La excepción

Se puso de espaldas a mi y fue bajando lentamente mientras yo apuntaba con mi polla al agujero de su culo...

La Excepción

A veces, solo a veces, el azar te cruza con una mujer como Saria.

El comienzo de esta historia se remonta años atrás. Nos conocimos a través del Messenger y de eso hace tanto que ya no me acuerdo quien agregó a quien.

Contar esta experiencia me resulta extraño puesto que a mi me gusta la dominación, me refiero a ejercerla, sin embargo en esta ocasión me conduje de una manera más “normal”, podríamos decir, por el interés que me producía la persona. Y no me arrepiento. Así que podríamos decir que esta historia representa la excepción que confirma la regla de mis gustos sexuales. Pero para los que hayan leído otros relatos míos de dominación, y se sientan decepcionados con este, les diré que no, que no he cambiado.

El hecho es que nuestra relación fue creciendo hasta convertirse en algo parecido a una amistad sincera, al menos tan “amistad” y tan “sincera” como puede llegar a ser una relación a través de ilusorio mundo de internet.

En esto somos distintos. Ella diferencia perfectamente entre su “vida en internet” y su vida, sea la que sea, fuera de la red. Para mi, lo que hago con ella a través de la red es tan real como cuando como o bebo. Pero cada uno es como es. Sin embargo, un día, tímidamente, empezó a cambiar eso.

Saria reside en una preciosa capital del norte, a unas cinco horas en coche de mi lugar de residencia. Después de algunas charlas comenzamos a vernos por cam y me pareció una diosa. Es morena, con unos bonitos ojos, muy expresivos, y una boca muy sensual. No es una niña, desde luego, es una mujer de los pies a la cabeza y, como soy muy torpe adivinando edades, no me arriesgaré a dar una, solo sé que es una mujer joven muy atractiva y sexy. En cuanto a su cuerpo, recuerdo que la primera vez que vi sus tetas estuve a punto de caerme de la silla. Son simplemente perfectas, con unos pezones oscuros de los que ella tira para darme envidia. Pero lo que resulta absolutamente irresistible es cuando le pido que me enseñe su culo perfectamente formado, se da la vuelta, lo abre y puedo disfrutar de la visión de unas nalgas entre las cuales podría quedarme a vivir. Podéis pensar lo que queráis, pero los astros saben que no exagero.  Como último dato diré que ambos estamos ocupados: ella tiene novio y yo más que eso.

Sin embargo, a pesar de que nuestras conversaciones se desarrollan sin tabúes, lo que me atrajo de ella no fue el sexo. Fue la inteligencia y frescura de su charla, que te obliga a estar atento constantemente. Y no hay nada más atractivo que una mujer guapa, desinhibida e inteligente. A eso no se resiste nadie.

A veces, nuestras conversaciones, algunas muy largas, trataban de temas sin importancia, otras, de nosotros mismos, de nuestras vidas y relaciones, otras eran puro sexo, pero uno siempre acaba agotado con Saria porque es vital, inteligente, aguda, divertida e irónica. Yo acabo agotado, ya sea física o intelectualmente, o ambas, cada vez que me encuentro con ella, pero nunca, nunca, me he sentido decepcionado.

Sé que he hecho una introducción larga, quizá demasiado, probablemente muchos hayan dejado de leer ya al no encontrarse rápidamente con un polvo. Si lo he hecho así es por dos motivos. Primero, porque es fundamental entender que, en este caso, la cabeza de la protagonista es tan importante o más que su cuerpo, y el cuerpo es más que deseable desde un punto de vista totalmente objetivo. El segundo es que este relato tiene un propósito muy claro, y quien tiene que valorarlo sabrá porqué hago lo que hago.

Como os he comentado antes, hace unos meses que la actitud de Saria ha comenzado a cambiar. Ignoro el motivo. Hasta ese momento era imposible sacarle un rasgo… digamos… emocional, hasta el punto que rehuía con ironía, a veces cruel, cualquier piropo o muestra de aprecio por mi parte. Pero últimamente me deja caer algún tipo de frase velada con la que me dice que está a gusto y que se siente bien. Eso sí, hay que cogerlas al vuelo.

