La estudiante (6)

Continuación de un relato que empecé hace varios años. Marta sigue pagando su desliz.

LA ESTUDIANTE 6.

Hace mucho tiempo que comencé esta serie de relatos así que es probable que no os acordéis de la trama. Una chica, Marta, va a Madrid a estudiar y por una serie de circunstancias cae en manos de Pedro y Manuel, sus dos compañeros de piso que la extorsionarán y la convertirán en su esclava sexual. En este capítulo Marta comienza a prostituirse por orden de sus captores. Si queréis ver el resto de capítulos pinchar en los vínculos:

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ESTE RELATO COMO LOS ANTERIORES SON SOLO Y EXCLUSIVAMENTE PARA MAYORES DE 18 AÑOS, SI NO CUMPLES ESTE REQUISITO ABANDONA LA PÁGINA. SE TRATA DE UN RELATO TOTALMENTE FICTICIO Y CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA COINCIDENCIA.

La vida de Marta se había convertido desde aquel fatídico día que se había acostado con su compañera de Universidad en un infierno. Sus compañeros de piso la violaban continuamente y la obligaban a prostituirse.

Habían transcurrido dos meses desde que había empezado a prostituirse, era algo horroroso, los clientes eran todos unos pervertidos y unos sádicos que buscaban el placer haciéndola sufrir al máximo. Además Pedro y Manu no habían dejado de violarla todos los días, aunque nunca de la manera tan salvaje como la primera vez, y es que los muy cabrones querían que la "mercancía" no se estropeara.

El empezar a prostituirse había sido durísimo y sobre todo por como empezó, su primer cliente fue traumático para ella y cuando terminó pensó que aquello no lo podría soportar, pero a los pocos días, llegó el segundo, y a continuación el tercero y el cuarto, y así hasta no sabía cuantos más.

Su primer día como prostituta comenzó como cualquier otro desde que sus compañeros la habían convertido en su esclava. Se levantó y se dirigió a mamársela a Manu y Pedro, fue durante la felación a Pedro, cuando este le comunicó la novedad en su rutina.

—Hoy vas a empezar a pagar por tu libertad.

Aquello le erizó el vello a la pobre Marta que detuvo la mamada, y alzó la mirada suplicante a su torturador implorándole que no la hicieran prostituirse.

—No pares de chupar, puta—, le espetó Pedro a la vez que la daba un fuerte capón en la coronilla. A Marta no le quedó otro remedio que seguir con su trabajo a pesar de la opresión que empezó a sentir, y a que las lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Pedro se incorporó de la cama, y obligó a Marta a darle la espalda y a inclinarse para follársela, aquello era corriente, sus violadores se la follaban todos los días varias veces, pero había creído que cuando empezaran a prostituirla no se lo harían, pero como en tantas otras cosas se había equivocada y ni siquiera protestó cuando Pedro introdujo el dedo anular en su culo, que a base de tragar polla se había vuelto bastante flexible, aunque seguía apretando las pollas de sus violadores y no se había deformado como había temido. Pedro le trabajó el ano durante unos minutos y sin avisar le insertó la mitad de su enorme polla por aquel agujero por el que sentía debilidad.

Marta reprimió un grito de dolor pues sabía que aquello excitaba aún más a su violador, pero no pudo evitar cerrar los puños agarrando la sábana de la cama de Pedro, que empujó y encajó hasta los huevos su enorme ariete. Por las mejillas de Marta se deslizaban las lágrimas que la acompañaban desde hacía varias semanas todos los días, el dolor y la humillación a partes iguales hacían que todos los días llorase en silencio, trataba de evitar hacerlo delante de sus violadores, pero en circunstancias como estas era imposible no hacerlo, y cuando tenía un momento sola, se derrumbaba y lloraba tratando de evitar de que nadie la viera u oyera.

—Toma puta, más que puta— le increpaba Pedro, que la estaba penetrando el culo cada vez más fuerte, lo que, como ya sabía Marta, no significaba necesariamente que este ya fuera a acabar, tenía, al igual que Manu, un gran aguante, y podían estar follándosela una hora seguida cada uno. —Tienes el culo casi como el primer día que te lo abrí, ¿te acuerdas?—ironizó Pedro, que sabía que aquella experiencia no la podría olvidar en su vida—, pero ahora te entra mejor, ¿verdad puta?.

Pedro no esperaba ninguna respuesta y Marta bastante tenía con aguantar las acometidas de aquel bárbaro sobre una plaza en donde hacía mucho tiempo que habían caído las defensas. Afortunadamente para ella, ya no se le desgarraba el ano cuando la enculaban, y había aprendido, a base de dolor, que debía tener el culo limpio para que cuando la porculizaran no saliera mierda, y la castigaran, para ello cuando se duchaba introducía su dedo anular en el culo y lo limpiaba, lo que era humillante pues en muchas ocasiones Pedro o Manu entraban en el baño a violarla mientras ella estaba dentro, y la veían con el dedo dentro de su culo. Además cada semana se ponía un enema para hacer una limpieza más a fondo, aquello era aún más humillante pero la alternativa era que la lavativa se la pusieran ellos, y eso iba a tratar de evitarlo como fuese.

Pedro mientras la sodomizaba, le acariciaba con rudeza los pechos, que debido al trato que recibían diariamente habían adquirido un permanente color rojizo, y a la vez le estiraba de los pezones hasta que Marta no podía más y soltaba algún grito, que era lo que buscaba el sádico de Pedro.

Durante unos veinticinco minutos no dejó de taladrar los intestinos de una Marta que notaba como la polla de Pedro se hinchaba, y comenzaba a correrse en abundancia. Como premio Marta recibió un gran apretón en su dolorido pecho no pudiendo evitar un grito de dolor ante el maltrato al que estaba siendo sometida, que se entremezclaba con los gemidos de placer que aquello provocaba a Pedro, que empujaba hasta las pelotas su polla en el culo de Marta.

