La ex de mi mejor amigo (El club)

Este relato trata acerca de Isabel, la ex de mi mejor amigo y de como me acabe complicando la vida yo sólito. Alcohol, sexo, voyerismo, masturbación anal, etc.

Capítulo 1.

Hola, me llamo David y os voy a contar como me complique la vida yo solito.

Se podría decir, que, para mí, las novias y exnovias de mis colegas eran terreno prohibido, incluso cuando me había excitado y había tenido sentimientos pecaminosos masturbándome pensando en alguna conocida, había siempre intentado evitar hacerlo pensando en alguna de ellas. Aunque a veces, era muy difícil.

Principalmente con Isabel, siempre había sido una chica que me había enamorado. Isa era la exnovia de mi mejor amigo, su ruptura había sido bastante traumática, debido a que ambos, eran muy celosos y tóxicos entre ellos. Se podría decir que ninguno de los dos había superado la relación.

Yo conocía a Isabel de unos años antes de que empezase a salir con Fran, por aquel entonces era una chica muy joven y para mí, en parte, fue algo parecido a una hermana pequeña que cuidaba en el instituto.

Isabel era joven, tenía veintidós años por aquel entonces, de pelo color castaño con reflejos rubios naturales, era de estatura media tirando a baja, medía de un metro y sesenta y cinco. Físicamente tenía un cuerpazo para su altura, unos pechos acordes a su cuerpo, un vientre plano, unas piernas torneadas y un trasero bien trabajado en el gimnasio. Pero principalmente, lo que más destacaba de ella era su rostro, tenía unos pómulos marcados y unos ojos de color verde profunda que le arrebataban el alma a uno si te miraban de la manera adecuada.

Por aquel entonces, yo era un chaval unos años mayor que ella, y había estado unos meses sin hablarla a causa de la ruptura con mi amigo, no habían acabado bien y aquella separación había provocado varias discusiones entre nuestro grupo. Pero un día, coincidió que nos encontramos en la casa de un conocido común, de estos que no es amigo de ninguno de los dos pero que estaba en nuestra esfera compartida de conocidos con los que quedábamos. Habíamos quedado allí para hacer algo de botellón. Bebiendo algo de ron con cola para salir después a un garito en el centro de Barcelona.

Isa y yo, nos saludamos y pronto nos pusimos a hablar, como había dicho, hacía tiempo que no nos veíamos y a pesar de todo, habíamos estado muy unidos durante un tiempo y queríamos saber el uno del otro. Había comenzado por aquel entonces, me contó, su segundo curso del grado universitario en Criminología.

Aquella noche, estaba muy atractiva, se había puesto una falda de cuero corta rojo borgoña que le marcaba bien su trasero, llevaba un top negro con el escote cerrado y detalles de encaje, que dejaba ver su terso vientre, donde tenía un pirsin en el ombligo, no se lo había visto antes, seguramente se lo había puesto en aquellos meses.

Con la tontería, estuvimos bebiendo y charlando juntos aproximadamente una hora y media sentados los dos juntos en el sofá, sin prestar mucha atención al resto y cuando quise darme cuenta ya estábamos bastante borrachos y picantones, con ganas de salir.

Animamos al grupo a movilizarse, a echar la mezcla que nos quedaba en algunas botellas de refresco e ir bebiendo por el camino.

No recuerdo mucho del viaje de ida en realidad, lo que sí era un recuerdo muy vivido en mi memoria, era el culo marcado en la falda roja que tenía delante que no podía dejar de mirar. Ya incluso, llego un momento, que su ex, Fran, mi mejor amigo, me dio un golpe con la mano para que me cortase un poco. Ni me acordaba que estaba allí… y llevaba dos horas con ella, recreándome con su esbelto cuerpo.

Al llegar por la zona del local, escondí las bebidas debajo de las ruedas de un viejo coche y me dirigí a la entrada. Me costó la broma quince euros por dos copas, Isabel, entró conmigo, y al ir al pasar el resto, al primero que iba de todos, mi colega Fran, el de seguridad no le dejó entrar, que lo intentase dentro de un rato, que en ese momento iba demasiado borracho.