El caso es que hace poco, yo llegué de una cena bastante tarde y más desinhibido que de costumbre, y en vez de irme a dormir directamente, me dio por conectarme y, allí estaba ella. Comenzamos a charlar y lógicamente el tono fue subiendo poco a poco, así que, sabiendo yo que Saria tiene predilección por los culos le dije:

-          Si lo que quieres es que te enseñe el culo dímelo y no te andes por las ramas

A lo que ella contestó

-          De verdad pondrías la cámara ahora?

-          Estoy a tu disposición, tú mandas.

-          Ok, hazlo –me respondió

Puse la cámara y apareció ella. Solo se le veía medio cuerpo, lo cual me jodió un poco, pero no dije nada en ese momento. Parecía recostada en su cama, rodeada por cojines rojos.

Me puse de pie, le di la espalda y poco a poco comencé a bajarme los pantalones hasta dejar mi culo a su vista. De vez en cuando miraba de reojo y la veía mirar con mucha atención, incorporándose para ponerse más cerca de la pantalla. Además podía oír como su respiración se aceleraba y emitía ligeros gemidos casi imperceptibles.

Me di la vuelta me acerqué a la cam tocándome la polla, bastante dura ya por la situación y me dijo:

-          Quítate los pantalones, siéntate y pon las piernas en los brazos de la silla

Hice toda la operación delante de sus ojos, cada vez más grandes porque cada vez se acercaba más a la pantalla.

Durante un buen rato estuve haciéndome una paja delante de ella, con las piernas abiertas de tal manera que veía mi polla y mi culo al mismo tiempo. Yo no alcanzaba a ver sus manos pero ella estaba claramente frotándose el coño cada vez más ruidosamente y sus gemidos ya no eran tan suaves.

No decía nada, simplemente disfrutaba del espectáculo, y me pareció bien. Desde luego no era una de esas veces que son todo prisas por correrse y donde parece que en cinco minutos se van a cortar todas las comunicaciones del mundo. Pero llegado un momento quise dejar de imaginar qué hacía con sus manos y pasar a verlo, así que le dije:

-          Saria, enséñame el coño

Ella se puso de pie y se acercó a la cam, dejándome ver a pocos centímetros su coñito perfectamente depilado y sus dedos que lo abrían para mi. Su dedo corazón frotaba su clítoris y de vez en cuando se introducía en su coño para luego salir con toda su mano presionando sobre la piel y estirando su raja hacia arriba dejándome ver sus labios abiertos y rosados pidiendo una polla que la follara al instante.

Obviamente esa visión me puso al límite pero yo quería otra cosa, así que me contuve hasta que ella se corrió delante de mi, lo cual, dicho sea de paso, siempre me proporciona una gran alegría y excitación, y le dije:

-          Ahora ponte a cuatro patas y enséñame el culo

Solo el hecho de verla moverse para colocarse de espaldas ya es el mejor espectáculo del mundo. Pero cuando aparece el agujero de su culo abierto por ella misma para mostrarlo sin pudor, contenerse para no llenar la pantalla de leche se convierte en un acto heroico.

Como podéis imaginar, no tarde mucho en correrme, y poco después le pregunté:

-          Saria, algún día me vas a dar ese culo?

A lo que ella me contestó:

-          Claro, Carlos.

Podéis pensar que era una respuesta bastante lógica dicha en el fragor de la batalla y que no tenía porque corresponder a un verdadero deseo, pero como ya os he dicho, y para eso vale leerse las introducciones, Saria y yo ya nos conocíamos desde hace tiempo, y el tono, su voz, no sé, algo me dijo que era sincera.

De nuevo el diablo se puso de mi parte un par de semanas después, brindándome la oportunidad, por asuntos de trabajo, de tener una coartada perfecta de viajar al norte. Mi destino no era exactamente su ciudad, pero a la que yo iba no estaba a más de 100 kilómetros de la suya, así que perfectamente podía ir a dormir allí después de la reunión.