A pesar de su dolor una llorosa Marta sabía que si no quería que la cosa fuera a peor debía chupársela a su violador nada más que este la sacara de su culo, sin preocuparse por los restos que pudiera arrastrar la polla, en esta ocasión, y gracias a su metódica labor de limpieza, solo había restos de lefa, y del lubricante que todas las mañanas, antes de acudir a las habitaciones de Pedro y Manu, se ponía en el coño y el culo para evitar desgarros y más dolor. Se la estuvo limpiando y chupando hasta que Pedro se dio por satisfecho.

Con el culo lleno de lefa y escurriéndole por los muslos se fue a la habitación de Manu, al cual comenzó a hacer una mamada, hasta que se incorporó y le preguntó —¿por dónde te la ha metido Pedro?— él sabía que aquello para ella era humillante por eso todas las mañanas el uno o el otro se lo preguntaba a pesar de que era evidente, debido al rastro de semen y al enrojecimiento del ano, que Pedro la había estado dando por el culo.

—Por el culo...— contestó bajando la vista y la voz, una humillada Marta, que sabía que esa respuesta suponía que Manu se la follaría por el coño, y no se equivocó, la tumbó en la cama bocaarriba, le abrió las piernas e insertó su polla en su vagina. Manu se la folló como todas las mañanas prestando especial atención a sus tetas y pezones que no tardaron en revivir el dolor que hacía apenas diez minutos habían soportado en la habitación de al lado, ella sabía por experiencia que no debía quejarse o el castigo sería aún mayor, pero no podía evitarlo, y los quejidos eran continuos, lo que unido a la cara de sufrimiento era suficiente para que Manu incrementase su placer.

—Sigues tan estrecha como el primer día—, le dijo Manu mientras se movía rítmicamente encima de Marta, —vamos a sacar una buena pasta por ti.

Marta sabía que esta última aseveración la había hecho para recordarle, como si pudiese olvidarlo, que hoy comenzaba a "trabajar" fuera de casa, aquello hizo que nuevas lágrimas se deslizaran por sus mejillas.

Por fin después de más de tres cuartos de hora follándosela Manu se corrió en la boca de Marta que a pesar del asco y las nauseas que sentía se tragó toda la lefa de Manu y procedió a limpiar la polla de su violador. Una vez concluidas sus labores mañaneras, Marta se fue al baño donde se lavó a fondo, tratando de eliminar la sensación de puta que la acometía. Se lavó los dientes sin ser capaz de quitarse el sabor a semen de Manu, se lavó el culo sacando los restos de Pedro, y como todos los días lloró amargamente, aunque hoy, pensando en lo que le esperaba después lo hizo durante más tiempo. Una vez que se calmó se puso las bragas de plástico que Pedro le había dado hacía unas semanas, insertándose el vibrador en su vagina, en estos momento apagado.

Desde que se las habían dado el vibrador se había activado en más de treinta ocasiones, la mayoría de ellas en la Universidad mientras que estaba en alguna clase. Ella sabía lo que tenía que hacer, salía discretamente del aula y se dirigía al baño de la primera planta de la facultad, allí se metía en uno de los retretes, se quitaba la braga y se untaba bien con vaselina el ano y el coño , y se dilataba el culo con el consolador que llevaba siempre consigo y que también le había dado Pedro. La mayoría de las veces a los pocos minutos llegaban Pedro o Manu, o en el peor de los casos los dos, y se la follaban sin que ella, por miedo a ser descubierta pudiera gritar, o gemir de dolor. Ellos sabían esto y la mayor parte de las veces la daban por el culo, durante más de una hora. Cuando regresa a clase se puede sentar a duras penas y en su cara se refleja el dolor y la humillación sufridas.

En varias ocasiones sin embargo habían activado el vibrador en casa, en donde era sometida a largas sesiones de sexo, y en una ocasión en la calle. Ese día tuvo que entrar en un bar y encerrarse en su apestoso baño, afortunadamente ni Pedro ni Manu aparecieron pero el terror se adueño de ella, solo de pensar que se la follarían allí.

Cuando salió del baño Pedro y Manu ya estaban levantados y sentados en el salón esperando el desayuno que ella debía preparar, y como cada mañana desde hacía dos meses comenzó su rutina. Servirles, limpiar la casa, ir a la Universidad, y volver para la hora de comer, cuando se la follaron nuevamente, pero esta vez los dos a la vez. Mientras se la chupaba a Manu, Pedro me la metió por el coño, fue un polvo rápido pues sabían que debía prepararse para su primer cliente.

Una vez se hubieron quedado satisfechos Pedro le dijo,—vete a cambiar que tu cliente te espera dentro de una hora.

—Por favor no me hagáis esto, os haré todo lo que me pidáis pero no me obliguéis a convertirme en una puta—, pedía Marta, que trató de que se apiadarán de ella por última vez, humillándose de rodillas y con los ojos arrasados de lágrimas.

—Vamos puta, no nos hagas cabrear o va a ser peor para ti—, le espetó Manu que la arrastró del pelo hasta su habitación.

—Si en media hora no estás lista te juro que te arrepentirás.

Marta se quedó allí, en su habitación, tirada en el suelo, llorando y pensando en lo que podrían hacerla, — Oh, Dios mío, Dios mío, ayúdame— decía entre gemidos mientras se incorporaba y se dirigía al cajón donde guardaba la ropa interior, que no usaba mucho, ya que Pedro y Manu se lo tenían prohibido, pero hoy le habían dado instrucciones claras de que —debes parecer una niña buena, así que nada de tangas ni de hilos dentales, te vas a poner una braga y un sujetador blancos.

Con aquella ropa, y el coño depilado parecía una niña pequeña, lo que se acentuó cuando se hizo las dos coletas que le habían indicado, parecía toda una colegiala. La ropa que se puso la había seleccionado Pedro, era una falda que le llegaba por debajo de las rodillas y una camiseta ancha que apenas marcaba sus formas, nadie diría que aquella muchacha se iba a convertir aquella noche en una puta.

A las nueve de la noche salieron de casa en el coche de Manu, y se dirigieron hacia las afueras. Tardaron una media hora en llegar a un hotel cerca del aeropuerto, era un hotel bastante moderno, y era uno de esos que una vez has alquilado la habitación ya no hace falta que pases por recepción, lo cual agradeció, ya que no sabía sí podría soportar la humillación de que me vieran entrando en el hotel al lado de un cliente.

