La Esposa Masoquista (capítulos 15 y 16 [Epílogo])

Una mujer descubre su deseo masoquista y terminará sometida por su marido, ansiando ser castigada y degradada hasta más allá de lo posible (Serie de 16 capítulos)

15 - LA ESPOSA MASOQUISTA (COMIENZA MI ADIESTRAMIENTO)

Cuando llegué al sótano sentí un fuerte olor a retrete, igual al que hay en esos baños de bares que no se limpian muy habitualmente, vi que había varias jaulas, eran cubos como de un metro por lado, en los que había varias personas encerradas, todas desnudas y con marcas de haber sido azotadas.

Vi que mi marido estaba firmando unos papeles junto a la doctora y un hombre, este tan solo vestía unas botas tipo militar y un arnés que permitía ver su cuerpo perfectamente, era negro, muy grande, musculoso y no pude por menos que fijarme en su poya, nunca había visto una tan enorme y eso que estaba flácida, además, la tenía atravesada en su glande por un anillo metálico de casi un centímetro de grueso.

  • Doctora - "

Esta es nuestra nueva adquisición, irá a la jaula 129 y recibirá el adiestramiento como esclava absoluta durante el próximo año, pero antes de ello ha de grabar el vídeo en el que confiesa abandonar a su marido ¿Está todo preparado?

"

  • Carcelero - "

Si Señora, la maquilladora y el cámara tienen todo listo.

"

  • Doctora - "

Bien, llévala allí y que le graben lo antes posible, nosotros lo veremos desde la sala de control.

"

El hombre me cogió bruscamente del brazo tirando de mi mientras que mi marido y la doctora se dirigían de nuevo al ascensor abrazados, besándose e ignorándome.

  • Carcelero - "

Sígueme zorra, estos días voy a disfrutar mucho contigo hasta que vengan a por ti.

"

Accedimos a una sala decorada como la habitación de un hotel, allí había una chica jovencita y un hombre de unos sesenta años, ni siquiera me miraron, el carcelero me hizo sentarme en un taburete y la chica procedió a maquillarme y peinarme, a continuación me puso una blusa, el hombre me indicó donde debía ponerme y me dio una hoja con un texto escrito.

  • Carcelero - "

Apréndete bien lo que tienes que decir y que parezca real. Tienes cinco minutos.

"

No me resultó muy difícil ya que no era demasiado largo y cuando el hombre terminó de preparar todo empezó a grabarme con un móvil.

  • Hombre - "

Bien este es tu móvil, una vez grabado y enviado el vídeo le tiraremos en una papelera cercana a la estación de tren y si investigan podrán comprobar que apenas enviaste el vídeo cogiste un tren hacia el sur y desde ahí se te perderá la pista. ¿Alguna pregunta?

"

  • Yo - "

No, ninguna.

"

Hicimos la grabación, me quite la blusa y el carcelero me volvió a sacar de allí cogiéndome del brazo. Me llevó al centro de la sala donde estaban las jaulas, me tiró al suelo ordenándome que me pusiese a cuatro patas y procedió a introducirme algo por el culo, no tardé en averiguar que era un irrigador para enemas. Sentía como el líquido caliente entraba en mis intestinos sin parar y el irrigador cada vez estaba más dentro. El líquido salía por mi ano arrastrando todo el contenido de mi interior hasta que, en un momento dado, mi ano se cerró y mi tripa comenzó a llenarse de líquido, entró tanto que la hinchazón de mi vientre era evidente,

tan

grande que parecía estar embarazada. Entonces pegó un tirón sacando el irrigador e introdujo otro, algo más grueso y que no me daba la sensación de que fuese liso, el agua volvió a penetrar en mi interior, pero al mismo tiempo salía del mismo gracias a unas estrías del irrigador, las cuales impedían que mis esfínteres se cerrasen completamente.

No se muy bien el tiempo que estuve así, pero el caso es que cuando terminó sentía mi estómago completamente vacío mi coño chorreando de excitación y el carcelero, poniéndose frente a mi, me cogió del pelo obligándome a ponerme de rodillas para a continuación meterme su poya en la boca, lo hizo todo lo profundo que pudo provocándome unas fuertes arcadas e impidiéndome respirar. La mantuvo tanto tiempo así que a punto estuve de desmayarme, justo antes de que lo hiciese la sacó y pude dar dos bocanadas de aire antes de que me la metiese de nuevo, pero en esta ocasión se dedicó a follarme la boca violentamente, seguía con mi pelo en sus manos usándolo para mover mi cabeza adelante y atrás, su poya cada vez entraba más profundamente en mi garganta hasta que consiguió meterla tan hondo que mi cara terminó golpeando en su cuerpo, fue entonces cuando, con su poya metida hasta el fondo, se corrió con tal fuerza que su semen salía por mi nariz.

  • Carcelero - "

La doctora estará contenta, eres la primera zorra a la que le ha cabido mi poya entera.

"

Tras ello al sacó y comenzó a mearse encima de mi. Sin que me dijese nada abrí mi boca y comencé a tragarme su meada todo lo que fui capaz. Cuando terminó me llevó casi arrastras tirando de mi pelo hasta una jaula donde me arrojó cerrando la puerta. Apenas lo hizo volvió la doctora y me explicó algunas cosas sobre como sería mi estancia hasta el traslado al primero de los centros.

  • Doctora - "

Bueno, hasta que llegue el traslado al primer centro permanecerás aquí, eso serán casi dos semanas y puesto que tu predisposición a la esclavitud es tan alta, te explicaré algunas cosas de lo sucederá mientras estás aquí.

Para empezar, no saldrás de la jaula más que para vaciar tus intestinos tal y como acabas de hacer, tus carceleros pueden usarte y castigarte a su antojo, las luces no se apagan nunca, no hay ninguna rutina y tus periodos de sueño serán irregulares para que no tardes en perder la noción del tiempo. Debéis mear en la jaula y los carceleros también mean sobre vosotros, por supuesto no os podréis lavar en ningún momento y vuestro único alimento serán purés para perros que se os servirán en el suelo de vuestra jaula, habrás notado que el suelo está mullido así que no tardará en empaparse de orina y en apestar a letrina.

No volverás a vernos hasta que regreses, si es que lo haces, si nos hacen una buena oferta es muy posible que te vendamos a algún millonario que desee una mascota a la que poder hacer todo lo que le apetezca.

¿Quieres decir algo antes de que me vaya?

"

  • