La excursión: 1er día

De repente sentí cómo se giraba hacia mí y pasaba su brazo por mi pecho. Me miró fijamente. Sonreí cortés. Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla. No supe qué hacer, de nuevo sentí una erección formándose debajo de mi pantalón y estaba seguro de que estaba rojo como un tomate.

Me desperté y levanté de la cama lo más rápido que pude. Miré el reloj en mi muñeca que no había quitado para dormir. Eran las seis y media de la mañana. Debía estar a las siete en casa de Carolina. Por suerte ya tenía mis maletas hechas. Bajé corriendo las escaleras hasta llegar a la sala de estar. Regresé al baño, cepillé mis dientes, fui al cuarto de mamá y papá y me despedí de ellos. Papá me dio algo extra de dinero y lo acepté.

Llamé un taxi y me dejó en casa de Carolina poco después de las siete. Estaba muy molesto cuando me di cuenta de que ellos no estaban listos aún. Carolina y su novio estaban aún en pijama y otros muchachos también estaban ahí adormilados.

—Creí que a las siete nos iríamos — dije enfadado.

—En diez minutos terminamos de alistarnos — dijo Fernando, el novio de Carolina. Dejé mi maleta en el suelo y me dirigí a la sala de estar. Llevaba mi Kindle para el camino, así que lo saqué y comencé a leer un libro que tenía a medias.

Un muchacho que no conocía le preguntó algo a Carolina. Carolina me señaló a mí, una muchacha y a otra muchacha. Yo creí entender a lo que se referían. Había dos autos afuera, supuse que nos dividiríamos.

—Vamos — dijo el muchacho. Nosotros tres nos miramos y nos levantamos con las maletas en las manos para seguirlo. Guardamos todo en el maletero y luego nos subimos al auto. Las muchachas se subieron en la parte trasera del auto, al parecer querían dormir porque una vez dentro se recostaron y cerraron los ojos. Me senté en el lugar del copiloto y luego el muchacho se subió. — ¿Listos? ¿No olvidan nada?

—No, Nick  — dijeron las muchachas al mismo tiempo.

— ¿Tú estás listo…?

—Benjamin. Sí, estoy listo. ¿Tu nombre es Nick? — pregunté curioso.

—Nicolás, Nico, Nick, como quieras decirme está bien — dijo sonriendo. Carolina salió de la casa, hizo una seña con la mano, Nicolás respondió y luego comenzamos el viaje.

Estábamos de camino a unas cabañas. Yo nunca había ido, pero según Carolina, era una experiencia muy buena. Intentaba no crearme expectativas muy altas, pero al menos esperaba que hiciera frío, porque llevaba tres suéteres. Nicolás me dio el auxiliar y yo pensé en lo divertido que sería ver su rostro cuando pusiera mi música. Para mi sorpresa, Nicolás empezó a tararear la canción que puse.

— ¿Te gusta Styx? — pregunté sorprendido.

—Unas cuantas. Come Sail Away, Renegade… ya sabes, las clásicas.

El viaje era bastante largo, llevaba un reproductor para el camino porque sabía que mi celular no aguantaría.

—Benjamin, no vayas a quedarte dormido — dijo Nicolás un poco preocupado —, no quiero quedarme dormido también y morir. Soy muy joven — dijo entre risas.

—Podríamos comprar café — dije cortésmente. Nicolás se detuvo en una gasolinera y me adentré en el pequeño súper que había a un lado. Compré dos café, y dos botellas de agua. Nicolás estaba cargando la gasolina del auto en el que íbamos.

Tomé mi celular y me di cuenta de que no teníamos servicio. Tenía mucha fe de que al llegar al lugar de destino, la red sería suficiente para hacer y recibir llamadas. Las muchachas que iban con nosotros, cuyos nombres desconocía, se bajaron al baño y luego volvimos todos a adentrarnos al auto.

Les entregué las botellas de agua a ella y a Nicolás el café. Sonrió agradeciendo y luego volvimos al camino.

— ¿Seguro que no hay asesinos o deformes al lugar a dónde vamos? — preguntó Nicolás.

—En las noches no se escucha ni se ve nada — dijo una de las chicas, la rubia. — Es un poco aterrador si sales y quieres caminar por el bosque, pero estoy seguro de que a nadie le interesa hacer eso. Mi nombre es Mariana, por cierto. — Estiró el brazo para saludarme, respondí el saludo y luego presentó a su otra amiga. Su nombre era Giovanna. Eran bastante divertidas, probablemente más divertidas que Carolina.

