La extorsión
Una hermosa mujer es extorsionada por dos jovenes para que les cumpla sus fantasías sexuales.
Autor: Salvador
Dirección: demadariaga@hotmail.com
La extorsión ( I )
Mi nombre es, digamos Vero, tengo 37 años y trabajo en la administración de una Universidad del interior de mi país. Soy una mujer hermosa, de un cuerpo que llama la atención de mis alumnos, que no pierden oportunidad de insinuarse, pero aunque soy una mujer separada y con una vida sexual casi nula en le época de los hechos que relataré, me mantengo siempre en mi lugar y nunca di lugar a ningún tipo de acercamiento a ninguno de los alumnos, con los que siempre mantuve una discreta distancia y frialdad en mi relación con ellos, manteniendo con los muchachos una distancia era insalvable que en ningún momento les dio ninguna posibilidad de intentar algún acercamiento. Por otra parte, ninguno de ellos era del tipo que pudiera hacerme alborotar las hormonas, pues mi gusto apunta a hombres mayores y mis alumnos no superan los 22 años. Aun así, fueron dos de mis alumnos que me hicieron vivir una experiencia sexual como nunca imaginé, en la que sacaron a la luz la mujer que siempre estuvo dormida en mi: aquella que es toda pasión y que vive el sexo completamente, sin límites. Y esto en contra de mi voluntad, obligada por dos muchachos que me extorsionaron para satisfacer sus bajos instintos, aprovechándose de mi condición de mujer sola y necesitada del trabajo que desempeñaba en la Universidad.
Héctor y Dante son dos muchachos de 18 y 21 años, respectivamente. Son alumnos regulares en su desempeño, que no sobresalen en ningún ramo y cuya vida universitaria es una continua búsqueda de carretes, como ellos le llaman. Todos los días son una fiesta continua para ellos, que cambian continuamente de parejas, como si tuvieran una competencia por quien es el que tiene más conquistas. Entre fiestas y amigas el año se les iba pasando y no se vislumbraba cómo pudieran aprobar sus ramos. ¡Qué lejos estaba de pensar en la forma que terminarían aprobando el año escolar!
No sé si fue el estado alterado en que me encontraba en esos días debido a mi reciente separación, lo que me tenía con falta de actividad sexual en mi vida, o las preocupaciones de fin de año, o los problemas familiares derivados de mi separación. No sé si fue eso o la acumulación de esas preocupaciones lo que gatilló los hechos que terminaron con mi tranquila vida y terminaron por dar un vuelco a mi vida sexual. El caso es que no supe en qué pensaba cuando cometí el error que costaría tan caro y que Héctor y Dante aprovecharon tan bien.
Las cosas sucedieron de la siguiente manera: en la prueba trimestral, cuya nota era crucial para la evaluación final, cometí el error de poner en las hojas de algunos de ellos, Héctor y Dante incluidos, problemas que no correspondían a la materia tratada sino al semestre siguiente. El profesor a cargo de ese ramo me había pasado los borradores de las pruebas de ambos semestres y la lista de los alumnos respectivos. Debido a mi falta de atención cometí el error de mezclar los problemas, poniendo en algunas pruebas problemas del semestre siguiente. Obviamente, el grupo al que le correspondieron las hojas con los problemas que por error había incluido obtuvieron notas más malas que el resto de sus compañeros. Se armó un escándalo en clases que el profesor, al percatarse de mi error, solamente arregló dando esos problemas por bien resueltos, para lo cual les pidió a todos los alumnos la devolución de la prueba que contenía el error a fin de no dejar pruebas de ello. Me sentí aliviada con la solución encontrada por el profesor, que de alguna manera tenía responsabilidad en los hechos por no haber revisado las pruebas que yo había preparado, lo evitó que mi error y la falta de prolijidad del profesor a cargo llegaran a conocimiento de la Dirección, donde estaba segura me lo harían pagar caro, lo que significaría perder mi puesto en esa Universidad. No estaba dispuesta a perder el cargo y menos por un error tan torpe como el que cometí, el que hablaba muy mal de mi desempeño profesional, lo que me afectaría para conseguir otros trabajo. Las cosas no se me daban bien económicamente a raíz de mi separación y perder ese trabajo hubiera sido fatal para mí, ya que a mi edad no me sería fácil encontrar un trabajo similar.
