La facultad II

Rebeca sigue experimentado de la mano de su profesor, nuevos personajes irán dándole más sabor a la historia.

Desperté después de varias horas sintiéndome desorientada, él dormía plácidamente a mi lado, uno de sus brazos estaba sobre mi abdomen rodeándome en un tímido abrazo. Me levanté con cuidado haciendo todo lo posible para no despertarlo.

De inmediato me dirigí al baño para darme una ducha, al lavar mis partes íntimas sentí un poco de ardor y eso me hizo recordar la caliente mañana que había tenido y reír como boba a pesar de la incomodidad.

Me vestí con algo cómodo y abrigador que se tradujo en unos pants y sudadera, como ya lo había mencionado tengo baja tolerancia al frío y tengo que sacrificar la vanidad por el bienestar.

Entré en la recamara y me senté en un sillón frente a la cama, seguía sin poder creerlo, mi profesor, el hombre con quien había fantaseando en los últimos meses, se encontraba ahí en mi cama desnudo después de haberme provocado varios orgasmos.

Lo observé detenidamente,  estaba acostado boca abajo con la cara de frente hacia a mí, tenía el cabello perfectamente recortado y algunas canas ya habían hecho su aparición dándole un toque súper sexy, sus cejas pobladas y las largas pestañas que yo sólo podía igualar usando kilos y más kilos de rimel, eran el marco perfecto para sus ojos color aceituna, la nariz recta y mediana combinaba perfecto con sus labios carnosos, en fin que todo en él guardaba armonía.

Jorge a sus cuarenta y muchos se conserva bastante bien, es dueño de un cuerpo fibroso y bien marcado, no es muy alto pero su estatura sí es mucho mayor a la mía, la verdad es que yo lo hallaba perfecto tal cual.

Estaba absorta en mis pensamientos cuando lo vi despertar.

—Hola, ¿Qué hora es? —dijo sonriendo.

—Casi las siete.

—Vaya he dormido más de la cuenta, definitivamente necesito una ducha, ¿Podría usar su baño?.

—Claro que sí, la llave de la izquierda es la del agua caliente y en la gaveta que está debajo del lavabo hay toallas limpias.

Después de unos minutos salió con la toalla enrollada en la cintura, algunas gotas de agua escurrían por su piel. Me quede ida una vez más admirando su figura y pensé si esto es un sueño definitivamente no quiero despertar.

Recordé que mi anterior compañera de depa era alta y de complexión grande, hacía algunos días que se había mudado pero aún tenía algunas pertenencias que recogería después.

Me dirigí a la habitación que ella ocupaba para ver si encontraba algo que el profesor pudiera usar, afortunadamente encontré unos pants y una sudadera que aunque desgastados le servirían para estar cómodo.

Regresé rápido a la recamara, él aún estaba con la toalla amarrada en la cintura, pues había demorado un poco en encontrar su ropa ya que ésta había quedado regada por toda la sala, le entregué las prendas diciéndole que esperaba que le sirvieran.

Mientras él se vestía, fui a la cocina, tanta actividad por la mañana me había vuelto a abrir el apetito, revisé que tenía en la despensa y a decir verdad no había mucho de donde escoger, así que sólo preparé unos sándwiches, creo que eso bastaría al menos por el momento.

—¿Le puedo ayudar en algo? —dijo desde la sala.

—No es necesario, ya terminé. —le respondí al tiempo que avanzaba y le tendía la charola para que tomará uno.

Estábamos viendo el noticiero, ahí se informaba que había una gran cantidad de árboles caídos, bardas dañadas e infinidad de daños, además de que las lluvias seguirían por lo que se reanudarían las actividades hasta el próximo lunes como fecha tentativa.

Terminamos los bocadillos mientras veíamos la televisión y platicábamos. De pronto me cayó el veinte de que casi no tenía nada en la despensa.

—Espero que no le moleste quedarse un momento solo, pero tengo que salir a comprar algunas cosas.

—¿Se quedó con hambre? Porque si es así podemos pedir una pizza ó cualquier otra cosa que se le antoje.