— ¿De dónde conoces a Carolina? — preguntó Giovanna.

—Estudiamos juntos en la preparatoria. ¿Todos ustedes son amigos de la universidad?

—Básicamente — respondió Mariana —, aunque nosotras tres nos conocemos desde siempre. Coincidimos de nuevo en la facultad. ¿Nunca has venido acá? — sentí intención de asustarme, así que me esforcé por no mostrarme vulnerable.

—No. He ido a otras con mis padres, pero a estas no.

Después de un par de horas, llegamos al pequeño pueblo donde estaban las cabañas. Nicolás llamó a Carolina y le preguntó cómo entrar. Me entregó el celular y condujo mientras yo le explicaba lo que Carolina me decía. No fue muy difícil, aunque sí un poco largo entrar. Llegamos y nos bajamos del automóvil. Estaba haciendo frío. Me alegré de haber llevado suéteres.

Nicolás se había marchado a hablar con el de la recepción. Carolina había reservado dos cabañas, cada una para cuatro personas.

— ¿Nosotros cuatro estaremos en la misma cabaña? — preguntó Nicolás.

—No lo sé, quizás Nancy quiera estar con ustedes — respondió Giovanna en tono burlón.

—Tiene un interés extraño por Nicolás — me explicó Mariana —, a veces pensamos que está enamorada de él, pero realmente no entendemos.

—Quizás debamos hospedarnos nosotros cuatro en la misma cabaña — sugirió Nicolás un poco nervioso. — ¿Tienen algún problema? — todos negamos con la cabeza.

—Entonces rápido, que hace frío — dijo Mariana.

La cabaña era completamente de madera. El muchacho de la recepción se acercó a nosotros para hacer un inventario de la cabaña. Revisamos que el agua fluyera, la electricidad y la cantidad de todo. Nicolás firmó la hoja que el señor le había entregado y luego nos dedicamos a acomodar nuestras cosas.

—Yo quiero dormir abajo — dijo Mariana. Giovanna asintió de acuerdo con ella. — Arriba se ve un poco escalofriante — añadió sonriendo. Maliciosamente.

—Lo malo de esto, es que si entra algún asesino, seremos las primeras en morir — comentó Giovanna.

—Perfecto, entonces nosotros arriba — dije rápidamente.

Nicolás y yo subimos las escaleras. Mariana tenía razón, arriba parecía un ático, lo cual hacía que la habitación resultara escalofriante. Había una ventana circular en la pared posterior. De repente caí en cuenta, Nicolás estaba mirándome un poco nervioso.

—Sólo hay una cama — dije para mí, aunque probablemente Mariana y Giovanna me hayan escuchado también.

—Yo no tengo ningún problema — dijo Nicolás rápidamente —, pero si tú sí, podemos cambiar, no te preocupes, puedo dormir con ellas.

—No, qué va. Me harás falta, por si aparece una araña asesina — dije intentando ser gracioso.

Nicolás comenzó a desempacar unas cosas. Llevaba una cámara profesional y un trípode. Me dijo que quería subir la montaña para tomar fotografías. Parecía divertido, si te gusta la fotografía, escalar o morir, por ejemplo.

— ¿Quieres venir? — preguntó sin voltear a verme.

—Claro, igual ya viví suficiente — dije sin pensar y Nicolás soltó una carcajada. — ¿Esa es la única chaqueta que traes?

—Sí, ¿crees que vaya a necesitar algo más?

—Espero que no, pero de ser así, puedo prestarte uno de mis suéteres.

Media hora después llegaron el resto de las personas. Carolina, Fernando, Nancy y Leonel. Por alguna razón, sentí la mirada de Leonel un poco despectiva cuando se detuvo en mí. Quise no prestarle mucha atención, me acerqué a Carolina y comenzó a contarme el viaje. Al parecer habían tenido problemas con la camioneta, pero Fernando pudo repararla.

— ¿Con quién dormirás? — preguntó mientras guardaba cosas en la nevera. Estábamos solos ella y yo.

