La expansión del Transburdel (I): Nuevos Rumbos
Continúa la historia del Transburdel, ahora a cargo de una terrible Mara. Nuevas aventuras, nuevos (y siniestros) personajes, y más erotismo, para una historia que ha capturado el interés de mucha gente. Recomiendo leer la primer parte: La creación del Transburdel 1 a 5. Gracias a tod@s!
CAPITULO I
Mara revisaba en su PC los números de las sucursales del Transburdel. Habían pasado tres años desde aquella noche en que Marcos y Miguel (ahora Micaela) la habían encontrado, cuando aún era Martín. Muchísimas cosas habían pasado en éstos tres años, y aquello que Marcos había empezado como una loca aventura se había convertido en toda una empresa. Brillante. Sucursales en todo el país, y en las principales ciudades del mundo. Madrid, Barcelona, Londres, París, Ámsterdam, México DF, Roma… En todas, un Transburdel funcionaba a todo vapor. Apenas abría sus puertas, se convertía en un éxito. Claro que la visión comercial de Mara era lo que lo había hecho posible. Eso y su falta absoluta de escrúpulos a la hora de “conseguir” chicas para trabajar.
A diferencia de Marcos, Mara no tenía pruritos en establecer una red de contactos en cada ciudad apenas abría. Para eso se valía de la famosa droga de Marcos, cuya fórmula había sido ya totalmente renovada por el genio del Dr. Paredes, a quien Mara conoció ocasionalmente, en un golpe de suerte que cambió la historia del Transburdel. El Dr. Abel Paredes llegó un día, un año y medio atrás, como cliente junto a un grupo de amigos, en una supuesta despedida de solteros. Cuando cada miembro del grupo definió qué quería, quedó claro que el Dr. Paredes iba a tener un encuentro ardiente con Mara, siendo el único que había pedido una especialista en BDSM.
Durante la charla previa, Mara descubrió que Paredes era casi un genio. Doctor en bioquímica, con especialización en bioingeniería y biotecnología y como frutilla del postre, amplios conocimientos de psicología, y como si fuera poco amante de prácticas BDSM que seguramente provendrían de una oscura perversión de su complicada mente, Mara presintió que éste hombre podría ayudar en su ambicioso plan de expansión para el Transburdel, del que se había hecho cargo cuando Marcos y Esteban decidieron dedicarse a disfrutar de los beneficios económicos, dejándole a Mara la administración absoluta del lugar.
Mara se esmeró en atenderlo, buscando discretamente los disparadores de las más oscuras perversiones del hombre. Fue así como, con el correr de las horas, ella asumió roles de dominatríz, de esclava, fue activa con él, luego pasiva, y entre polvo y polvo fue desnudando la personalidad del doctor. Cuando estuvo segura que la retorcida moral del hombre sería de gran ayuda, fue blanqueando poco a poco la historia del lugar y de cómo se habían ido incorporando las distintas chicas. Le contó la historia de Micaela, de Jeannette, de los chicos de seguridad y la suya propia. El iluminado rostro del hombre le decía a Mara que había encontrado el socio ideal. Pero no fue hasta que le contó la historia de Tonya, Esteban y eme, que Paredes explotó en un orgasmo estremecedor. El tipo se había estado pajeando durante toda la narración, y la ardiente historia del policía y su familia despertó todo su morbo. Inmediatamente, Mara llamó a eme, para que limpiara la leche que el hombre había desparramado. Abel, como se animó a llamarlo, quedó extasiado ante la vista de la vieja puta y su sumisión. Apenas la mucama terminó su tarea y abandonó la habitación, Mara habló abiertamente con Abel. “Quiero que me ayudes a expandir el Transburdel. Creo que tus conocimientos en tus campos de acción pueden darnos enormes dividendos. Te duplico el sueldo que estés ganando hoy”, dijo, convencida. Abel se quedó mirándola, pensativo. Unos segundos después, dijo: “además de la plata, quiero acceso libre a todas las chicas, y vía libre para mis investigaciones”. Mara, a manera de cerrar el trato, se zambulló entre las piernas del doctor, haciéndole un pete inolvidable. El Dr. Paredes se había convertido en la más nueva adquisición del staff del Transburdel, pero en un rol que habría de cambiar el destino del lugar.
