La expedición.

Cuando un hermoso paraje, una emocionante aventura y un fantástico recuerdo, solo puede mejorar gracias a una persona como ella.

Puertos de Beceite, el macizo montañoso que separa el valle del Ebro del Mediterráneo una expedición que cambiaría el recuerdo de esa montaña para siempre.

Ella amiga desde hacía años era una experta montañera y escaladora que siempre que podía se escapaba de expedición por cualquier ruta en cualquier época del año, fotógrafa de impresionantes puestas de sol y verdes paisajes.

Siempre que hablábamos insistía en que debía de pasar más tiempo en la naturaleza y aunque mi trabajo y mi día a día no me lo permitian tenía razón.

Cuadrando un buen pronóstico meteorológico del cálido principio de verano y unos días libres salió espontáneamente la idea de una expedición al centro del parrizal de Beceite.

Sin pensarlo más decidimos equiparnos con lo más esencial y organizar un vivac en plena naturaleza, abandonar los senderos marcados y escapar desde alguna vía ferrata en busca de la postal más auténtica que fotógrafiarian nuestras retinas.

Salimos de madrugada en dirección al bonito Teruel, la idea era pasar dos o tres días dependiendo de lo exigente de la ruta que nos íbamos marcar, teníamos lo básico necesario, pastillas potabilizadoras, un hornillo, comida y un saco, no necesitábamos más.

Después de abandonar las rutas marcadas empezamos a trepar una escalera de metal anclada en la piedra, yo le pregunté si era lo correcto y ella me dijo que no me preocupase, hasta en plena montaña hay turismo y los mejores parajes estaban reservados solo para quien los conozcan.

Yo confiaba en su experiencia, tenía muchas horas de montaña y se conocía perfectamente esa ruta ya que había nacido en esas tierras.

Tenía toda la razón, como siempre unas vistas impresionantes, sentí que era el primero en ver salir el sol de toda la zona.

Andamos un rato más adentrándonos en el profundo bosque, el sol fue tapado por los frondosos árboles. El frescor y la humedad del ambiente se sentía al respirar llenando los pulmones.

La sensación de estar rodeado de árboles desorientada pero ella, mi guía, me tranquilizaba, era fácil solo teníamos que hacer lo que ella había hecho ya cientos de veces.

Hicimos un alto en el camino para disfrutar del silencio del bosque, me dijo:

  • ¿ Qué te parece, precioso verdad?

Asentí con la cabeza a la vez que inhalaba fuerte el aroma de la arboleda.

Me dijo:

  • Bebe agua, mejor que estés hidratado en todo momento, son trucos de las expediciones, como el no separarse para nada. Umgh… Me estoy meando, ¿no te importa que lo haga aquí no?

Claro que no, - ¡no me dejes aquí solo! dije yo, a fin de cuentas no separarse era lo más importante.

Se bajó sus pantalones técnicos a la vez que sus bragas con total normalidad, no conté con esa imagen ante mi, descubrir su sexo de golpe sin procesar el hecho de lo que habiamos acordado, su fino pelo azabache cubria sus labios carnosos, su piel fina y palida con unas bonitas nalgas lo hacian resaltar de cuclillas y mirandome a los ojos empezó a mear delante mio, quiza me decia algo pero mi atencion estaba fijada en el dorado que se deslizaba entre su suabe pelo oscuro.

¿Cuánto tiempo había pasado? Porque se reía, ¿a qué venían esas carcajadas? miré la dirección de su mirada y descubrí que mi tremenda erección había sido delatada por mis finos pantalones de montaña.

Un escalofrío de vergüenza me recorrió la columna, noté como me sonrojaba mientras ella me decía:

  • ¿En serio te has puesto cachondo viendome mear pervertido?

Sabía que no se había ofendido porque no paraba de reír, no me sorprendió porque tampoco había pasado nada malo, lo que sí que me dejó desconcertado fue su siguiente frase.

  • Sabes, en supervivencia no es bueno llevar mojada ninguna parte del cuerpo durante mucho tiempo, ¿me lo secas?

Pensé que normalizar la situación sería la mejor forma de olvidar mi bochornosa erección y asentí diciendo:¿ pero cómo?

  • Con la lengua, ¿cómo va a ser?

Respondió con toda naturalidad.

Seré sincero al decir que no pensé más a partir de ahí ella había decidido por mi sin yo aun saberlo y como algo de lo más natural hundí mi lengua entre sus carnosos labios.

No fue el sabor, ni su aroma lo que realmente me excito, fue estar haciendo algo tan políticamente incorrecto como usar mi lengua como su útil de limpieza campestre. Me estremecía por dentro cada vez que mi lengua penetraba esa frontera de pelo encontrando ese sabor peculiar hasta que el ardor de mi mejilla a causa de un bofetón de ella me hizo volver al bosque.

  • Te he dicho que me limpies, ¡no que me comas el coño pervertido!

