La estrella de la radio (3)

Siempre creí que hacer una entrevista radiofónica era la cosa más seria del mundo, pero la que me tenían preparada Carlota y Natalia, era bastante más... diferente.

CAPITULO III

Después de todo lo ocurrido, estuve reconsiderando seguir con todo aquello... no estaba muy seguro de nada. Ni tan siquiera de saber si lo de contar mi vida me iba a beneficiar en algo. Quiero decir a nivel personal mío y de nadie más, y no me convencía lo de tener que seguir contando a todo el mundo mis trapos sucios, que uno, aunque parezca mentira, tiene su vergüenza y su dignidad; pero también había que poner en la balanza el tema de la pasta, claro está. Casi siempre me he movido por eso, y también tendría que valorar como había cambiado mi relación con Ekaterina, que creo que a partir de entonces pareció multiplicarse y aunque no se me crea, y parezca que soy un tirano y un avaro, no fue el dinero lo que más me motivaba, sino como se planteaba todo con ella a partir de entonces...creo que fue eso, lo que me hizo decidirme a continuar y por otro lado demostrar a mis dos contertulias periodistas y al resto de la parroquia radioyente que no todo es siempre lo que parece… creo que ese era mi objetivo principal, echar por tierra tabúes y mitos varios sobre mi profesión.

Volví por la emisora a la semana siguiente, y a la siguiente, hasta hoy; aunque, eso sí, como no soy gilipollas, renegociando el contrato por un pastón. Y aunque me esté mal decirlo, soy un buen negociador y conseguí que, además de la pasta por el serial radiofónico -el subidón de audiencia del primer programa empezaba a dar sus frutos y los ingresos por publicidad a sacar de la crisis a la emisora-, Carlota y Natalia escribieran un guión con mis memorias, por el que ya se había interesado una conocida editorial. Y para esa labor necesitábamos unas cuantas semanas…y más pasta, claro.

Pero no adelantemos acontecimientos, que esto ocurrió un mes después. En el siguiente programa no había invitados. "Solo ante el peligro", lo definió Carlota, en un prólogo radiofónico en el que me puso por las nubes, para satisfacer la curiosidad de los muchos radioyentes que se interesaban por mí. Eso decía, pero me guiñaba el ojo mientras tanto. También hubo unos cuantos detalles que no me pasaron desapercibidos: el cambio del estudio de grabación del programa -amplio, con unas sillas en las que te podías echar para atrás sin peligro de romperte la crisma, tapizadas en cuero, cómodas de cojones-, una mesa de cristal –a través de la cual tenía una bonita visa de las piernas de mis dos entrevistadoras, ambas con minifalda y cruzando descaradamente las piernas- y güisqui del bueno –se acabó lo del cubata de Larios y los refrescos sospechosos-.

También había cambiado la hora del programa: ahora se emitía en horario nocturno. ¡Joder, aquello parecía una encerrona! Miré alrededor, por si el decorado del estudio incluía una cama.

Vamos a ver, Lino, algunos de nuestros oyentes desconfían que seas quién dices ser. Otros quieren saberlo todo acerca de ti. Y, tengo que confesarte, los correos electrónicos, con proposiciones de todo tipo, se van acumulando a cada día que pasa -decía Carlota, sacando, no sé de dónde, un original huevo vibrador, conectándolo y haciéndolo bailar en la palma abierta de su mano y con una sonrisa socarrona en sus labios.

Notaba en esa mirada algo que me decía que iba a ser una noche "especial"

Por ello – continuó ella muy dicharachera y jocosa- el equipo del programa ha ideado una prueba que espero te guste y disipe las dudas de nuestros radioyentes más desconfiados. Antes de seguir, tengo que decirte que detrás de ese cristal de la pared, se encuentran dos técnicos de sonido y un notario.

Me daba la impresión de que ambas querían jugar conmigo, utilizarme y dejarme en evidencia ante miles de sus oyentes y mostrar cosas ocultas de mí, demostrando su profesionalidad y su habilidad para darle la vuelta a la tortilla y merendarse al tertuliano de turno; es decir, a un servidor... y con el Sr. Notario incluido... pero, aunque vuelva a sonar pretencioso, uno es un profesional y con poca cultura de base, pero sin un pelo de tonto y dispuesto a arriesgarse, ¡qué coño!

