La ex novia de su hermano

Un examen, su mejor amigo y un reencuentro con su ex novio.

Dos pequeñas notas antes de comenzar:

  1. Este relato me pertenece, sólo que lo había publicado ya hace tiempo en un foro de univisión. No estoy plagiando nada, repito, me pertenece.

  2. La categoría quizá no aplique muy bien con amor filial y no es real pero espero lo disfruten aún así.

- La ex novia de su hermano -

Andrea resopló al borde de la desesperación. Llevó una de sus manos en dirección a su cabello despeinándolo para después incorporarse de su asiento con la mente revuelta no logrando procesar ninguno de los datos que había recopilado durante una larga sesión de lectura. Estaba perdida.

Y tenía que aceptarlo. Si ella continuaba en esa situación, no logrando entender ni la más sencilla de las palabras, tenía que dar por hecho que su futuro estaría arruinado. Todo dependería de aquel examen que presentaría en dos días, toda su jodida vida, sus sueños, sus proyectos, su misma felicidad pendía de un frágil hilo quebrantable entre sacar una buena nota o reprobar.

Tragó saliva, soltó el pesado libro de derecho sobre su mesa y dirigió sus torpes pasos en dirección a su sanitario, abrió el grifo y roció frías gotas sobre su rostro intentado despejar su mente. Frotó sus grandes ojos y se observó al espejo una vez que secó su rostro con el pequeño trapo que reposaba a un lado suyo, seguramente debería haber alguna forma de hacer que toda aquella información tuviese sentido pero el problema era encontrarla.

Salió rumbo a la cocina, en busca de su cafetera y refunfuñó en cuanto la encontró vacía. ¡Mierda! Hasta el momento había bebido casi un litro completo de cafeína y aún así no había logrado nada más que alterarse. Colocó más granos sobre el filtro y accionó al aparato perdiéndose por un momento en la luz infrarroja que emitía el pequeño botón de encendido. De repente una idea surgió en su mente, después de todo, quizá sí existía una solución a ello.

Si había una persona que fuera capaz de ayudarla, ese era su mejor amigo, Héctor. Exhaló emocionada y dio grandes brincos rumbo a su teléfono para marcar el número de memoria y esperar, dos, tres y casi cuatro timbrazos, alguien alzó la bocina por el otro lado de la línea.

-¿Hola? – una varonil voz esperó su respuesta.

-¿Héctor? - Andrea vaciló, era cierto que la voz de Hector se alteraba un poco a través de una línea telefónica, pero no a tal grado.

-No - Andrea, desconcertada, comprendió de inmediato quién era el dueño de aquella ronca voz gracias a lo cortante que ahora se había vuelto en cuestión de segundos. Aquella voz era inconfundible, la tenía tatuada en su mente, era la misma voz que alguna vez había emitido las palabras más dulces jamás antes dichas, aquella voz con la que había reído, llorado, se había sonrojado y asustado. Aquella voz que no podía pertenecer a alguien más que a su ex novio, Pablo, el hermano mayor de su mejor amigo y el mismo del que no había sabido nada desde hace un par de años cuando él se había mudado a Italia tras su rompimiento provocado por malos entendidos. Y ahora, él había regresado…

-¿Andy? – Héctor tomó el lugar de su hermano en la línea, Andrea lo agradeció. Lo cierto era que su ex novio y ella no habían convenido en conservar siquiera una amistad, contrario, ambos se odiaban.

-¡Héctor! – ella habría soltado un acostumbrado parloteo a su amigo narrándole hasta las más estúpidas e irrelevantes cosas que podrían haberle sucedido a lo largo del día, sin embargo aquella sorpresa que recién se había llevado se lo impidió.

-¿Qué ocurre, nena? – él, al igual que ella, consideraba el momento inconveniente y embarazoso, quizá si le hubiera comentado algo a su mejor amiga acerca del regreso de su hermano tres días atrás habría evitado alguna situación como la actual.

-Bueno, estoy teniendo serios problemas con esto de las leyes y todo lo relativo a la política, los juicios, las penalizaciones, los abogados... si sigo como hasta ahora, jamás lograré entrar a la escuela de derecho – pero ahora aquello no era lo que la abrumaba realmente y estaba consciente de ello.