—Tu primer cliente se llama Adolfo, y tiene unos gustos....digamos peculiares,— dijo Pedro con una sonrisilla en la cara que a Marta no le gustó nada.

—Le gusta—continuó Manu—, hacerse pasar por un director de colegio y castigar a las alumnas malas, ja, ja, ja, y esta noche, esa serás tú.

Marta no decía nada, además de obligarla a prostituirse la humillaban siempre que podían, y ahora entendía lo de la ropa. Debía tratar de evadirse porque sino no sería capaz de soportar lo que sospechaba que le esperaba esta noche.

—Vamos putita—, le empujó Manu, para que saliese del coche, —que el "director" te espera.

Esta afirmación les hizo mucha gracia porque se estuvieron carcajeando un buen rato mientras esperaban a que llegase el ascensor. A las diez menos cinco estaban delante de la habitación 451, y Pedro golpeó con los nudillos en la puerta. Después de unos segundos que a Marta se le hicieron eternos la puerta se abrió y apareció una mujer, alta y robusta, aunque no gorda, sino más bien fuerte, con anchas espaldas un pecho grande y firme y una cara angulosa, que sorprendió a Marta que había izado la cabeza al ver las piernas de su anfitriona, calzados con unos zapatas negros de tacón.

Esto no sorprendió ni a Manu ni a Pedro, que intercambiaron unos saludos con la mujer, que les entregó un sobre con dinero.

—Volved a por ella dentro de unas cuatro horas— les dijo la mujer con una voz bastante potente, lo que no desentonaba con el resto de su cuerpo.

Sin dirigirla la palabra la condujo hacia el interior de la habitación que más que una habitación era una suite. La mujer le indicó que entrase en el baño. —Desnúdate—le dijo con esa voz tan grave. Marta estaba paralizada por el miedo, se iba a convertir en una puta, y aquello no era capaz de procesarlo..

—Que te desnudes, puta—, le dijo la mujer a la vez que le daba a Marta un fuerte bofetón que la hizo tambalearse.

Marta con la mejilla derecha ardiéndole por la bofetada, y los ojos arrasados por las lágrimas empezó a desnudarse. La mujer la miraba con desprecio a medida que se iba quitando su ropa. —Déjate las bragas, puta—, le espetó a una sorprendida Marta.

Esta se quedó allí de pie únicamente con las bragas puestas, tratando de taparse sus expuestas tetas.

La mujer se aproximó a ella y de un manotazo le descubrió los pechos, y empezó a sopesar sus tetas y a pellizcar sus pezones, lo que provocó en Marta gran incomodidad.—Tienes unas buenas tetas, al Director le encantarán—, dijo la mujer que había dejado de manosearle las tetas y había introducido su gran mano en las bragas de una humillada Marta, que a pesar de todo sabía que no debía quejarse. La exploración de su entrepierna apenas duró unos segundos, que bastaron a la mujer para comprobar que estaba totalmente depilada.

—Ponte esto—, le ordenó la mujer a Marta, señalándole una falda tableada y un polo blanco de manga corta.

Marta para evitar una nueva bofetada, no se resistió y se vistió, al mirarse al espejo, vio el efecto de la ropa junto a su peinado, parecía una colegiala, pues la ropa simulaba un uniforme de un colegio, aunque una talla más pequeña de lo que debería ser, lo que hacía, que a falta de sujetador, sus pezones se marcaran sobremanera.

Una vez vestida la mujer la condujo delante de una puerta, y llamó a ella.

—Adelante.

Las dos entraron en una nueva estancia de la suite, que estaba habilitada como despacho, en ella había una mesa y varias sillas, así como cuadros y una estantería. Encima de la mesa había un ordenador y varias carpetas. Detrás de la mesa sentado en un sillón de cuero negro había un hombre de unos 55 años, con el pelo encanecido y bastante pasado de kilos que estaba tecleando algo en el ordenador y aparentemente no les prestaba atención.

—¿Si? señorita Julia, ¿qué sucede?—, dijo al cabo de unos minutos que a Marta no hicieron más que angustiarla aún más.

—Don Adolfo—, empezó la mujer, llamada Julia, —he descubierto a esta alumna, chupándolesa a dos alumnos en el baño del gimnasio.

Aquello dejó helada a Marta que no podía creer lo que estaba oyendo, y cometió una imprudencia, hablar. —Eso es mentira...—, no pudo decir más porque Julia le soltó una sonora bofetada que la hizo caer al suelo con el labio roto.

—¡Te atreves a decir que miento, so golfa!—le chilló enfurecida Julia.

Marta no se atrevió a contestar y se incorporó limpiándose la sangre que manaba del labio.

—Eso es una falta muy grave, y en esta institución las faltas graves se castigan con severidad—, dijo el hombre sin la más mínima intención de reprochar a Julia su acción. Marta estaba comprendiendo que estaban representando un papel que ya habían hecho muchas veces y que ella debía colaborar si no quería ser castigada

—Pero yo no he hecho nada...

—Puta, dirígete a don Adolfo, como Señor Director, y no hables hasta que se te pregunte—, le increpó Julia que le dio una nueva bofetada en la otra mejilla, aunque no tan fuerte como la primera.

Marta estaba asustadísima, no sabía lo que iban a hacer con ella, pero estaba claro que se lo harían pasar mal.

—Y bien señorita, que tiene que decir ante las acusaciones de la señorita Julia—, preguntó Adolfo, dirigiendo la mirada a los pechos de Marta que notaba como los pezones se marcaban a través del polo que llevaba puesto.

—Señor director— comenzó a decir con miedo a recibir una nueva bofetada de aquella mala bestia, —lo que dice la señorita Julia no es verdad, yo no se la estaba...., no estaba haciendo eso que dice con nadie.

Su rubor hizo que tanto Adolfo como Julia sonrieran de satisfacción.

—Eso que dices es muy grave, estás acusando a una profesora de mentir al director.

Aquello era algo surrealista, Marta no sabía que decir, casi estaba deseando que se la follara de una vez y que dejaran de humillarla como lo estaban haciendo.

—Señor director—, interrumpió Julia, —esta señorita, no es la primera vez que se le descubre en actitudes indecorosas, le recuerdo que hace tres semanas le perdonó cuando fue descubierta masturbándose en las duchas delante de sus compañeras.