Natalia no había abierto la boca, pero ya tenía desabrochados los correspondientes dos botones de la blusa semitransparente y jugaba con el tercero, relamiéndose ante la visión del artefacto vibrador.

La prueba consiste en que nos hables de un tema al azar; por ejemplo, ya que lo mencionaste en el programa de la semana pasada, de las drogas. Mientras tanto, dos de nuestras compañeras, que se han ofrecido voluntarias, pondrán en juego todas sus armas de seducción para desconcentrarte. Pase lo que pase, debes seguir hablando y, te recuerdo, que un notario levantará acta del resultado. Por obvios motivos, omitiré el nombre de nuestras compañeras.

¡La hostia, menuda hijaputa de mente retorcida estaba hecha Carlota! El caso es que fui algo ingenuo de entrada y me tragué el anzuelo mirando a mi alrededor, buscando a las dos voluntarias. "¿Serán putas?" – pensé.

Bien, parece que nuestro invitado se ha quedado mudo ante la presencia de nuestras compañeras. Mientras ellas se ponen cómodas, aligerándose de ropa, ¿qué tienes que decirnos, Lino?

¡Claro que me quedé mudo, no te jode! Cualquiera no, ante el espectáculo de Natalia abriéndose de piernas y permitiendo que Carlota le introdujera el dichoso huevo. Primero, sólo hasta la mitad. Después, metiéndose dos dedos en la boca y ensalivándolos bien, se dedicó a masajear con uno el clítoris de su amiga y a presionar con el otro hasta que le encajó  chisme bien adentro. Estaba claro quiénes eran las voluntarias, a esas alturas ya no me cabía ninguna duda. Las creía capaces de cualquier cosa, pero no habría apostado que tanto. Miré hacia el cristal que nos separaba del control, pero solo conseguía ver desde mi posición al adjunto de sonido que me levantaba el pulgar en señal de "tío, eres el hombre con más suerte del mundo" y suponía a su lado, pues no alcanzaba a verle, al señor notario

No estaba seguro en eso de que fuera tan "suertudo". Creo que ante dos zorras como aquellas, uno estaba en clara desventaja, por muchas horas de vuelo que tuviera. Sin embargo, Lino, tiene una vena que puede con todo.... ¿Querían tomarnos el pelo a mí y a la audiencia? ¡Pues se iban a enterar, el par de putones!

Tengo que empezar diciendo dos cosas: sí y no. - lo dije, haciendo una pausa y observando las caras sonrientes de ambas, que intentaban adivinar por donde saldría del embrollo. -Sí, es cierto… me he quedado mudo ante el espectáculo que están montando este par de fulanas, pero no tengo ningún problema en contárselo absolutamente todo a la audiencia, con pelos y señales, para que se hagan una idea de la imagen que tengo delante.

Por primera vez, tuve la impresión de que Carlota perdía el dominio de la situación, mientras me miraba con un brillo de pánico en los ojos. Natalia pegó tal bote en la silla que casi se le escurre el huevo fuera. Comencé a detallar lo que veía justo enfrente de mí.

La morenaza, un pedazo madurita morena -Carlota es morena-, tiene la cara enterrada entre las tetas de su amiga; mientras, con dedos expertos, maniobra entre las piernas de su rubia amiga –Natalia es rubia, de bote, aunque lo disimula bien-, bastante más joven, a la que se le ha borrado, de repente, la expresión de "me voy, me voy" por una mirada asesina dirigida a mi persona. Señoras y señores, es una pena que no puedan ver la escena…se la empinaría a un muerto.

Es una auténtica vergüenza que digas algo tan ofensivo para nuestras compañeras, Lino- me cortó Carlota indignada, e intentó doblar la apuesta dirigiéndose a la concurrencia.- Queridos radioyentes, aunque la escena de seducción que se desarrolla en estos momentos en el estudio es un poco subida de tono, no tiene nada que ver con lo descrito por nuestro invitado; tal y como quedará reflejado en el acta notarial. Por otra parte, volviendo al tema de las drogas, estoy intrigada por lo que nos tienes que contar…si es que puedes, claro.

La jefa volvía a asumir el mando de la situación, aunque fuera contando una milonga a los oyentes. Total, ¿a quién iban a creer? Por no hablar del notario de los cojones…al que, por cierto nunca logré ver el pelo.  En medio de tan encendido discurso, le dio una vuelta de rosca al mando del vibrador, provocando que Natalia se retorciera en la silla y se mordiera la mano para ahogar un gemido.