-Y quieres que vaya a tu casa a ayudarte, ¿cierto?

-¿Podrías?

-Cariño, me encantaría, pero… - no era necesario decir el resto, tanto él como ella comprendía el inconveniente: Pablo.

-¿No podría el señor perfección permanecer solo por un par de horas? – resopló - Seguramente encontrará entretenimiento en sus amiguitas aquellas…

-Andrea, por favor, no empecemos.

-Bien, lo siento – se había prometido no volver a recordar aquella frustración de descubrir la infidelidad de su ex novio y casi lo habría logrado, si tan sólo no hubiese regresado tan pronto - ¡Demonios! Héctor, realmente necesito tu ayuda, me esfuerzo, pero no logro entender las penalizaciones ni las condenas a los culpables…

-Andy, podría ir, pero Pablo…

-No con él, por favor – ella apretujó sus ojos implorando al cielo no verse forzada a volver a ver al hombre que la había herido.

-No puedo dejarlo sólo, le prometí que estaría con él sus primeros días de regreso…

-De acuerdo, bien, pero, ¿está él dispuesto a venir? - Andrea rechinó sus dientes cruzando los dedos por una negativa.

-Pues…

-Te espero, Héctor - Andrea colgó su teléfono casi segura de que su ex novio no se atrevería a regresar a aquella casa en donde había compartido tantos momentos juntos, no si tenía un poco de vergüenza.

Lo cierto era que su frustración se había elevado a la milésima potencia y no eran ahora sus estudios el motivo. Y es que tenía que reconocer, a pesar de todo, que seguía amando a su ex novio. Seguía arrepintiéndose de no haberle dado una segunda oportunidad tras descubrir aquella aparente infidelidad, aunque él le había jurado y perjurado su total e inapelable arrepentimiento.

Andrea sonrió irónica, ¿qué diablos estaba pensando? Pablo no merecía su perdón y menos aún su intranquilidad. La cafetera emitió su chirrido anunciando su tarea terminada, ella se dirigió a servir sobre su taza de porcelana el oscuro líquido y bebió un sorbo más. Se asqueó y escupió de inmediato el líquido sobre el fregadero no conteniendo sus gestos. Había recargado la cafetera y, como consecuencia, había obtenido un amargo y asqueroso líquido, al igual que sus últimos dos años de vida.

--------------------------------- + -----------------------------------

Terminó de enjuagar su boca justo al tiempo en el que llamaron a su puerta. Su pulso se aceleró, sus pupilas se contrajeron, sus respiraciones se entrecortaron, entreabrió sus labios intentando inhalar aire para mermar su malestar, sus labios comenzaron a temblar, su piel se erizó tras el recorrido de un terrible escalofrío, sus ojos se salieron de su órbita y temió abrir la puerta.

Insistieron. Ella se sintió estúpida temblando por un hombre. Resopló procurando no alterarse aún más y abrió la puerta para encontrar frente de ella a su mejor amigo con una perfecta sonrisa en sus labios. Por un momento, Andrea olvidó sus temores y respondió al gesto.

Se habría lanzado a sus brazos como ya era costumbre pero advirtió entonces que una masculina figura más esperaba tras de Héctor. Mordió sus labios, esfumó su sonrisa y deseó desaparecer de ahí.

-Pasen – ella evitó a toda costa dirigir su mirada a aquel hombre aunque era lo que más deseaba después de dos eternos años de no verlo ni siquiera en fotos.

-¿Cuál es el problema, enana? – Héctor se encargó de alejar a Andrea de su hermano. En un movimiento ágil, la tomó por la cintura evitando que ella posara su mirada sobre del moreno mientras que su otra mano recogió los pesados libros de derecho que reposaban sobre la mesa y la dirigió a su habitación sabiendo ya a la perfección su ubicación.

-Gracias - Andrea lo abrazó después de que la puerta de su habitación fuese cerrada.

-No hay de qué – él sonrió.

-¿No se enojará si lo hacemos esperar en la sala?

