La esposa puritana – la orgía (parte 11)

Jueves, día de ir al bar del Turco a divertir a sus amigos, le esperaban alguna sorpresas ese día

Teresa llegó al bar para transformarse en la submisa Lis, ya estaba más conformada en su nuevo papel, hasta cierto punto notaba que le gustaba dar placer a los hombres, hacía años que no tenía esas sensaciones con su marido, talvez por eso evitaba tener relaciones con él, siempre que podía, posiblemente era culpa de ella, por sus tabús y preconceptos. Ahora la empujaban al abismo del placer, de los placeres prohibidos.

Entró en el baño, pero las ropas eran otras esta vez, si se las ponía, ningún hombre iba a resistirse esta vez, sólo haría falta ponerse un cartel en la frente que dijera “Fóllame, soy una puta”. Pues bien, no había mucha ropa, realmente, pero lo que más le llamó la atención fueron las bragas, blancas, tipo tanga pero con un agujero delante, dejando a la vista la raja del coño, o sea que cualquier uno podría follársela sin sacarle las bragas, una de sus antiguas fantasías cuando hacía poco tiempo que se había casado, le excitaba pensar en esa situación pero nunca, con su marido, habían realmente tomado la iniciativa de comprarlas. Una falda de licra amarilla que casi no le tapaba nada, es más, sólo daba un paso y se le levantaba mostrando la abertura de su tanga. Un top naranja, combinando con la falda, de tela también finísima, muy trasparente como la falda, al tocar el tejido parecía que tocabas la piel de tan fino que era, por supuesto bien apretado para que se le vieran bien apetitosas sus pequeñas pero perfectas tetitas. Y, claro, unos zapatos de tacón para dejarla más elegante y esbelta.

Cuando salió del baño, ya estaban todos en la mesa, repartiendo las cartas. Juanito le pidió que trajera la primera ronda de cervezas, “mejor, tráenos unos wiskies con hielo que hoy va a ser un día animado” dijo mientras se quedaba mirándole las tetas.

Todos se quedaron boquiabiertos, empalmados y se la comian con los ojos. Juanito, el Turco y el jardinero Miguel ya se la habían follado, conocían bien los placeres de su carne, pero los otros tres ni se imaginaban el placer que esa mujer podía brindarles. La situación era tensa y de gran morbosidad, la respiración de Teresa (ahora Lis) era acelerada y parecía que el corazón le iba a explotar. Mientras se acercaba a la barra, iba bajándose la falda, pero era batalla perdida, para traer las bebidas sólo podría bajarse un lado de la falda, todos le verían el coño, que por cierto se veía delicioso. Una cosa ella tenía, siempre lo tenía muy bien arreglado y limpio, olía a rosas perfumadas de deseo.

El Turco le pidió que trajera los 6 wiskies en la bandeja que estaba en la barra, sería más fácil. Claro, ahora estaba frita, pues no podría ponerse la falda en su lugar cuando se le subiera al andar. No tenía elección, intentó dar pasos cortos pero el destino era inevitable. A medida que se acercaba a la mesa todos podían ver su linda rajita asomándose e invitándolos tácitamente a que la tocaran, y ni hablemos de las tetas asomándose por debajo de la ropa invitando a los los deseos más lascivos y lujuriosos que un hombre pueda tener.

Primero sirvió a su jardinero, Miguel, que se la había follado por primera vez ayer en el sofá de su casa, él no perdió la oportunidad y le tocó el culo con todo descaro.

Los otros dos dijeron que se veía mucho mejor que cuando lo desfilaba en la iglesia del Rosario, Lis se sonrojó de vergüenza al pensarlo. Como Juanito había comentado que frecuentaba esa iglesia los domingos, no se perdieron ninguna de las misas para poder verla en su ambiente, y la vieron, eso les dio todavía más morbo al verla tan decente y elegante al lado de su marido y de probablemente sus padres. Se sentaron dos bancos hacia atrás, ella ni se dio cuenta, le miraban el culo siempre que podían, se veía tan rico y deseable, ahora lo podían ver sin casi ropa y, quien sabe, talvez incluso tocarlo.

Miguel, que no tenía nada de santo por lo visto, añadió que, además de hermoso y respingón, el culo de esta mujer tiene una piel aterciopelada y suave como la de un niño. Cuando repartía las bebidas a los dos que fueron a misa (tenía uno a cada lado), le empezaron a tocar el culo mientras le decían a Miguel que tenia toda la razón, la piel era muy suave, más todavia en la región en que se tocaban los glúteos y que escondían una de sus grutas del placer. No se hablaba de otra cosa en la mesa, nadie estaba pendiente de las cartas, ella era el centro de atención de esos 6 hombres ávidos para poseerla y compartirla.

