La esposa viene a casa

Tras la estancia en un campamento especial, la esposa vuelve a casa

La esposa viene a casa


Título original: Wife Comes Home

Autor: Tezzezar (tezzezar@aol.com)

Traducido por GGG, diciembre de 2001

Advertencia... Si eres un niño, no leas esto, tus padres pueden retirarte el acceso al ordenador. ¡Si eres un chica linda cuyo corazón late cuando lee historias como esta mándame un mensaje!

No podía creer que el día hubiera llegado al fin. Habían pasado seis semanas desde la última vez que había visto a mi esposa. Seis semanas de imaginar todas las cosas que le estarían ocurriendo en su viaje. Seis semanas de recordar un sitio en el que no había estado desde hacía años. Seis semanas de lujuria y añoranza crecientes de algo que no había experimentado desde que Traci y yo nos habíamos casado.

Hacía tres años que había encontrado a la mujer de mis sueños. Traci fue una cita a ciegas que algunos amigos me habían preparado pensando que teníamos intereses comunes. Realmente no estaba seguro de que un ingeniero y una bailarina pudieran tener cosas en común, pero era encantadora, ingeniosa y desde luego extremadamente guapa. Su figura de 5 pies y 5 pulgadas (unos 1,75 m) de alto, 110 libras de peso (unos 50 kg.), sus 36-24-34 (91-61-86 en cm), pelo rubio, ojos azules, era más de lo que podía resistir. Nuestra primera cita fue maravillosa. La segunda duró solo lo bastante para que fuéramos a su casa y nos quitáramos la ropa. Diez meses más tarde estábamos felizmente casados.

¿¿¿Cuándo IBAN a llegar???

Las cosas parecían como un sueño. Traci bailaba en un espectáculo importante en Las Vegas varias noches a la semana. Yo tenía un salario suficiente para mantenernos a los dos, así que ahorrábamos lo suyo y dimos la entrada para una casa el año pasado. La baja hipoteca nos dejó mucho para nuestras otras cosas. Ya ves, Traci y yo descubrimos enseguida que los intereses comunes que nuestros amigos habían reconocido eran nuestros mutuos gustos por el lado más oscuro del sexo, yo incluso tenía varios amigos de mi época de la universidad que trabajaban en un tipo muy especial de granja. La clase de granja donde los ricos envían a alguien o van ellos mismos para recibir un tipo especial de entrenamiento.

Después del servicio militar hice algunos intentos serios en la industria del porno. Estaba muy metido en hacer vídeos y oí hablar de esta granja. Era el favorito, en esa época, de una estrella bien conocida que tenía algo para mí. Me consiguió un extraño tipo de trabajo (aunque muy agradable) en ese establecimiento del desierto. ¡A propósito! fue ella la que me convenció de que fuera a la universidad y me graduara. Mientras dejé de estar en activo en la industria, tuve que instalar sistemas de seguridad de ordenadores para varios amigos, así que mantuve los contactos.

Verás, era el tipo de granja al que se enviaban hombres y mujeres para entrenarlos. No del tipo que se consigue en la calle o en los seminarios. El tipo que los esclavos sexuales y sus amos necesitan cuando están buscando avances en ciertas áreas de sus formas de vida. Esa fue la razón primaria por la que mi estrella y yo rompimos nuestra relación y decidimos seguir como amigos. Ambos teníamos tendencias hacia la mitad dominante de la relación. Las cosas tienden a no ir bien si ambos componentes de la pareja intentan llevar los pantalones.

¡Maldita sea! ¡Desearía que ya estuvieran aquí! VALE, VALE, calma. Todavía falta una media hora para la hora en que se supone que llegarán.

Traci encajaba perfectamente como la sumisa correspondiente a mi mitad dominante. Nuestra forma de hacer el amor podía resultar un poco tormentosa pero nos iba perfectamente. Cuando compramos nuestra casa teníamos una mazmorra completa instalada abajo. No hay nada como un poste de flagelación, una jaula y un potro de azotamiento para mantener las cosas con la libido a tope. Su plan de actuaciones significaba que no podía aparecer marcada o algo así de modo que tendíamos a espaciar nuestras pequeñas sesiones. Esto mantenía en marcha el interés.