De acuerdo. Para no perder la pasta que me pagáis, más vale que entretenga a la audiencia con una bonita historia. Decía, antes de que le metieras mano a tu compañera…¡Uhy, perdón! ¿En qué estaría yo pensando? Antes de que la morena le metiera mano a la rubia, quería decir.

Me sentía igual de glorioso que ella lanzando mis puyas. Si Carlota apostaba fuerte, yo estaba dispuesto a jugarme el resto y dejar a los oyentes con un par de dudas: ¿allí había rollito? De ser así, ¿quién participaba?, sin duda, creo que el calor traspasa las ondas. Proseguí:

-...Pues NO, ni puta idea de drogas. Aparte del tropezón del camello –el cabronazo que envenenó a mi hermano-, las rayitas que se meten alguna de mis clientas y alguna chiflada que quiere untarme la punta del nabo con "polvos mágicos" –nunca me presté a ello-, mi relación con el tema en cuestión es accidental…y no me estoy refiriendo de nuevo al traspiés del puto camello-

Natalia no se enteraba de nada, ocupada como estaba en trepar por el respaldo de la silla, cada vez que su compañera le daba una vuelta de tuerca al mando del chisme. Joder, si aguzando el oído podía oírse el zumbido, igualito al de una batidora. Cuando disminuía la vibración, Natalia se desplomaba en el sillón, boqueando como un pez fuera de agua; aunque por poco tiempo…enseguida volvía a escalar el respaldo. En una de estas ascensiones, se enganchó la falda con el reposabrazos y se quedó sin ella, confirmándome lo que ya sospechaba, que iba a pelo. Eché un ojo a la cabina de mandos y volví a ver al técnico de sonido, pero esta vez no estaba pendiente de mí, sino de la visión de una rubia abierta de piernas, con un coñito vibrante y una cara de vicio que hacia descafeinadas todas las películas porno habidas y por haber. Si es que siempre lo digo… "la realidad supera con creces a la ficción"

-...De quien quería hablarles es de Pancho Cifuentes, – apunté- un colega mío, colombiano, recientemente fallecido. Una víctima colateral del negocio-

Tenía que pasar, claro. De tanto subir y bajar, el respaldo terminó cediendo y Natalia se dio una hostia de campeonato. Pero no se quejó. Lo que hizo fue venir gateando por debajo de la mesa, desabrocharme el cinturón, bajarme hasta las rodillas los pantalones y los gayumbos…además de abrir la boca, ¡faltaría más!, endiablada boca, que atrapó con tanta ansia mi glande que parecía ser el último sobre la Tierra. La lengua que surgió de aquella boquita era digna de exhibirse en un museo. Con la mala leche que se gastaba la niña, y lo larga que tenía la lengua, lo extraño es que no se la mordiera…y se envenenara. Pero moviéndola como una víbora era una de las mejores; y eso que Carlota tampoco era torpe en tal menester. Nin embargo, Natalia, la de los labios viciosos y lengua viperina, era una virtuosa tocando la flauta.

...Lo conocí hace cuatro años. Un tipo simpático, extrovertido, siempre agarrado a un buen par de hembras y generoso con las propinas. Esto último, cuando uno trabaja de portero en un local de dudosa clientela, siempre es de agradecer.

Mientras una... "Natalia la tragasables" intentaba salir de dudas: "Esta polla…¿me cabe?" (Tres cuartos, que ya es un record); la otra, con un pie encima de la mesa y las piernas abiertas de par en par, repetía el numerito de la fresa… que me hizo en privado en su momento, sustituida esta vez por el huevo vibrador que había dejado abandonado su amiga.

No me podía creer lo que estaba viendo: vaya dos putones con los que me había topado. Me preguntaba si realmente era el primero en ser parte de sus aventuras radiofónicas... sin embargo, intenté no perder la concentración y seguí disertando como si la cosa no fuera conmigo, aunque reconozco que la visión de que aquel huevo metido en el coño de Carlota, mientras su compañera se afanaba en lustrarme el aparato, complicaban mi discurso considerablemente. Eché un vistazo a la cabina y vi al técnico más interesado en la contemplación del espectáculo que en la audición que se suponía era su trabajo, pero no le culpo, porque aquello era todo un show porno en vivo.

