La extraña del bar de copas

Historia verdadera de un camarero que se folló a una cliente.

La extraña del bar de copas.

Aunque parezca incierto, todavía no sé el nombre de aquella chica con la que pasé un buen rato dentro del bar donde yo trabajo en las noches de Tenerife.

En jueves, todo tranquilo sobre las 11 y 30 de la noche, nosotros solemos preparar todo el bar para que luego no falte de nada a la hora en que el local se llena de gente con ganas de diversión.

En la barra numero 3 trabajábamos esa noche Juan Manuel y yo, Rosmen. Mientras repartíamos el hielo por las cubiteras y reponíamos los botelleros más desgastados, llegaron un grupo de 3 chicas y se sentaron en nuestra barra, dándonos las buenas noches.

Las atendió Juan Manuel por estar más cerca. Cuchicheaban entre ellas, soltando alguna que otra risita y hablando con mi compañero, que para entrarle a una chica es todo un especialista, la verdad.

Unos cuantos minutos más tarde, mientras yo terminaba de rellenar un botellero, Juan Manuel se acercó a mí y me dijo:

  • ¿viste la bolsa blanca que dejé en el aseo donde nos cambiamos de ropa?
  • Sí, la dejaste en tu taquilla, ¿no? – le respondí sin mirarle todavía.
  • Pues tienes que hacerme un favor. Esa bolsa es para una de estas chicas. Ve con ella y se la entregas allí dentro, please.

Fue entonces cuando me quedé mirándolo fijamente, con las manos dentro del botellero agarrando las botellas para que no se rompieran.

  • ¿y se puede saber por qué no vas tú y se la das, ya que la conoces? – le pregunté medio mosqueado.
  • Joder, es un puto favor que te pido, Rosmen. No quiero dejar a las otras dos solas, porque me las pienso llevar esta noche a las dos de fiesta cuando salgamos.
  • ¡qué cabrón eres, tío!

Dejé mis quehaceres y me giré a ver a quién debía acompañar. Las tres chavalas no estaban nada mal. Ninguna era fea, una más regordeta que las otras dos. Dos eran morenas y la otra tirando a rubia de bote. Pero era una de las morenas a la que tenía que acompañar, que ya me esperaba de pie junto a la puerta de salida de la barra. Llevaba puesto un traje blanco de asillas, sin sujetador (eso estaba claro debido al volumen de sus tetas).

La saludé saliendo de la barra y le pedí que me acompañase. Caminamos por medio del bar hasta llegar a los servicios, donde deberíamos coger la escalera de madera que llevaba a las estancias de arriba o a las de abajo. Nosotros íbamos a las de arriba (el despacho del jefe, un servicio para los camareros con taquillas para dejar nuestras cosas y una puerta al fondo que daba a la pequeña azotea de la que disponía en bar y estaba llena de antenas y parabólicas de televisión).

Entramos en el servicio, y cerré la puerta. No creo que si viniese el jefe y me viese con una desconocida allí, le gustase mucho la idea. Caminamos hacia el fondo y llegamos a las taquillas. Abrí la de Juan Manuel y de repente sentí como la chica que me acompañaba me agarraba del hombro y me giraba 180 grados, quedándonos frente el uno del otro. Me empotró contra las taquillas y empezó a besarme.

Al principio me resistí un poco, pues yo tengo novia y la verdad es que por ahora había sido muy fiel, aunque solo llevábamos 4 meses saliendo. La chica ésta parecía tener más fuerza que yo, y al final terminé cediendo ante sus besos.

Nos comimos un rato la boca. Nuestras lenguas jugueteaban entre sí, lanzando saliva de una boca a otra. Sus manos se apoderaron de mi trasero, mientras las mías acariciaban su espalda.

Lentamente fui bajando las manos y aprisioné sus nalgas contra mis manos. Empujé tanto, que el bulto que comenzaba a ponérseme duro bajo el pantalón, tuvo que notarlo. Primero la magreé sobre el vestido. Luego sobre su piel. Un pequeño hilo dental en forma de tanga se le perdía entre la raja del culo.

La chavala me mordisqueaba muy suavemente los labios. Besaba muy bien. Pero cuando más disfrutaba de sus besos, dejó de hacerlo.

Se separó de mí y comenzó a desabrochar mi camisa de botones. Hubo terminado, pasó al botón principal del pantalón, después de deshacer el cinto que los aguantaba.

Sin muchos miramientos, se agachó, y sacando mi polla de los bóxers rojos de cuadros, comenzó a mamarme la polla con buen ritmo desde el principio. Pensé que mi novia era una buena mamadora de pollas, pues cada vez que me la comía, terminaba corriéndome rápidamente en su boca, cosa que ella apreciaba muchísimo. Pero esta chica desconocida mamaba mejor una polla que mi novia.