-Supongo que recuerda cómo utilizar tu pantalla, dónde hay agua y un sanitario – Héctor se encogió de hombros haciéndola sonreír - ¿Entonces, cuál es el problema? - ella desapareció se tornó seria recordando lo mal que se encontraba con todos aquellos conceptos que no hacían sentido en su cabeza.

-No logro entender nada, ni los cargos de un criminal, ni su condena, ni cómo se llega a ella… ¡nada!

-¿Te parece si te explico todo con un ejemplo? – ella asintió – Bien – él observó a su alrededor, improvisando – siéntate – dijo autoritario mientras le señalaba la cama, Andrea dudó – Hazlo – ella se sometió – Excelente – él atrajo una pequeña silla frente de ella para sentarse – Supongamos que has cometido un crimen, estás en un juicio, una controversia jurídica que será sometida al conocimiento del tribunal de justicia – frotó sus manos, una contra otra - en mi ejemplo, ese seré yo, el juez. Entonces, tú pasas a ser el sujeto, la acusada. El predicado será aquello por lo que se te acusa, tu crimen, supongamos que ha sido un abuso sexual – ella rezongó - ¿lo has hecho acaso? – él rió  – ha dado una prueba de su culpabilidad, señorita, eso se irá a la cópula, aquello que determina si los cargos son ciertos o falsos – todo comenzaba a aclararse ahora para Andrea - ahora se procede a un interrogatorio.

-Bien.

-¿Jura decir la verdad y nada más que la verdad, señorita? - Andrea observó a su amigo incorporarse para encarcelarla con sus fuertes brazos, uno de cada lado,se estremeció.

-Lo juro – dijo con su voz entrecortada.

-Siendo así, el interrogatorio se ha abierto. Quién acusa, señor Pablo – ella lo fulminó con la mirada ante su sonrisa divertida - la ha declarado culpable de abusar sexualmente de él – Andrea podía sentir el fresco aliento de su amigo chocar contra sus mejillas a escasos centímetros - ¿cómo se declara?

-Irrevocablemente inocente, señor juez – proclamó acalorada deseando, de repente, besar aquellos apetitosos y bien torneados labios.

-Bien, todo esto se está llendo al historial, señorita – el hombre clavó su mirada sobre el escote de su delgada blusa haciéndola desear llevar puesta una gruesa sudadera que no provocara esas miradas - Nuestro testigo “x” ha afirmado verla en la escena del crimen a la hora en que se calcula el delito fue cometido, ¿cómo lo justifica?

-El señor Pablo y yo manteníamos una relación sentimental, señor juez, ese día la rompimos – Andrea sintió una ola de calor recorrer todo su cuerpo en cuanto su mejor amigo posó sus labios sobre su mejilla, peligrosamente cerca de sus labios.

-¿No considera eso pruebas suficientes como para decláresele culpable, señorita? – su lluvia de caricias bucales descendio a su cuello.

-Héctor, ¿qué demonios haces?

-Señorita, diríjase al juez con respeto - Andrea sintió que las insistentes lamidas se habían convertido en suaves mordiscos cerca de sus senos, jadeó.

-¡Héctor! – su cálido aliento se estaba impregnando en su piel. Se estaba mojando.

-Señorita, ¿desea que se le agreguen hechos a sus cargos? – las manos de él entraron en acción colocándose sobre su cintura, moldéandola mientras la pegaba hasta lo imposible a su cuerpo.

-Las pruebas me señalan culpable, señor juez. Pero no lo soy –  ahora las manos de su tutor estaban apretujando sus nalgas por encima de su ropa, ella se sacudió inconsciente.

-La decisión final se someterá a juicio de la corte de justicia, ¿algo más que agregar? – él retiró su blusa de encima dejando expuestos sus senos apenas cubiertos por un negro sostén de encaje, aquél que algún día él mismo le había regalado.

-No, señor – jadeó.

-Acabado el interrogativo, entonces, se hace una junta en donde se declara el estado del enjuiciado. En este caso, se ha llegado a la conclusión de ser culpable. Ahora se procede a su condena – él acunó un pecho sobre una de sus manos y entonces accionó sus labios.

