La evolución de la pareja 4

El ofrodisiaco de la imaginació

Lo primero y a petición de Maite diré que tengo 36 años, moreno 1.80 y peso 80 kilos, normalito, sin muchas pretensiones. Dice que seguro que hay alguna fémina que también quiere saberlo. Somos de Zaragoza, y no ponemos los nombres de los locales por si no se puede hacer propaganda.

Cuando Maite llamo, estaba en el sofá, con el fumando un cigarrillo, pensando donde estaría.

  • Hola, estanos en la puerta del H,
  • Ya entráis. Dije nervioso.
  • Sí, estamos en la puerta, pero quería llamarte antes de entrar, para que lo supieras, por si habías cambiado de idea.
  • No, ya hemos hablado suficiente del tema, te he confiado mis fantasías y lo que me gusta.
  • Te noto nervioso.
  • Y lo estoy.
  • Pero que si quieres voy a casa ahora mismo.
  • Maite, repito lo hemos hablado, claro que estoy nervioso, pero porque entres a divertirte, bailar, hablar con otros, no pasa nada.
  • ¿Cambiará nuestra relación?
  • Si cambia sólo podrá ser para mejor, esto no lo haces a mis espaldas, es con mi consentimiento, que digo prácticamente inducida por la inquietud que tengo.
  • De acuerdo, entraremos, besitos.
  • Besos, y sobre todo diviértete.

Las imaginaba entrando, alguna vez, pocas había acudido a ese local, es muy conocido y tiene fama de ligoteo, acuden entes de todo tipo, es cierto, alguna pareja pero sobre todo mujeres y hombres dispuestos a divertirse, tomar una copa, bailar y si surge algo más mejor.

Con lo que a pesar de que no era la primera vez que Maite acudía a éste, sí que era la primera vez que iba sólo con una amiga, las otras había sido en grupo, la diferencia es notable, mientras que en grupo puede parecer que unas amigas han salido a cenar y terminan ahí tomando una copa sin más pretensión, igual que acuden grupos de empresa, reuniones de amigos, etc.

El hecho que fueran dos chicas, atreviditas vestidas y sobre todo lo que esperaba de Maite, que si le entraba alguno para que bailara, invitarla a una copa o simplemente hablar, no estaría cómo en anteriores ocasiones con la guardia subida dando rechazos y asustando, cómo decía Ana, a quien se le acercaba.

Con estos pensamientos, la cabeza no paraba de darle vueltas a las situaciones que se podrían estar dando. Las imaginaba dirigiéndose a la barra, pidiendo las copas, con un montón de miradas sobre ellas, cómo el cazador a su presa, estudiando las posibilidades, estudiando la manera de acechar a la pieza para obtener el trofeo.

La llamé, apagado o fuera de cobertura, la volví a llamar más tarde, la misma respuesta.

Por mi imaginación pasaban mil y una posibilidades, la veía hablando, riendo con el acercamiento que la conversación da a las personas. La imaginaba bailando, salsa, en este local es lo que más ponen, bailes calientes en los que el contacto es continuo, la volví a llamar con el mismo resultado, sí la imaginaba rozándose, tenía celos unos celos que me oprimían el corazón y a la vez estaba excitado, una excitación que me invitaba a masturbarme pensando en todo esto.

Pero no quería hacerlo, pensaba que será más gratificante cuando venga, sumido en esta tortura placentera sonó el móvil, eran las 3 de la mañana.

  • ¿Ocurre algo? Acaban de entrarme mensajes que me habías llamado.
  • Nada cielo, que no debe de haber cobertura y te llamaba para ver ¿qué tal?
  • Me he asustado al ver tantos mensajes de llamadas.
  • No, no pasa nada, salvo la inquietud que tengo, no lo puedo evitar.
  • He salido a comprar tabaco, aquí no hay y entraron los mensajes.
  • Que tal lo estas pasando.
  • Bien.
  • ¿Seguro?
  • ¿Estás bailando?
  • Más que nuca.
  • ¿hoy no te da corte?
  • Sí un poco, pero hoy sé que haciéndolo no te hago daño. ¿Quieres que regrese a casa ya?
  • ¿Ya no hay ambiente?
  • Al contrario ahora es cuando se ha llenado esto.
  • Quieres seguir entonces.
  • Tengo ganas de llegar a casa, y encontrarte esperándome.

Esto hizo que me excitará más, primero porque el final de la noche acabaría en un buen polvo, y lo segundo y más interesante, ella estaba excitada, lo notaba en la forma de hablar, o quizá sólo era uno más de los deseos que tenía, que se hubiese excitado.

  • Quédate entonces y sigue disfrutando, tenemos para nosotros el resto del fin de semana,
  • Vale, compro el tabaco y vuelvo a entrar, besitos espérame despierto.
  • Hasta luego.

Quedé con más inquietud si eso era posible, había bailado acababa de decírmelo con lo que mis fantasías se disparaban más, ya no era sólo mi imaginación lo había hecho, temblor me recorrió el cuerpo, ¿estaría enfermo?, excitarme sabiendo que estaban ligando con mi mujer, que estaban bailando con ella, que la habrían agarrado de la cintura, que con los compases de la música se habrían abrazado, joder pensar que otro hombre la habría abrazado que ella habría sentido sobre sus pechos la presión del pecho de aquel hombre, me produjo una erección tremenda en mi ya martirizado miembro.

Pero mi imaginación iba a más, ya sabía que la habían tocado, desconocía hasta que punto, seguramente no demasiado, pero en mis imágenes la veía entregada a toda clase de caricias.

Oigo abrirse la puerta, miro el reloj las 5 y ¼, me levanto de un salto y salgo al pasillo para recibirla, la veo aparecer, preciosa, cara de cansada, toda de blanco, entiendo la sensación que habrá causado a otros hombres nos vamos acercando, ella me mira, veo en sus ojos una expresión, diciendo, ¿y ahora qué? cuando estoy frente a ella sin mediar una palabra, la abrazo, y nos fundimos en un largo y profundo beso,