Se subió los pantalones y seguimos la marcha como si nada, con total naturalidad, quizás me costo mas de lo normal bajar la erección pero tampoco era algo que nos importase a los dos.

Seguimos esta acción en cada parada, mirando ya de muy cerca cada vez como su oro líquido mojaba esa preciosa tierra y como yo eliminaba esas últimas gotas para que su travesía fuese lo más seca posible.

Empezó a atardecer y buscamos cobijo en una cueva, fui a por agua al río que teníamos cerca, mientras ella encendía un pequeño fuego encima de una gran roca con forma de cuenco, usamos nuestros sobres de comida deshidratada con el agua caliente para preparar una gran cena y empezamos a hablar de la gran experiencia de estar en plena naturaleza.

Una botella de vino se había colado en el equipaje esencial y brindamos a la montaña por darnos ese techo de la cueva para poder dormir, después de un par de vasos me dijo:

  • ¿Sabes? Me has puesto cachonda al final con tanta limpieza, supongo que has pensado que al final del día me ibas a follar, ¿Verdad?

El corazón se me aceleró y le dije que no había pensado nada.

  • Mejor, porque no lo vas a hacer, aunque te voy a dejar que me comas el coño para dormirme mas agusto.
  • ¡Quitame las bragas!

Me ordenó, deje mi vaso y le quité sus botas, pantalones y bragas lo más rapido que pude, ante mi estaba ese coño negro lleno de morbo salvaje, me tire undiendo mi lengua y saboreandolo una vez mas, baje mi ritmo para no aprecer desesperado y haciendo circulos con mi lengue empece a sincronizarme con su respiración.

Mi mano empezó a acariciar su suave vello y note como estaba empapado, su clítoris se hinchaba en mi boca y sin darme cuenta un dedo se hundió profundamente.

Empezó a gemir suavemente mientras movía su cadera arriba y abajo, creí que era momento de meter otro dedo y sin parar de chupar empecé a moverlos, dentro y  fuera, dentro y fuera…

Note como la presión subía en mis arterias, el dolor genital ante tanta excitación se estaba volviendo agradable incluso, ella me cogió con fuerza la cabeza y empezó a moverse acompasadamente, sentí como si fuera ella quien se masturbaba con mi boca mas que yo quien hiciese que sintiera ese placer, tres dedos la empezaron a penetrar al mismo tiempo intentando conseguir que sus gemidos se escuchasen en toda la sierra, esta vez a toda velozidad, penetrando lo mas rapido y profundo que podian mis dedos, generando un ruido como cuando el agua de una cascada choca contra una piedra antes de seguri su curso por el río.

Poco rato pasó hasta que sus gemidos se volvieron gritos, su cuerpo se estremecía y convulsionaba empecé a notar muy humedos mis dedos y en un gran alarido los saqué, un gran chorro húmedo mojó mi cara,entró en mi boca y bajó por mi garganta, pensé: No es el mismo sabor, ni tiene un aroma parecido, lo he conseguido, ¡Si! su orgasmo, me he comido su placer, me encantaba ese sabor que excitaba mi paladar.

Me dijo:

  • Has estado bien, comes y limpias bien los coños, te has ganado una paja que debes estar bien cachondo después de todo el día.

Solo me salio decirle gracias y ella me dijo:

  • De nada, puedes oler mis bragas y correte en ellas mientras te grabo con el móvil como recuerdo de la expedición.

Cogí su bragas a toda prisa, me quite la parte de abajo y agarre mi dura polla mientras olía la parte central marcada por sus labios, el aroma de su coño mezclado con las feromonas del sudor de un día de marcha inundaban el centro de mi cerebro reptiliano.

Creo que notaba más la excitación cerebral que la de la paja que me estaba haciendo delante de ella, también dejar libre mi mente siguiendo las decisiones marcadas por ella era relajante y estimulante y la vergüenza de ser grabado en esa situación tan íntima era de lo más morboso.

Por desgracia no pude aguantar demasiado ese momento y note como en pocos segundos ya me corría, rápidamente baje las bragas y  eyacule una gran cantidad de lefa en ellas, tanta excitación había acumulado una gran cantidad de semen que habían expulsado mis huevos doloridos sobre esas deliciosas bragas.

Gemí como nunca y me maree y todo de tanta sensación mental, aunque aún faltaba una última cosa que yo ni me había planteado. Y ella me la hizo saber:

  • Como me ponga esas bragas ahora me dejas preñada jaja, vaya corrida has sacado, limpialas bien antes de devolverlas y no dejes de mirar a la cámara.

Supongo que imagináis que obedecí sin pensarlo y así fue, lo que nunca pensé es que el sabor de mi propio orgasmo me llegase a gustar tanto como excitar, ella lo sabía igual que sabía que ruta era la mejor para salir de lo establecido y marcado.

Apagó el farolillo y bostezo mientras se metía en su saco de dormir y me dijo:

  • Eres un buen acompañante de expediciones, ahora acuéstate en mis pies y descansa Gatiko.