Todo iba perfectamente hasta hace seis meses. Algún gilipollas (al que puedo tener que agradecerle algo, si no lo mato) dejó un pequeño charco de agua en el escenario durante un ensayo y Traci acabó rompiéndose un pie de mala manera. Necesitó algunos meses para curarse e hicimos buen uso de nuestro recién encontrado tiempo de convivencia. Tengo varios vídeos que nos hicimos juntos en esa época. En uno está mi esposa utilizando uno de nuestros juguetes favoritos. Un caballete negro con varios chismes a un lado y varios anillos restrictivos en las patas. En el vídeo aparece un consolador muy grande montado en la parte superior del caballete. La boca de mi esposa está siendo dilatada por el falso pene y la correa que sujeta su cuello sobre él es muy evidente. Desde luego yo también aparezco en la película. Soy el entusiasta que le da con la fusta en la espalda mientras le lleno el culo con la polla.

Durante la recuperación las cosas fueron de maravilla. Desafortunadamente fueron a peor cuando el tercer especialista al que acudimos le dijo que no podría bailar profesionalmente nunca más. Estaba destrozada. Tuvimos varias semanas malas y una noche finalmente ocurrió una extraña discusión.

Traci acababa de decir que no estaba cualificada para ningún otro tipo de profesión. Medio en broma y un poco cabreado dije que podía probar a ser de nuevo mi esclava sexual. "Nadie es esclavo sexual de profesión." dijo sin mucho entusiasmo. Sin entender realmente que estaba abriendo todo un campo de mi vida que había mantenido en secreto dije "¡No apuestes por ello!"

La mirada que me echó fue de total incredulidad. Volvimos atrás y adelante, ella diciendo que nadie hace eso en la realidad y que solo era en nuestra biblioteca donde ocurrían cosas como esas. Se había convertido en una de esas discusiones estúpidas sobre cosas estúpidas que tienen todas las parejas. Mantuve la boca sustancialmente cerrada hasta que finalmente dije que si la quisiera completamente entrenada sabía a quién contactar y donde se haría. Me sorprendió completamente y dijo "¡Perfecto! Si puedes entrenarme como esclava sexual tan completamente que nunca eche de menos mi profesión, entonces inténtalo. Si estás en lo cierto me pondré muy, pero que muy, contenta, pero si te equivocas lo mejor que puede ocurrir es que habré tenido un poco de diversión a cambio."

No hace falta decir que me quedé apabullado ante su comentario.

Como todas las peleas, esta se pasó. Al menos en su mayoría. Empezó a darme la lata sobre mi insistencia de que los esclavos sexuales reales existían. Alternaba entre veinte preguntas y decirme que vaya mentiroso que era. Finalmente agotó mi paciencia y le conté el tipo de trabajo de verano que hacía durante aquellos años de universidad. Al principio no me creía. Supongo que mi seriedad hizo que cambiara de opinión. Durante un par de semanas las cosas estuvieron muy tranquilas. Parecía muy introspectiva. No hicimos sexo acrobático pero en las sesiones que tuvimos era una gata salvaje. No me podía ni imaginar lo que vendría.

Hace tres meses me dijo, después de una sesión particularmente salvaje "¡Hazlo! Mark, hazme tu esclava sexual. Te quiero y nada me hará tan feliz, si es que ya no puedo bailar." Lo creas o no intenté quitárselo de la cabeza. Yo era un buen dominante pero esa clase de entrenamiento tenía que ser hecha por profesionales. No era para estar encantado, lo que le harían a mi esposa en el curso de ese entrenamiento. Traci parecía dejar de lado el lado serio de ello. Intenté convencerla de que sería una persona distinta. Que las cosas nunca volverían a ser iguales para ella. Creo que pensaba que sería como actuar en una obra de teatro.