—Es verdad, ahora lo recuerdo— dijo Adolfo, que se relamía de placer contemplando la cara de miedo de Marta que no se atrevía a decir nada, —y entonces no fuiste castigada y a lo mejor por eso ahora te dedicas a chupársela a tus compañeros.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Marta que se imaginaba lo que venía a continuación, Adolfo se la follaría como castigo. Pero Marta se equivocaba no iba a ser todo tan fácil, su cliente tenía otros planes.

—Bueno, está claro que hay que castigarte seriamente para evitar que el día de mañana te conviertas en una puta, ja, ja, ja.

Don Adolfo se levanto de la silla, y Marta pudo apreciar que era verdaderamente gordo, estaba sudando debido a la emoción y pensando en lo bien que se lo iba a pasar esta noche. Cuando estaba enfrente de Marta, le cogió la barbilla y le levantó la cara mirándola con lujuria.

—Has sido una niña mala y debo castigarte por ello, ¿qué dirían tus padres si se enteraran que se la vas chupando por ahí a cualquiera?

La mención a sus padres la hundió un poco más aún, ya que ellos no sospechaban nada de aquello y creían que su hija estaba estudiando. Ella sabía perfectamente que él conocía esto perfectamente y por eso lo usó, no solo la quería follar sino que quería humillarla para disfrutar de su sufrimiento.

A continuación sin ninguna delicadeza le agarró uno de sus pechos y los estrujo, provocándole a Marta un gran dolor que la hizo emitir un gemido.

—Tiene razón señorita Julia, esta alumna es un poco golfa, mírela no lleva sujetador, seguro que esperaba que no la castigara si me enseñaba sus tetas.

—Ya se lo dije la otra vez señor director, a las de su clase hay que tratarlas como se merecen, como putas.

Don Adolfo continuó magreándole los pechos por encima del polo, sin que Marta pudiera contener las lágrimas que no lograban ablandar el corazón de aquel sátiro. La mano se deslizó al interior del suéter y apretó con saña el pecho de Marta, que no se atrevía a gritar por miedo a las consecuencias, lo que provocó que Don Adolfo la pellizcara los pezones hasta que Marta no pudo aguantar más y chilló.

—Mire a esta puta—, le decía el director a Julia, que permanecía apartada de la acción, —parece que no le gusta que le toquen, pero bien que se la chupa a sus compañeros.

Julia, como si todo estuviera planeado se acercó por detrás a una Marta, derrumbada por la humillación, que solo podía llorar como una Magdalena ante los tocamientos impúdicos de ese viejo gordo que sabía Dios lo que tenía pensado hacerla esta noche.

—La verdad—, continuó don Adolfo, —que esta puta tiene unas tetas magníficas.

Julia sin ningún recato empezó a sobarla también, lo que hizo que Marta se encogiera ante el repelús que esto le provocó. La única vez que se había liado con una chica lo había pagado, bueno lo estaba pagando.

—Es cierto don Adolfo, tiene las tetas firmes y tersas como una adolescente.

Después de un rato así Julia le quitó el jersey que cubría su cuerpo, apareciendo las tetas enrojecidas debido al maltrato al que habían estado siendo sometidas, y sus pezones erectos debido a los pellizcos que le habían dado sus clientes.

Marta mantenía la cabeza gacha y las lágrimas escurrían por sus mejillas, tratando de abstraerse de aquella escena de impudicia.

—Señorita—, le dijo el director dirigiéndose a Marta, que levantó la cara mostrando una cara arrasada por las lágrimas que habían corrido su maquillaje dándole un aspecto de puta barata, —ya conoce el reglamento del centro.

Marta no sabía a que se refería, pero sospechaba que nada bueno saldría de aquello. Antes de que pudiera contestar, Julia sacó no sabía de donde una vara en forma de bastón de un dedo de grosor. Aquello asustó sobremanera a Marta que vio que aquel viejo verde quería castigarla de verdad, a golpes. A pesar del miedo que sentía en ese momento se atrevió a hablar.

—Por favor, don Adolfo, no me pegue—, dijo Marta de la forma más lastimera posible, —no lo volveré a hacer. Marta se estaba humillando siguiendo el juego de sus clientes para poder librarse de una azotaina, pero don Adolfo no estaba por la labor y había vuelto a sentarse detrás de la mesa.

—Vamos puta—, le dijo Julia, empujándola hacia una silla.

—No por favor, no, dejaré que me folle y se la chuparé pero no me pegue—le decía Marta a don Adolfo que se había sacado la polla flácida de los pantalones y la manipulaba mientras veía como su puta era humillada.

—Ahhhhh—, chilló Marta al sentir como su culo recibía un azote

—¡Vamos puta!, reclínate sobre el respaldo de la silla—, le chilló Julia, a la vez que le soltaba otro azote a la altura de los riñones, a una Marta que no pudo reprimir otro chillido de dolor.

Marta no había logrado ablandar a sus clientes y sería azotada, y después follada.

Se reclinó en el respaldo de la silla, apoyando sus manos en el asiento de esta quedando su culo en pompa y en posición de ser azotado.

—Súbete la falda por encima de la cintura, y bájate las bragas.

Marta obedeció porque ya sabía que de nada le valían sus protestas, con lentitud se levantó la falda dejando a la vista de Julia y de don Adolfo las bragas blancas que llevaba ese día. Miró hacía atrás con los ojos arrasados en lágrimas y con una expresión que pedía compasión a una Julia, que le soltó otro azote ante la tardanza de Marta en cumplir sus órdenes.

Las bragas quedaron a la altura de sus rodillas y podía notar la mirada lasciva de don Adolfo mirando su culo y su coño que se ofrecían en todo su esplendor en aquella posición. En sus nalgas se notaban ya los dos azotes recibidos y Marta notaba el enrojecimiento de la zona, sabía que aquello le iba a doler durante varios días, pero ya nada podía hacer por evitarlo.

La polla de don Adolfo había adquirido una dureza impropia de un hombre de su edad, pero era evidente que la violencia era lo que excitaba a aquel mal nacido que había comprado la vida de una chica durante unas horas.

