La exigente catedrática

La catedrática nos ha hecho a Silvia y a mi realizar un trabajo en común. Nos ha vigilado de cerca.

La exigente catedrática

Estaba en el último año de carrera, ya me estaban entrando las dudas de lo que haría cuando terminase mis estudios universitarios. Una posible opción era seguir en el ámbito de la investigación y la docencia. En diversos departamentos te daban la posibilidad de empezar a colaborar como alumno interno, y lo normal es que siguieras haciendo posteriormente el doctorado y acabarás como profesor. El departamento de Dña. Luisa Montes, era un lugar interesante, tenía mucho presupuesto y fama de tratar bien a la gente.

Ello me motivo a hablar con la responsable, subí al piso dónde estaba su despacho, allí estaba Silvia, una compañera de clase, que me dijo que ella también estaba esperando a la catedrática, seguro que quería lo mismo que yo. Nos pusimos a esperar en silencio, mirándonos un poco hostilmente, a que viniera la profesora. Por fin llegó Dña. Luisa, o Dra. Montes como prefería que se le llamase. Era una mujer que aun no llegaba a los cincuenta años de edad, era conocida por su ambición profesional, su estricto sentido del trabajo y por su conservadurismo, de hecho se decía que había llegado tan lejos, por el apoyo de alguna organización de tipo religioso.

  • Pasen, pasen los dos, no tengo mucho tiempo- nos dijo mientras abría la puerta de su despacho. El despacho era más que una oficina un autentico salón, una sólida mesa de estilo antiguo, con un enorme y alto sillón de madera, cual trono, presidía la sala, además había una mesa de reuniones rodeada de funcionales asientos, e incluso en un rincón había una mesita baja y unos silloncitos, lo único que faltaba era un grupo de menopaúsicas tomando allí el té. Libros y revistas se distribuían por unos armarios cerrados con puertas de vidrio, cubriendo prácticamente todas las paredes, dando el toque académico a la estancia.

Empezamos un poco a contar tanto Silvia como yo, que queríamos colaborar en el departamento, que su asignatura nos gustaba mucho, etc. Íbamos quitándonos la palabra, sin querer parecer bruscos, pero intentando que la catedrática se fijara en cada uno de nosotros. Ella sonreía pérfidamente atrincherada detrás de su mesa, viendo a aquel par de pimpollos de pie delante de ella, intentando vender sus cualidades.

-Bueno, realmente lo que me contáis esta muy bien, pero lo que necesito es que sepáis trabajar en equipo. Vuestros expedientes son magníficos, pero no demuestran vuestras aptitudes, os voy a hacer una prueba ahora mismo. Quiero que os folléis delante de mi ahora mismo- dijo imperturbable.

Silvia y yo nos quedamos perplejos, creímos no haber entendido bien, pero cuando nos miramos, supimos que nuestro oído no nos había engañado. Silvia balbuceó:

Pero, pero, no nos puede hacer esto…, nosotros, verá…, yo.- La Dra. Montes le cortó bruscamente:

Mira niñata, yo no he llegado hasta aquí siendo débil y apocada, si quieres trabajar conmigo, tendrás que hace lo que yo indiqué. La puerta no esta cerrada, si quieres te vas, y aquí no pasa nada, aunque será mejor que traslades tu expediente a otra Universidad, pues aquí tus estudios estarán acabados, tal vez tardes bastante tiempo en poder ejercer-

Vamos id para atrás que os pueda ver bien, empezad a meteros mano y a desnudaros, y poneros mirando a la pared - Continuó como si no pasará nada.

