verde claro con hilos de oro.

La mujer tenía alrededor de cuarenta años. Rubia, ojos pardos, enormes, rodeados de unas pestañas como nunca había visto. La boca jugosa, el cabello en melena recta. Pero si su belleza impresionaba , aún más lo hacía como iba vestida. Llevaba un smokin blanco , que se abría casi hasta la cintura permitiendo ver sus pechos rotundos apenas cubiertos. La piel dorada , con ese color que tienen las rubias que toman el sol todo el año.

Nos saludamos estudiándonos. Nos invitaron a sentar en una mesa de quebracho donde cuatro candelabros de plata indicaban nuestros asientos.

Entró una muchacha parecida a la que nos había recibido con unas copas que nos ofrecieron.

"Aquí he adoptado algunas costumbres brasileñas, creo que estas caipiriñas les agradarán"

Estaban deliciosas, apenas las terminaron nos sirvieron otras poniendo en el plato unos trozos de pescado, luego descubrí que era surubí, unas croquetas de jamón, y patacones.

"Creo que les gustará la cena , les he preparado una crema fría de puerros con melón, pato laqueado y un postre de helado . Si les parece bebemos otra caipiriña , y luego les servimos el vino. Hemos elegido un rosado de nuestra cosecha , muy frío que en esa región hace demasiado calor para vinos con mucho cuerpo"

La voz de la mujer que se llamaba Olga era ronca, arrastrada.

La conversación versó sobre nuestro viaje, y la producción de la enorme finca de Adolfo, que así se llamaba nuestro anfitrión.

La cena estaba magnífica, y el calor aliviado por los ventiladores de techo ayudaba a que bebiéramos con alegría los fríos alcoholes que apenas dejábamos estar en las copas.

" Acompáñennos al salón."

Nos desplazamos a una sala con un enorme cristalera que daba al río , que corría pleno de caudal , iluminado por la luna.

Ofreció unos cigarros puros que Gabriel aceptó y sentados entre las volutas del tabaco que fumaban, Adolfo comenzó a hablar:

"Creo que conocen la historia de Martínez de Irala, el conquistador de estas tierras. Salió con una expedición de Buenos Aires. Se establecieron cerca de Asunción. Eran pocos y mal armados. Para poder subsistir tuvieron que aliarse con los nativos y sólo encontraron una manera, casarse con las hijas de los jefes de las tribus. El sistema funcionó, y se convirtió en una zona de harenes. El único que se opuso fue el cura, lo mandó colgar. Yo he montado algo similar. Todos mis aparceros tienen que darme a una hija para el servicio de la casa. Están felices, Olga las enseña. A las guapas las casamos con europeos o americanos, tienen mucho éxito una vez preparadas. Las feas se convierten en magnificas cocineras o doncellas de casa. Así siempre tenemos este servicio tan completo. Bueno les explico que mezclamos placer y trabajo."

"Parece buena idea"- dijo Gabriel

"Creo que debemos tutearnos. Mira sé que ésta no es tu mujer, sé la relación que tenéis. No me gusta que se me engañe. Habrá que pagar por querer engañarme. Os jugáis la operación. Pensadlo"

Nos quedamos de piedra, había de desatascar la historia, era un buen negocio y queríamos hacerlo.

"¿Cómo nos podemos hacer perdonar? Si sabes tanto, sabes por qué no he podido venir con mi esposa, soy soltero pero Ágata es mi novia, y queremos hacer el negocio. Así que di"

Fue la mujer la que habló:

"Vais a ser nuestros huéspedes durante unos días, hasta que nuestra relación sea de confianza. Ágata estará a nuestra disposición. Tú, Gabriel, podrás participar también. Si quedamos satisfechos se cierra el trato.

No tenéis que contestar ahora. Consultarlo con la almohada. Os he enviado a vuestra cabaña, servicio para vuestro descanso. Mañana, contestáis. Los DOS"

Y sin más se retiraron, nosotros acompañados por una de las sirvientes volvimos a la cabaña que teníamos asignada. Al entrar descubrimos que nos esperaban cuatro muchachas. No eran guapas como las de la casa principal, eran más bien bajas y gruesas. Eso si vistiendo la misma camisola a media pierna.

"Los señores han pensado que necesitarían un masaje. Han tenido un día cansado. Déjennos atenderles"

Los tomaron de la mano y nos llevaron al baño. Allí de la manera más natural nos desnudaron. Y además doblaron nuestras ropas.¡ Era un servicio perfecto! .

Nos tumbamos sobre las camillas de junco. A pesar de las toallas que nos separaban de la madera, ésta se notaba en la piel. Era una sensación agradable.