—No, para nada, le agradezco el gesto, pero necesito ir de compras, hace días que tendría  que haber ido por víveres y como no lo he hecho, ahora no tengo prácticamente nada en la despensa —me quejé.

—Pero ya es tarde, sigue lloviendo y en algunos sectores no hay luz.

—Por si no lo recuerda hay un supermercado a la vuelta —dije sonriendo.

—Le aseguro  que no hay mucha diferencia entre ir hoy o ir mañana. —después de una pausa agregó sonriendo—. Bueno si, ir ahora podría ser un acto suicida.

—Esta bien usted gana, iré mañana —dije mientras ponía los ojos en blanco como niña regañada.

Se acercó y me besó brevemente,  como se dice vulgarmente, de piquito, pero ese simple contacto de nuestros labios me hizo ver estrellitas. Me asusté de mi reacción, no podía sentirme y comportarme como una adolescente enamorada, como mecanismo de defensa ante lo que estaba sintiendo hice lo que mejor sé hacer... Huir

Como no me había funcionado la excusa de ir de compras, me inventé otra.—Si me permite pondré  a lavar su ropa. —dije al tiempo que entraba a la recamara a buscarla.

Estuve en el cuarto de lavado hasta que la ropa quedo limpia y seca, todo ese tiempo no hice más que darle vueltas y vueltas al asunto, sabía que no era correcto, pero muy a mi pesar me estaba interesando demasiado en ese hombre y no sabía que rumbo podían tomar las cosas, hasta hace un par de horas no era más que un desconocido, era mi profesor, sí, pero además de ello no tenía ningún otro dato, no estaba al tanto de su vida personal, al contrario, era todo un misterio para mí.

No podía seguir evitándolo más tiempo, así que regresé a la sala donde él seguía viendo la tv, estaba sentado en el sillón grande, no quise invadir su espacio y me senté en otro sillón que estaba ahí al lado, me volteó a ver y me invitó con un gesto a que me acomodara junto a él.

En cuanto lo hice, tomó mi mano y me miró a los ojos.

—Me gusta mucho —acto seguido me beso dulcemente.

Acariciaba mi espalda al tiempo que me acercaba más a su cuerpo, el beso casto de un principio se tornó pasional, nuestras lenguas se habían enfrascado nuevamente un una lucha feroz con el único fin de proporcionarnos placer.

Me hizo sentarme sobre sus piernas a horcajadas, en esa posición podía sentir claramente como su pene iba poniendo rígido y estaba creciendo. Yo también comencé a humedecerme y mis pezones se pusieron en punta.

Echó mi cabello a un lado y comenzó a besarme en el cuello, no dejaba ni un centímetro de piel sin mimar, con cada roce de sus labios mi piel se ponía chinita, tenía que reconocer que de nuevo me tenía más caliente que el café de las maquinas expendedoras.

Sus manos no se estaban quietas y se paseaban entre la espalda y mis senos, yo sólo movía mi melena hacia un lado u otro para darle libre acceso a toda la zona sin que nada le estorbara.

Pero mi pasividad no duró mucho tiempo, abrí el cierre de mi chamarra, debajo de ella sólo traía el sujetador, tome sus manos entre las mías y las llevé a mis pechos para que los acariciara, después de sobarlos un par de veces deslizó la chamarra por mis hombros y finalmente me la quitó.

Seguimos durante un tiempo indeterminado en la misma posición, comiéndonos los labios con hambre, con una pasión jamás sentida, al menos no por mi parte, aunque la verdad yo no tenía tanta experiencia como pretendía hacerle creer, me sentía en desventaja, porque  desde el primer beso que me dio, supe que él era un hombre muy experimentado que se las sabía de todas, todas.

Las ganas que tenía de sentir sus atenciones en mis pechos, me hicieron llevar las manos a mi espalda y desabrochar yo misma el brasier.—Veo que está muy impaciente —dijo mirándome con picardía.

Terminó de quitarme el sujetador y lamió todo el contorno de uno de mis pechos, luego sopló sobre el y mi piel se erizó, repitió el tratamiento sobre el pezón que se levantó como si fuera un resorte y comenzó a puntearlo con la lengua.