—Quiero que cuentes los azotes, golfa— le dijo don Adolfo a una asustadísima Marta, —así aprenderás a no ser tan puta.

A una señal de este, comenzó el martirio para Marta.

Zasss, sonó el primer azote en las blancas nalgas de Marta, que solo pudo gritar y llevar las manos a su dolorido culo tratando de evitar un nuevo golpe.

—¡Qué haces, puta!—, le chilló Julia, —te ha dicho el señor director que cuentes, lo azotes, y como vuelvas a moverte te juro que te desollo a latigazos.

Marta apartó la mano, y temblado debido al miedo y al dolor apoyó nuevamente estas en el asiento de la silla.

El silbar de la vara al cruzar el aire era seguido por el sonido del contacto con la piel cada vez más enrojecida del culo de Marta, y de los gritos de dolor de esta acompañados de un río de lágrimas.

Pssssssss, zas, —ahhhhhhhhhhh, uno—, era lo único que se oía en aquella habitación. Al séptimo azote en la delicada piel del culo de Marta ya eran evidentes los verdugones provocados por el castigo que estaba sufriendo, y el dolor se multiplicó, la vara golpeaba en las nalgas de una Marta que lloraba histérica suplicando que no la pegasen más.

Marta se revolvía dolorida y escocida, lo que provocaba que los azotes fueran más severos.

—Por favor, no me peguen más, ahhhhhhh, no por favor, no más, ahhhhhhh, ahhhhh, ahhhh, es muy doloroso.

—Cállate so puta—, zas, zas, le decía Julia a la vez que redoblaba los embistes con la vara.

Los gritos de dolor se habían transformado en alaridos desgarradores que estaban dejando a Marta afónica de tanto suplicar. Marta notaba como las heridas se abrían en sus nalgas sin que aquello ablandara a sus torturadores, ya era incapaz de contar, el dolor se hizo continuo y Marta no podía dejar de llorar a mares, ya no podía ni suplicar.

Después de más de diez minutos recibiendo semejante correctivo, y de treinta golpes, Julia se detuvo.

El culo le dolía y le ardía a una Marta que estaba hecha un mar de lágrimas y que no paraba de suplicar en un tono cada vez más lastimero, —no más, no más, por favor—, era lo único que se atinaba a oir entre sus gritos y lamentos.

La polla de don Adolfo se había endurecido al máximo, no se trataba de una polla excesivamente grande ni gruesa, pero Marta sabía lo que venía a continuación, ese viejo gordo se la follaría.

—Ya está bien por esta vez— dijo don Adolfo, al tiempo que se incorporaba, dejando caer sus pantalones y calzoncillos hasta los tobillos, —creo que ya ha aprendido la lección, ¿verdad?.

Marta levantó la cabeza y entrecortadamente debido al sofocón que tenía logró decir—si..ii , s..iiii, ya no.....no me peguen máaaas, por favor, no....no volveré a hacerlo.

—Muy bien, eso está muy bien, pero aún no hemos terminado contigo, lo que has hecho es muy grave y el castigo debe estar acorde con lo la gravedad de la acción.

Dicho esto don Adolfo colocó su polla delante de la boca de una llorosa y dolorida Marta que sabía lo que tenía que hacer, y con sumo asco y con la incomodidad que producía el escozor que tenía en su trasero comenzó a mamársela a don Adolfo que se la metía hasta dentro, pero debido a su tamaño, no era demasiado incomodo.

—Así, así putita, así me gusta que te la metas hasta la campanilla.

Marta notaba como la polla empezaba a segregar el líquido pre seminal, esperaba que se corriera pronto para que la dejaran en paz, pero no iba a ser tan rápido como ella esperaba.

Don Adolfo sacó la polla de la boca de Marta y sin decir una palabra se dirigió a la parta de atrás y comenzó a frotar con una mano el depilado coño de Marta, que asumió que la iba a follar.

Don Adolfo metió un dedo en la raja de Marta que estaba seca, debido al dolor que había padecido.

—Uhmmmm, me encanta, este coñito, está estrecho y seco.

Y sacando el dedo introdujo su polla de un solo empujón, y pese a que no era muy grande, provocó un gran dolor a Marta.

—Ahhhhhhhhhhhhh, por favor, noooooo, sáquela, me quema.

Sin embargo don Adolfo comenzó a follarse a Marta que notaba como el roce la quemaba por dentro, sus manos apretaban con fuerza el respaldo de la silla sobre la que seguía reclinada, y apretaba los dientes, pero era incapaz de reprimir los gemidos de dolor que la penetración le estaba provocando.

Afortunadamente don Adolfo no aguantó mucho más,—me corro, so puta, me corro.

Tres chorros de lefa se alojaron en el interior del coño de Marta que no podía dejar de gimotear y de llorar debido al dolor y la humillación que estaba padeciendo.

Don Adolfo se reclinó sobre la espalda de Marta que notó como iba perdiendo dureza la polla de su violador.

—Ha sido estupendo, hacia tiempo que no me corría de esta manera—, dijo don Adolfo a la vez que extraía su falo de la castigada vagina de Marta, de donde escurría el semen que hacía apenas treinta segundos había depositado en su interior.

Marta se incorporó frotándose su dolorido culo y sintiendo un gran asco al notar como la lefa le resbalaba por los muslos, sus ojos inundados de lágrimas miraban al suelo humillada por lo que le acababan de hacer.

No se atrevía a moverse y pensaba que ya había terminado todo, pero nuevamente se equivocó.

Don Adolfo estaba nuevamente empalmado, y aquello asombró a Marta que no se explicaba como un tío tan viejo tenía tanta potencia.

—Increíble, ¿verdad?—dijo Don Adolfo, señalando su erecta polla en la que aún relucía la lefa que acaba de depositar en la vagina de Marta.

—Pero la medicina avanza que es una barbaridad, ja, ja, ja... —se reía mientras señalaba una caja de Viagra.

Aquello significaba que la tortura de Marta no había acabado y que se la follaría de nuevo. Marta permanecía de pie, sin atreverse a decir nada por miedo a recibir una nueva azotaina, como la que había castigado su culo hacía apenas media hora.