Seis meses después de aquél primer encuentro, Paredes tenía una fórmula increíblemente poderosa, que también combinaba un tratamiento hormonal ultrarrápido, y había desarrollado avanzadísimas formas de control mental, que basadas en torturantes terapias de conversión, incluyendo máquinas cogedoras, podían hacer del más hétero de los hombres, una puta insaciable, con cuerpos esculturales, en menos de una semana. La nueva fórmula creaba adicción inmediata, y en cuestión de minutos el hombre expuesto quedaba convertido en un adorador de pijas y leche. Pero lo realmente novedoso era que, apenas pasada una hora, ya su cuerpo empezaba a mostrar rastros de feminización. Pasadas 24 horas, el vello corporal desaparecía y un par de tetas incipientes comenzaban a mostrarse. Mientras los videos eróticos con mensajes subliminales iban programando la personalidad de puta, las máquinas de penetración permanente cogían a los candidatos, llenándolos periódicamente con la droga. En 48 horas, nada quedaba de la personalidad masculina, y las putas eran pasadas a salones donde grupos de hombres seguían la tarea de alimentarlas a pija y leche, lo que no hacía más que afirmar sus nuevos deseos y necesidades. Para el quinto día, una cirugía de alta tecnología aumentaba las tetas y glúteos, disminuía la cintura y feminizaba los rasgos faciales. En siete días, una nueva puta estaba lista para sumarse al plantel del Transburdel, hambrienta de ser cogida y deseosa de someterse a los mandatos de Mara.
A partir de ese momento, el negocio explotó, con una expansión imparable. Mara le había pedido a Paredes una versión de la droga que no feminizara, a fin de usarla para ganar aliados políticos que evitaran las clausuras e investigaciones, que podrían tener terribles consecuencias. Con esa droga, Mara había conseguido que Esteban se convirtiese en Jefe de Policía, pero lo había hecho a escondidas del comisario y de Marcos, sabiendo que ellos no lo querrían. El otro policía que habían convertido, el oficial Giménez, ya era Comisario Mayor, así que tenían amplia cobertura para operar tranquilamente.
Ocho meses después de la incorporación de Paredes al staff, abría sus puertas el Transburdel Rosario, el que Mara había entregado a Tonya para administrar, a sabiendas de su pasado universitario. Una dotación de chicas “nuevas”, adquiridas gracias a los desarrollos del Doc, como lo conocían las chicas, se hacía cargo de los nuevos clientes, a la vez que empezaba a buscar nuevos candidatos.
Para cuando se había cumplido un año del inicio de los trabajos de Paredes, el Transburdel ya estaba presente en Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Tucumán, Mar del Plata y Bariloche. Esta última sucursal llenaba de morbo a Mara, sabiendo que los chicos que realizaban el viaje de egresados a esa ciudad, serían una fuente inagotable de candidatos para nutrir las nuevas casas de putas que fuesen abriendo.
En cuestión de sólo unos meses más, el Transburdel ya era una realidad en varias ciudades del mundo, siempre regenteados por chicas de su absoluta confianza, que ella misma seleccionaba de entre sus propias convertidas. Así fue como Jeannette se hizo cargo de Londres, Keyra de Milán, Luli de París y así con todas las sucursales. Sólo había mantenido a su lado a Micaela, de quién no podía desprenderse, por los sentimientos que las unían.