Ahora iba a tener la oportunidad de saber si mis interpretaciones acerca de su conducta y sus palabras eran correctas o no.

A los pocos días de concertar la reunión surgió la ocasión de volver a conectarme con Saria y la conversación fue, más o menos, así:

-          Hola, Saria

-          Como estas?

-          Bien, princesa. Oye me encantó lo del otro día

-          Vaya, estamos sentimentales?

-          Jeje (siempre pongo Jeje cuando me da un corte). No, ya sabes que te quiero solo para el sexo.

-          Si, ya me lo temía. Porque nunca me has pedido que te haga un comentario de texto

-           Así es. Bueno, te acuerdas que me dijiste que me darías tu culo cuando quisiera?

-          Yo dije eso?

-          Ya estamos con el Alzheimer, Saria?

-          Será

-          Pues sí, lo dijiste y muy convencida

-          Vale, si tú lo dices

-          Lo digo y, por cierto, vas a tener la oportunidad de demostrar que no eres una cobarde

-          Ay ay ay, a ver, cómo?

-          Uhmmm, no sé si soltártelo de golpe o dar un par de rodeos

-          De golpe, ya sabes que me gusta más

-          Jaja. Tengo que ir a tu ciudad la semana que viene. Quieres que nos veamos?

-          Estás de coña

-          Nooooo, es cierto

-          Vas a venir solo para echar un polvo?

-          Que no, que de verdad tengo una reunión allí

-          Ya

-          Bueno, no en tu ciudad pero muy cerca. Si quieres que nos veamos cambio la reserva y voy a dormir allí

-          Uhmmm

-          Uhmmm si, o uhmmm no? (no tengo que deciros que estaba un poquito acojonado)

-          Uhmmm si, pero esto ésta es una ciudad pequeña así que déjame pensar cómo hacerlo.

-          Como tú quieras

-          Y no te garantizo un polvo, así que no vengas como un salvaje

-          Ah no? Pues entonces olvídalo, me voy a otro sitio donde me reciban más cariñosamente

-          De eso nada, ahora vienes, que ya he cambiado los planes y he quitado dos citas

-          Pero si te lo acabo de decir, jajaja

-          Es que soy muy rápida

-          Espero que no

-          Eso mismo espero yo de ti

Al día siguiente me mandó un mail para que le dijera en qué hotel me quedaba. No lo he dicho antes, pero lo digo ahora, escribiendo mails es bastante vaga. Nada de florituras ni enrollarse. Ni una palabra de más y, si se lo puede ahorrar, se lo ahorra. Aún así, si no salía de ella darme su móvil yo no quería pedírselo, bastante raro me parecía ya que quisiera quedar conmigo.

Y así, mail va y mail viene, quedamos en vernos en la cafetería de mi hotel a las 20:30 del día de mi reunión.

Yo bajé a eso de las 20:15, me pedí una cerveza y esperé. Me gustaría decir que tranquilamente, pero nada más lejos de la realidad. Todo mi aplomo de dominador se había esfumado y por más que lo buscaba no lograba encontrarlo.

A las 20:40, se presentó Saria, como solo podía presentarse ella; se me acercó por detrás y me susurró al oído:

-          Es usted el caballero que ha pedido una señorita para esta noche?

-          El mismo –le contesté

Cuando me volví la vi mucho más atractiva de lo que me había imaginado.

-          Me da tanta alegría verte que estoy a punto de perder los papeles –le dije

-           A ver Carlos, ni se te ocurra que aquí me conocen –ella en su línea habitual, pensé

Sin embargo, estaba radiante y sospecho que tras su aparente control, también estaba excitada por la situación. Llevaba una falda negra, un poco por encima de la rodilla y con algo de vuelo y una camisa blanca con mucho estilo que resaltaba sus maravillosas tetas al quedarle perfectamente ajustada. Ni una talla de más ni una talla de menos. También llevaba unos zapatos de tacón negros que estilizaban sus piernas y una medias negras. Recuerdo que pensé:”Por Dios que no sean unas de esas medias enteras que llegan hasta la cintura. Ojalá le corten las manos al que las inventó, por muy cómodas que sean”.