Silvia y yo retrocedimos, no éramos capaces de mirarnos a la cara, le dimos la espalda a la catedrática. Silvia me cogió la entrepierna un poco mecánicamente, y yo puse una mano sobre una de sus tetas, aquello era bastante poco excitante. Silvia y yo realmente solo nos conocíamos de vista en clase, habíamos tomado alguna cerveza en la cafetería de la facultad, con algunos amigos comunes, pero era la primera vez que nos tocábamos. Ella me soltó el paquete, y se puso delante de mi, yo solo veía su nuca, y la morena coleta que le salía de su cabeza, dándome en la cara. Oí un bufido de la profesora, me apresuré a abarcar con mis manos ambos pechos de Silvia, y atraer su espalda hacia mi cuerpo, a través de la tela notaba de su camisa, aprecie las costuras de su sujetador, y sus pezones. Baje una mano por su abdomen y trate de introducirla en su pantalón vaquero. Silvia seguía rígida, yo no estaba disfrutando pero ella parecía una estatua de mármol. Por una ventana se divisaba el césped que rodeaba la facultad, distinguía incluso a varios conocidos que estaban allí tumbados bajo un agradable sol de otoño, y mientras yo en este trance

Vamos, cómele algo, que esa niñata esta fría, vamos que yo lo vea.- Bramó desde atrás la voz algo anhelante de aquella mujer.

Logre desabrochar el botón de su vaquero y fui bajando su pantalón. Este se le pegaba a las piernas como una segunda piel. Cuando lo deje caido en sus tobillos, le hice dar la vuelta, lo cual hizo torpemente por el engorro del pantalón, y puse mi cara sobre su bajo vientre. Silvia podría haber visto que estaba haciendo la catedrática al haber cambiado de posición, pero yo creo que sus ojos seguían apuntando al suelo, y lo único que verían sería mi cogote, pues yo me había arrodillado delante de ella, e intentaba que mi nariz se restregara contra su vulva:. Las bragas impedían un buen acceso, se las baje hasta las rodillas, y ante mi se apareció un coñito tierno, empecé a probarlo con mi boca, yo ya me estaba olvidando de mi examinadora, enfrascado en aquellos valles y montañas, cuando el ruido de taconeo en el suelo me devolvió a la realidad, pude ver rápidamente de reojo, no me atrevía a apartar mi cabeza del pubis de Silvia, las piernas de Doña Luisa, enfundadas en unas medias de color perla, y calzadas por unos zapatos negros de hebilla dorada, pasar cerca de mi, intuí que iba a cerrar con cerrojo la puerta, lo que me extraño fue que esas piernas que fugazmente vislumbre, no estaban tapadas, y creí recordar que la catedrática llevaba una falda negra por debajo de la rodilla. No le di más vueltas al asunto pues en ese momento Silvia parecía despertar, y con sus manos me cogía la cabeza y me guiaba entre sus muslos. Empezaba a mover sus caderas hacia delante y atrás y yo crei auq la cosa iba bien, cuando la Luisa exclamó:

Vamos zorrita, cómele la polla, a ver como la tiene, y tu levántate.

Le obedecí, y gire mi cuerpo hacia ella, estaba sentada encima de la enorme mesa, con las piernas colgando, ligeramente abiertas, si que se había quitado la falda, las medias las tenia sujetas por un sorprendente liguero negro, a juego con unas bragas de ese mismo color. Quede como embobado, todo ello contrastaba con su camisa de color crema, abotonada hasta el cuello, y su peinado de peluquería.

  • Tú no mires, concéntrate en lo que haces- me desabotone el pantalón, Silvia hizo el resto, de rodillas con los pantalones ella también por los tobillos, y las bragas a media altura, se apresuro a bajarme los calzoncillos, y engulló precipitadamente mi pene en su boca, mi polla no estaba del todo empalmada, pues la situación me seguía confundiendo,. A hurtadillas vi como la señorona se metía las mano por debajo

de las negras bragas, se abría más de piernas y se empezaba a frotar con saña. Esto hizo que mi miembro empezara a estar en condiciones dentro de la boca de mi compañera, no fueron sus torpes mamadas, sino la visión de esa cabrona masturbándose delante de nosotros lo que me excitó. Baje la mirada y me encontré con la cabeza de Silvía, que hacía lo que podía.

Bien, bien, daros la vuelta, tu ponte como una perra, y tu montalé como un cabrón.

Nos pusimos otra vez de espaldas suyas, nos terminamos de quitar los pantalones así como la ropa interior que nos estorbaba.

Silvia se puso a cuatro patas, con la cabeza gacha, la camisa se le vencía dejando ver su espalda y el cierre del sujetador, yo comencé a amasar aquella carne joven, descubrí su torso aun mas, le desabroche el sujetador, el cual dejo de apretar los senos de mi improvisada compañera de lujuria, pero aun impedía que se los pudiera ver.