CAPITULO II
Una de las cosas que más preocupaba a Mara, era el crecimiento de la demanda. Por eso, uno de los principales pedidos al Doc Paredes había sido una versión de la droga que la ayudara a fidelizar a los clientes, o a conquistar clientes nuevos. Cuando Mara le dijo eso al doctor, a éste le brillaron los ojos. Imaginó mil formas de nuevas técnicas torturantes, pero enseguida Mara lo paró: "sólo quiero una versión de la droga capaz de hacer que un tipo que busca una mina biológica se enamore de la pija de una mina trans, no otra cosa". Levemente decepcionado, Paredes aceptó el desafío y en poco tiempo le entregó la nueva droga. Mara se decidió a probarla ella misma, y para eso publicó un aviso ofreciendo sus servicios en una página de escorts, como si ella fuese una mujer biológica, y alquiló un departamento en el centro donde recibiría a esos clientes.
Cuando todo estuvo listo, combinó un encuentro con un cliente en el departamento, y se fue hasta allí para prepararse. Tenía todo planeado en su mente. Lo recibiría, provocativa y sensual como siempre, y lo haría calentarse hasta que no aguantara más. Allí usaría su propio presemen para inducirlo, y cuando ya estuviese enganchado, le daría la pija. Si Paredes había hecho las cosas bien, y si todo salía según lo planeado, el cliente se convertiría en un asiduo visitante del Transburdel.
A la hora combinada, Roberto tocó el timbre del departamento, y Mara lo recibió envuelta en un camisolín de encaje blanco, corpiño y tanga haciendo juego, medias blancas con encaje y portaligas. Remataba con un par de sandalias blancas con taco de 18 cm., que hacían que sus piernas y su culo se viese impresionante. Roberto era un hombre de unos 45 años, levemente entrecano, alto, con buen estado físico y rostro muy agradable y cuidado. Mara inmediatamente percibió a un hombre de buen pasar, y el detalle de la alianza en su dedo anular de la mano izquierda la hizo saber que era un hombre casado.
Mara jugueteó con Roberto por largos minutos, hasta que el hombre dijo: "no te quiero apurar, pero se pasa la hora y no pienso pagarte más de una". Mara, casi riéndose, imaginando que una vez que el tipo probase su pija no iba a querer salir de ahí jamás, le dijo: "no te preocupes, yo no soy de esa clase de chicas. Conmigo te podés quedar todo el tiempo que quieras". Roberto, habituado a cierto nivel de destrato por parte de las prostitutas, se quedó fascinado. Comenzó entonces un juego de seducción mutua, con besos, caricias, lenguas… El hombre estaba terriblemente excitado, y cuando la puta apoyó su mano sobre el pantalón, pudo notar la enorme erección que él tenía. Mara supo que ese era el momento justo, así que le pidió un minuto, y fue hasta el baño, donde apartando la tanga, untó sus dedos en su abundante presemen, producto de la enorme excitación que ella misma tenía, y lo untó en sus pezones y sus labios. Rápidamente, para que no se enfriase la situación, volvió hasta el sillón, donde Roberto ya se había quitado la camisa, mostrando un muy velludo pecho, bien masculino, que volvió loca a Mara. Sin darle tiempo a nada, se sentó en las piernas de Roberto, de frente a él, colocando una rodilla a cada lado del hombre, y tomando su cara con ambas manos forzó un enorme beso que el hombre correspondió, entusiasta. El beso era ardiente, hipnótico, atrapante. Roberto no podía soltar sus labios de los de aquella diosa. Se sentía dominado por el erotismo de esa exuberante mujer. Fue ella la que rompió el contacto de los labios, y entre jadeos y suspiros, ofreció sus tetas al hombre. Roberto quería seguir sintiendo el sabor de esos labios, pero la cercanía del pezón a su boca le permitió percibir el mismo aroma de la boca de Mara, así que sin dudar se lanzó a chuparle las tetas, suavemente primero, pero con tremenda pasión después, lo que hacía que Mara gimiera sin parar, pero más importante, haciendo que la pija de ella soltara enormes cantidades de presemen que habían empapado la tanga. La cabeza de Roberto daba vueltas, y en ese momento haría cualquier cosa que ésta diosa le pidiese. Fue entonces cuando Mara, tomando al hombre de la mano, lo guio hasta la cama, donde le quitó el pantalón y el bóxer, dejando la endurecidísima pija del maduro al descubierto. Mara jugueteó un poco con ella, y luego empujó al hombre sobre la cama, que cayó de espaldas, quedando extasiado con la visión de una Mara inmensa, mirándolo fijamente desde el costado. Mara se arrodilló sobre el colchón, y fue acercándose sugestivamente hasta poner una pierna a cada lado de la cara de Roberto, que finalmente pudo hundir su nariz en la entrepierna de la mujer. El abundante olor, que Roberto no podía identificar pero que sabía que le fascinaba, inundó la nariz del hombre, que inhaló fuertemente dos o tres veces. Casi por reflejo, su lengua comenzó a lamer el humedecido encaje de la tanga, hasta que Mara no pudo resistirlo más, y en un rápido movimiento extrajo su empapadísima pija, dejándola a escasos centímetros del rostro de Roberto.