—Tú, Fran, ¿Qué hago? Hasta dentro de una hora no dejan salir con el sello para volver a entrar. —Le pregunte al darme cuenta de que se estaba quedando fuera—.

—Ni te preocupes, nos quedamos un rato con él y ahora entramos todos juntos, entrad e id pasándolo bien. —Me respondió uno de mis colegas, que se quedaron todos fuera y se dirigieron hacía el coche donde había dejado las bebidas. Lo primero que pensé fue en que se las iban a acabar, que mal—.

—Anda, vamos dentro a bailar y a por una copa. —Me dijo Isabel—.

Al entrar al garito, la música que estaban poniendo era una mezcla entre reguetón y bachata. Isa en seguida se puso a contonear sus caderas.

—Espera, escucha la música, es un temazo, vente y céntrate en mí.

Me dio su mano. Y nos fuimos al centro de la pista. Para nada me esperaba lo que estaba a punto de suceder.

En ese momento sonaba una canción de Romeo Santos, de estos que invitan a pegarse, y eso hicimos, puse mi pelvis junto a la suya y le tomé de su cintura para ir bailando poco a poco al ritmo de la canción.

Estaba disfrutando bastante cuando le miré a los ojos y un frío recorrió mi espalda, pude traducir aquella sensación en mi mente como “Peligro”. Me sonrió, ya estaba perdido.

En un lance de la canción, se volteó y pego su culo contra mi cadera y siguió contoneándose a un ritmo pautado. No lo pude evitar, me provoco una erección que le restregué, ella se dio cuenta y al mismo tiempo que se pegó todavía más, prácticamente, me estaba masajeando el pene entre sus nalgas. Puse mis manos sobre su cintura y fijé bien su posición, no quería que se alejará. Pude ver como sonreía, me estaba volviendo loco.

Poco a poco, aproveché aquella postura y empecé a tocar su cuerpo, que buena estaba, joder. Y con un contoneo, de esos en los que vas bajando el cuerpo lentamente hacia abajo, ella abrió sus piernas para que la falda de cuero roja le permitiese bajar, puse mi mano sobre su muslo interno, simplemente para notarlo y seguir disfrutando de su cuerpo, y cuando estábamos ahí, pausadamente, subí la mano, pensando que todavía quedaba piel por recorrer, pero no, en seguida le toqué su más preciado tesoro, pudiéndoselo notar al otro lado de sus braguitas húmedas. Repentinamente, ella dio un respingo, no esperaba que la tocase allí, en lo más íntimo de su ser. Pero no vacile, dejé mi mano allí fija, porque ya que había llegado quería sentirlo al máximo y si la retiraba, posiblemente nunca se me abriría otra oportunidad como aquella. Entonces lo que hice fue apretar un poco en su raja, y noté como cedía, estaba bien húmeda, mi erección fue terrible en ese momento, perfectamente, en mi mente, podría follarmela allí mismo, si no nos hubieran echado del local, claro está. Por eso, seguí y le retiré la tela de su ropa interior con la mano, ahora su piel estaba en contacto directo con las yemas de mis dedos, lo tenía depiladito. Y metí mi dedo delicadamente. Isabel suspiró, era lo mejor que me podía pasar, estaba haciéndole un dedo en medio de la pista.

De pronto, me vino a la cabeza una locura, y me acerque a su oreja para susurrarle al oído, mientras seguía moviendo despacito mi dedo en su vagina.

— ¿Te gusta lo que me has provocado? —Le pregunte— Te hace sentirte poderosa. Bien, pues juguemos a un juego. ¿Qué te parece si indico a un tío de esta sala y le haces lo mismo que a mí para dejarle a medias?

Isabel se dio la vuelta, se colocó la falda roja y no dijo nada, pero de pronto, pude notar lo excitada que estaba, aguardaba órdenes en silencio.