Le pregunté si quería tomar algo pero me dijo que no, que nos íbamos ya, así que pedimos un taxi en el hotel y ella le dio la dirección de un restaurante. Cuando ya llevábamos diez minutos en el taxi y vi que nos salíamos de la ciudad, le dije:

-          Tu me estás escondiendo

-          Por supuesto, -contestó ella. Y he llamado a todos mis conocidos para saber donde iban a estar.

-          Eso es que tus intenciones no son honestas –le susurré al oído

-          Puedes jurar que no

Llegamos a un restaurante que más bien parecía una casita de campo, bastante solitaria y nos sentaron en una mesa más bien escondida en un pequeño salón donde solo había otra pareja cenando.

-          Un poco más y reservas todo el comedor para que no nos vea nadie –le dije irónicamente

-          No te quejes, anda –me respondió sonriendo

-          No me quejo, me encanta lo que veo

-          Me alegro

-          Bueno, solo tengo una duda

-          Ah si? Qué duda?

-          Esas medias…

-          Que le pasa a mis medias

-          Que espero que no sean de esas hasta la cintura

-          Por quien me tomas? –me dijo poniendo una mirada muy sexy

-          No sé, solo pregunto

-          Si quieres puedes comprobarlo

Sin quitar mis ojos de los suyos me acerqué a ella y metí la mano disimuladamente por debajo de su falda y fui subiendo hasta que mis dedos rozaron el final de las medias y seguí rozando la piel de sus muslos por la parte interior hasta llegar a rozar la fina tela de sus bragas. En todo el proceso ella no dejó de mirarme a los ojos hasta que notó mis dedos en su coño y con toda frialdad me dijo:

-          Está contento el Señor?

-          Muy contento, la verdad.

-          Dudaba si preferirías que viniera directamente sin bragas

-          Ni mucho menos. Todo está perfecto.

-          Pues yo también tengo una duda

-          Vaya! –la verdad es que lograba sorprenderme siempre. ¿Y cuál es?

-          Si realmente estás tan contento como dices

-          Si quieres puedes comprobarlo –le dije, esperando que todo acabara en risas

Pero ella acercó la mano a mi pierna y, con menos disimulo que yo, fue subiendo hasta que se encontró con mi polla, bastante empalmada lógicamente, y la recorrió un par de veces arriba y abajo a través del pantalón, terminando con un apretón que casi me hace saltar de la silla.

-          Está todo a su gusto, señorita?

-          Si, parece que estás bastante contento de verme.

A partir de ahí, pedimos la cena y la regamos con un buen vino lo que hizo que el tiempo se nos pasara volando entre risas, ironías e insinuaciones.

Un par de horas después estábamos tomando el café cuando se levantó para ir al baño. A su regresó me abrazó por detrás y dejó caer disimuladamente sus pequeñas bragas negras en mis piernas al tiempo que me decía:

-          Ahora quiero que me lleves al hotel, comerte la polla y que me hagas todas esas cosas que me has dicho durante tanto tiempo.

Como podéis imaginar, me faltó tiempo para pedir la cuenta y un taxi que nos llevara de vuelta.

El trayecto de vuelta se me hizo eterno, más que nada porque ella, recostada sobre mi, no dejaba de presionarme la polla con su antebrazo y yo, con mi brazo por encima de su cuello aprovechaba para dejar caer mi mano sobre sus tetas y quería dejarme ya de disimulos.

Llegamos al hotel y mientras subíamos en el ascensor la besé como si se fuera a acabar el mundo, dirigiendo mis manos directamente a su culo con el que tanto tiempo había fantaseado.

Entramos en la habitación y de repente me di cuenta de que estaba yendo demasiado deprisa así que cambié el chip y me dispuse a saborearla con más dedicación.

