La esposa puritana día de póker (parte 9)
Teresa comenzaba su compromiso semanal en el Bar del Turco, para servir a sus nuevos amos. No tenía la menor idea de lo que le esperaba
Casi una semana pasó, nadie sospechaba nada del suplicio por el que Teresa estaba pasando. Mañana, a las tres de la tarde, tenía de ir al Bar del Turco, en las afueras. Nunca imaginó que tendría de frecuentar ese barrio, muy peligroso por cierto. Tendría de estar tres horas en ese lugar inmundo, qué podia hacer? Por más que lo pensaba, estaba sola ante el peligro, tendria de ir, sus vídeos obscenos no podían hacerse públicos, serían su perdición!
Se puso sus ropas habituales y se dirigió al lugar de encuentro, entró y, como la otra vez, el Turco estaba en la barra del bar. En la puerta, abierta al empujarla, había un letrero diciendo que estaba cerrado.
Entró en la sala de la otra vez, donde Juanito ya la estaba esperando. No perdió el tiempo, ya que al entrar, lo primero que le dijo fue bésame, como si fuera tu marido, si no me gusta, te azotaré y no te olvides de las normas, Lis.
Teresa se acordó de las bofetadas que recibió la semana anterior, así que respondió: sí, amo. Se acercó a Juanito y le dio un beso en la boca. Juanito dijo que un beso tenía que ser mojado y con lengua, con amor y deseo, la perdonaba esta vez pero no aceptaría otro error como ese. Teresa engullió su orgulló, cerró sus ojos, se imaginó a otra persona, abrió su boca y le besó, Juanito introdujo su lengua asquerosa en su boca, mientras le apretaba el culo.
Muy bien Lis, hoy tenemos invitados, llegarán a las 03:30 para nuestra partida semanal de póquer, gente de confianza y discreta, no te preocupes, dijo. Entra en el baño y ponte tu uniforme, no te olvides de obedecernos, ya sabes las reglas. En tres horitas, te podrás ir a tu casa con tu familia.
El tal de uniforme era muy indecente, había una falda cortísima de color rojo, unos zapatos de talón del mismo color, ligueros negros, unas bragas de encaje minúsculas combinando y un top de encaje rojo de tiras y nada más, bueno, había una máscara negra para cubrirle los ojos que podría ayudar a que no la reconocieran. Teresa se puso esas ropas, parecía una puta de burdel, se miró en el espejo y no se reconoció, pero estaba realmente preciosa. El top negro era de un tejido muy fino y suave que le iba apretado, dejaba a vista la forma de tus pechos y sus lindos pezones, una indecendia que siempre había evitado. Por poco que se agachase, le verían las bragas que casi no le cubrían sus verguenzas, al andar, además, como le iban un poco pequeñas, se le metían en el culo.
Sin llamar, entró Juanito y la vio, le dijo que estaba maravillosa, y que su función era servir bebidas y comidas a sus amigos del juego de póquer, sólo tenía de obedecer a sus dos amos, los demás eran invitados y tenía de tratarlos bien.
Teresa dijo la palabra mágica “sí, amo”.
Llegaron los amigos y el juego empezó, ella estaba en el fondo del cómodo, la presentaron como Lis, la camarera nueva. Tráenos unas cervezas heladas, dijo el Turco. Cuando iba a la cocina para buscar las cervezas, el Turco la miró con frieza y Lis dijo: Sí, amo.