Después de algunos maratones sexuales diabólicos donde se empeñó en llamarme amo y en preguntarme si no me gustaría que ella estuviera mejor entrenada, finalmente cedí. Llamé a algunos amigos. Estuvieron encantados cuando se enteraron de lo que quería e incluso ofrecieron el entrenamiento gratis. Hicimos los preparativos y dijimos a sus amigos que se iba fuera a recibir una "terapia" para sus pies.

Finalmente llegó el día en que tenía que irse. Esa mañana llegó su material de empaquetamiento por el Federal Express. Le dije que era su última oportunidad para echarse atrás. Sonriendo preguntó que había en la caja. Cuando la presioné sobre dejarlo dijo "Te quiero y quiero hacerte feliz. No te preocupes, seguiré siendo yo cuando vuelva y seguiré queriéndote." Saqué una venda de ojos muy cara de cuero con grueso forro de foam. "En tal caso quítate todo," le dije. Lo único que se te permite llevar es tu anillo de boda que más tarde se colgará con una cadena a tu garganta. Temblando, obedeció mi orden. Cuando estuvo totalmente desnuda le puse la venda. "Arrodíllate" le ordené. Deslicé mi polla en su boca. Empezó a hacerme su mamada normal. Pensé, esta vez no. La agarré fuertemente de los pelos con mis puños y empecé a follarme su boca. Supongo que tenía que probar algo y quería darle a la cabezota de mi esposa un anticipo de lo que la esperaba. Me follé su garganta como hubiera follado la boca de cualquier esclava que estuviese entrenando. Empezó a ponerme la mano en el muslo para frenarme. La aparté violentamente de un manotazo. "Chúpala con fuerza, cerda. Esto es lo que querías. Esto es lo que vas a conseguir. Dentro de seis semanas pensarás que algo no va bien si no te follo como ahora." Le violé salvajemente la boca y cuando me corrí apreté mi polla más allá de sus amígdalas y expulsé mi semilla en su vientre.

Después de que tosiera y se recuperara un poco la enganché por abajo y palpé su limpio y afeitado coño. Aunque resultaba obvio que estaba un poco incómoda por la forma salvaje en que mi polla había tomado su garganta, su raja estaba recorrida por verdaderos ríos. Casi suspirando volqué su material de empaquetamiento. Primero vinieron los guantes de seda. Luego un sujetabrazos que era un poco pequeño. Pensé que era una buena cosa que ella fuera flexible. A continuación botas de cuero negras con sujeciones en los tobillos. Supongo que me sentía malo, porque añadí un tapón anal un poco grande y un consolador a su culo y a su coño con un arnés para mantenerlos en su sitio. Además podía darle una idea de hacia dónde se la iba a orientar. Luego una mordaza de entrenamiento con forma de pene y diversas correas de cuero a lo largo de todo su cuerpo. Como último paso enganché sus tobillos al sujetabrazos. Luego enganché su banda nupcial a una cadena especial y se la abroché alrededor del cuello. Luego colgaría de un collar especial que le recordaría constantemente a mí durante su entrenamiento.

Al supervisar mi trabajo vi a una mujer extremadamente bien atada y trabada, que no sería la misma la próxima vez que la viera. Llamé la teléfono móvil que tenía para la recogida. Cinco minutos más tarde mi amigo estaba llamando a la puerta.

"No te preocupes Mark. Tendremos un cuidado extra con ella. Te llamaré dentro de un par de semanas y te daré un informe de los progresos. Puedes decirme entonces que tipo de configuración quieres para la carga." Dos tíos grandes entraron a continuación con un poste y lo pasaron entre los brazos y las piernas de Traci, haciéndome recordar una docena de viajes en los que era yo el que hacía la recogida. Mientras levantaban a mi mujer, que ahora luchaba sobre sus hombros, le susurré al oído "Te veré en seis semanas, cerda. Te lo prometo, bailarás de nuevo."

Mientras se llevaban a mi mujer, obviamente aterrada, hasta un camión, pensé que el baile que hiciera sería para mi placer, no para su profesión.