Me senté en un sillón y la atraje hacia mi. Mientras yo tocaba sus piernas le pedí que se quitara la camisa y ella lentamente comenzó a desabrochar botones hasta que aparecieron sus tetas luchando por escaparse de un bonito sujetador.

-          Me ayudas? –me pidió

-          Date la vuelta –le dije

Me puse de pie y liberé sus tetas cogiéndolas por detrás mientras le besaba el cuello y presionaba con mi polla contra su culo.

Ella se liberó un momento y mirándome se desabrocho la falda dejándola caer al suelo. Se quedó solo con las medias y los zapatos y la imagen era digna de las páginas centrales de Playboy. Dio un par de pasos hacia la cama moviendo las caderas y se puso a cuatro patas. Se volvió y me dijo:

-          Te dije que te daría mi culo y aquí lo tienes

Me acerqué lentamente sin perder de vista aquella visión y comencé a pasar la lengua por sus nalgas, mientras acariciaba sus piernas. Poco a poco fui acercándome más al orificio de su culo, rodeándolo con la punta de la lengua sin llegar a tocarlo, y ella empezaba ya a mover sus caderas buscando un contacto más directo. En un momento, bajo la cabeza a la cama y con sus manos tiró de sus nalgas hacia afuera dejando totalmente expuesto su coño y su culo, y mirándome desde abajo me dijo:

-          Chúpame ya, no esperes más.

Normalmente, mi primera reacción hubiera sido seguir con el juego, pero tampoco estaba yo para hacerme más de rogar y comencé a pasar la lengua desde su coño hasta el agujero de su culo, haciendo cada vez más fuerza cuando encontraba un orificio donde mi lengua pudiera entrar. Me entretenía con la punta de la lengua en su ano mientras metía el dedo pulgar en su coño y cuando decidía dedicarme al coño mi dedo índice ocupaba su culo. Ella con sus movimientos apretaba su culo contra mi cara para que la llenara sus agujeros cuanto más mejor.

Estuve así un buen rato disfrutando del culo de Saria hasta que con mi lengua en su culo y mis dedos llenándola el coño se corrió por primera vez.

Cayó en la cama y se puso boca arriba disfrutando por unos instantes de su reciente orgasmo mientras yo le seguía comiendo las tetas y disfrutaba de cada uno de los rincones de su cuerpo hasta que me dijo:

-          Es mi turno, guapo. Déjame hacer.

Empezó a recorrer mi cuerpo con la punta de su lengua hasta llegar a mi polla. Mientras ella me quitaba los pantalones yo me deshice de la camisa. Separó mis piernas y se puso en cuclillas entre ellas al borde de la cama. Cogió mi polla llevándola hacia arriba y durante un rato se dedicó a lamerme los huevos con maestría. Su lengua recorría toda la zona llegando a mi culo, lo que me producía espasmos de placer. No quería ni pensar qué ocurriría cuando finalmente se metiera la polla entera en la boca y no tardé mucho en comprobarlo.

Se fue levantando poco a poco, estirando sus piernas de manera que quedó doblada en un ángulo de 90 grados, rozando con sus tetas mis muslos mientras pasaba su lengua por mi polla sin llegar a metérsela todavía. A través de un espejo a su espalda, podía ver su culo perfectamente levantado. Poco a poco su lengua fue llegando a la punta de mi polla. Empezó a metérsela en la boca y yo notaba el movimiento de su lengua dándome un placer intenso y continuado. Ella no tenía prisa pero yo estaba a punto de reventar así que le cogí la cabeza y apreté para que entrara más. Para mi sorpresa, Saria aguantó la embestida hasta que su nariz tocó con mi estómago. Era increíble ver toda mi polla dentro de su boca. Cuando dejé de apretar, fue sacándosela poco a poco y comenzó a chupármela con un ritmo cada vez más frenético, hasta que estuve a punto de correrme, momento en el cual, me miró y con una sonrisa muy pícara me dijo:

-          Esto no ha hecho más que empezar. Aguanta un poco, príncipe.