Estuvo a punto de llevarle al éxtasis total y explotar en su boca, pero la separé y ayudándola a levantarse, cambiamos de sitio. Ella era ahora la acorralada entre las taquillas y yo.

Masajeé sus grandes tetas sobre el vestido. Sin quererlo, se salieron de él, y me tiré de cabeza a comerme esos grandes melones que me presentaba de aperitivo.

Ella misma dejó caer su vestido al suelo. El tanga de color blanco era tan fino y delgado que se perdía entre sus labios vaginales. Se lo aparté y subiendo una pierna primero, y luego la otra, y haciendo fuerza contra las taquillas, comencé a penetrarla. Gemía mientras me mordisqueaba suavemente el cuello y me lamía de vez en cuando el lóbulo de una oreja.

Si en ese momento el jefe hubiese pasado por fuera del servicio, nos hubiese cogido follando y hubiese perdido mi trabajo segurísimo, porque los gemidos de la desconocida folladora eran fuertes y sonoros.

Me ordenó que me detuviese. La bajé de nuevo al suelo. Ella misma se giró dándome la espalda. Apartó del todo su tanga minúsculo y me pidió que la penetrase por el agujero del culo, ordenes que a mí me entraron rápido en el cerebro.

Apoyé la punta de mi polla en su agujerito y forcé un poco la entrada, pero para sorpresa de un servidor, ese culo ya había albergado gran cantidad de pollas, porque entró como si de su coño se tratase.

No aguanté mucho, y tras sentir que ella se estremecía con un orgasmo, escupí toda la leche que pude en sus entrañas, relajándome y apoyándome contra su espalda.

El sonido de mi polla al salir de su agujerito fue de alivio, pues estaba ardiendo del calor que emanaba de aquel enorme agujero.

Tras mi polla, salieron los líquidos que deposité con anterioridad en él.

Ella pasó una de sus manos por su culo, recogió algo de leche que brotaba de él, y la esparció por las puertas de las taquillas. Se colocó el tanga y comenzó a ponerse de nuevo el vestido.

  • Te espero abajo, guapo – indicó señalando la puerta.
  • Espera. No te llevas lo que viniste a buscar.
  • Sí, ya me lo llevo – sonrió y desapareció cerrando la puerta.

Me terminé de vestir, de acicalar y poco, y salí hacia la planta de abajo del bar.

Cuando llegué a la barra, no estaban ninguna de las tres. Juan Manuel me esperaba sonriendo en la entrada de la barra.

  • Te lo pasaste bien, eh chaval.
  • Joder, ya te digo. Casi me rompe la polla. Me duele y me arde de lo caliente que estaba la tía esa.

Juan Manuel se reía a carcajadas de mis palabras.

  • Por cierto – pregunté mirando a todos lados y seguí hablando - ¿dónde se metieron?
  • No tengo ni idea. Estaba poniendo unas copas a aquella gente de allí y cuando apareció tu amiga, se largaron sin decir nada. Ni siquiera pagaron las copas. Pero mira, me dejaron una tarjeta en blanco con un número de teléfono. Tal vez sea de alguna de ellas.
  • ¿tú no las conoces? – pregunté cogiendo entre mis manos la tarjeta.
  • Más quisiese yo conocer a esas tres tías, que estaban muy buenas, las muy putas.
  • Pues yo pensaba que las conocía, como me dijiste que la bolsa aquella era para la que fue conmigo….
  • Te lo dije porque la chavala me dijo que le gustaba tu culo y que quería hacerte un favor. Pensé que era bromeando, pero al parecer, no lo era, jajajajajaja.

Juan Manuel reía sin parar. Hasta que de repente, calló y dijo:

  • ¿las llamamos a este número a ver si es de alguna de ellas, para quedar luego?
  • Sí, la verdad es que no me importaría follarme de nueva a esa putita.
  • Y yo a las otras, jajajajaja.

Cogí el teléfono del bar y comencé a marcar el número de teléfono que aparecía en el papel. Pero de repente, una voz me hizo esconder el papel y colgar el teléfono.

  • ¿a quién llamas, cariño?.
  • "mierda" – pensé para mí.

Mi novia Carolina acababa de llegar con sus amigas al bar.

  • Te iba a llamar a ver si venías a verme esta noche, preciosa.

Le planté un beso con lengua de esos apasionados y la agarré por ese compacto culo que tiene. La acompañé a su mesa con sus amigas, las saludé a todas y les tomé nota de sus bebidas.

  • Menos mal que se fueron, porque no sé lo que hubiese pasado si llegan y estoy yo arriba con la desconocida aquella o las desconocidas están aquí todavía – le comenté a Juan Manuel.

Lo único que Juan Manuel hacía era reírse…………………………….

HISTORIA 100% VERDADERA, AUNQUE NO FUE A MI AL QUE LE PASÓ.

FIN.