...Intimamos un día, a eso de las seis de la mañana, cuando cerraba el local y tuve que ayudarlos a salir –a él y al par de putones que siempre lo acompañaban-. "Mano, estoy jodido. Y este par de guarras no me van dejar dormir tranquilo la borrachera. Échales un par de polvos, a mi salud, y te deberé un favor". Si me lo piden así, con educación, nunca me niego. Y aunque me hubiera vomitado encima, tampoco me habría negado…las tías estaban de infarto.

La verdad es que el monólogo me estaba saliendo un poco entrecortado y, con los ruiditos de succión que hacía Natalia, no me podía concentrar del todo, aún así, seguí con el mejor arte que pude, intentando respirar, hablar y disfrutar al mismo tiempo. Para que luego digan que los tíos no somos capaces de hacer más de una cosa a la vez.

...Al día siguiente, mientras él atajaba la resaca con un copazo de coñac y yo recuperaba fuerzas a base de chocolate con churros, me contó su historia. A trompicones, con largas pausas, en las que su mirada se desenfocaba y sus pensamientos se perdían en el recuerdo. Me habló de un ranchito, perdido entre cafetales que cubrían las faldas de los montes; de su familia: papá, mamá y cinco hermanos. De tiempos felices, aislados del mundo, mientras Colombia se iba por el desagüe, arrastrada por un mar de mierda de corrupción, narcotráfico, guerrilla, paramilitares y la puta su madre

Sin perderse detalle de la mamada que me estaba haciendo Natalia -fabulosa mamada, creo que ya dije antes que la tía era una de las mejores que he visto en estos menesteres-, Carlota -el culo de Carlota, para ser exactos-, empezó a no encontrar postura en el sillón, atacado por un hormigueo incesante, a la vez que iba dejando en la tapicería un rastro líquido inconfundible. El puto cacharro debía de tener propiedades milagrosas, dada la velocidad a la que se corrió la redactora del programa, soltando los cascos y alejándose del micro para intentar ahogar sus gemidos incontrolados. Sonreí, al ver que la primera batalla estaba superada... y ni me reconocía a mi mismo con ese aguante. Pegué un trago a mi copa y continué:

... El precio del café se hundió en una de las turbulencias económicas de Walt Street. Baja el precio en origen y sube cuando llega al consumidor, como sabe todo hijo de vecino al que los "futuros" no le suenen a predicción de pitonisa. Es decir, para que se entienda: unos "espabilaos" dicen que el café bajará un 50% el año que viene, o dentro de dos años, la cosecha se jode porque llueve más de la cuenta -o porque no llueve- el precio baja, como es natural. También es lógico que al consumidor le salga más caro, por haberse jodido la cosecha. Vamos, lecciones de economía para tontos.

Ahora que lo pienso… aprendí un huevo de economía escuchando a Pancho.

Cuando no les quedó más remedio que dedicarse a otro cultivo más rentable -la coca-, aparecieron los narcos, después la guerrilla –subcontratada por los anteriores como servicio de seguridad- y, con el tiempo, los comandos del ejercito y los paramilitares, que si no eran lo mismo, lo disimulaban muy bien.

Carlota, recién recuperada de su corrida gracias al "huevo mágico", se acercó, como si fuera una pantera hambrienta, mostrando esa cara de vicio de calentura incontrolada y arrodillándose bajo la mesa de cristal, pegada a su amiga codo con codo, se afanó merendar parte del pastel, en este caso, la base, pues la guinda se la zampaba con ahínco la rubia...

El que no haya probado una mamada  a dúo, no sabe lo que se pierde. Carlota y Natalia competían en acaparar mi polla, empleándose a fondo -y cuando digo a fondo, quiero decir hasta los huevos-, relevándose cuando se quedaban sin aire y aprovechando para meterse mano la una a la otra. Aquello era un show de lo más fuerte y el nivel de mosqueo de los oyentes debía también de ser considerable, ya que eran perfectamente audibles los chupetones, los "chop, chop" de la polla al cambiar de boca y alguna recomendación que yo les hacía, "por lo bajini", para que tuvieran cuidado con los dientes. Imagino que el morbo que se desarrollaba en aquel cuartito traspasaba las ondas y era captado a la perfección por todos los aparatos de radio del país.

... El padre pisó una mina, un día que bajaba del monte con una mula cargada de coca. Tardaron tres días en localizar al pobre animal. Al padre no, lo encontraron enseguida, en cuanto lo echaron de menos, casi todos los pedazos: un trocito por aquí y otro por allá. La mina debía de ser de las grandes, antitanque.