-¡Joder! – Andrea maldijo por lo bajo. El simple tacto de su amigo por encima de sus ropas la estaba volviendo loca.

-Señorita, habiéndosele declarado culpable, se le asignará una condena similar a la tortura que aplicó al señor Pablo.

-¿Perdón?

-Será torturada de la misma forma – él se encogió de hombros y en un rápido movimiento retiró violentamente los pantalones de mezclilla de ella tras obligarla a recostarse por completo en la cama.

-Héctor, tengo que estudiar - inútilmente se rehusó.

-Lo sé –  la hizo acallar en un apasionado beso – Eso hacemos, Andy.

-Esto no está bien – ella renegó anteponiéndose a la avalancha que se veía próxima en su interior.

-Lo ha estado muchas veces antes, hermosa - Andrea tragó con dificultad recordando algunas imágenes de ella y su mejor amigo haciendo el amor.

-No cuando mi ex novio, tu hermano, está en la habitación de al lado – y, sin embargo, aquello estaba siendo mil veces más poderoso que cualquier cosa que hubiera experimentado y aquél hombre apenas la había tocado.

-Eso hace más excitante la situación, bebé – él la besó de nuevo.

-Héctor, por favor, hoy no – su situación no era favorecedora, estaba presa en aquellas manos que sujetaban con firmeza sus caderas a la vez que en su vientre percibía claramente el grande bulto que había despertado en su amigo, debía de admitir que nunca lo había sentido tan duro como ahora, era enrome, ardiente, fuerte y le urgía sostenerlo entre sus manos para conducirlo a sus labios y saborearlo.

-Te necesito, gatita– ella dirigió sus manos a su camisa para retirarla botón por botón encantada al descubrir aquél perfecto torso, se había rendido desde hace tiempo, comenzó a responder a sus besos.

-Hazlo, Héctor.

-Abre la piernas – Héctor le ordenó autoritario, ella obedeció sumisa deseando que sus bragas, a juego con su sujetador, fuesen retiradas. Se estremeció, él estaba acariciando por encima de la delgada y empapada tela provocando un maremoto de avalanchas en su interior.

-Más – pronunció con esfuerzo.

-¿Más? – enarcó una ceja travieso. Sonrió y terminó por desgarrar aquella prenda para introducir un par de dedos hasta el fondo de sus paredes, Andrea llevó a sus labios una pequeña almohada para ahogar en ella sus delirantes jadeos.

-Es grandioso, señor juez – Andrea arqueó su espalda restregándose ante su tacto, Héctor se endureció aún más cuando ella atrapó su otra mano y comenzó a lamer y succionar con esmero cada uno de los dedos de su mano, profundo, despacio y hambrienta.

-¿Te parece gracioso, dejarme un líquido asqueroso sobre la cafetera? – una voz enfurecida interrumpió aquella escena. El silencio reinó.

Pablo estaba atónito, impotente, asqueado y con un color blanco sobre su rostro digno de un fantasma, temblando de ira mientras observaba aquella escena, manteniéndose sobre la puerta para no derrumbarse. Andrea tembló. Eso no podía estar pasando.

-¡Carajo! Eres una maldita zorra, Andrea - Pablo desató su furia, después de un eterno momento silencioso, estrellando su puño contra una pared.

-Pablo, hermano… - Héctor intentó tranquilizarlo sin éxito tras separarse de las piernas de su amante.

-¿Qué, Héctor? ¿Qué vas a decir? ¡Mierda! Sabías que había regresado para recuperarla y resulta que no te dignaste a decirme que ustedes se la vivían follando, ¡me dan asco! - Andrea observó incrédula sin poder reaccionar ante aquellas palabras, él había vuelto, ¿a recuperarla? ¡Demonios!

Andrea se incorporó velozmente de la cama y, sin preocuparse por poner algunas prendas sobre su cuerpo semi desnudo, salió corriendo de su habitación tras el hombre que amaba para alcanzarlo en el recibidor.