—Con Nicolás — respondí sin darle importancia. Para ser francos, Nicolás era bastante atractivo. Al menos a mí me resultaba así. Alto, moreno, llevaba un poco de barba, cejas pobladas, cabello muy oscuro, complexión media y…

— ¿Estás seguro? — preguntó Carolina mirándome fijamente. No esperaba ese cuestionamiento así que no supe qué responder.

—Da igual con quién duerma, no conozco a nadie salvo a ti y Fernando, dudo mucho que quieras que duerma con ustedes en medio.

—No es eso, Ben, lo que pasa es que Leonel y Nicolás tienen su historia. Terminaron hace bastante tiempo, pero Leonel no resulta muy comprensivo.

—Ahora entiendo — dije sonriendo —, el tipo me miraba con desdén cuando llegaron. Pensé que me conocía de algún lugar. Da igual, Nicolás fue el que lo sugirió, no yo, y Carolina, son cuatro días los que estaremos aquí, no pienso desaprovechar la oportunidad de hacer amigos. Mariana y Giovanna son muy divertidas.

—Sólo quiero que estés consciente de todo. ¿Trajiste tu ukelele?

—No, no pretendo cantar enfrente de estos extraños — dije fingiendo un escalofrío.

Carolina sonrió y caminó hasta las maletas que estaban en una esquina de la habitación. Tomó una mochila negra, y sacó su ukelele. Sonrió como si hubiese ganado una pelea y yo sentí que había perdido.

—Es hora — dijo Nicolás. Carolina lo miró sin entender y yo agarré el brazo de Carolina como si tuviera miedo de que Nicolás me llevara arrastrando.

— ¿Es hora de qué? — preguntó Carolina.

—Benjamin y yo iremos arriba de la colina a tomar fotografías. ¿Quieres venir? Mariana y Giovanna no quisieron. Fernando dice que él se quedará haciendo las hamburguesas.

— ¿Qué hay de Nancy y Leonel? — pregunté yo.

—No quiero que Nancy venga — dijo bajando la voz —, y si quieres que Leonel venga, deberías de preguntárselo tú. — Carolina lo miró molesto y él levantó las manos encogiendo  los hombros.

Salimos de la cabaña y estábamos a punto de encaminarnos a la colina. Me di la vuelta y caminé hacia Leonel. Le pregunté amablemente que si quería acompañarnos y dudó un instante. Nancy dijo que ella sí quería. Nicolás hizo gesto de desagrado sin ninguna intención de ocultarlo. Leonel accedió y Nicolás se puso rojo como un tomate.

Me puse una mochila en el hombro, llevaba agua, una navaja, mi celular, una linterna y una caja de galletas. Nicolás llevaba una mochila y aparte su material para tomar fotos. Caminamos los cuatro juntos hacia atrás de la cabaña. Unos cien metros después estaba el bosque. Nos adentramos en él e intentamos andar con el mayor cuidado posible.

—Las hojas de pino son muy resbalosas — dije al tiempo que Leonel caía al suelo. Nicolás lo miró de reojo pero no se acercó a ayudarle. Me encaminé a ayudarle pero se levantó antes.

—Gracias — dijo Leonel un poco disgustado.

Comencé a sentir frío, abrí mi mochila y busqué un gorro que usaba casi a diario. Era color gris y cubría bastante bien. Me adelanté para alcanzar a Nicolás y escuchaba que Nancy y Leonel cuchicheaban a nuestras espaldas.

—Espero estés contento — dijo Nicolás. Parecía molesto de verdad, de repente me sentí mal. Quizás no estaba bien lo que había hecho.

—Lo siento — dije bajando la mirada —, sólo intentaba ser amable.

—Oye, tranquilo, estoy bromeando. No hay problema, seguramente se iban a invitar solos, fuiste muy considerado. Carolina se molesta conmigo, pero realmente ni siquiera ella desea andar con estos dos. — Nicolás hablaba con un tono muy bajo pero perfectamente captable.

De repente noté que ni Nancy ni Leonel llevaban una mochila, por lo que estaba seguro, no llevaban tampoco una botella de agua. Considerando todo lo que habíamos caminado, supuse que ya estarían sedientos, yo lo estaba.

El camino comenzó a ser hacia arriba y cada vez era más complicado subir con las hojas de pino por todas partes. Nicolás levantó dos palos del suelo, eran bastante grandes y gruesos, me dio uno y me pidió que lo usara de bastón. Era mucho más sencillo caminar así.  Leonel y Nancy nos imitaron y caminamos más rápido.