Esto me dejó donde estaba ahora. Sentado en el porche delantero, esperando el retorno de Traci, con una calentura de mil demonios. No es que hubiera estado sin nada el último mes y medio. Si mi mujer iba a ser follada no había razón para que yo fuera célibe. Unas cuantas llamadas a ciertas ex-novias calentonas, incluyendo una ex-estrella porno y ya tuve unas cuantas películas más para añadir a mi colección. Una (ya supondrás cual) incluso se ofreció a ayudarme en el entrenamiento posterior de mi mujer.

De improviso mi corazón empezó a latir agitadamente. Había un camión sin marcas entrando por nuestro camino de acceso. Estaba terriblemente contento de que hubiera árboles entre la carretera y la casa. La escena que pronto se desarrollaría no era definitivamente para familias. El camión se detuvo mientras yo me reclinaba en el porche balanceándome y la puerta trasera se abrió. Mi amigo salió llevando de una correa a una visión.

Traci estaba magnífica y preparada exactamente de la forma en que había pedido que se hiciera. Su cuerpo estaba recubierto de aceite de bebé. Botas negras de cuero hasta las pantorrillas con tacones de 3 pulgadas (unos 7,5 cm) atadas sobre sus pies. Una cadena de dos pies (unos 60 cm) unían los grilletes que cubrían sus tobillos alrededor de las botas. Un sujetabrazos hacía avanzar sus pechos hacia delante, con una cadena que unía la punta a la cadena de las piernas. Una capucha de cuero negro ceñido a la piel le cubría el pelo y la cabeza. Anillos dorados perforaban sus pezones y la caperuza de su clítoris y estaban unidos con una fina cadena dorada. La correa estaba sujeta al anillo de su clítoris. Una serie de cuatro pequeños candados conectaban los cuatro anillos de cada uno de sus labios afeitados, sellando eficazmente su raja. Un arnés especial retenía un consolador dentro de su culo. Sabía que había jugado con él durante tres días sin aliviarse y debía estar ardiendo con todas las sensaciones. Mientras la llevaban hacia el porche pude ver sus pezones duros como piedras y su pecho palpitante. Seis semanas de duro ejercicio y de sol habían dado a su cuerpo un bronceado maravilloso.

Levanté la mano y Traci fue azotada en el culo con una fusta y le dijeron que se arrodillara delante de su amo. Con un movimiento sinuoso se deslizó sobre sus rodillas, con las piernas separadas y la entrepierna adelantada. Mi amigo dijo "Toda tuya, Mark. Con todas las palabras y frases clave habituales, incluyendo tu nombre". Noté que las piernas de Traci se animaban mientras hablaba. "¡Qué te diviertas!" Me pasó la fusta y salió con el camión.

Me adelanté hasta la figura arrodillada delante de mí y le quite el sujetabrazos y el tapón anal. Enganché un trozo de cadena de seis pulgadas (unos 15 cm) a las restricciones de sus muñecas, enganchándolas por delante de ella. Luego vino la capucha y la mordaza de bola de debajo. Mientras parpadeaba por el sol de la tarde volví a mi silla y miré de nuevo a mi esposa.

Mi esclava, me corregí. Traci había levantado automáticamente sus manos encadenadas, por detrás de la cabeza y avanzado sus pechos hacia delante. Su pelo platino hasta los hombros, estaba alborotado a causa de la capucha de cuero. Su maquillaje espeso y el carmín de sus labios gritaban "cerda". Estaba haciendo girar su entrepierna en pequeños círculos y pasándose la lengua por los labios. La expresión de su cara era una que había visto en otras muchas mujeres. La sonrisa ligeramente maliciosa y las miradas tímidas habían desaparecido. Traci exhibía ahora una mirada directa, con la boca abierta de pura lujuria, y que no se había apartado de mi entrepierna desde que había abierto los ojos. Me puse duro como una roca inmediatamente. Ella hizo leves sonidos como maullidos con los que las esclavas piden permiso para hablar.

"¡Habla puerca!" le ordené.