-¡Pablo! Pablo, por favor, no te vayas – ella imploró – ¡Yo te amo! – ella escupio con un nudo en la garganta - Por favor - sujetó con fuerza una de sus manos aferrándose a ella como si de ello dependiese su vida.

-¿Me amas? – él se giró furioso en su dirección, estaba siendo cruel e irónico, Andrea lo sabía - ¿De verdad? – ella temió, nunca antes lo había visto tan furioso como ahora, casi parecía dispuesto incluso a asesinarla – Eres una perra - Andrea sintió cómo la cogía entre sus brazos con brusquedad para estamparla con ira contra la pared, y después lo sintió frotarse por en medio de sus piernas.

-Pablo, me lastimas.

-¿Te lastimo? -  la besó poseído, enfermo, violento, sin delicadeza alguna, ella jadeó - ¿quieres sexo? ¡Bien! Tendrás sexo, con Héctor y conmigo - Andrea lo observó atónita y herida, él la estaba tratando como a una basura y le dolía.

-Pablo, por favor, no – ella mordió su labio inferior conteniendo sus lágrimas. Él, mudo, la observó frágil, indefensa y a sus expensas.

-¡Demonios! - Héctor golpeó la pared estremeciéndola - No puedo con esto, - la presión sobre las piernas de _Andrea disminuyó - te amo, Andy - en un cambio brusco, él pasó de su fase salvaje a la que ella estaba acostumbrada, al hombre tierno que ella amaba – Vamos a tu cama, cielo.

-¿Qué?

-Te amo y vine a recuperarte.No puedo lastimarte, no después de lo dos años atrás.

-Pablo…

-Shhh - puso un dedo en sus labios -Te amo.Te he extrañado como un loco, te necesito y ahora mismo te deseo – la besó.

-Pablo, te amo – ella rodeó su cuello con sus brazos enterrando sus manos en aquel despeinado corto cabello mientras él comenzaba a caminar en dirección a su habitación.

-¿Estas lista para recibir todo aquello que no sucedió en dos años? - él dijo en tono travieso haciéndola sonrió.

-Para - de repente recordo aquel pequeño inconveniente - está Héctor, en mi habitación – él frunció su entrecejo.

-¿No era tu fantasía?Un trío - Andrea resopló, ese hombre la conocía mejor que a la palma de su mano y por ello lo amaba. Ella lo rodeó por la cintura con sus piernas para dejarlo conducirla a la cama.

-¿Estás seguro?

-¿Tú lo estás?

Asintió.

-Viejo, esta señorita tiene pendiente una condena – Pablo la depositó sobre la cama hablándole a su hermano atónito.

-¿Qué?

-Cumplamos su fantasía, dos hombres a su disposición, ¿nunca comentó algo de ella?

-Algo había dicho, pero… tú… ¡carajo! No entiendo nada.

-No hay nada que entender, Héctor - Andrea sonrió – sólo cumple los deseos de tu cuñada.

-¡Mierda! ¿De verdad? – Héctor pasó una mano por su cabello observando a Andrea dispuesta en la cama para él y su hermano.

-Te dije que la recuperaría – Pablo guiñó un ojo comenzando a desnudarse.

-------------------------------- + ---------------------------------------

Andrea se estremeció. Notó, ante la amenaza de una explosión de su coño, que una de esas manos se había abierto camino hacia el interior de sus muslos concentrándose en sus nalgas y retirando lo que quedaba de sus bragas a la vez que una boca se movía por sus pechos a través de su sujetador.

Cuando Pablo la besaba, Héctor la acariciaba  tomándose su tiempo en los hombros deslizando sus manos hasta las curvas de sus pechos chupando por encima de la oscura tela los duros pezones. Ellos la conocían, sabían a la perfección en qué lugar lamerla, tocarla y acariciarla. Cuatro manos la envolvían, dos bocas dibujaban sus curvas y dos trancas se presionaban contra su cuerpo.

-Pablo, tu novia tiene problemas con una condena, no comprende cómo funciona – Héctor se separó por un momento de su tarea en el cuerpo de Andrea.

-Ayudémosla, entonces.