Se incorporó y con una rodilla a cada lado de mi cuerpo fue subiendo hasta que coloco su coño en mi cara. Saqué la lengua y ella bajó las caderas hasta que sintió el roce, y comenzó mover el culo frotando su empapado coño contra toda mi cara. Cuando estaba de nuevo a punto de correrse paró y bajó hasta meterse mi polla de un solo golpe de cadera. Estaba tan mojada que entró suavemente, sin embargo no pudo evitar un pequeño grito cuando la notó toda dentro. Siguió cabalgando con fuerza mientras nos besábamos, por lo que ella podía notar el sabor de sus propios jugos en mi cara. En unos minutos se volvió a correr conmigo dentro, por lo que le dije:

-          Dos a cero, tengo que empatar el partido

A lo que ella me contestó:

-          Dos? Jaja que mal cuentas.

-          Entonces te estás aprovechado de mi, es hora de que esto cambie –le dije divertido

Me incorporé y me senté en una silla frente al espejo, y le dije:

-          Saria, trae aquí ese culo

Se puso de espaldas a mi y fue bajando lentamente mientras yo apuntaba con mi polla al agujero de su culo. Cuando se dio cuenta de cuál era mi objetivo me miró a través del espejo y sonriendo me dijo:

-          No te quieres perder detalle, eh? Déjame a mi.

Cogía mi polla y echando el cuerpo hacía delante fue sentándose sobre ella poco a poco para que yo pudiera ver perfectamente cómo iba introduciéndose en su estrecho culo. Todo era excitante, tenerla allí, ver como su ano se iba adaptando a mi polla, notar cómo iba perforándola poco a poco, en definitiva, tuve la sensación de que todo el tiempo pasado con ella y las horas de sueño perdidas habían valido la pena.

Cuando había entrado más de la mitad, se incorporó un poco y acabó de metérsela entera, la cogí de las caderas y empezamos a movernos los dos frenéticamente. Pasé una mano por delante y le agarré el coño introduciendo dos dedos lo que hizo que empezara a gemir y casi gritar mientras yo la embestía cada vez con más fuerza. Cada vez sonaban más los golpes de cadera contra su culo cuando me dijo:

-          Carlos, ya, córrete conmigo. Lléname el culo, por favor, siiiii

Esa indicación fue suficiente para que le agarrara por la cintura y tirara de ella con todas mis fuerzas hacia abajo mientras notaba como mi polla escupía toda la leche que tenía en el interior de su culo. Cuando ella notó el líquido caliente en sus entrañas tomó una de mis manos, se la colocó en el coño y explotó en un nuevo orgasmo que la hizo gritar de placer.

Pasamos un par de horas desnudos, recorriéndonos con las manos, besándonos y hablando de todo y de nada, hasta que dijo que debía amanecer en su casa. Quise resistirme a la tentación, pero no pude, y finalmente, mientras se vestía, le pregunté:

-          Quieres que volvamos a vernos, Saria?

-          Claro Carlos, como no?

Francamente, en ese momento no sabía cómo interpretarla y me quedé un poco triste. A la mañana siguiente fui a desayunar a un bar cercano antes de salir de viaje y, casualidades de la vida, entró ella con un hombre que a juzgar por las confianzas debía de ser su novio. Nos vimos pero no nos dijimos nada, solo la sonreí y me di la vuelta pensando que probablemente esa iba a ser la última vez que iba a ver a Saria en persona. Sin embargo, de repente se levantó y se acercó a la barra donde yo estaba y sin mirarme dijo:

-          Espero que no tardes mucho en volver, o tendré que perseguirte

Disimuladamente me acercó una servilleta y acto seguido pidió dos cafés y con una sonrisa volvió a su mesa. Cuando di la vuelta a la servilleta me encontré con su número de teléfono y la huella de carmín de sus labios.

Pagué y salí sonriéndoles cuando pasé por su lado. En cuanto me encontré en la calle le mandé un sms: “Te prometo que no tardaré. C.”