Mientras mi polla se emplazaba entre aquellos glúteos no podía dejar de pensar en aquella imagen de la respetada catedrática proporcionándose consuelo. Cuando levante un poco la vista descubrí que en la estantería cerrada con puertas de vidrio que tenia delante, se reflejaba bastante bien la imagen, la nuestra y la de una individua transformada, la respetable catedrática, se había quitado la blusa, su enorme busto, aun estaba contenido por el sostén, se hallaba reclinada encima de su mesa con las piernas abierta, sin bragas y con las medias sujetas por el liguero que le ceñía su cuerpo.

Me concentre de nuevo en la que tenía debajo, su culo no dio lugar a opciones y le fui perforando suavemente, ella ni gimió, veía su cara también reflejada y vi que ella también estaba mirando al cristal. Con mi pene dentro de su recto le agarre la coleta y empecé a tirar periódicamente de ella. A cada movimiento ella se arqueaba hacia atrás y todo su cuerpo se estremecía, y mi miembro recibia una ola de calor y presión. Silvia al mismo tiempo trataba de no perder detalle de lo que armario nos dejaba ver, al menos se corrió dos veces.

Vacié mis cojones dentro de ella, nos quedamos parados, agotados ,mirando ambos el reflejo en el armario. La Dra. Montes había cogido un terminal telefonico inalámbrico y se lo estaba metiendo alternativamente por la vulva, una vulva peluda y espectacularmente abierta, y por el ano. El sujetador se la había quitado y dos tetas blancas enormes se balanceaban rítmicamente, Giramos los dos un poco la cara y vimos como la baba se le salía de la boca, deslizándose ya por un cuello donde unas delatoras arrugas estropeaban un cuerpo bastante bien conservado. No dejaba de mirarnos, y cuando nuestras miradas se cruzaron, retiramos rápidamente la vista, y seguimos, yo encima de Silvia, con mi pene que no se deshinchaba por la excitación dentro de su culo, y ella metiéndose los dedos en la vulva, disfrutando con la imagen de aquella fiera sexual, finalmente la mujer se corrió con toda la lujuria del mundo, descendió ceremoniosamente de la mesa, y se sentó en su sillón.

Nos indico que nos aproximáramos, ella estaba parapetada detrás de la mesa, ya se estaba arreglando y poniendo la blusa. La mesa tenia un charco de liquido sospechoso, me hizo darle mis calzoncillos y con ellos limpio la superficie del mueble, después paso la lengua por la prenda y me la devolvió. Nos miro con cara de desprecio y nos comentó:

Bueno, no ha estado mal, ya sabéis lo que os conviene si queréis colaborar en esta cátedra, id trabajando un poco, hacedme un resumen- De un cajón sacó un montón de separatas de revistas científicas e hizo que las cogiera. Pude ver de cerca sus muslos desnudos embutidos en las medias de color perla y un pubis con una abundante mata triangular de pelo.

Silvia y yo, nos vestimos como pudimos, nos hemos ido a tomar unos cafés, con nuestros científicos papeles debajo del brazo, según ha ido pasando la tarde hemos pasado a las cervezas. No hemos hablado mucho de la experiencia, hemos divagado, contado cosas tontas y hemos seguido bebiendo, al final aterrizamos cerca del apartamento dónde vive Silvia con otras compañeras. Nos hemos metido en su habitación, con mirada cómplice ella se ha sentado en su cama, se ha quitado la ropa, excepto la blusa, que ha dejado semiabierta para que yo pueda intuir sus tetas,

Yo me he quitado toda la ropa, me he sentado en un sillón enfrente de la cama. Me he cogido la picha y he empezado a meneármela, lentamente, mientras mi vista no se aparta de Silvia, ella se frota golosamente y con sus dedos se abre los labios de la vulva. Ella tampoco se mira a si misma, sino que me esta mirando a mi. Como hemos bebido bastante tardaremos en corrernos, mejor, así podremos seguir mirándonos. Cuando me vaya a correr cerraré los ojos y evocaré la imagen de nuestra exigente catedrática.