"¡Traci te echaba de menos, Amo! ¡Traci te ama! ¡Traci echaba de menos tu maravillosa polla. Por favor, Amo ¡dame tu polla! Traci ama tu polla. ¡Traci hará muy feliz al Amo! Por favor, Amo, ¡deja que Traci te demuestre lo buena que es chupando pollas!" Cuando escuché a mi esposa/esclava suplicando mientras miraba directamente a mi miembro duro como una roca, levanté la mano y la hice callar. "Arrástrate hasta aquí esclava y restriega tus pechos contra el suelo."

Observé que mi bella esposa/cerda empezaba a ondularse seductoramente y a arrastrarse hacia mí. Sus pechos no dejaban nunca el suelo. Cuando la correa enganchada a su clítoris empezó a arrastrarse tras ella se detuvo brevemente y soltó un gemido de lujuria. Volvió a arrastrarse balanceando el culo aún más para acentuar el efecto de la correa. Cuando sus pechos golpearon la áspera madera de la cubierta empezó a jadear. Cuando el nivel de sus ojos alcanzó el de mi miembro, empezó a lamer levemente y besar el algodón de mis vaqueros. "Sin manos. Sácame la polla y muéstrame lo que has aprendido." Bajando la cremallera de mi bragueta con los dientes Traci se las apañó para dejar mi grueso miembro al aire. Cuando estuvo fuera finalmente, besó la cabeza y dijo "Por favor, Amo, ¿puede Traci servir a tu polla?"

Di mi consentimiento y empecé a disfrutar de una de las mejores mamadas de mi vida. A los pocos minutos agarré por la cintura a mi cerda atada, le di la vuelta y senté su culo sobre mi rabiosa erección. Ella ya estaba lubrificada y se deslizó con facilidad. Subiendo y bajando sobre mi furioso pene empezó a contraer el esfínter para incrementar mi placer. Aquí estaba mi bella esposa, cabalgando sobre mi polla en su culo, a la luz del día en nuestro porche delantero. Traci nunca hubiera consentido antes el sexo fuera de casa. Ahora me estaba montando como un garañón a la puesta del sol. Mientras valoraba el cambio oí de nuevo sus maullidos.

"¡Habla cerda!" dije sin aliento.

"¡Gracias, Amo! Gracias por usar el culo de Traci. ¡Traci te echaba tanto de menos! ¡Traci te quiere tanto! ¡Se siente tan bien la polla del amo en el culo de Traci! Por favor Amo ¿puede correrse Traci? Por favor, Amo. Por favor." Mientras este demonio sexual suplicaba y me engatusaba, la agarré por delante y empecé a jugar con su clítoris mientras tiraba de sus candados y anillos. Casi listo para estallar empecé una cuenta atrás con cada uno de los empellones de mi cerda. "Cinco, Cuatro, Tres, Dos, Uno, ¡CÓRRETE CERDA!" rugí, tirando de la correa que había estado oscilando.

"¡AIIYYYYY! ¡Sí, Amo! Gracias, Amo. Traci quiere al Amo. Oh Dios, ¡Traci te quiere, Amo!"

Con mi propio orgasmo acercándose rápidamente, levanté la mano y tiré de los nuevos anillos de los pezones de mi esclava. Jadeando a cada tirón, empecé a irme, mientras Traci incrementaba la velocidad de sus movimientos hacia abajo. Con un poderoso esfuerzo solté mi esperma profundamente en el interior de los intestinos de mi renacida esposa. Al principio Traci apretaba hacia abajo sobre mi polla como si no quisiera que se escapara nada de mi esperma. Luego saltó de mi regazo y tomó mi miembro todavía chorreante en su boca ansiosa, lamiendo el esperma sobrante. Mientras era consciente de la necesidad de un enema diario por razones de salud pensé que el culo de mi esclava iba a contemplar mucha acción.

Tras volver a cerrarme la cremallera con los dientes mi nueva cerda se echó hacia atrás sobre sus botas, colocando las manos tras el cuello, con las piernas separadas y los ojos atrapados en mi entrepierna, empezó a girar las caderas en un movimiento lascivo. Inclinándome sobre ella le besé la frente y le dije, "Bienvenida a casa, cerda, yo también te quiero."