—Creo que ya no puedo más — dijo Nancy agitada. Leonel la miró preocupado y se sentó a su lado. Tomé mi botella de agua y se las ofrecí. Ambos bebieron sin parar, ahora me sentía mal por mí porque me quedaría sin agua para mí.

—Espero que traigas otra botella — dijo Nicolás poniéndose en cuclillas. Sacó una botella de agua de su mochila y bebió un poco. Me sentí realmente estúpido. Miré mi botella ya casi vacía en la mano de Leonel y quise regresarme. — Anda, bebe.

Nicolás me ofreció su botella y luego me pidió que siguiéramos caminando. Miré a Nancy y a Leonel. Nicolás negó con la cabeza y me instó a seguir. Así lo hice. Ya no faltaba mucho para llegar a la cima. Cuando llegué al final, Nicolás aún estaba detrás de mí. Tomé el trípode, y le ofrecí mi mano para ayudarlo a subir.

Una vez que llegamos arriba, Nicolás y yo nos quedamos con la boca abierta. La vista era hermosa. Todo alrededor eran pinos enormes. A lo lejos se veía un lago, y montañas altas, incluso más altas que la que habíamos escalado. El color verde intenso hacía que todo se mirara tan vivo.

Nicolás sacó su cámara y comenzó a fotografiar todo lo que pudo. Dejó su cámara en el trípode y tomó unas donde él aparecía.

— ¿Quieres una fotografía? — preguntó amablemente. Yo asentí y caminé hasta donde él estaba.

—No sé cómo posar — dije avergonzado. Simplemente me paré y esperé recibir indicaciones.

—Cualquiera diría que sí — no entendí a qué se refería, me miró y sonrió —, es que eres muy guapo. Pensé que estarías acostumbrado.

No respondí nada, sentí cómo me ruborizaba, agaché la mirada y comenzó a tomar fotos. No me consideraba guapo, me consideraba una persona completamente ordinaria. Medía un metro con ochenta y dos centímetros, setenta kilogramos, tez blanca, mis padres me habían obligado a hacer deporte durante toda mi infancia y parte de mi adolescencia, estaba orgulloso de mi cuerpo, pero nada fuera de lo normal. En cuanto a mi rostro, cada quién tiene su propia perspectiva de la belleza, tenía ojos color café claro, cejas poblada, nariz chica, labios gruesos, y mucho cabello. Consideraba constantemente en cortármelo todo para evitar tener que peinarme. Levanté el rostro sonriendo y me encontré con su cara que sonreía también.  Me dijo qué hacer y sólo lo imité. Comenzó a presionar botones de la cámara y luego caminó hasta mí. Me dijo que volteara a la cámara, pasó su brazo derecho por mis hombros y sonreímos. No estaba seguro de si Nicolás siempre era así de simpático con las personas, pero me sentía muy cómodo con él. No tenía que esforzarme mucho para poder interactuar con él como con el resto y eso me hacía esperar mucho del viaje.

—Creo que ya deberíamos de bajar. Espero que no llueva antes de que podamos volver a la cabaña. — dijo Nicolás mirando el cielo nublado.

Bajamos lo más rápido que pudimos ayudándonos con nuestras cosas. Leonel y Nancy estaban aún sentados sobre una roca, nos miraron un poco molestos y comenzaron a caminar de regreso a la cabaña. Miré a Nicolás esperando a que les dijera algo, pero no lo hizo. A medio camino comenzó a chispear. Nancy parecía menos agitada esta vez, pero Leonel sugirió que camináramos más deprisa.

Nicolás llevaba la cámara dentro de su mochila sobre el pecho esperando que no se mojara. Me quité el suéter que llevaba encima y le dije que metiera la cámara dentro de él para que el agua tardara más en entrar.

La lluvia cayó con más intensidad y estábamos casi corriendo de regreso. Miramos las cabañas a lo lejos y al resto de nuestros amigos sentados afuera de ellas mirando la lluvia. Llegamos a nuestra cabaña y Mariana y Giovanna nos acercaron un par de toallas. Ya hacía frío, y estando mojados lo único que conseguiríamos era una hipotermia. Fernando ya había encendido la chimenea.

—Deberían cambiarse esa ropa — dijo Carolina un poco preocupada.