A Juanito se le ocurrió que debería jugar con ellos, pero ella no sabía jugar, así que Juanito dijo que no se preocupara, que se sentara y aprendiera, que ya le explicarán las reglas del juego. Pero no había más sillas, cuando iba a ir a buscar una silla, Juanito le dijo que no era necesario, que se sentara en el regazo de cualquiera de ellos para aprender. Sientáte aquí, le ordenó Juanito y ella servilmente le contestó: - sí, amo. Se sentó, sintió su polla dura debajo de su coño indefenso, mientras con la mano Juanito le iba acariciando el clítoris, discretamente. Claro que todos se dieron cuenta, pues los pezones se le pusieron duros y Lis no podía reprimir las sensaciones que sentía por más que lo intentara. Se fue sentando en el regazo de todos, cuando llegó la vez de los dos que la vieron en la misa y que no conocían sus placeres, uno tenía la polla para fuera (los otros no lo habían visto), tenía una servilleta en cima y cuando Lis se sentó la apartó y la pobre se sentó bien encima de ella, sólo no entró porque se alojó bien al medio entre el ojete y el inicio de sus maravillosa vagina. Él se movía con disimulo y con las manos le agarraba la cintura para encajar su polla en una mejor posición, el capullo ahora ya estaba en contacto con su vulva, mojada por el manoseo de los anteriores ayudó a que resbalara hacia su interior; él le daba unas sacudidas cuando se movía y la polla iba entrando cada vez más, ella ya no conseguía disimular la cara de placer, se le cerraban los ojos involuntariamente cada vez que la ahondaba más y más en su interior, los pezones eran todo un espectáculo también!

Ahora le tocaba al otro que fue a misa, éste, nada disimulado, le metió la mano dentro del coño, por la abertura de las bragas y empezó a masturbarla mientras le apretaba uno de los pezones por encima del top. Todos vieron la escena y concluyeron que tenían de compartirla, no era justo que algunos mucho y otros nada, así que el otro al lado (el turco) empezó a tocarle la otra teta, los demás se levantaron, Juanito le empezó a besar el cuello, el jardinero le besaba la boca y le metía la lengua dentro de su boca caliente y aterciopelada…

La levantaron y la pusieron encima de la mesa, sacaron todo y empezaron a tocarla por todos los lados, 12 manos que, simultaneamente, le metían los dedos, le acariciaban la barriga, los pechos, se los metían en su boca, la besaban y chupaban los dedos de la mano, le mordían los lóbulos de las orejas, le chupaban los dedos de los pies, le metían la lengua cuando podían en el chocho, era tanta acción que no sabía quien la tocaba, quien la chupaba, quien la acariciaba, quien le apretaba las carnes… Teresa, ahora Lis, nunca había sentido nada igual antes, tener 6 hombres que la desearan tanto, todos al mismo tiempo abusando de su cuerpo sin límites y sin censuras. No le sacaron las bragas, eso la volvía loca como ya sabemos, tampoco le sacaron el top, sólo lo levantaban de vez en cuando para chuparle los pezones o para tocarle las tetas por debajo. Lo único que hacían, a veces, era separar el hilo del tanga lo poco que tapaba su esfínter, para poderlo tocar y para penetrarlo con sus ávidas lenguas y dedos, así que la levantaron para dejarlo más accesible a todos los interesados. Le dieron la vuelta para usar y abusar ese tesoro escondido y prohibido hasta no hace tanto tiempo, ni su marido lo podía disfrutar después de casi 10 años de casados, ahora esos estraños lo hicieron suyo. Les ponían sus pollas cachondas e hinhadas dentro de la boca, las chupaba sin parar, ya de dolían las mandíbulas, hasta que la pusieron de nuevo boca arriba y entre tres se la llevaron a la habitación del lado, donde había una cama de matrimonio donde a veces se quedaba a dormir la borrachera. Se la follaron de todas las formas imaginables, estaba extasiada, ni sabía cuántas veces se había corrido de placer, su cuerpo exhausto llegaba a su límite. Por supuesto esta vez estuvo en ese antro del placer y de la lujuria mucho más de las habituales 3 horas de otras veces, sería un día inolvidable para el resto de su vida, que nunca más volvió a ser lo que era.

Dentro del cuerpo escultural de esa esposa puritana, tan deseada por tantos hombres a lo largo de los años, se escondía una verdadera puta de lujo que se excitaba dándole placer a tantos hombres desconocidos. De ahora en adelante, Lis iba a tener mayor protagonismo en la pacata vida de madame de Teresa.