En ese momento, miré a mi alrededor, había gente entre la que elegir y seguro que la mayoría estaría dispuesta a acostarse con la endemoniada Isabel. Pero no, estaba buscando alguien que le pusiese a ella, para que fuese difícil tomar la decisión de dejarlo, por lo que, todavía tarde unos segundos en decidirme. Le señale disimuladamente a un chico de pelo castaño con barba recortada, alto y que bailaba aquella música como si hubiese nacido para ello.

Me miró de nuevo, toco mi mano suavemente y se fue hacia él. Primero se puso delante de él y se puso a bailar sola, moviendo su trasero de lado a lado, deslizando todo su cuerpo al ritmo de la música y levantando sus brazos, dejándose llevar por la música. No tardo mucho, la canción cambio a algo que invitaba más al perreo y el chico se acercó a ella con malas intenciones.

Isabel hizo exactamente lo mismo que hizo conmigo, primero se pegó, y empezó a restregarse hasta lograr su propósito, también pude notar que aquella vez, era más brusca.

El chaval, que no era tonto y vio como estaba el tema de caliente, en seguida bajo sus manos y no tardo en ponerlas debajo de su falda. Ella, excitada como estaba, me miró, como esperando que le dijese algo, yo, por mi parte, me quede mudo y bailando solo. Entonces, ella se dejó, y aquel tipo siguió metiéndole mano mientras ella restregaba su culo contra su cuerpo.

El chaval, sacó la mano de debajo de la falda y puso la mano donde momentos antes había puesto yo mi mano, en su vientre. Pero en vez de ponerla ahí para fijar el ritmo de los dos cuerpos, no tardó en subirla e internarla debajo del top para masajear sus pechos mientras que su otra mano se quedó apostada en su pierna. La mirada de Isa lo decía todo, estaba perdidisima, ni siquiera veía que sucedía a su alrededor.

Fue de pronto, cuando vi a Fran a lo lejos en la discoteca. Como aquello lo viese él, seguramente acabaría provocando una pelea, así que, avise a Isabel con un gesto, me aleje de la escena sin ser visto y me pedí una copa en la barra. Estaba ya pensando en cómo Isabel se lo iba a pasar aquella noche y la oportunidad que había dejado pasar, cuando de pronto, ella apareció junto a mí. Estaba totalmente ruborizada.

—¿Qué quieres que haga ahora? —Dijo frente a mi sorpresa—.

Tarde un poco en reaccionar, pero cuando lo hice. Ya lo tenía claro, ella era mía.

—¿Nos tomamos la última en mi casa? —Le sugerí señalando mi copa—.

Ella asintió y nos dirigimos a la salida, dejando atrás a mis colegas.

Tomamos un taxi que nos dejó en casa en menos de 10 minutos, casi no hablamos en el trayecto, la verdad, no me di cuenta de lo ebrio y excitado que estaba. Supuse que ella estaba igual, así que, durante el viaje, le puse mi mano sobre su rodilla y le fui acariciando mientras ella me sonreía tímidamente. Nada que ver con la locura que había sucedido momentos antes...

Al entrar en mi casa, me dirigí a la cocina, mientras ella se fue al baño. Y serví dos copas de ron con cola. No me lo podía creer, Isabel estaba en mi casa. Tomé las dos copas, y fui hacia el salón de mi casa, puse un poco de música y atenué la luz.

Cuando ella llego, nos sentamos en el sofá, muy juntos, y bebimos un par de tragos, puse mi mano en su cintura y la besé en el cuello. Suspiró.

Estuve un rato así, acariciándola y con mi boca deslizándose en la frontal que se arrojaba ante mí desde el lóbulo de su oreja hasta su yugular. Poco a poco, fui mimando su figura y dirigí mi mano izquierda a su falda para ir desabrochándola mientras que mi otra mano le tocaba un pezón por debajo del top.

No tarde mucho en tenerla en ropa interior frente a mí, llevaba unas braguitas azules de encaje y un bralette de color blanco un poco descolocado que le retiré en seguida. Al posar mi mano sobre sus braguitas, note lo húmeda y cachonda que estaba.