Nicolás y yo caminamos hasta la otra cabaña. Entramos y subimos a nuestra habitación. Cerré la puerta detrás de nosotros, sentía escalofríos. Me deshice de mi camisa y el pantalón. Me sequé bien con la toalla y miré que Nicolás se había quitado toda su ropa. Estaba dándome la espalda. Ni siquiera tuve tiempo de pensar  en nada, ya tenía una erección formada debajo de mi bóxer.

Nicolás tenía el mismo color de piel en todo el cuerpo y eso llamaba mucho mi atención. Su espalda era ancha y tenía un culo muy bonito. Tenía ganas de ir hacia él y tocarlo, pero simplemente no era nada sensato. Me di la vuelta y me quité el bóxer. Me puse otro, y seguí secándome con la toalla.

— ¿Te puedo abrazar? — preguntó Nicolás. Me puse muy nervioso, tenía una erección y no quería que lo notara. — Lo siento, es que tengo mucho frío. No puedo moverme y sería más fácil entrar en calor si…

Nicolás llevaba un bóxer ajustado color negro solamente. Caminé hacia él y lo abracé. No sabía si eran mis hormonas, pero incluso olía bastante bien. Lo que decía era cierto, el frío fue desapareciendo. Sentir sus manos en mi espalda era algo inexplicable. Escuchamos que la puerta se abrió y nos separamos rápido. Leonel entró a la habitación y nos avisó que la comida estaba lista.

—Enseguida vamos — dije en tono amable.

Nos miró unos segundos antes de marcharse y Nicolás no pudo evitar soltar una risita. Le di un codazo en forma de juego y luego terminé de vestirme.

— ¿Ya no tienes frío? — pregunté.

—Ya estoy bien, gracias. Gracias también por dejarme usar tu suéter para cubrir mi cámara. Realmente no estaba seguro de que funcionara, pero ni siquiera se ha mojado la mochila.

—Me alegro, porque quiero ver las fotografías que tomaste.

—Benjamin, ¿tienes novio? — preguntó sentándose en la cama. No usó un tono serio ni nada, parecía que simplemente quería hablar de algo.

—No. Para ser honestos nunca he tenido uno, ni una novia ni nada. No soy muy bueno interactuando con las personas — me burlé de mí mismo —, digo, no soy un retrasado social, pero me cuesta mucho trabajo abrirme de esa manera.

—No te creo — dijo poniéndose los zapatos. — Muero de hambre. Hay que bajar.

—Estoy diciéndote la verdad — comenté molesto. Me quedé parado mirándolo fijamente y él sonrió.

—Bueno, está bien. Es sólo que me cuesta trabajo creerlo. Pareces el típico niño con el que las mujeres y los hombres quieren estar.

—No tienes idea — dije soltando una carcajada —, no quiero hablar de esto porque parece que me tengo lástima y no es así, me gusta estar solo.

—Tengo mala suerte entonces — dijo fingiendo un puchero.

—Yo también muero de hambre — evité el tema y salí de la habitación. Nicolás salió detrás de mí con un suéter mío en la mano y me lo arrojó. — Gracias.

Caminamos hasta la otra cabaña donde estaban todos. La intensidad de la lluvia había bajado. Todos estaban sentados en la pequeña salita de la cabaña, que era más grande que la de nosotros. La chimenea seguía encendida. Carolina, Fernando y Giovanna habían hecho hamburguesas para todos. Nancy, Leonel y Mariana habían estado juntando leña para la chimenea. Me ofrecí a ayudar a servir la comida y Carolina aceptó. Nicolás se acercó a mí y comenzamos a servir las hamburguesas y las bebidas.

Sentía la mirada de Leonel atravesarme con mucho odio. Nicolás estaba diciendo que la leña no serviría si estaba mojada y Leonel se molestó más. Nancy le decía algo en el oído, Giovanna y Mariana ponían los ojos en blanco en respuesta a lo que hablaban Leonel y Nancy. Apenas conocía a estas dos muchachas y ya me caían muy bien.

—Tengo mucho sueño — dijo Mariana. Giovanna volteó a verla y sonrió. De repente me di cuenta de que Mariana y Giovanna eran novias. Me sentí muy tonto por no haberme dado cuenta antes. Giovanna le sacudió el cabello a Mariana y luego se despidieron de todos.