Don Adolfo se sentó en un sillón con las piernas abiertas, y comenzó a masturbarse, mientras indicaba con la otra mano a su puta que se acercara.

Marta no lo dudó y se dirigió hacia Don Adolfo para evitar males mayores. Delante de Marta se masturbó hasta que su polla alcanzó su máximo esplendor, no excesivamente grande.

—Bien putita, ahora serás tú la que me folle—, dijo Don Adolfo.

Marta sabía lo que tenía que hacer, con gran asco, abrió sus piernas y se sentó a horcajadas sobre la polla de don Adolfo, que disfrutaría de sus tetas. Marta agarró la polla de don Adolfo y la condujo a su, aún, húmedo coño, y sin mucho trabajo la introdujo en su interior, aprovechado la lubricación que el semen del anterior polvo le proporcionaba.

Una vez introducida toda la polla de su cliente, Marta comenzó a moverse arriba y abajo, tratando de abreviar su humillación. Don Adolfo mientras magreaba sus pechos y succionaba con fuerza sus pezones, haciendo que estos se pusieran duros y crecieran. Esto lo hacía con saña provocando dolor en una Marta que trataba de no darle la satisfacción de verla llorar nuevamente.

A los diez minutos estaba claro que aquel no iba a ser un polvo rápido, don Adolfo, aguantaría, gracias a la química y a que ya se había corrido una vez hacía apenas cuarenta minutos. Lo más increíble de todo es que Marta estaba empezando a notar como su coño la traicionaba, como empezaba a segregar jugo, y notaba como empezaba a formarse en su entrepierna el comienzo de un orgasmo. Aquella sensación Marta la conocía muy bien, a pesar de que hacía mucho tiempo que no la experimentaba debido a su situación.

Aquello sería humillante para ella, pero bueno peor era que la azotase nuevamente—, pensó, mientras continuaba follando con don Adolfo, con una rítmica cadencia, arriba-abajo-arriba-abajo...

Sin embargo cuando su orgasmo era inminente, ocurrió lo inesperado, lo que nunca hubiese soñado en su peor pesadilla...

—Señorita Julia, su turno—, dijo don Adolfo, dirigiendo la mirada hacia la mujer que había permanecido en un segundo plano desde que azotó con saña el culo de Marta, y de la cual esta se había casi olvidado.

Aquello era terrible, no solo se la follaría don Adolfo, sino que también la harían follar con una tía. Pero las sorpresas no acabaron aquí, Marta giró su cabeza para ver a Julia que se había desecho de su ropa, dejando al descubierto una figura bastante corpulenta, con unas tetas firmes y grandes que eran rematadas con unos pezones puntiagudos de un intenso color rojo, sin embargo lo que hizo que Marta se horrorizara fue lo que vio entre sus piernas, una enorme polla, Julia no era una mujer, por lo menos no lo era completamente, era un travesti. Ahora se entendían muchas cosas.

—Nuestra Julia no es Julia... aún, es más bien Julio, ja, ja, ja,— se reía don Adolfo, a quien la situación le parecía de lo más graciosa.

Aquella imagen hizo que el orgasmo inminente de Marta desapareciera, y que tratase de desembarazarse de la polla de don Adolfo, que sin embargo impedía que se moviera al tenerla sujeta por las caderas.

La polla del engendro era enorme, monstruosa, y estaba totalmente empalmada. Julia, se la meneaba manteniendo la erección y haciendo que los jugos preseminales la humedeciesen.

Don Adolfo sostuvo a Marta por la cintura inclinándola hacia él, haciendo que su culo quedara en posición de ser taladrado, mientras que la polla de don Adolfo permanecía insertada en su coño.

—No por favor, no deje que... que eso me folle— suplicó Marta a un excitadísimo don Adolfo, que sujetaba con fuerza a la pobre niña sin que esta pudiese zafarse de su abrazo.

—Sabes una cosa putita, a Julia, no le gustan nada los coños, es más los odia, ya que ella aún no tiene el suyo, y por eso solo da por el culo, claro que con ese pedazo de polla las penetraciones anales de ella suelen ser muy dolorosas para la víctima pero sumamente placentera para mí.

Julia sonrió confirmando lo que don Adolfo estaba diciendo, y se aproximó a ellos con la polla apuntando al desprotegido culo de Marta.

—Lo más curioso de la situación—continuó don Adolfo —es que la naturaleza ha dotado con un rabo enorme a una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, más de 25 centímetros de carne.

Marta solo suplicaba para que aquello no llegara a consumarse, pero estas súplicas caían en saco roto ante la excitación que don Adolfo estaba sintiendo en estos momentos.

De pronto Marta notó un fuerte azote en el culo, era Julia que la estaba palmeteando, como si comprobara la calidad de un producto. En eso se había convertido la pobre Marta en un trozo de carne con la que sus amos comerciarían todo lo que les diera la gana, y ahora esa mercancía estaba en manos de un sátiro cabrón que disfrutaba haciendo sufrir a las mujeres y de una abominación de la naturaleza, que la iba a destrozar el culo.

Un dedo se introdujo en el esfínter de Marta que no pudo reprimir un suspiro de dolor ante la forzada invasión de su entrada trasera. Un segundo dedo siguió al primero, y un tercero a este.

—Ahhhhh, por favor, no lo hagan, por favor, es algo horrible...—gemía la pobre Marta que soportaba como podía la polla de don Adolfo en su coño y tres dedos de aquel travestí en su culo.

Notaba como su culo poco a poco iba adaptándose a los tres dedos que la forzaban, y como estos se movían en su interior tratando de dilatar aquel angosto canal, que a pesar de ser usado periódicamente por sus compañeros de piso, aún conservaba su estrechez.

Tal como entraron salieron los dedos de su culo, dejando un vacío tras de sí, que no tardó en ser rellenado.

—Ahora puta—dijo Julia—, si no quieres llevar pañal por el resto de tú vida relájate...

Antes de terminar la frase la polla de Julia empujaba contra el orificio de Marta y traspasaba la primeras defensas...

—Uffff—gimió, Julia cuando los primeros centímetros de su polla entraron en el culo de Marta—, la muy puta está estrecha como una virgen.