Me desabroche el pantalón y ella se puso de rodillas frente a mí, lentamente la mano de Isabel llegó hasta mi polla, la agarró y empezó a hacerme una paja mientras me miraba con los ojos entornados, era puro fuego, caliente pero peligrosa, y yo había caído de lleno.

Me recosté sobre el sofá para poder disfrutar de aquella sensación. Ella fue bajando su cabeza hasta que sus labios me dieron un beso en la punta de la polla. Acto seguido, abrió la boca y se la metió en su boquita de piñón. Notaba perfectamente como jugaba con su lengua, dándome placer al mismo tiempo que seguía moviendo la mano de arriba abajo para potenciar más aquella sensación. Lo mejor de todo, es que encima, no aparto la mirada, sabía lo que hacía.

Cuando considero que ya era suficiente, se puso de pie, y se echó sobre mí, para darme un beso con lengua.

—Uff, estás muy cachonda, ¿te ha excitado la situación del club? —Le pregunté con curiosidad de ver hasta donde se había dejado llevar—.

—Mmm, sí. Me he dejado hacer de todo. Puto, fóllame ya. —Rogó entonces—.

No necesitaba más. La tomé de la mano y la dirigí a la cama. Aparte su ropa interior, me puse sobre ella y comencé a penetrarla. Su coñito estaba caliente y apretado. Estuvimos en esa postura un rato, no me podía creer lo que estaba haciendo, empotrándome a la ex de mi mejor amigo, siempre había soñado con aquello, pero jamás pensé que podría suceder.

Ella se movía como una experta, recibiendo mis embestidas con sus caderas y moviéndolas al son como si siguiésemos en la pista de baile. Sus gemidos eran suaves, estaba disfrutando, lo podía notar.

Con las ganas que tenía, me retiré y la volteé, en ese momento, al ver su culito respingón no pude controlar mis ganas de darle un azote, me pasé de fuerza sin querer y pude notar como mi mano quedó marcada en su nalga.

Resopló.

—Dame más, me lo merezco, soy mala.

—Ya ves si eres mala—. Solté sin pensarlo—.

Ella se giró con una cara entre desafiante y excitada. A mí, personalmente, no me excitaba mucho, o eso creía, aquello de azotar, pero la situación era tan propicia que me deje llevar. Y frente a su trato de insolencia, le di otro azote, y después otro, y otro más…

Hasta que pare, en aquel momento, ella se giró, sonrió, me empujó y dispuso a ponerse encima de mí para montarme, esta vez, como antes, no aparto sus ojos de los míos.

Se echó hacía adelante apoyando sus manos detrás suyo y comenzó a moverse de adelante atrás, no podía separar mi vista de sus ojos, pero estaba siendo tan irresistible, con el vaivén de su cadera, que tuve que apartar mi mirada para observarla en toda su plenitud. Pude notar como sonreía.

—Isabel, estás muy buena. —Ella, sonrío más aún—.

La intensidad de su sexo, su manera de disfrutarlo, el recuerdo de los azotes que le había dado antes, todo ello hacían que estuviese a tope, así que no tarde mucho en tener ganas de eyacular. Debió notárseme en seguida, porque ella redujo su ritmo.

—Ni se te ocurra. Todavía no he acabado contigo. —Me soltó—.

Puso una mano en mi abdomen, y en seguida, la cadencia de sus caderas comenzó a moverse bastante más deprisa que antes. Como retándome. Noté de pronto las ganas de correrme en ese momento, esa energía que venía desde lo más profundo de mí ser y atravesaba mi columna vertebral, pero haciendo de tripas corazón, apreté los músculos de mi zona pélvica y lo controlé como pude. La retro eyaculación fue brutal.

—Uff, ¿contenta? —Le pregunté, aunque no esperaba por respuesta nada más que su sonrisa de saberse poderosa—.

—Ni te lo imaginas. —Me replicó—. ¿Sabes una cosa? Antes, en el club, cuando me estaba tocando ese chico. Me he puesto perrísima. Tanto, que casi le pido que me follase en los baños.