—Me encanta que sea tan sensible mmm.

Volvió a la carga, tratando de meterse todo el seno  en la boca, lo chupaba, lo mordisqueaba y de nuevo fijó su atención en el pezón que ya estaba totalmente erecto, mientras con su dedo pulgar atendía al otro trazando círculos sobre el.

No podía dejar de observar cada uno de sus movimientos y como con los ojos cerrados pasaba de un montículo a otro dejándolos llenos de saliva, esa visión me excitaba a más no poder, tomé su cabeza entre mis manos y después de destetarlo lo besé.

Metí las manos bajo su sudadera para acariciar su piel, luego deslicé la prenda hacia arriba por los costados, él levantó los brazos y se la quité dejando su torso desnudo, palpé sus músculos, los repasé cientos de veces hasta dejar grabado en mi memoria cada trozo de su cuerpo, lo besé y fui bajando lentamente, llegué al hueco entre su pecho y la nuez, hundí la lengua allí y subí nuevamente a su boca arrastrando la lengua a lo largo del cuello.

Mordí su oreja y volví a bajar, besé sus hombros, los mordí suavemente, enredaba mis dedos en su cabello, no quería dejar de explorar su cuerpo, necesitaba besar y acariciar cada centímetro de ese hombre maduro que me tenía totalmente cautiva.

Me levantó y quedé de pie frente a él, me fue retirando lentamente el pants a la vez que me acariciaba las caderas y las piernas conforme iban quedando desnudas, me hizo dar la vuelta y comenzó a jugar con el hilo de la tanga entre mis nalgas, luego con los dientes fue bajando la prenda, al llegar a la altura de las rodillas paró.

Besó y mordisqueó mis nalgas, las amasaba a su antojo arrancandome  gemidos que trataba de acallar sin poder evitarlo, terminó de quitarme la prenda dejándome ahora si totalmente desnuda.

Estaba lubricando tanto que mis flujos ya comenzaban a correr muslos abajo, con el dedo índice recogió mi esencia y se la llevo a la nariz, aspiro fuerte y lamió mirándome a los ojos.

—Deliciosa, simplemente deliciosa —acto seguido se inclinó nuevamente a lamer mis muslos hasta dejarlos limpios.

Intercambiamos lugares, luego de sentarme me abrió las piernas y se colocó de rodillas frente a mí, tomó uno de mis pies entre sus manos y después de darle un ligero masaje, lo besó, metió el dedo chiquito en su boca y lo chupó de manera sensual, repitió el tratamiento en los demás dedos, lamió y mordió el arco causándome espasmos de placer.

No tenía ni la más mínima idea de que con unas cuantas caricias en los pies se podía experimentar tanto gozo, nadie antes de él se había tomado el tiempo para despertar al deseo en cada partícula de mi ser.

—¿Le gusta lo que le hago?.

Sólo asentí con la cabeza, cambió de pie y empezó un ascenso por mis piernas, al llegar al punto de unión entre ellas se lanzó como loco a devorarme el coño que a estas alturas estaba totalmente encharcado y caliente como una sopa, pasó la lengua a lo largo de mi raja recogiendo todos los jugos que mi cuerpo destilaba, mordisqueó los labios gordos e inflamados, abría mi vulva con la lengua tensa y con ella me penetraba.

— Mmmmm así, que ricooo.

Yo no paraba de gemir, sentía que no podía aguantar mucho tiempo más sin correrme, cuando comenzó a hacer círculos sobre el clítoris y a puntearlo con la lengua, de pronto todo estalló en mil pedazos y mis entrañas empezaron a contraerse, en ese preciso momento comenzó a meterme lentamente el dedo medio para después acelerar las metidas a una velocidad endiablada, mis caderas se movían al encuentro de ese dedo que me estaba haciendo encadenar un orgasmo tras otro.

—Me vengooo ahhhhhh —grité cuando una corriente eléctrica me traspasó.

Me desmadejé sobre el sillón, él se acomodó junto a mi acariciandome el cabello mientras que iba recuperando poco a poco el ritmo de mi respiración.