Aliviada por haber superado el impasse, el día de los hechos, después que las clases habían terminado yo continué poniendo al día mi trabajo, que era mucho. Estaba tranquilizada por haber podido sortear la tormenta que se había iniciado por mi error. Me sumergí en lo que estaba haciendo y en ello se me pasaron las horas, cosa que era habitual en mí, ya que no acostumbraba a trabajar en mi casa en los menesteres, que prefería despachar en la Universidad misma. No me agradaba trabajar en casa, por lo que de esa manera podía poner una barrera entre mi trabajo y mi hogar, donde podía olvidarme completamente de los problemas laborales y dedicarme a las prosaicas cosas del departamento donde vivía mi soledad.
Era viernes, y el piso en que se encontraba mi oficina estaba completamente vacío. Todos se habían retirado temprano para iniciar un fin de semana largo, ya que el lunes siguiente era feriado y mucha gente deseaba abandonar la ciudad temprano. Solamente me percaté del tiempo transcurrido cuando sentí unos golpes a la puerta y me di cuenta que era completamente de noche, lo que me intranquilizó. Pero cuando se asomaron las cabezas de Héctor y Dante, pidiéndome permiso para entrar, me tranquilicé. Probablemente venían a conversar de lo sucedido con sus pruebas, pero no atinaba a comprender la razón de la presencia de los dos muchachos. Una ligera inquietud empezó a cosquillearme el cuerpo.
Adelante, muchachos. ¿En qué puedo servirles?
Fue Dante quien tomó la palabra.
Tenemos algo serio que conversar con usted, señorita Vero
¿En qué puedo ayudarles?.
No, no puede ayudarnos. Más bien nosotros podemos ayudarla a usted.
No entiendo.
Me refiero al error en la prueba de hoy.
¿Si?
No sé si usted lo sabe, pero Héctor y yo somos de la directiva del Centro de Alumnos
No, no lo sabía
Y mañana sábado tenemos reunión con la Dirección de la Universidad.
¿Y?
Que hemos pensado en poner en conocimiento de la Dirección lo sucedido con la prueba que nos tomaron el día de hoy.
Me quedé muda. Evidentemente esa era mi ruina, pues sería despedida, sin considerar el daño que de paso le causaría al profesor que tomó las pruebas.. Un frío invadió mi cuerpo al vislumbrar las posibilidades que se derivaban de la denuncia que estos muchachos pudieran hacer. Me imaginé de inmediato cesante, sin los ingresos de la Universidad y sin poder enfrentar mis obligaciones, lo que cambiaría completamente mi vida, haciendo de ella un desastre absoluto. ¿Dónde podría encontrar un trabajo similar a mi edad? ¿Donde me recibirían con el estigma que llevaría de ser expulsada por mal desempeño? Ante mí había un pozo negro donde me hundiría sin remedio.
¿Qué opina usted?
¿Qué podía decir? Estaba perdida y ellos lo sabían. Seguí sin decir palabra, anonadada por el terror que me producía el perder mi puesto de profesora. Solo atinaba a mirarlo con la boca completamente abierta, sin ninguna reacción, como si estuviera frente a un pozo lleno de oscuridad donde irremediablemente caería., en una especie de pesadilla.
Pero esto podríamos arreglarlo ahora mismo, si usted quiere.
¡Me iban a chantajear! Estaba completamente en manos de ellos. No tenía escapatoria. Pero al mismo tiempo se me presentaba una salida y una sensación de alivio me invadió mientras esperaba la oferta que me harían. ¡Qué lejos estaba de pensar en los planes que estos muchachos tenían!
¿Qué quieren de mí?