La mirada del hombre se estremeció. "No es una mina, es un travesti", pensó, sintiéndose estafado. Estaba por empujar a Mara de encima de él y comenzar con una catarata de insultos, pero su cuerpo lo traicionó. Su pija estaba más dura que antes, y sus labios se abrieron lentamente, invitando a la hermosa mujer a que le metiera ese enorme pedazo de carne en su boca. En cuanto sintió la invasión, el imaginado reflejo de asco no fue tal. Sólo pudo sentir su propia pija chorreando y la imperiosa necesidad de empezar a chupar ese cálido miembro. Segundos después, Mara cogía la boca del hambriento Roberto, hasta que en cierto momento, lo guio para cambiar de posición, para que el hombre registrase en su cabeza que era él quien quería chupar esa pija, y que no estaba siendo forzado. Mara quedó entonces recostada contra la cabecera de la cama, con sus piernas abiertas totalmente, ofreciéndole a Roberto la pija que el hombre continuó chupando, ahora en cuatro patas, de frente a ella. A medida que avanzaba en la mamada, iba usando sus manos, e incorporando detalles de lo que a él le gustaba que le hicieran, lo que hacía que Mara se regocijase de placer, por su nueva conquista. Realmente la droga del Doc funcionaba, y éste tipo, que hasta había tenido una reacción casi homofóbica, estaba ahora rendido chupándole la pija. ¿Le entregaría el culo, si ella se lo pedía? La sola idea de penetrarlo y dominarlo fue suficiente para hacerla acabar, llenando la boca de Roberto de leche. Mara observó la reacción del hombre, que fue de sorpresa primero, seguida por un mínimo instante de repulsión, que fue inmediatamente sustituida por un enorme placer cuando tragó la leche, lo que le causó un enorme orgasmo, que hizo que desparramara su propia leche sobre la cama.
Roberto quedó jadeante, tendido boca abajo sobre las sábanas empapadas de su propia leche, mientras Mara le acariciaba los cabellos y besaba tiernamente sus orejas y su cuello. Lentamente, ella fue acostándose a su lado pegando su cuerpo más y más, acariciando su espalda, y lentamente usando su boca para conseguir excitarlo nuevamente. En un momento, Roberto giró la cabeza y se fundieron en un beso enorme, excitante, profundo. La lengua de Mara invadió la boca del hombre, y la penetraba como minutos antes lo había hecho la pija de la puta. Roberto estaba perdidamente extasiado, y sintió que su cuerpo volvía a excitarse nuevamente, con sensaciones que jamás había experimentado, ni siquiera imaginado.
En pocos minutos, Roberto estaba acariciando la pija de Mara nuevamente, mientras dejaba que la poderosa boca de la mujer dominara a la suya. Finalmente, sintió las manos de ella apoderarse de sus nalgas, y supo en ese preciso instante que quería tenerla dentro de él. Soltando el beso, miró a Mara a los ojos, y le imploró que lo cogiera. "Quiero sentirte adentro mío, no sé qué me pasa, pero sé que te quiero llenándome. Quiero esa pija cogiéndome el culo. Haceme tuyo, por favor". Mara no necesitó que le reiteraran la invitación. Con gran destreza, se ubicó detrás de él, lo ayudó a elevar un poco su cadera apoyándose en sus rodillas, de manera de quedar ofreciendo el culo a la enhiesta pija de Mara, que ya se deleitaba con lo que vendría.