Cuando me recuperé le quise devolver el favor, como ya lo había dicho antes, no tengo mucha experiencia, mi única referencia es la de los videos porno, pero siempre he sido muy intuitiva y lo más importante es que realmente quería hacerlo gozar, esa era mi meta; provocarle placer a como diera lugar.

Sus labios aún brillantes por mis flujos me atrajeron como un imán, después de darnos lengua un momento, comencé a descender por su cuello, tórax y vientre, me detuve a jugar en su ombligo, mordisqueé los huesos de su cadera, subí la mirada para encontrarme con sus ojos que reflejaban desesperación por sentir mis atenciones en otro lugar de su anatomía.

Me hinqué frente a él y agarré el elástico de sus pants, le pedí que subiera el culo para poder quitárselos, enseguida surgió su pene erecto ya que los calzoncillos los estaba lavando cuando él se vistió, tome su verga por la base, estaba totalmente dura y un montón de venas surcaban su longitud, la vi cabecear y noté humedad en el glande, le dí un primer lameton en la punta llevándome su sabor en la boca y el sonido de sus gemidos en la memoria, lo lamí en toda su longitud como si fuera un helado.

—Ahora chupeme los huevos —dijo en un suspiro.

Hice lo que me pidió, los lamí primero y luego me metí uno por uno a la boca, regresé a su verga que estaba muy tiesa, la volví a lamer, traté de metermela toda a la boca pero no pude, me provocó una arcada.—Despacio, no se preocupe, lo está haciendo muy bien —me animó.

La tomé nuevamente por la base y comencé a chupar el glande, lo succionaba fuerte intercalando la velocidad.

—Muy bien Rebeca, así ahh, siga lo está haciendo muy bien ohh.

Y seguí, con la mano libre acariciaba sus testículos, pasaba la lengua por el glande punteandolo, coda vez lo succionaba más fuerte, hasta que me detuvo.

—Basta, si sigue así me voy a correr y todavía quiero disfrutar un poco más.

Me puso en cuatro sobre el sillón, se situó detrás de mí y luego de dar un par de lametones en mi raja colocó la cabecita en mi entrada y lentamente fue empujando, mis pliegues internos se fueron amoldando poco a poco a ese órgano invasor, cuando la tuve toda dentro paró, luego de unos momentos comenzó a moverse, lo hacía lentamente, entrando y saliendo.

Se inclinó sobre mí para alcanzar mis tetas, las estrujaba entre sus manos, besaba mi espalda y mis hombros, fue aumentado la velocidad de sus metidas, luego cambio moviéndose en círculos de manera cadenciosa.

—Ay así que rico, siga, no pare por favor —gemí fuera de mí por el placer.

Yo también movía las caderas, quería sentir su verga taladrandome hasta el fondo, contraje la vagina una y otra vez mirándolo sobre el hombro.

—Sí, aprietemela así, que rico, no voy a aguantar mucho.

La metía hasta el fondo y luego lentamente la sacaba toda, la pasaba sobre el clítoris moviéndose circularmente y volvía a meterla de un empujón hasta el útero y repetía el tratamiento, el chapoteo a causa de mi humedad resonaba en toda la sala.

Aceleró las embestidas, llevó una de sus manos a mi clítoris masajeandolo mientras que con la otra mano me pellizcaba un pezón, chupó las orejas y mordió la nuca calentandome más, si es que acaso eso era posible.

—Yo también me voy a correr.

—Hagamoslo juntos —me animó

Me agarró por las caderas e intensificó el ritmo de las metidas, mi coño comenzó a contraerse de manera bruta, cuando de pronto sentí unos potentes chorros de leche chocar contra las paredes de mis entrañas.

Me quedé quieta saboreando el momento hasta que dejé de sentir espasmos, Jorge salió de mí y se derrumbó en el sillón, cuando nos recuperamos nos fuimos a la recamara nuevamente.