Queremos tener sexo con usted.
Casi me caigo de la impresión. Debí afirmarme del escritorio para no caer. No podía creer lo que estaba oyendo. Era demasiado. Era algo inadmisible, una falta de respeto increíble hacia una mujer casada, algo que jamás hubiera imaginado.
¿Cómo se les ocurre? ¡Fuera de aquí!
Bueno, si eso es lo que quiere, mañana informaremos a la Dirección.
Se dieron media vuelta y se dirigieron a la puerta, dejándome nuevamente sumida en un mar de confusión. Toda mi vida se iría al tacho de la basura si ellos me denunciaban. Probablemente tendría que irme y buscar un trabajo de menor categoría, en una ciudad más pequeña. Empezar de nuevo. A mis 37 años y con los antecedentes que daría la Universidad de mí. No. . No, no me parecía un panorama agradable por ninguna parte. Y todo por culpa de ese error estúpido. Estaba en las manos de esos muchachos.
No quería perder mi puesto y haría lo posible por conservarlo. Presa de la desesperación decidí seguirles el juego e intentar manejar las cosas de manera de que la situación se diera vuelta a mi favor. No sabía cómo, pero en mi desesperación era el único camino posible que veía delante de mí. Por otra parte, sabía de algunas profesoras que habían tenido sexo con un alumno, por lo que en mi caso me parecía menos escandaloso, aunque se tratara de dos alumnos. Era una situación desesperada en la que me encontraba y no tenía escapatoria si quería conservar mi puesto y no ver derrumbarse mi vida por un error imbécil. Solamente accediendo a los requerimientos de estos muchachos podría lograr que todo quedara en nada, pero ello significaba destruir mi dignidad de mujer y entregarme al apetito de dos mocosos deseosos de satisfacer sus fantasías sexuales con una mujer mayor. No lo sabía en ese momento, pero el estremecimiento interior que tuve cuando tomé la decisión de aceptar lo que se me pedía era el reflejo de una sensación de agrado ante la posibilidad de ser la fantasía hecha realidad de dos muchachos. No quise admitirlo entonces, pero la petición de los muchachos respondía a una fantasía secreta que en más de alguna oportunidad me hubiera gustado vivir.
Esperen
¿Si?
¿Qué quieren?
Ya le dije. Sexo
No entiendo. ¿Cómo?
Aquí mismo
¿No temen ser sorprendidos?
No, pues no hay nadie en esta ala. Lo comprobamos antes de venir
Pero . .
Nada de pero, es ahora o nunca.
¿Qué quieren de mi?
Que nos haga una paja a cada uno
Y uniendo la acción a la palabra, Dante abrió su bragueta y sacó a la luz una herramienta que me sorprendió por sus dimensiones y longitud. No creí que un joven de su edad pudiera tener una verga de esas medidas.
Se acercó a mi con su verga en la mano. Yo estaba como hipnotizada, pues sabía que pronto, muy pronto, tendría que tomar su pedazo de carne entre mis dedos y hacerle una paja. No tenía escapatoria. Ya había tomado la decisión de cumplir la fantasía de esos muchachos para salvar mi puesto. Pero tampoco era cosa de andar ofreciéndome como una mujerzuela. Serían ellos quienes tendrían que obligarme y yo me dejaría hacer, que era lo único que podía hacer. Estaba obligada a obedecerles, pero nada me obligaba a estar a gusto con la situación, por mucho que me agradara interiormente.
Aquí la tiene.
Se plantó frente a mi, esperando que yo le tomara su verga, lo que hice no sin cierta vergüenza. Y empecé a masajear su instrumento con cierta torpeza, el que empezó a adquirir mayores dimensiones aún, lo que me sorprendió. Realmente era un hermoso pedazo de carne, que parecía estar en convulsiones entre mis dedos, que movían su cuerito de arriba abajo, buscando que llegara pronto a eyacular. Mis movimientos era torpes, producto de la turbación que me producía la situación en que me encontraba, obligada a masajear la herramienta de Dante, cuyo cuerpo se movía como si estuviera penetrando una vagina imaginaria, con los ojos cerrados y los labios apretados.