Roberto no pudo contenerse, y apenas sintió la penetración, tuvo otro orgasmo, que el hombre trató de contener con sus manos, para luego llevarse los dedos a la boca y saborear su propio semen, confirmando su nuevo gusto recién adquirido. Mientras tanto, Mara lo bombeaba como si no hubiese un mañana y él disfrutaba de una fantástica cogida que la puta se esmeraba en darle. En la cabeza del hombre, su predilección por las mujeres trans se iba afianzando a cada empujón de la puta, hasta que con un gemido bajo e intenso, Mara llenó de leche, por primera vez, el culo de Roberto que, desde ese momento, desearía siempre sentir esta sensación.
Un rato después, Mara y Roberto se besaban tiernamente en el sillón donde todo había empezado, mientras el hombre no paraba de acariciar la pija de Mara, mostrando su afición recién descubierta. Mara le contó de la existencia del Transburdel, y le habló de las hermosas chicas que allí atendían, haciendo énfasis en el tamaño de las pijas de algunas de ellas. Los ojos del hombre brillaban de deseo, y prometió una próxima visita al lugar. Mara lo besó nuevamente, para después acompañarlo hasta la puerta. Íntimamente, sabía que había conquistado un cliente, y que éste método funcionaría para aumentar la clientela, sumando nuevos adoradores de chicas con pija.
CAPITULO III
Lucas, Erny y Nahuel entraron tímidamente al lugar. Habían decidido que, mientras sus infantiles compañeros de curso iban a bailar a una disco, ellos harían mejor provecho de su viaje de egresados a Bariloche cogiéndose a unas putas. En el hotel, el conserje les había dado el dato, discretamente, de un lugar con increíbles perras, de cuerpos fabulosos, que seguramente harían las delicias de los jóvenes. El musculoso patovica de seguridad casi les impide el acceso, hasta que mostraron sus documentos probando su mayoría de edad. Ese era prácticamente el único recaudo que Mara había impuesto, siendo el único límite que su moral mantenía.
Apenas entraron, las chicas los abordaron charlando inquisitivamente acerca de sus vidas, sus familias y tratando de obtener la mayor información posible, a fin de determinar si alguno de ellos podría ser candidato a incorporarse a las filas de putas. De hecho, varias de las chicas más jóvenes que ahora trabajaban en la sucursal habían venido en un principio como clientes, siendo ahora de las más ardientes, considerando su hiperactividad sexual propia de la edad. Ámbar, la voluptuosa pelirroja recientemente incorporada al staff, charlaba con Lucas, que confesaba su permanente soledad, producto del hecho de ser hijo único de un matrimonio de personas mayores, sin otra familia, y de la reciente viudez de su padre. Asimismo, le contó que ni siquiera los chicos que habían venido con él eran verdaderos amigos, y que el colegio siempre había sido un calvario, donde permanentemente se sintió como “sapo de otro pozo”. Ámbar supo que Lucas era un candidato ideal, así que avisó a Erika, la encargada, para que preparara todo y le suministrara la droga. Un rato después, Ámbar y Lucas entraban en una habitación, donde ella le haría pasar “una experiencia que cambiaría su vida”, según le dijo.
