La esposa puritana – el jardinero (parte 10)

Era viernes por la tarde cuando llegó Miguel, el jardinero, Teresa estaba nerviosa por si la pudiera reconocer. Tocó el timbre y, como de costumbre, abrió la puerta, saludó a Miguel y fue a abrirle el portón para que pudiera entrar al jardín. Miguel le preguntó si todo estaba bien, que parecía preoc

Era viernes por la tarde cuando llegó Miguel, el jardinero, Teresa estaba nerviosa por si la pudiera reconocer. Tocó el timbre y, como de costumbre, abrió la puerta, saludó a Miguel y fue a abrirle el portón para que pudiera entrar al jardín. Miguel le preguntó si todo estaba bien, que parecía preocupada, no parecía la Teresa de costumbre, aunque estaba buena como siempre. Cuántas veces Miguel se había follado a su esposa pensando en ella, a lo largo de los años había habido pocas ocasiones en que habia tenido la oportunidad de ver algo memorable: una vez le vio los pechos cuando se agachó para mostrarle una planta, otra vez la vio en ropa interior, de lejos, dentro de la casa, y poco más, pero algunas veces la había visto de pijama, ropa de gimnasia, cuando trabajaba por la mañana, ahora por las tardes ella siempre iba más recatada, qué pena.

Miguel acabó el servicio e intentó conversar un poco, como acostumbraban a hacer, pero ella estaba diferente, no parecía la misma. Recibió su dinero y se fue, pensó que deberia tener algún problema pero no le dio mayor importancia.

El próximo jueves Miguel tenía su habitual encuentro con sus amigos en el bar del Turco, justo el día en que el bar estaba cerrado para los clientes. Llegó más temprano de lo costumbre y se sentó en la barra para hablar con el Turco mientras se tomaba una cerveza, preguntó por Lis y el Turco le dijo que estaba poniéndose el uniforme de trabajo, no tardaría a venir y así fue, las mismas maravillosas ropas de la otra vez.

Teresa se quedó helada cuando vio a su jardinero en la barra, más todavía cuando el Turco la llamó para que se sentara con ellos, lo que hizo sin rechistar. Al sentarse, se le subió la falda (no era muy difícil) y le verian las bragas si se moviera. La situación no pasó desapercibida para Miguel, que mientras charlaba y cuando podía, intentaba ver debajo de la falda, pero el ángulo en que estaba no lo permitía. Intentó conversar con la chica, le preguntó de donde era, ella se quedó muda, así que el Turco le dijo que contestara, que no fuera maleducada y ella movió la cabeza y le contestó: - sí, amo.

Miguel dijo: Qué bien la tienes enseñada, te obedece todo lo que pides? Pero el Turco no le respondió, así que continuó hablando con Lis, que le dijo que era de la ciudad al lado, que no era verdad por supuesto, le preguntó si no se conocían ya de algún lugar, ella dijo que seguro que no, pero aquella voz, aquella voz le era muy familiar…

Llegaron los demás y empezaron la partida, la chica estaba buenísima, con más confianza que la otra semana y con algunas cervezas de más, le metían mano discretamente cuando podían y le decían piropos y guarrerías, elogiaban sus tetas, que parecía que tenía un culo de bandera, que si no había sido modelo o bailarina, entre otras muchas cosas. Todo iba bien, hasta que poco antes de que acabara la sesión, Juanito dijo que, quien ganara esa ronda, tendría un premio especial, todos se sentarían en el sofá y butacas, al lado de la mesa donde siempre jugaban, y Lis bailaría de forma sensual para el ganador hasta que se acabara la música, el ganador se sentaría en un taburete bajo, frente al sofa, y Lis bailaría delante de él, claro que todos podrían disfrutar del espectáculo, aunque la visión más privilegiada sin duda sería del campeón, que estaria más cerca y en un punto más bajo, casi que sentado en el suelo.

El turco puso una música lenta, la letra era romántica pero un poco indecente, la cantante decía cosas como me gusta que me toques, nadie lo hace mejor que tú, mi fuego no se apaga… Lis no sabía como bailar, así que Juanito le iba dando las instrucciones. Seguro que no era muy sensual el baile, pero con esa letra y con esas ropas en ese cuerpazo, a todos se les caía la baba. El ganador fue Miguel, ahora sí que podía verle bien las bragas, cuando se daba la vuelta podía ver desde abajo un poco de su coño y de su culo, era espectacular! Cuado Juanito le pedía que bajara despacito, se le subía la falda y todos le podían ver las bragas. Juanito también le pedía que levantase un poco el top para mostrar más la barriga. Estaban todos muy excitados, querían que se quitara la falda, que le darían cinco euros si lo hacía, todos estuvieron de acuerdo, venga, venga, baila sin la falda, pusieron 5 euros acada uno en la mesita y Juanito le dijo que lo hiciera, con aquella mirada que Teresa ya conocía. Respondío que sí, a su amo, se bajó la cremallera lateral, se bajó la falta hasta los pies y continuó bailando, ahora sí podían verle las bragas, la forma perfecta de su culo respingón, los pelos púbicos asomándose por encima de la braga y saliendo por un lado…

Juanito se le acercó y le subió las bragas de un tirón, al hacerlo, se le metió en la raja, dejando a muestra uno de sus labios vaginales y buena parte de sus glúteos. Tuvo que continuar bailando y Juanito le pedía que se agachara una y otra vez y que se diera la vuelta, que se acercara más al ganador del juego, Miguel se lo merecía. Se acercó tanto que Miguel podía casi que olerle el coño que lo tenía a la altura de boca, se veía la marca del sol del bañador, bien mayor que las ropas que estaba usando, que la dejaba más apetecible todavía, además ahora podían verle en el glúteo una marca de nacimiento, una mancha oscura en su parte superior. Miguel ya había visto esa marca antes, se acordó de aquella vez que su cliente, Teresa, se agachó y le vio parte del culo y esa marca inconfundible, entonces, sí la conocía, la tenía delante ahora bailando para él, se puso todavía más excitado, casi no podía controlarse pero lo hizo. Todos estaban empalmados tocándosela por encima de los pantalones, pero se acabó la fiesta y se quedaron con las ganas. Al irse, Juanito y el Turco se la follaron por turnos como siempre.

