La falda de mi novia

Aquella situación se repitió durante varias veces, hasta que un día comenzamos a planear el siguiente paso: zapatillas, falda...

Conocí a mi novia hace 4 años. Debo decir que al principio ambos pasábamos desapercibidos entre sí. Nunca había una charla de por medio, ni siquiera un guiño, quizás obligadamente un saludo apenas tibio que se limitaba a un simple “hola”.

En aquel entonces compartíamos unas cuantas amistades que propiciaron que poco a poco comenzáramos a llevarnos bien, y en cuestión de un par de semanas comenzamos nuestro noviazgo.

Al principio la relación era bastante normal. Ambos rondábamos entre los 18 años y en muchos momentos lo más importante el juego de palabras, roces y besos en lugares con poca gente y a media luz. Aquellas emociones sexuales encerraban un acto pleno de erotismo al tiempo en que nos conocíamos de cuerpo entero.

Con el paso de los meses la relación se fue fortaleciendo hasta consolidarse como un noviazgo puro que proponía planes a futuro. Todo era bastante normal y demasiado bueno, y al cabo de un año y medio, dentro de un motel algo lejano de nuestras casas, sucedió algo que no estaba en los planes…

En pleno acto de erotismo puro y de compartir un mismo espacio de sensualidad y emociones mezcladas entre sábanas y prendas caídas, sucedió que por alguna razón, algo en mi cuerpo o en mi mente no andaba bien. Me sentía pleno, completamente enamorado de ella y con la firme convicción de entrar en su cuerpo como las demás veces. Sin embargo mi cuerpo no reaccionaba. No se si estaba cansado o estresado, pero la erección simplemente no llegaba y ella lo estaba notando, no decía nada, pero sabía que algo andaba mal. Esto jamás me había sucedido, y no sabía que hacer para despertar mí pene. Mientras tanto mi desesperación aumentaba al momento que acariciaba sus muslos implorando que la sangre me llenara las venas del pene para proseguir con nuestro encuentro. Pero nada¡¡¡.

No se bien lo que paso por mi mente, pero lo único que pude hacer fue despertar algunos instintos que creía muertos hace mucho tiempo. Y sin darme cuenta ahí estaba con unas ganas inmensas de ponerme su falda y sentir la suavidad de la tela meciéndose por mis piernas. Y sin pensarlo más, aprovechando que nuestra relación era bastante buena, le dije simplemente: ¿Amor, y si me pongo tu falda?

No se bien que habrá pensado, pero estoy casi seguro que lo tomó como un simple juego de erotismo, sin hacerle caso a los tabúes, y devolviéndome un “sí ” con la voz entrecortada por las caricias…

Sin dejar de tocarla y recorrer su cuerpo desnudo con la boca, tome su falda que yacía a mi costado, y con una sola mano y moviendo las piernas lentamente pude sentir aquella prenda amoldándose a mi cuerpo, detonando el éxtasis de un erotismo tan sexual que me hizo perderme en un beso tan profundo como la emoción de sentir la tela resbalando por mis piernas…

El momento era una mezcla verdadera de amor y sexualidad a tope. La erección de mi pene llego por si sola, sintiendo el calor humedecido en el pene y su vagina esperando a ser penetrada.

Después de aquel momento no recibí queja alguna, ningún reclamo, ninguna pregunta al respecto…  Le había hecho el amor vestido con su falda, y ella ni siquiera pregunto el porqué de mi conducta.

Éramos una pareja consolidada difícilmente algo nos podría separar. Y nuevamente volví a abusar de ello… No recuerdo bien porqué, pero un buen día jugueteando en la cama me volví a poner una falda suya pero ahora sin preguntarle. Ella lo tomo bastante normal, quizás porque ya lo habíamos hecho antes. Sin embargo después del sexo, ella continuó el juego de erotismo ahora con palabras, y entre algunas caricias mutuas y proposiciones  sexuales, me invitó a ponerme su pantaleta.

No me la podía creer; mi novia me estaba invitando a ponerme sus bragas y su pequeña falda con una voz tan sensual que no dudé en hacerlo, y acto seguido, ahí estaba yo nuevamente excitado con sus prendas.

Aquel momento jamás se torno raro, todo lo contrario, yo excitado con las prendas de mi novia y ella emocionada por la sexualidad del momento, que llegó a tanta, que de golpe se levanto de la cama, cogió su estuche de pinturas y me dijó… Que te parece si te pinto amor?....

No me la podía creer, pero aquello estaba llegando bastante lejos, pero no podía resistirme, asi que acepte fingiendo que no quería hacerlo…

Aquella situación se repitió durante varias veces, hasta que un día comenzamos a planear el siguiente paso: ponerme unas zapatillas, una falda, una pantaleta, una blusa, pestañas postizas y maquillaje. Cuando por fin lo hice ella me invito a caminar frente a la cama modelando como una señorita, para culminar con un encuentro sexual con un toque de misterio.

De nueva cuenta la situación se repitió algunas veces, hasta que llegamos a hablarlo seriamente. Me pregunto si era gay, y respondí con la verdad, la verdad absoluta; No amor, no lo soy, pero sinceramente siempre me ha gustado el erotismo femenino, al grado de disfrutar completamente el ponerme tu ropa. Comenzó a reírse pero sin afán de ofenderme, y me dijo que le causaba un no se que, pero le parecía divertido todo este asunto, tanto que me regaló un vestido de noche, de esos que son pegaditos al cuerpo y unas zapatillas, ambos en color rosa, asi como un pequeño quit de maquillaje.

Me sentía raro, pero no pude negarme, y por el contrario, me puse bastante feliz, y más cuando me ofreció depilarme las piernas. Ella me hacia sentirme como una señorita emocionada por estrenar ropa…

Después de aquello, decidí declararme oficialmente travesti, por lo menos para ella. Fue genial comprarme lencería, faldas, vestidos… todo para nuestras tardes de sexo… pero faltaba aun un detalle que les contare en una próxima ocasión…

Espero sus comentarios… besitos