Los labios de Lucas se cerraron sobre los de la apetitosa boca de Ámbar, que con su lengua invadió la boca del chico, mientras que el muchacho acariciaba y frotaba las enormes tetas de la pelirroja. Ámbar lo dejaba hacer, sabiendo que pronto el chico estaría sometido a su voluntad. Lentamente, Lucas fue descendiendo, hasta llegar a chupar las tetas de la chica, cuando un extraño sabor asaltó sus sentidos. Se le hacía más y más difícil apartarse de esas deliciosas tetas, y fue allí cuando la chica se quitó la diminuta tanga y extrajo su poderosa pija de entre sus piernas. Lucas saltó hacia atrás, al tiempo que dio un ahogado grito de terror. “Sos un tipo”, le dijo entre sorprendido y ofuscado. Ámbar se rió, y juntando y elevando sus tetas con sus propias manos, a la vez que mostrándole el redondeado culo, le respondió: “te parece el cuerpo de un tipo?”. Lucas la miró asombrado, pero obnubilado por los efectos de la droga, sintió que la durísima pija le resultaba cada vez más intrigante, más deseable, más atractiva. Sintió su boca empaparse y el deseo de chupar ese pedazo de carne duro se le hizo cada vez más incontenible. Finalmente, se dejó caer sobre sus rodillas, y envolvió la pija de la puta con su boca, sellando sus labios alrededor de la roja cabeza. Comenzó a chupar, lo mejor que podía, a la vez que la puta le bombeaba la boca, y le daba indicaciones que él seguía al pie de la letra. En apenas dos minutos, ya estaba chupando la pija como un experto. En su cabeza, sólo pensaba en tragarse la leche que pronto vendría, para después echarse sobre la cama y recibir dentro de su culo ese hermoso pedazo de carne. Cuando Ámbar acabó en su boca, la pija de Lucas explotó chorreando su propia leche por los pies de la puta, el piso y su propio cuerpo. Ya en ese momento, el destino de Lucas estaba sellado. Luego de que tragara toda la leche de la pelirroja, ella lo tomó de los brazos, y comenzó a besarlo ardientemente, para luego arrojarlo de espaldas a la cama. Lucas estaba extasiado, confuso, excitado. Dejó que ella hiciera con él lo que quisiera. En cuestión de segundos, el chico tuvo los pies a los hombros de Ámbar y la durísima pija de la puta se hundió en su deseoso culo. Lucas no paró de gemir y de implorar que ella lo cogiera sin piedad. A medida que se acercaba al orgasmo, la pelirroja torturaba al chico con frases como “¿querés que te llene? ¿sabés lo que va a pasar si te lleno? Te vas a convertir en mi puta. Te voy a hacer tan puta como yo. ¿Estás seguro que querés mi leche?”. El chico sólo alcanzó a balbucear un “sí”, antes que Ámbar acabara intensamente dentro de él. En ese instante, un intenso orgasmo tomó por asalto su cuerpo, que rápidamente empezó a absorber la droga de la leche que lo había llenado.
En otras habitaciones, los otros dos chicos ahora habían aprendido a disfrutar de las pijas de estas putas, y gozaban mientras aprendían más y más sobre sexo con chicas trans. Sugestionables al extremo por la droga, sucumbieron fácilmente a la propuesta de las chicas de acompañarlas hasta la habitación donde estaba su amigo, que ahora estaba deseoso de ser cogido por dos machos como ellos.
Confundido y mareado, Lucas vio a sus amigos entrar a la habitación, y les dijo que se quedaría allí, porque quería seguir experimentando esos placeres. Se arrodilló delante de ellos, y casi sin pensar comenzó a chuparles la pija, alternadamente, hasta que ambos estaban totalmente duros. Los guio hasta la cama, y se ubicó de forma tal de ofrecerle su hambriento culo a uno, mientras su boca se encargaba de la pija del otro. Cuando ambos acabaron, los hizo cambiar de posiciones, y se dedicó a hacerlos acabar nuevamente. Cuando ambos le habían dado su leche tanto en la boca como en su culo, les sonrió, agradecido, despidiéndolos con un beso.