Los amigos de la partida de póquer no se perdían un detalle, eran cuatro, junto con Juanito y el Turco, un total de seis jugadores. Preguntaron quien era la camarera? Una nueva contratación, dijo el Turco, no es barata pero viene muy bien recomendada. Es de la ciudad, no la habéis visto antes? Su marido trabaja en la administración de las farmacias de la ciudad, pero aquí la llamaréis de Lis, necesita ganarse un dinero extra y no quiere que la reconozcan. Lis parecía una puta, con la máscara talvez nadie la reconocería, pensó. Trajo las cervezas y Juanito le tocó el culo cuando se acercó a la mesa, el Turco hizo lo mismo, por supuesto. El Turco pidió otra ronda de cervezas, todos la miraban con deseo. Para su sorpresa y desespero, conocía a uno de los presentes, no era nada más ni nada menos que su jardinero, Miguel, desde hacía un montón de años, con quien hablaba bastante siempre cuando venía a cortarle el césped y a arreglarle el jardín, todos los viernes; ¿la reconocería?
Miguel comentó a sus amigos que le sonaba, pero no cayó en cuenta de donde (todavía). De todos modos, todos estaban muy ocupados intentando verle las bragas y las tetas. La llamaban en todo momento para pedirle algo, cuando se alejaba se agachaban para verle el culo y comentaban cómo de buena estaba la tipa! Miguel continuaba pensando que la conocía, así que le preguntó a Juanito, es de nuestra ciudad, dijiste, y su marido trabaja en una farmacia? Juanito dijo, bueno, es tipo un comercial de farmacias o algo así, vive viajando, pero ella no trabaja, deben estar pasando dificultades económicas, por eso aceptó este empleo, la pagamos muy bien para ponerse estas ropas, claro que su marido no sabe de nada y ella no quiere que él se entere, por supuesto. Por eso la máscara, para que no la conozca nadie, pero con esos ojos verdes y ese trasero, pocas mujeres en la ciudad como ella, seguro, y si vais a la iglesia del Rosario, los domingos, seguro que allí estará, es una verdadera dama, muy respetada y decente, mientras se reía al decirlo.
Un par de horas después se había acabado la partida y los invitados se fueron. Faltaba poco más de 40 minutos para sus 3 horas.
Fuiste muy obediente, Lis, ahora te has ganado un premio. Tenemos poco más de media hora para follar, así que no podemos perder mucho tiempo. El premio es que puedes elegir entre el Turco o yo follarte el chocho o el culo. ¿Qué eliges, guarra, no lo sabes? Pues muy bien, nosotros elegiremos. La obligaron a poner sus manos sobre la mesa, el turco le bajó las bragas y ella dijo rápidamente: el chocho. Así que el Turco empezó a follársela.
Juanito la estaba mirando de frente, al otro lado de la mesa. Parece que no te estás divirtiendo, dijo, si así es, te quedarás una hora más como castigo. Así que, como no somos adivinos, dinos lo que sientes, el silencio es tu peor enemigo, Lis.
¿Una hora más? Pensó Lis. Tengo de salir de aquí lo antes posible, así que empezó a hablar:
¡Qué bien lo haces, muy bien, maravilloso!
Pero qué mierda estás diciendo, dijo el Turco, así habla una puta con deseo, mentirosa? Le metió un guantazo en el culo que casi perdió el conocimiento del susto.
Después de eso, ella no sabía qué decir, así que empezó a decir guarradas, como:
- ¡Qué bien que me follas, me encanta que me folles, fóllame con fuerza, me encanta mucho! A medida que iba diciendo esas cosas, se iba excitando, no se lo podía creer, estaba muy excitada, con un barrigudo horroroso follándosela, mientras su pintor descaradamente la observaba.
Juanito le dijo, eres muy puta, yo ya lo sabía. Eres nuestra puta, haremos contigo todo lo que se nos antoje, lo sabes, ¿verdad? Mejor colaborar, quien sabe te lo pasas bien. Sé que te gusta mucho que te follen el culo, cuando el Turco se corra dentro de tu coño, te follaré el culo como a ti te gusta y no quiero oír ningún grito ni ninguna reclamación. Y así fue, Juanito le folló el culo en la misma posición que estaba hasta correrse dentro, ella se limpió, se puso sus ropas y se fue a su casa sin creerse lo que acababa de hacer.