—Recuerden levantarse temprano mañana — dijo Carolina —, vamos a caminar por el bosque a ver qué encontramos. Fernando también quiere tomar fotos. Nos podemos tomar fotos todos allá.

—Está bien — respondió Giovanna.

Después de ellas Fernando dijo que él también se iría a dormir. Carolina lo siguió. Nancy dijo que se quedaría a ponerle más leña a la chimenea. Leonel no dijo nada, pero supusimos que iba a quedarse con ella.

— ¿Te quedas? — me preguntó Nicolás. Negué con la cabeza y luego salimos de ahí. El frío que hacía afuera era horrible. Apenas salimos sentí cómo se me congelaba la cara.

Entramos a nuestra cabaña y miramos a Giovanna y Mariana en cuclillas sobre la chimenea. Estaba apagada aún. Nos acercamos e intentamos encenderla entre todos. Teníamos bastante leña para toda la noche porque no habíamos usado nada en todo el día.

— ¿Tiene alguna malla esto para no morir carbonizados? — preguntó Mariana. Vimos que había una en el rincón de la cabaña y la pusimos para poder dormir a gusto. — Perfecto, buenas noches, chicos. Nos despertaremos a las 7, ¿quieren que les llamemos a esa hora?

—No creo que haga falta, pero si aún no estamos despiertos, entonces sí.

Giovanna y Mariana le dieron un abrazo a Nicolás antes de dormir y luego uno a mí. Parecían las niñas más lindas que había conocido.

— ¿Quieres ir a dormir ya? — preguntó Nicolás.

—Podría, ¿tú quieres dormir ya? — asintió haciendo un gesto de cansancio y yo sonreí. Subimos a la habitación, las camas tenían suficientes sábanas, pero hacía mucho frío.

Nicolás se quitó los zapatos y yo lo imité. Busqué el pantalón de pijama que llevaba y me lo puse. Llevaba una playera blanca delgadita, pero pensé que sería suficiente. Nicolás se puso un short holgado y una camiseta térmica. Apagamos la luz y nos acostamos para poder dormir.

Esperaba no molestar mucho a Nicolás durante la noche porque tenía problemas de insomnio y me muevo mucho antes de poder conciliar el sueño. Clavé la vista en el techo e intenté no moverme mucho.

— ¿En qué piensas? — preguntó somnoliento.

—En nada, no puedo dormir. Aparte tengo mucho frío.

— ¿Quieres que te cante una canción?

— ¡¿Sabes cantar?! — pregunté emocionado.

—No, estaba bromeando, Carolina dijo que tú sí cantabas. ¿Cantarás para nosotros?

—No lo creo. Ya te dije que soy muy tímido.

De repente sentí cómo se giraba hacia mí y pasaba su brazo por mi pecho. Me miró fijamente. Sonreí cortés. Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla. No supe qué hacer, de nuevo sentí una erección formándose debajo de mi pantalón y estaba seguro de que estaba rojo como un tomate.

—Tenía que hacerlo — dijo pretendiendo sonar culpable.

Me giré hacia él y le di un beso en los labios. Sonrió y me acercó más hacia él. Sentí mi polla rozar la suya, que para mi sorpresa también estaba erecta. Se quitó la camiseta y me quitó la mía.

— ¿Estás seguro? — le pregunté amablemente.

—Dijiste que tenías frío — respondió sonriendo.

Se deshizo de las sábanas y se subió encima de mí. Sentía mi polla rozar su culo y me satisfacía mucho. Agachó su cabeza y me besó. Me senté sosteniéndolo de la espalda y nos besamos. Comencé a moverme para rozarle el culo y éste comenzó a gemir de placer. Me levanté dejándolo a él boca arriba y subí sus piernas en mis hombros. Lo besé de nuevo y comencé a bajarme el pantalón y el bóxer. Mi polla saltó suplicando penetrar el culo que tenía enfrente. Le saqué el short y nos quedamos completamente desnudos.