Cuando los otros chicos se marcharon, Ámbar llevó a Lucas a una habitación cerrada del subsuelo, donde la máquina de penetración permanente estaba lista. La máquina, pergeñada por el genio del Doc Paredes, tenía un brazo mecánico que hacía un movimiento de vaivén, y que terminaba en un dildo desmontable. El Doc lo había diseñado de forma de que fuera siendo reemplazado por uno de mayor tamaño a medida que el entrenamiento avanzaba. El dildo tenía un conducto interno y una pequeña bomba en el aparato que hacía que eyaculara periódicamente grandes cantidades de la droga con hormonas. Ámbar ató al chico a las amarras, de forma que su cuerpo quedara en cuatro patas, con su culo alineado al brazo del aparato. Con la lubricación de la leche que chorreaba del culo de Lucas, lo empujó hacia atrás hasta que el dildo quedó totalmente hundido en su culo, e inmediatamente puso en marcha la máquina, que con un zumbido bajo empezó su movimiento de vaivén cogiendo al chico que sólo atinaba a gemir, mientras sus desorbitados ojos veían el ardiente video que pasaba en las pantallas frente a él. Allí, entre las imágenes de descomunales pijas que cogían culos de chicos como él, los mensajes subliminales se sucedían imperceptibles para su visión consciente, pero grabándose a fuego en su subconsciente. “Sos muy puta”, “sólo querés pijas”, “sos una perra hambrienta de machos”, “adorás la pija”, eran los mensajes que se sucedían para un desprevenido Lucas, que absorbía la programación al mismo tiempo que la droga, la que iba haciendo más y más efecto. Ámbar salió de la habitación, excitaba por saber el destino del chico.
Pasadas dos horas, Erika reemplazó el dildo por uno de mayor tamaño, y acercó otra máquina muy similar que equipó con otro dildo mucho más grande, ubicándolo para que cogiera la boca del chico, lo que Lucas agradeció con una sonrisa. Seis horas después, y después de otros dos cambios de dildo, las tetas de Lucas ya comenzaban a asomar, así como sus suavizadas curvas y su delicada piel. En sus movimientos, se notaba claramente su adoración por las pijas y su deseo de ser cogida permanentemente. En su cabeza, se vió íntegramente como una mujer, y las pantallas le devolvieron imágenes de mujeres trans que le enseñaban técnicas de sexo nuevas que la excitaban y le hacían desear tener muchos machos cogiéndola.
Al cabo de dos días, cuando Erika soltó las ataduras y apagó las máquinas, nada quedó de Lucas, y una ardiente Lucy imploró que se la siguieran cogiendo. Erika acompaño a Lucy a otra habitación, donde dos machos musculosos esperaban a la nueva puta, a la que cogerían sin cesar, turnándose con otros chongos, por los próximos tres días, hasta que llegara el turno de la cirugía de transformación final. Al cabo de una semana, Lucy, luciendo un delicado cabello rubio hasta los hombros, una marcadísima cintura, un culo envidiablemente redondo y unas perfectas y turgentes tetas, se incorporaba al staff de chicas, y se preparaba para atender a un grupito de chicos de un viaje de egresados. Durante los dos días de recuperación de la cirugía, Erika le había enseñado cómo identificar posibles candidatos, al tiempo que le mostró algunos secretitos de cómo atrapar un hombre, que no estaban explicados en los videos.
CAPITULO IV
Roberto entró al Transburdel por quinta vez consecutiva en la semana, habiendo pasado apenas catorce días de aquél encuentro con Mara que le cambiara la vida. Realmente, se le hacía cada vez más difícil pasar el tiempo sin sentir su culo invadido por la pija de una de estas diosas del sexo. ¿Cómo era posible que hubiese pasado toda su vida evitando esto, que tanto placer le daba? Lo que le resultaba raro era que ya su esposa no le resultaba ni tan atractiva como antes, ni el sexo con ella era interesante. Claramente, la inexistencia de una pija en el cuerpo de su mujer, le restaba erotismo al asunto.