Llegó el viernes por la tarde, Miguel estaba impaciente. Tocó el timbre y allí estaba Teresa, de chándal azul claro, deslumbrante como siempre.

Se saludaron y Miguel le pidió un vaso de agua, entró detrás de ella para tomárselo en la cocina, como tantas otras veces habían hecho, llegando en la cocina la llamó de Lis. Teresa se quedó parada sin saber qué decir, Miguel le dijo que no se preocupara, que no diría nada a nadie, sería su secreto y que tampoco quería saber sus motivos para lo que estaba haciendo. Continuó hablando con ella, que tenía un cuerpo muy bonito y que el baile de ayer lo había dejado muy excitado, que si no le importaría de hacerle otro baile en la cocina, sólo para él. Que no iba a decir nada, pero quería ver la ropa interior que estaba usando. Justo ese día estaba sin sujetador y con un tanga para que no se le marcasen las bragas.

Teresa empezó diciendo que no, que qué se pensaba, que era un guarro, que no se esperaba algo así de él, después de tantos años de amistad. Miguel la escuchó y le puso las cosas bien claras, que no era él que salía por allí en bares de mala muerte, vestida como una puta y dejándose tocar el culo por extraños, a ver si a su madre o a su marido le iba a gustar de saberlo. Aunque iba a guardar el secreto, también quería ganar algo a cambio, y no era dinero. Le confidenció que siempre quiso verla desnuda, poseerla, y que no iba a perder esa oportunidad ahora, así que le dijo se dejara de tonterías y que se sacara el chándal.

Teresa se sacó el pantalón, Miguel la agarró del brazo y se la llevó a la sala de estar, donde se sentó en el sofá. Ahora quítate la parte de arriba – le dijo. Pero no llevo sostén – dijo Teresa. Mejor todavía – le respondió el jardinero.

Ahí estaba su sueño hecho realidad, Teresa frente a él, de tanga y con las tetas al aire. Le pidió que se diera la vuelta y que se sentara en su regazo. La agarró con fuerza y le empezó a chupar una de las tetas mientras con la otra le acariciaba el chocho, fue todo muy rápido. Teresa se dejó llevar y no esbozó ninguna reacción, parecía hipnotizada. El jardinero ya le había metido la mano debajo del tanga y le estaba metiendo los dedos en el coño, no paraba de chuparle las tetas, sus pezones ya se habían puesto duros y el coño ya estaba bien mojado, eso dejó a Miguel más excitado y continuó metiéndole mano, la empujó y recostó de espaldas en el sofá y le quitó las bragas, se metió entre sus piernas y le chupó el coñito maravilloso que tenía con ganas, iba repitiendo que había soñado miles de veces ese momento. Se entretenía tocándole el clítoris, jugaba con el esfínter mientras metía la lengua entre los labios vaginales, los lambía frenéticamente, Teresa se estaba volviendo loca de excitación, quería controlarse pero no podía, cuanto más quería controlarse, más ganas de jemer tenía. Sé que tomas pastillas anticoncepcionales, voy a tener de follarte, mi amor, le dijo con dulzura. No hubo tiempo de nada, ya estaba encima de ella con la polla dentro de su coño, por lo bajito que era la tenía bien gorda y larga, más que su marido, le chupaba las tetas con delicadeza, mientras la penetraba con sus manos debajo de los glúteos los iba separando cada vez más hasta empezar a tocarle el culo, pasaba los dedos por la vagina ahora ya muy mojada y pasaba esos jugos por el ojete, iba metiéndole los dedos con cuidado y despacito dentro del culo cada vez que le embestía el chocho, algo que su marido a veces hacía y que la dejaba excitada.

La hizo levantar, se puso de pie en la punta del sofá y la hizo agachar, quedándole el culo desnudo y respingón al aire y vulnerable, continuó follándosela metiéndole un par de dedos en el culo, mientras con la otra mano le sobaba una de las tetas, pellizcándole su pezón.

De repente, sintió la polla del jardinero entrando en su culo, le dolió al principio, pero poco tiempo, ya que el juego de dedos lo había dejado bastante dilatado y, como últimamente le follaban el culo con cierta frecuencia, ya lo tenía más acostumbrado. Miguel le preguntó donde quería que se corriera, dentro del culo o dentro del chocho. La respuesta de Teresa fue sorprendente:

-          Donde quieras, Miguel.

Miguel se la sacó del culo y se la metió de nuevo en el chocho hasta correrse. Qué mujeraza eres, tenemos de repetirlo - le dijo complacido. Teresa se había excitado con la situación morbosa por la que pasó, no había estado nada mal. Sentía la leche bajándole por la pierna, siempre le había gustado que su marido se corriera dentro, se sentía mujer y era lo más natural, no le gustaban los condones y no le agradaba usar anticoncepcionales, conocía los ciclos de su cuerpo y los períodos de fertilidad, siempre había funcionado incluso cuando no se tomaba las pastillas. Teresa o, mejor dicho, Lis, había aceptado su nuevo destino con resignación.