Sonreí a mis chicas mientras las acariciaba su pelo en señal de agradecimiento y ellas solo se afanaban en degustar más y más porción de carne.

Luego les tocó el turno a dos hermanos: el mayor y la mediana. Él, con un tiro en la nuca, apareció junto a la valla del huerto. Ella, en su cama: violada y con el cuello rajado. La madre murió del disgusto, al día siguiente del entierro. ¿A quién echarle la culpa?...¡Vete tú a saber!-

Natalia, con la mandíbula desencajada y la lengua colgándole por el esfuerzo, no aguantó más y se subió a mi sillón. Los muelles crujieron. También su coño, cuando, sin ceremonia alguna, fue resbalando poco a poco por mi estómago hasta localizar la polla. Cuestión de un segundo y ya la tenía metida hasta los huevos.  No sé donde saqué fuerzas para aguantar la respiración y no soltar un alarido al verme insertado en aquel cálido coño y atravesado por unos ojos que me miraban fijamente... desafiantes... En ese momento pensé que no tendría fuerzas para continuar con mi discurso, dada la situación, pero pensé que llegados a ese punto, nada podría pararme… o eso creía al menos.

Al otro hermano lo alistaron "voluntario a punta  pistola" en la guerrilla. La pequeña -siempre fue la más lista- se lió con un narco y vive feliz en Miami, mientras su amorcito cumple dos perpetuas.  A Pancho, en una redada de los paramilitares, lo fusilaron. El cabrón, se descojonaba contándolo, casi mata del susto al vecino que lo encontró y pretendía darle cristiana sepultura. Las otras cinco vidas se le fueron en Medellín, donde terminó siendo la mano derecha de un capo muy conocido. Consiguió largarse con la pasta del cártel, el día que le echaron el guante al capo y lo extraditaron a los USA-

Aprovechando que el culo de Natalia se le ofrecía en pompa, Carlota atacó por la retaguardia. No la veía, pero imaginaba que pronto notaría sus ataques.

El año pasado le localizaron. Fui a verle al hospital. Estaba hecho un colador, con tubos por todos lados, pero seguía sonriendo y alargando la mano a cuanta enfermera se le acercaba. "Mano, esta vez me han jodido bien. Los dos sicarios que enviaron los del cártel, unos pendejos de no más de quince años, me dieron pena. Hace un par de años les habría metido cuatro tiros antes de que se dieran cuenta, pero me dio por pensar que si me cargaba a estos, vendrían otros…y serían también unos críos. Me debo estar haciendo viejo. Cuídate, mano…y no dejes que me echen de menos las chicas". Jodido Pancho, de la pasta que trincó, no dejó ni para el entierro-

Volví a coger aire, pero alejado del micrófono, pues ya estaba al límite de mis posibilidades. Coincidiendo casi con el final de la historia, empecé a notar un terremoto en la punta del nabo. ¡Joder, crecía en intensidad! Me dio por pensar que Natalia, además de sus acreditadas dotes orales, guardaba alguna sorpresa más. Salí de dudas cuando las ondas sísmicas empezaron a zumbar. Y podía notarlo, porque mis manos sobre las preciosas nalgas de Natalia vibraban....

¡La puta de Carlota le había metido el huevo por el culo!

La corrida por mi parte, como puede suponerse, fue brutal y no estoy seguro de haber terminado mi disertación, pero lo que sí recuerdo es que solté todo lo que cabía esperar y algo más en el coño vibrante de aquella rubia insaciable que me cabalgaba, mientras la morena me succionaba los huevos.

Creo que nunca se la ha cascado tanta gente con un programa de radio, estoy seguro. Me parece estar viendo las caras de los miles de oyentes... joder, si es que no era para menos.

Aquella noche, al llegar a casa, Ekaterina me interrogó a conciencia, incrédula de lo que había estado escuchando -de fondo- por la radio.

Venga, no seas tonta – le repetía -. Esos cabrones, para ganar audiencia, ya no saben qué inventar. ¿No se notaba que estaba grabado?

Después, más muerto que vivo, justo cuando se me cerraba la pestaña y ante un aluvión de TE QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO -muy justificados-, casi meto la pata.

Yo tamb…anda, duérmete.

Continuará