-Gatita, existen cuatro tipos de condena – Héctor mordió uno de sus hombros.

-Prisión – Pablo dijo mientras la abrazaba con fuerza pegándola por completo a su cuerpo y efectuando un lento baile para hacer frotar su glande contra su vientre.

-Sanción – Héctor le dio un par de fuertes nalgadas.

-Inhabilitación – con suavidad, Pablo retiró su sujetador para empezar su labor haciendo contacto directo de su boca a sus pezones, pasaba de un pecho al otro casi haciéndola caer en la demencia, saboreándola, y mordiéndola. Ella estaba inmóvil, incapaz de hacer otra cosa a recibir el placer que él le regalaba.

-Y multa - Pablo, por su parte, introdujo uno de sus pies entre los de ella obligándola a separar sus piernas para proceder a mover sus dedos furtivamente en su interior. Andrea lloriqueó ante aquella deliciosa e insistente fricción. Le urgía ser atravesada por aquellos machos.

-Estás tan mojada – Héctor susurró a su oído para después morder su lóbulo.

Andrea comenzó a experimentar un temblor en su interior, nunca antes había experimentado algo semejante a eso, ni siquiera lo había imaginado y, sin embargo, le fascinaba. Y, a pesar de estar completamente desnuda a expensas de dos hombres hambrientos de sexo, se sentía resguardada y deseada. Sin más y aún no pudiéndolo creer, advirtió que uno de sus amante, Pablo se había posicionado de rodillas a los pies de su cama observando lascivamente su interior. Se turbó ante la idea, él, después de tanto tiempo… haciéndole el amor con sus labios.

Una, dos, tres, infinitas y deliciosas lengüetadas estremecían al pequeño cuerpo Andrea. Ella imploraba más clavando sus manos en la despeinada cabellera de Pablo, pegándolo a su cuerpo, obligándolo a introducirse más, acatar su dulce aroma a sexo, saboréando sus fluídos.

Arqueó su espalda obligándolo a clavarse más en ella, él sonrió dentro de ella.

-Paaaaablo.

-Dime, zorrita.

-Maaaaaás – girtó dejando surgir los espasmos que torturaban su vientre.

Se corrió. Entonces, Héctor entró en acción. Retiró a su hermano del interior de las piernas de Andrea y succionó hasta la última gota que ella había vertido.

-Deliciosa – regresó a sus labios para compartir el sabor de su corrida. Andrea condujo ansiosa sus manos al pantalón de él, retirando su cinturón y luego bajando la bragueta liberó su hinchado pene. Estaba tremendamente caliente.

-Dios – Andrea resopló - Son unos monstruos.

Y, temblando, cogió entre sus manos la crecida tranca de su mejor amigo tan punzante, tan duro, con las venas saltándole, debía dolerle... Aspiró un poco de aire y comenzó a friccionarlo entre sus manos, estrujándolo, rascándolo, acariciándolo. Repentinamente, se detuvo tensa. Tragó su aliento, su corazón se aceleró hasta lo imposible, temió hacer cualquier movimiento. Su mente se congeló en aquella imagen que divisó y que la asustó. Pablo estaba ya desnudo, con aquel perfecto y bien marcado torso, aquellas piernas atléticas, su espalda fuerte como el acero y mejor aún, ella no recordaba cuán grande era él, su pene, temió a lo que seguía. Él estaba dispuesto a follarla ya. Esperó.

Un segundo bastó para que él la empalara de un sólo golpe. Ella gritó con todas sus fuerzas. Lentamente estaba siendo desgarrada en su interior, no recordaba haber sido tan estirada antes como lo estaba siendo ahora.

-¡Joder! – Pablo gimió – Estás tan apretada –  terminó de llenarla con esfuerzo quedando aún una parte de él fuera. Andrea dejó caer su cabeza hacia atrás aullando – ¡Maldita sea! Estás tan estrecha, corazón.

-Fóllame duro, Pablo –  llevó sus labios alrededor de la tranca que esperaba ansiosa por su boca ahogando todo intento de jadeo.