Bajó sus piernas y se colocó boca abajo, metió mi polla en su boca y comenzó a chuparla como si fuera un helado. Le agarré el culo con ambas manos y lo acariciaba mientras él seguía succionando mi polla. Nicolás comenzó a lamerme las bolas y quise atravesarlo en ese instante. Lo tomé de la cintura y le pedí que se volteara. Me agaché y comencé a lamerle el culo. Nicolás decía mi nombre y me agarraba de la cabeza para que no parara. Estaba excitadísimo. Metí uno de mis dedos en su boca y él comenzó a lamerlo. Lo saqué y lo introduje en su ano. Se contrajo por unos segundos y luego comenzó a relajarse. Lo metí y lo saqué un buen rato. Le escupí el culo y luego metí dos dedos. Su culo estaba hambriento, y mi verga saltaba, quería penetrarlo ya. Recordé que no llevaba condones y le pregunté que si él sí. Negó con la cabeza y dejé de meter mis dedos.

—No tengo ninguna enfermedad, supongo que tú tampoco, podemos hacerlo — dijo sonriendo.

Sabía que no debía, pero estaba muy caliente. Le pedí que me chupara la polla y así lo hizo. Volví a voltearlo dejándolo en cuatro patas. Le escupí el culo nuevamente, le metí los dedos y luego le pregunté que si estaba listo.

Puse la cabeza de mi polla en su culo y comencé a meterla. Miré cómo se le tensaba la espalda y no hice más que acariciarlo. Agarró una almohada y la mordió. Agarré su polla con mi mano derecha y comencé a masturbarlo. Su polla estaba muy húmeda. Eso me puso más caliente. Comencé el vaivén, la metía y la sacaba lentamente. Estaba gimiendo como loco. Comencé a hacerlo más rápido. Nicolás dejó de morder la almohada y me dijo que lo hiciera más fuerte. Lo agarré de la cadera con las dos manos y comencé a darle con toda la fuerza que podía. La cama estaba moviéndose. Nicolás no paraba de quejarse pero no hacía mucho ruido. Le agarré la verga nuevamente y seguí masturbándolo.

Saqué mi verga y me recosté boca arriba. Él entendió. Se subió sobre mí abriendo las piernas y metió mi polla dentro de su culo como si ahí perteneciera. Comenzó a cabalgarme, seguí masturbándolo y me dijo que estaba a punto de venirse.

—Puedes venirte — le dije sonriendo.

Echó la cabeza para atrás mientras cabalgaba con más fuerza. Lo masturbé más rápido, sentía el sudor de su espalda caer sobre mis piernas, se empezó a contraer desde los pies hasta los hombros y sentí un chorro de líquido caliente sobre mi pecho, apretó el culo y no aguanté más. Me vine dentro de él y él gimió una vez más. Nicolás siguió cabalgando a pesar de que ya habíamos terminado. Después se recostó sobre mí, sin sacar mi verga.

Escuché que decía mi nombre. Le respondí pero él seguía diciendo mi nombre. Abrí los ojos y miré a Nicolás de pie junto a la cama. Estaba completamente vestido y sonriente.

—Es hora de desayunar.

— ¿Qué? — le dije disgustado.

— ¿Qué estabas soñando, Benjamin? No dejabas de moverte, pensé que estabas teniendo una pesadilla.

— ¿Soñando? — me sentí avergonzadísimo y triste. No podía creer que hubiese sido un sueño.

—Estoy jugando, ya levántate — se agachó y me dio un beso en los labios. Levanté  las sábanas y me di cuenta de que estaba completamente desnudo. Me guiñó un ojo y me ruboricé otra vez. Sonreí y me levanté cubriéndome con una sábana. — ¿Ves por qué no te creo que no hayas tenido novio antes?

—Que no haya tenido novio antes, no significaba que fuera virgen, Nicolás.

—Tan serio que te ves — dijo recostándose en la cama mientras yo buscaba qué ropa ponerme — ¿Te molestaría voltearte mientras me visto? — pregunté amablemente. Nicolás puso los ojos en blanco y me quitó la sábana con la que me cubría.

—No seas ridículo, no te avergüences de tu cuerpo. Si yo fuera tú, andaría desnudo por todas partes. Ahora vístete que quiero bajar a desayunar. Muero de hambre.

Si llegaron hasta el final, espero que les haya gustado. Pueden enviarme comentarios a mi correo duartebenjamin16@gmail.com o pueden dejarlo aquí, como prefieran. Sé que el primer capítulo no es tan erótico, pero tengo pensado escribir más dependiendo de la respuesta que tenga este capítulo, por ahora me preocupaba desarrollar a los personajes. En fin, Gracias.

Un saludo

Ben