Cuando se había acomodado en la barra, para tomarse un whisky mientras decidía con qué chica iba a estar hoy, dos de las que lo habían atendido en días anteriores se acercaron hasta él, para saludarlo, y tratar de repetir. En unos segundos, las chicas comenzaron a competir por la atención del hombre, que más allá de saber que estaba pagando por sexo, se sintió halagado por las dos perras. Lo que él no sabía, era que se trataba de un ardid para hacerlo pagar un servicio doble, así como una habitación más cara. Finalmente, Roberto, sintiéndose todo un galán, se llevó a las dos chicas a una de las habitaciones de lujo, algo obligatorio cuando un cliente requería servicio de más de una chica.
Apenas minutos después, Roberto estaba en cuatro patas en la cama, con una enorme pija bombeando su culo mientras su experta boca mamaba la pija de la otra chica. Luego de que le dieran la leche varias veces, las chicas propusieron a Roberto intentar algo nuevo. Algo que ellas sabían que sellaría definitivamente su afición a las pijas, enterrando su deseo de estar con mujeres biológicas para siempre. Un instante después, Roberto tenía su culo penetrado por las pijas de ambas chicas, que lo cogieron conjuntamente. Una hora después, luego de haberse duchado y vestido, se besaron tiernamente los tres y salieron de la habitación. Al pasar al salón principal, el guardia de seguridad, solamente vestido con una diminuta tanga que claramente exponía el descomunal tamaño de su pija, miró a Roberto con cierta lujuria, cosa que impactó al cliente, desconcertándolo al principio, pero excitándolo tremendamente después. Su pija volvió a estar tiesa, y su culo se dilató con la sola idea de tener semejante chongo dándole bomba. ¿Es que tanta pija lo había vuelto puto? ¿Era tan malo calentarse así? ¿Sería igual de placentera la pija de un hombre que la de las chicas? ¿Se animaría a probar? Roberto se subió a su auto con la cabeza girando a mil. No consiguió encender el motor. En su cabeza, sólo podía ver la mirada de aquel muchachote de seguridad, y el tamaño impresionante de su bulto.
Volvió a entrar al Transburdel, argumentando que había perdido una billetera. De inmediato, los muchachos de seguridad lo ayudaron a buscar, siguiendo los pasos de dónde había estado, incluso hasta dentro de la habitación. Una vez allí, Charlie, el que lo había mirado sugestivamente, se agachaba para ver debajo de la cama, exponiéndole a Roberto el culo de una forma más que obvia. Charlie simplemente se movía, haciendo de cuenta que buscaba la billetera, pero exhibiendo su culo como una ofrenda. Roberto no podía dejar de mirarlo, hasta que no pudo más y acarició una nalga del musculoso chico. Charlie se puso de pie inmediatamente, y mirando fijamente a los ojos a Roberto, le dijo: "¿te gusta eso? Yo pensé que te iba a gustar más esto", quitándose la tanga y dejando expuesta su enorme y durísima pija. Roberto no lo pensó un segundo, y se arrodilló engullendo en un mismo movimiento toda esa hermosa pija.
Minutos después, Roberto, semidesnudo y tendido en la cama, recibía la primera pija de un hombre en su hambriento culo, mientras balbuceando primero, soltando palabras hasta finalmente armando frases claras, imploraba que lo cogieran como buen puto que era.
En la oficina, Mara observaba la acción en la pantalla, mientras llamaba a los gritos al Doc Paredes. En cuanto le explicó lo que pasaba, el Doc simplemente dijo: "me lo temía. Temía que pudiera pasar esto. No creo que tengamos forma de controlarlo. Cuando alguien afirma sus deseos por pija de semejante forma, se hace imposible que no la busque de un hombre. No creo tener forma de limitar esto. Tengo que estudiarlo bien". Y sin decir más, abandonó la oficina de una enfurecida Mara, que veía caer su estrategia de aumentar la clientela.
En la habitación, Charlie había llenado el culo de Roberto, que ahora besaba apasionadamente al musculoso, y le imploraba que lo dejara chuparle la pija. Charlie, sonriendo, simplemente llamó a otro de sus compañeros, y entre ambos pasaron el resto del día terminando la conversión de Roberto en un putito como ellos, sabiendo que pronto dejaría a su esposa y se dedicaría a los hombres, con exclusividad.