Por su lado Héctor sacó su instrumento, de dimensiones similares a las de su compañero, y lo puso a la altura de mi otra mano, por lo que me vi obligada a hacerles la paja a dos manos, una en cada verga. Era un espectáculo increíble: los dos muchachos moviendo sus cuerpos frente a mí, al compás de la paja que le hacía a ambos, mientras mis manos apretaban y subían y bajaban por los troncos que se me ofrecían, cada vez con más confianza, en tanto los muchachos apretaban mis senos con torpeza, hasta que sus convulsiones terminaron en un increíble derrame de semen que fue a parar a todas partes, incluyendo mis manos y mi vestido.
Ya había pasado el duro momento, pues ahora todo quedaría en el pasado y esperaba que los muchachos fueran los suficientemente responsables como para olvidar su baja acción. Habían cumplido su fantasía sexual en mis manos. ¿Qué más?
Lejos estaba de la realidad si pensaba que todo había terminado ahí, con el baño de semen que me habían brindado Héctor y Dante producto de la paja que les había hecho a ambos.
Después de unos momentos de silencio, en que los muchachos aprovecharon para recuperar la compostura, mientras yo hacía ademán de irme, Héctor habló.
Ahora queremos hacerlo
¿No quedaron conformes?
Estaba exquisito, señorita Vero, pero queremos hacerlo.
¿Están locos? ¿Cómo se les ocurre?
La deseamos y queremos que nos deje hacerlo
No. Imposible. No. Por ningún motivo.
Nos deja hacerlo y la dejamos tranquila
¿Cómo sé que será así?
Le damos nuestra palabra de honor
No les creo. Confórmense con lo que me obligaron a hacer recién.
No. Nos deja que lo hagamos o no hay trato.
Pero . . .
Le prometemos. Déjenos hacerlo y nos olvidamos de todo.
Pero esto es absurdo
Si, pero no tiene salida.
Uniendo la acción a la palabra, Héctor puso su mano en uno de mis muslos mientras me hablaba con tono firme, seguro que no tenía escapatoria y que estaba obligada a rendirme a sus requerimientos.
Déjese llevar y olvídese de todo.
Pero
Tranquila, tranquila
Hagámoslo pronto y pronto terminara esto para usted
Pero. . .
Tranquila, que lo vamos a hacer ahora, ya
¿Aquí?
Si, aquí mismo. Sobre el escritorio.
Me llevó hacia el escritorio y me ayudó a sentarme sobre este. Hizo a un lado mi calzón y llevó su verga a la entrada de mi gruta. Comprendí que nada podía hacer sino cooperar con el muchacho. Y era evidente que mi calzón me molestaría, así que ofrecí a desprenderme de este.
Espera, creo que es mejor que me saque el calzón, ¿no crees?
Me lo saqué y abrí mis piernas, esperando la embestida. Una mezcla de rabia y excitación me invadió a la espera de la verga de mi invasor. Esto ya se asemejaba a una violación, con la que estaba colaborando para que fuera menos traumática para mí.
Ya, estoy lista. Pero apúrense y terminen pronto, desgraciados
Le va a gustar, se lo aseguro.
Saben que me están obligando. No podría gustarme
Cuando lo sienta cambiarás de opinión
Ya, hazlo pronto, terminemos ya, de una vez por todas.
Héctor puso su verga a la entrada de mi vulva, me tomó de los senos y empujó su barra en mi interior. Era un pedazo de carne de dimensiones respetables y mi túnel de amor así lo sintió, no pudiendo evitar un ligero estremecimiento mientras el pico de Héctor se introducía en mi interior. Tuve que hacer esfuerzos para no demostrar el gusto que me producía el roce de su pedazo de carne contra las paredes de mi vulva. Mordí mis labios para no gritar el gusto que ello me daba y aferré mis manos contra el escritorio, cerrando mis ojos y callé los gritos que pugnaban por salir de mi pecho, ya que desde mi separación que no probaba una verga, y de esto hacía ya seis meses.