Andrea acarició la longitud de Héctor. Observó perversa lo largo y ancho que estaba su mejor amigo cuando lo retiraba y lo volvía a introducir a lo más profundo de su garganta, bañado en saliva. Sonrió al ver Héctor sufrir, mordiendo sus labios intentando contener su corrida, moviendo las caderas para que ella engullera más. Ella succionó y, no a propósito, jadeó ante una  embestida de Pablo, sin sacarse el pene de Héctor de la boca. Él la imitó. Los dedos de él se enredaron en su cabello. Gemía. Ella empujaba sus caderas hacia adelante haciendo que el largo de su novio se clavara más y más.

-¡Oh! ¡Mierda! Eres perfecta, Andrea- Héctor declaró entre jadeos acariciando con suavidad el cabello de ella para poder admirarla tragándolo, mordiéndolo y saboreándolo, desde la punta hasta los huevos.

-Te necesito dentro, Héctor.

-¿Por atrás, zorrita? – él la observó aturdido – Tú habías dicho…

-Al carajo lo que dijé, quiero que me estrenes por atrás, quiero sentirlos a ambos – jadeó en cuanto Pablo tocó su punto G. Lo rodeó con las piernas obligándolo a hundirse más en su interior, más allá de lo que se podía.

-Sigue así, amor - Andrea llevó sus agitadas manos a esa marcada espalda sintiendo cada perla de sudor correr lentamente a través de ésta. Sentía desfallecerse, entonces él empujó y ella enterró cada una de sus uñas en él,liberando pequeñas gotitas rojas que se mezclaron a las saladas perlas de sudor que cubría los cuerpos.

-¿Estás lista, Andrea? – Héctor le susurró por detrás mientras la obligaba a moverse más rápido sujetándola y meciéndole las caderas con fuerza.

-¡S-síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! – gritó - ¡Joder! ¡Hazlo ya!

-Eres una diosa – besó el pequeño tatuaje que adornaba su espalda baja y se hundió, suave, temiendo lastimarla. Ella gritó, primero adolorida, después poseída.

Jadeos, sonoros jadeos por todo el departamento, retumbando entre las calientes paredes acordes al fogoso ambiente. Aquella mujer estaba llena, por delante y por detrás, y por ambos hermanos, experimentando algo único y maravilloso. Excitante.

Ambos hombres la tenían a su merced, como si de una muñeca de trapo se tratase, y aquello le encantaba. La movían de un lado a otro, de cualquier manera pensable e impensable, cambiando una y otra vez la intensidad de sus embestidas, pellizcando sus senos y sus nalgas, devorando hambrientos sus labios, su cuello, su piel. Haciéndola sentir única, en el paraíso de ida y de vuelta repetidas veces. Pablo clavado por delante, Héctor por detrás. Ambos sólo para ella y nadie más. Su novio y su mejor amigo.

Los tres se movían juntos en sincronía. Avanzar y retroceder. Meter y sacar. Suave y fuerte. Tan profundo, tan exquisito, tan caliente. El placer se derramaba sobre ella como gotas de lluvia hirviendo y no estaba segura si podría sobrevivir a la intensidad que continuaba incrementándose e incrementándose en su cuerpo. Andrea apretó, jadeó, los aprisionó y la aprisionaron. Y todavía la agonía aumentó, se multiplicó, hasta que la sobrepasó.

Estando al borde de la locura, cada uno de sus nervios estaba consciente de cada movimiento de ambos hombres en su interior, cada roce, cada embestida, todo era maravilloso. Delicioso.

Estaba poseída, perturbada, insaciable y lo único que deseaba era más. Andrea volaba, liviana, suave, liberada.

Y luego su mundo estalló a la par de sus dos amantes, con un último y desgarrador grito,ambos se corrieron dentro de ella, y ella jadeando y sintiendo el recorrido de cada gota de caliente y pegajoso semen por cada vena interna, sus cuerpos pegados causa del sudor. Todo se nubló. Sonrió desfallecida.

Todo hacía sentido ahora, todo estaba claro para ella. Estaba perfectamente preparada para afrontar aquel examen y prepararse para muchos más, con la ayuda de su novio y su mejor amigo.