De nuevo desperté antes que él y me metí a bañar, al salir nos topamos en la puerta del baño e tercambiamos saludos, en lo que él se bañaba yo terminé de arreglarme, dejé su ropa limpia sobre la cama y lo esperé en la sala viendo la televisión.

Tomamos café que era lo único que tenía y salimos a desayunar y a hacer las compras, las calles lucían desiertas, fuimos al súper que estaba cerca de casa, luego de llenar el carrito con todo lo que necesitaba, fuimos a la caja e hizo ademán por pagar, me negué diciéndole a la cajera que me cobrara a mi, él insistió en liquidar la cuenta, la señora con cara de pocos amigos tomó el dinero que el profesor le tendió.

—No ¿Cómo cree que voy a aceptar que usted pague?

—Ya lo hice, fin de la historia.

—Bueno entonces yo invitare el desayuno.

—Eso tampoco está a discusión. Dijo al entrar al pequeño restaurante situado a un costado de la tienda.

Regresamos a casa con las compras y después de dejar las bolsas en la mesa y preguntarme si me podía ayudar en algo, se despidió con un simple beso en la mejilla.

Un montón de interrogantes asaltaron mi mente, ¿Cómo debía comportarme al verlo de nuevo? ¿También estaría pensando en mí? ¿Era soltero? Esas y mil preguntas más quedaron sin respuestas, apenas era viernes y presentía que abría más de lo mismo durante el fin de semana.

Finalmente el lunes se retomaron las actividades en la escuela, no ví al profe Castillo hasta el día siguiente porque sólo me daba clases martes y jueves.

Llegué temprano como de costumbre, poco a poco el salón se fue llenando y en punto de las 8 el maestro entró, ni siquiera me miró, dio la clase y en cuanto ésta terminó salió despidiéndose de todos en general.

No esperaba que me tratará de manera especial, sabía que no podía hacerlo, pero si al menos me hubiera dirigido una mirada no me habría sentido tan mal.

En una hora libre fui a desayunar con mi amiga Paola.

—¿Qué tienes nena? Te noto rara.

—No para nada, son ideas tuyas —traté de sonar convincente, para ella y para mí.

—A mí no me engañas, tú tienes algo y no me lo quieres decir —insistió.

Sabía que no se daría por vencida hasta que le dijera la verdad, pero también era consiente de que no se la podía decir, así que me inventé una excusa que a final de cuentas tenía bastante de cierto.

—Tienes razón, me preocupa que me quedé sin roomie y no puedo pagar yo sola la renta por mucho tiempo.

—No te preocupes ya encontrarás a alguien pronto —me animó.

Terminaron mis clases y estaba a punto de irme, cuando me pasó la idea de ir al cubículo del maestro a devolverle los libros que me había prestado, llegué frente a su puerta pero no reuní el valor para tocar, quería verme bien así que antes pasaría al baño a darme un retoque, ví a lo lejos que había bastantes niñas afuera de los servicios así que me fui de largo, recordé que en el edificio de atrás también había sanitarios y que casi nadie los usaba.

Intenté entrar pero la puerta estaba atorada, con un poco de maña logré abrir, pero la imagen que me encontré reflejada en el espejo me dejó atónita, en uno de los cubículos con la puerta abierta, había una pareja cogiendo, el tipo estaba sentado en el retrete con los pantalones enrollados en los pies y varias prendas de ropa tiradas en el suelo, una chica de cabello rizado que trataba de acallar sus gemidos, lo cabalgaba salvajemente mientras que él le amasaba las nalgas, salí de ahí tan rápido como me recuperé de la impresión, ellos ni siquiera se dieron cuenta de que alguien los había visto.

Pretendía irme directamente a casa, pero tenía que ir por unas fotocopias a la papelería que está frente a la escuela, la persona encargada de sacarlas no tenía ni idea de como hacerlo, después de picar todos los botones y echar varias hojas a perder por fin comenzó a sacar mis copias, luego de pagar salí de allí.

Nuevamente me quedé de piedra, al ver salir de la facultad a una pareja, ese saco azul y esos jeans blancos eran los mismos que había visto apilados en el suelo del baño unos minutos antes, definitivamente eran ell

os...