Toma, mijita rica, toma
..
Goza, di que te gusta, dilo, dilo
Eres exquisita, tienes una cosita deliciosa.
Afortunadamente mi silencio no fue roto y finalmente el muchacho se apretó a mi y me soltó un chorro de semen. Dante le pidió que saliera y se echó encima mío, metiéndome bruscamente su herramienta, explorando el camino que ya había recorrido su amigo, por lo que le fue más fácil meter toda su verga en mi túnel, que encontró convenientemente lubricado con el semen de Héctor me había regalado anterormente. No podía evitar sentirme excitada por esta segunda verga, tan poderosa como la primera. Sin proponérmelo, empecé a mover mi cintura, lo que provocó que mi segundo atacante acabara más pronto de lo que el quería, llenándome de su caliente leche.
A pesar de que los muchachos me hicieron sentir gratas sensaciones con sus vergas, evidentemente la situación no daba como para que les felicitara, por lo que dí por terminada de una vez por todas la situación.
Espero que hayan quedado conformes, desgraciados.
Si. Por ahora.
Esto no volverá a suceder, degenerados.
Pero no puede negar que nuestras vergas la hicieron gozar, señorita Vero
Jamás. Lo hice obligada por ustedes.
Pero lo gozó, ¿no?
Me dieron asco, desgraciados, degenerados.
Y rompí en un llanto que sirvió para ocultar entre mis manos mi rostro y evitarles que vieran la satisfacción que mis ojos denotaban por la experiencia vivida. Los muchachos se conmovieron con mi reacción y se fueron rápidamente, desapareciendo de mi vista.
Después de un rato limpié mis ropas y mi vulva de la leche que los muchachos derramaron en mi y me decidí a abandonar la oficina. Afortunadamente, no encontré a nadie en el camino de salida.
De vuelta a mi casa, me duché y mientras el agua recorría mi cuerpo, me parecía sentir nuevamente las vergas juveniles metiéndose en mis intimidades. Y no pude evitar sonreír al recordar el gusto que me dieron esos muchachos.
Ya en mi cama, preferí dormir desnuda. Normalmente lo hacía en pijamas, pero había algo esta noche que me impulsaba a dejar libre mi cuerpo. Tal vez el recuerdo de esa experiencia tan increíble, en que mi cuerpo fue usado por dos muchachos a su antojo y yo debí reprimir las sensaciones que ello me produjo.
El recuerdo de sus vergas en mis manos, en mi vulva, volvía a mi mente a cada momento mientras me revolcaba bajo las sabanas. Y finalmente me rendí al recuerdo de los instrumentos de Héctor y Dante, llevando una de mis manos a mis senos y la otra entre mis piernas, iniciando una masturbación enloquecida, sin dejar de pensar en las vergas que había tenido antes metidas en mi vulva.
Fueron tres veces las que esa noche eyaculé, en la soledad de mi pieza, al compás de unas pajas salvajes que me dí pensando en las barras de carne que esos muchachos me habían introducido momentos antes. Ahora sí podía decir, en voz baja: "rico, sí, rico, mijito", mientras mis jugos salían a borbotones de mi vulva y formaban un charco en mi cama.
Me dormí feliz por las tres pajas que me hice para aliviar el gusto que los muchachos me proporcionaron y por la tranquilidad de saber que había salvado mi trabajo. Lo de esa tarde no pasaría de ser un mal pensamiento, una locura que no volvería a repetirse. El tiempo se encargaría de hacerme olvidar la vil acción de esos muchachos y el gusto que me dieron con sus vergas.
No sabía que mi relación con estos muchachos no había terminado aún y quedaban capítulos por escribir. Capítulos que me mostrarían como una mujer diferente a aquella que siempre creí que era, convirtiéndome en toda una puta.