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, por favor, sácala, me mata—, era lo que atinaba a gritar una Marta, a la que le culo le ardía por la forzada invasión. Los gritos se multiplicaban a medida que la verga de Julia avanzaba por el estrecho canal, hasta convertirse en alaridos de dolor.

—Esta puta me va a dejar sordo—dijo don Adolfo al tiempo que movía su cadera introduciendo más profundamente su polla en el cada vez más estrecho coño de Marta— cállate puta, o te volveré a azotar.

Sin embargo Marta no podía dejar de llorar y de suplicar, fueron diez minutos de infierno los que tardó Julia en introducir todo aquel trozo de carne en Marta, que notaba como las dos pollas pugnaban por un espacio cada vez más reducido.

—Hasta dentro— dijo satisfecha Julia—, hacia tiempo que no se la podía meter a nadie hasta las pelotas.

El dolor de Marta era inenarrable, parecía que el coño y el culo se le rajarían y se le juntarían. Las lágrimas no dejaban de manar de sus ojos, cayendo sobre la cara y el abultado abdomen de don Adolfo, que se deleitaba con su sufrimiento.

A continuación Julia comenzó a follársela, sacando casi toda su polla del culo, provocando que en cada embestida Marta gritara de dolor. Pronto don Adolfo y Julia sincronizaron sus penetraciones multiplicando el sufrimiento de Marta que solo podía gemir y llorar, ya ni siquiera le quedaban fuerzas para suplicar, y en su subconsciente sabía que la súplica no servía para nada.

—Esta es una puta excelente.

—De lo mejor que he tenido últimamente—contestó don Adolfo, que luchaba por mantener el ritmo de su joven partener. Tiene unas tetas estupendas—exclamaba mientras sus manos magreaban el pecho de Marta, ayudado por una ansiosa boca que succionaba sus doloridos pezones como queriendo extraer de ellos leche.

De repente y sin que Marta supiese de donde habían salido don Adolfo le mostró dos pinzas de esas que se usan para agrupar varios folios. Don Adolfo las abrió y cerró varias veces delante de una aterrada Marta que se imaginaba para que las utilizaría.

En una operación perfectamente coordinada Julia echó para atrás el cuerpo de Marta, lo que provocó un gran alarido de dolor debido a lo forzado de la posición y a que las pollas de su interior apenas tenían espacio, la sostuvo de los brazos haciendo que su pecho avanzase hacía delante, dejándolo totalmente indefenso ante las sádicas intenciones de don Adolfo.

—No te voy a engañar—comenzó diciendo don Adolfo, que sujetó uno de sus pezones— esto te va a doler.

—Por favor, por fav......ahhhhhhhhhhhhh, no, no, —gritó Marta al cerrarse la pinza sobre su pezón. Parecía que iba a reventar, la presión era casi insoportable, y los lamentos de Marta se multiplicaban.

A pesar de esto don Adolfo ya estaba sujetando el otro pezón y procedió de la misma manera que con el anterior.

—Ahhhhhhhhh, ahhhhhhhh, no, no, por favor, no, quítamelo, quítamelo, me mata.

Marta trataba de alcanzar las pinzas, pero la fuerza de Julia, que seguía sujetándole los brazos se lo impedía. Los ojos estaban arrasados de lágrimas, ya no de la humillación, que era mucha, sino del dolor inenarrable que estaba padeciendo a manos de aquellos dos sádicos.

Julia fue aflojando la presa que tenía hecha a los brazos de Marta y está fue nuevamente inclinándose hacia don Adolfo tratando de buscar una posición en la que las pinzas no pareciera que le iban a arrancar los pezones. Quedó a pocos centímetros del pecho de don Adolfo, con los brazos estirados hacia atrás y sujetada por las muñecas por Julia, que nuevamente había empezado a follarla.

El dolor fue infernal para Marta que notaba como los pezones se le separaban de sus tetas, notaba la tensión en sus brazos por la incomoda postura en la que la tenían sujeta, y además no había que olvidar que dos pollas la taladraban sin piedad por el culo y el coño, era una situación en la que no sabía a que dolor prestar atención, tenía la sensación de que todo su cuerpo era una herida abierta sobre la que estaban arrojando sal.

Para incrementar el dolor don Adolfo no dejaba de estirar de la pinzas haciendo que sus pezones se alargaran hasta lo físicamente posible. A cada estirón seguían gritos de dolor de una Marta que pensaba que aquello nunca se acabaría.

Durante más de veinte minutos estuvieron follándosela sin tregua, hasta que...

—Ya no aguanto más... ahhhhhhhhhhhh, me voy a correr—gritó don Adolfo, empujando hasta dentro su polla. Marta notó como nuevamente su vagina era inundada por la inmundicia de aquel sátiro, y como Julia detenía sus embestidas para permitir que su jefe acabara a gusto. A la vez que se vacía en su interior don Adolfo arrancó una de las pinzas que torturaban los pezones de Marta, provocando que esta diera un alarido que debió oírse en la otra punta de la ciudad.

Con los ojos inundados de lágrimas miró hacia su pecho y vio como su pezón recién liberado, estaba totalmente aplantado y como sangraba ligeramente. La boca de don Adolfo sustituyó a la pinza.

—Ahhhhhhhhhhhh, por favor, me van a matar, basta yahhhhhhhhhh...— suplicaba Marta.

Mientras don Adolfo succionaba el dolorido pecho de Marta con la boca, con la mano derecha se ocupó del otro pecho, aún sometido a la mordida de la pinza, y sin piedad tiró de ella hasta que la arrancó.

Gritos redoblados de Marta se escucharon por toda la habitación, por todo el hotel diría yo si atendemos a la intensidad de estos. Nada hacía que aquel sádico se compadeciese de ella.

Durante algunos minutos don Adolfo alternó uno y otro pecho succionando y mordiendo los maltrechos pezones de Marta que ya solo podía gemir y llorar, ya no le quedaban fuerzas para suplicar, hasta llegó a pensar que lo mejor que la podía ocurrir era que aquellos dos seres infernales la matasen y se acabara todo de una vez. Por fin, don Adolfo se cansó de jugar con sus tetas.