Ante aquella revelación, me la quite de encima y le di vuelta y la puse apoyada sobre sus rodillas, con las manos sobre la pared. Ahora me tocaba dominarla a mí.

—Pero, aun así, mírate, aquí.

A partir de ese momento, fue todo muy rápido, empotre a Isabel contra la pared hasta que no pudo más. Cuando le fallaron los brazos y cayó contra la cama, me erguí y comencé a culearla hacia abajo, con fuerza. Disfrutando a cada momento de la sensación, notaba como el sudor corría mi frente y por mi espalda, mis músculos se tensaban cada vez más para aumentar el ritmo. Sus gemidos no hacían otra cosa que incentivarme, eran secos, no muy delicados, pero cargados de placer, lo podía sentir.

En esas estábamos, cuando empecé a notar como sus piernas empezaron a temblar y sus suspiros cada vez eran más cortos e intensos. Se acercaba al orgasmo, así que, alargue mi mano y con mi dedo índice y con el medio empecé a frotarle el clítoris con energía mientras seguía penetrándola. Pude sentir como llegaba al clímax entre mis manos, sus piernas se pusieron rígidas y tuvo un orgasmo largo e intenso que ahogo con la almohada. En ese momento, desfalleció, en ningún momento pare, deseaba que notase que ella era ahora mía.

Pero la cosa no acabo ahí, la besé con pasión y ella me devolvió el beso.

— Joder, eres un cabronazo. —Dijo Isabel al separarse de mí—.

Le volví a besar cogiéndola de la mandíbula con mi mano, y acto seguido fui bajando, besándole en los pechos, el ombligo, la cintura, y al final, mi deseado premio, su clítoris.

Aparte con los dedos suavemente los labios superiores y con la lengua empecé a hacer círculos en la zona donde se escondía mi pequeño amigo, poco a poco se fue asomando y con la punta de la lengua, seguí haciendo círculos. No tardó mucho Isabel en empezar a gimotear de nuevo de una forma un tanto diferente, esos órganos secos se prolongaban un poco más, me puse perrísimo, le agarré el culo con las dos manos, y me lo acercé más a la cara, teniendo el contacto con su vagina mucho más directo y al mismo tiempo, le puse un dedo de mi mano derecha en la zona perianal, que fui masajeando hasta que me encontré en su ano. Seguí frotando delicadamente mientras le comía el coño y al no notar indició ninguno de rechazo o protesta, adentré mi dedo en su culo  siguiendo con la caricia de manera circular.

—¡Ahhhh! —Grito de pronto de placer—.

Seguí en aquella postura mientras le penetraba su culito con mi dedo hasta que sus muslos apretaron con fuerza mi cabeza y se volvió a correr. Y aquella vez, no pudo ahogarlo. Estoy completamente seguro de que mis vecinos tuvieron que escucharlo.

—Ah, estoy reventada. —Dijo entrecortada—.

—Espera, que me toca a mí. —Le dije mientras me ponía a su altura en la cama—.

Ella se echó a un lado y me puse detrás, encañoné mi pene sobre su vagina y empecé a apretar, en seguida estaba otra vez dentro de ella, pasé mi brazo por debajo de su cabeza, le puse mi mano sobre su boca y empecé a culearla.

—Muévelo Isa, muévelo.

Isabel empezó a mover su culo muy rápido para satisfacerme, en seguida empecé a notar de nuevo el hormigueo en mi espalda, me iba a correr.

—¡Quieta! Que me corro.

Me mordió y me hizo quitarle la mano que le tapaba la boca.

—Joder, cállate ya y córrete. —Me soltó mientras seguía moviendo su trasero. No necesité más—.

De pronto, empecé a eyacular dentro de su vagina a borbotones y a tener pequeños espamos por mi cuerpo. En uno de ellos, le cogí del cuello a Isa con la mano que antes le tapaba la boca y le apreté, fueron apenas unos segundos, pero enseguida supe que aquella había sido el mejor orgasmo que había tenido en mi vida.

Al terminar, nos quedamos allí, abrazados en mi cama, y me dormí al poco con mi mano sobre su pecho. Descansamos plácidamente.