Gabriel y yo, boca abajo, desnudos comenzamos a ser masajeados por dos muchachas cada uno. Primero nos extendieron una crema muy suavemente, era algo especial daba un extraño calor relajante. Sin darme cuenta me fui dejando llevar por las cuatro manos expertas que me masajeaban y acariciaban.

Cuando mientras me aliviaban las tensiones en la espalda y el cuello y noté que me tocaban con pericia las nalgas, la raja que las separa, el pequeño esfínter , solo por fuera y luego la zona que lo separa del sexo, al relajo se unió un calentón. Con ritmo suave restregaba mi monte de Venus contra los juncos de la camilla.

Me dieron la vuelta, al mirar a Gabriel noté su enorme erección. Era como un mástil al aire. Mis pezones apuntaban al cielo toadamente erizados. Una de las muchachas me masajeó las sienes, otra los pies , y cada vez mas caliente sus manos caminaron hacia mis pechos y hacia mi concha. Me acercaba a un orgasmo muy fuerte, que estalló cuando oí a Gabriel dar el vozarrón que indicaba que acaba de soltar todo su semen.

Me fueron dejando bajar lentamente de la excitación total, al tiempo que con unas toallas húmedas me iban lavando toda como si fuera una niña pequeña.

"Ahora dormirán mejor"

Abrazada a Gabriel en la cama me preguntó:

"¿Cómo lo ves mi niña?"

"Es mucho dinero, vale la pena arriesgarse y además me dan morbo. ¡ Fíjate cómo se lo tienen montado!. Puede ser muy fuerte pero algo para vivir. Y además esa tía me pone caliente, parece una oficial de las SS, y ¡que pedazo de tetas tiene!"

"Mi zorrita ¡qué puta eres!"

"Ahora, en vez del 5% , creo que me voy a ganar el 10, ¿ de acuerdo?"

"Pedazo de reputa, de acuerdo"- me gire dándole la espalda y el como una cuchara se pegó a mi, y con su pene gordo pero blando contra mis nalgas , me quede dormida.


Al despertarnos una de las sirvientas, silenciosa, estaba a nuestro lado, me sonreí , debía ser de las de protocolo, porque era preciosa.

"Los señores les esperan para desayunar. Pónganse estos albornoces"

Entramos en la casa y a través de un pasillo lleno de pinturas antiguas, coloniales, llegamos a un jardín donde había una pileta casi olímpica. Junto a ella sentados, los dueños de la casa con albornoces similares a los nuestros.

El desayuno estaba compuesto de frutas, medias lunas, café con leche el que lo quiso, como yo, y un jugo de algo color naranja oscuro que no sabía lo que era , pero estaba buenísimo.

Al acabar, sin ninguna vergüenza se quedaron desnudos y se lanzaron a la pileta.

"Vengan, está muy buena."

Donde vayas, haz lo que vieras, así que nos desnudamos y al agua. Estaba deliciosa, ni fría ni tipo caldo.

Sin apenas darnos cuenta estábamos nadando, Gabriel y yo a las cinco largos nos paramos, salimos y nos tumbamos a tomar el sol. Ellos siguieron un rato más, salieron y se tumbaron a nuestro lado.

" ¿ Qué habéis pensado?"

"Aceptamos"

" Mira , si es así , tu yo nos vestimos y vamos a recorrer la estancia. Mientras Olga preparará a Ágata"

Nos dejaron a solas, me fijé en las peras de la mujer, eran enormes , estaba un poco gruesa, pero daba una imagen de poder, sensualidad y sobre todo vicio que me hacía cosquillear mis deseos. Tenía algo que hacía tiempo no veía en una mujer , su vello púbico estaba entero , sin depilar , era un enorme matojo de pelo rubio que destacaba en su bajo vientre.

"Ágata, conviene que aprendas rápido, en otro caso tendré que castigarte. Y te dolerá mucho. A Adolfo y a mí nos debes llamar señor y señora y a Gabriel, amo. Esa es la primera regla."

Dio dos palmadas y aparecieron dos muchachas que me secaron sin miramientos.

"Voy a medirte"

Las indias tomaron mis medidas.

"1, 63—93—50—92. Un poco baja. Estarás siempre descalza."- y sin decir palabra me dio una nalgada que me sorprendió. Fuerte, me dolió.

"Hazte una paja. Quiero ver como eres de caliente."

Parada , ante ella y las muchachas comencé a acariciarme el clítoris, sin preámbulos . A medida que notaba que iba poniéndome en camino, me pellizqué los pezones con una mano , mientras mi índice se movía mas deprisa sobre el botón rosado. Estallé.

"Llevarla para prepararla"

Mientras se marchaba y me llevaban hacia dentro, no hacía mas que pensar en que era aquello de prepararme que habían repetido.

Episodio 1 de una serie de cuatro historias.