—Quítame a esta puta de encima

Julia obedeció al instante provocando con su movimiento que la flácida polla de don Adolfo saliera del coño de Marta, que notó como el semen escurría de su interior y caía por sus piernas.

Sin embargo la polla de Julia se mantuvo dentro del culo de Marta que notó como esta entraba más profundamente en su interior al librarse de la competencia de la polla que competía por el espacio.

Don Adolfo no se movió del sillón y contempló como Julia obligaba a Marta a doblar la cintura, quedando en un ángulo de noventa grados para que pudiese chupara la polla de don Adolfo.

Marta ya no se resistía solo gemía y lloraba rogando para que aquella tortura terminase cuanto antes. Comenzó a lamer y limpiar la polla de don Adolfo que acariciaba su cabeza como si fuese un perro fiel, y realmente en eso se había convertido Marta, en un ser el cual era alquilado por horas y pasaba a ser propiedad de otras personas que hacían de ella lo que quisieran.

Mientras Julia introdujo su polla hasta el fondo del dolorido culo de Marta que solo emitía sonidos ininteligibles debido al cansancio y a que tenía la boca ocupada con la polla de don Adolfo, que aunque parezca increíble estaba recuperando la firmeza.

Así, en esta posición, Julia se folló a Marta, con unas penetraciones más profundas que antes, llegando la polla a lugares del cuerpo de Marta que nadie había visitado nunca, y provocando que el sufrimiento de esta se incrementase.

A pesar de los esfuerzos de Marta la incipiente erección de don Adolfo se perdió al poco tiempo y después de obligarla durante diez minutos a limpiarle la polla se levantó y dejó que Julia terminara su trabajo.

Durante más de veinte largos minutos en la habitación no se oyó más que el rítmico mete-saca de Julia y los gemidos de Marta, que apretaba sus puños en los reposabrazos del sillón, tratando de no gritar. Por fin, una fuerte embestida, y un alarido de placer de Julia y Marta notó como su culo era rellenado por la lefa de aquel ser medio hombre medio mujer.

Julia se retiró de Marta que no podía moverse, esta reventada, dolorida y humillada, notaba como de su culo manaba semen en grandes cantidades, y como las corridas de don Adolfo se secaban en sus muslos. Permaneció, así, mostrando su culo y su coño un rato, hasta que pudo reunir suficientes fuerzas para incorporarse y tratar de adoptar una posición más digna. Había dejada de llorar hacía un rato, ya no tenía más lágrimas que derramar, pero tenía la cara manchada del rimel y del maquillaje que se había corrido a lo largo de toda la noche. Se vio reflejada en un espejo de la habitación y vio en lo que se había convertido... era una puta barata a la que se follan de las maneras más aberrantes que jamás hubiese podido imaginar, y lo peor es que acababa de empezar a pagar su "deuda".

Aquel pensamiento hizo que de sus ojos manaran dos lágrimas que se estrellaron en su maltratado pecho, y que agachase la cabeza para evitar seguir viéndose en aquel espejo que le devolvía la imagen de en lo que se había convertido.

Julia permanecía delante de ella, desnuda con su polla flácida que mostraba los restos de la batalla que se acababa de desarrollar, —¡vamos, zorra, acaba tu trabajo!.

Marta sabía lo que aquello significaba y en un último esfuerzo se puso de rodillas delante de aquel ser y lamió su polla hasta que desaparecieron todos los restos que a ella se habían pegado. Don Adolfo observaba, vestido y sentado nuevamente en su sillón.

Una vez que Julia le retiró la polla de la boca Marta permaneció de rodillas delante de la mesa del Director, con la cabeza gacha, con lágrimas en los ojos y las manos apoyadas en sus muslos.

—Espero—comenzó a hablar don Adolfo—, que hayas aprendido la lección, la próxima vez, no seremos tan indulgentes contigo.

Marta no sabía que decir ni que hacer, así que decidió seguir callada para no empeorar su situación.

—Ahora vístete y vuelve a tu clase.

Marta obedeció rápidamente y cubrió su desnudez con la falda y la camiseta que había traído, sus bragas y sujetador no aparecieron, y no preguntó por ellos.

Una vez vestida Julia la llevó a la puerta del despacho y cruzaron el pasillo con destino a la puerta de la habitación. Julia abrió la puerta y empujó a Marta hacia fuera.

—Espero que nos volvamos a ver, hacía tiempo que no me follaba a una puta como tú—, le soltó a la vez que le daba una fuerte cachetada en el culo.

La puerta se cerró tras de ella y Marta se quedó allí quieta, en el pasillo solitario de aquel hotel de los horrores, escurriéndole lefa por los muslos, con la cara pringosa de maquillaje, con los pechos palpitándole de dolor debido al trato recibido, sus nalgas al rojo vivo debido a los azotes y sin saber que hacer.

Fue al baño del bar del hotel que afortunadamente estaba también vacío y allí se limpió lo mejor que pudo, sacando todo el semen de su cuerpo, y quitándose el maquillaje que llevaba, sentada en la taza del water encogió sus piernas y con la cabeza entre ellas comenzó a llorar en silencio, hasta que se tranquilizó un poco, y después de limpiarse las últimas lágrimas se dirigió a la calle. Vio el reloj que colgaba de la fachada del hotel, que marcaba la una y media de la madrugada, habían pasado tres horas y media desde que llegó al hotel, aunque a Marta le habían parecido tres siglos.

Allí en la calle, sentada en un banco esperó hasta que sus "compañeros" de piso fueron a por ella, y esa misma noche se la follaron sin piedad sin preocuparse por lo que había sufrido, pero a ella ya no le quedaban fuerzas para quejarse, solo esperaba que aquella pesadilla acabase cuanto antes, no le importó que la violasen por el culo y la vagina que se corriesen en su cara y que la obligaran a chupar sus pollas hasta que se pusieron duras de nuevo, para ser follada una y otra vez, hasta que se cansaron de ella y la dejaron tirada en su cama, desnuda, con el cuerpo cubierto de lefa y con el coño y el culo rezumando aquella inmundicia. Marta estaba ida, ni sentía ni padecía, pero era consciente de que acaba de empezar a pagar su deuda y que aquello solo podía empeorar...

CONTINUARÁ AQUILEXX.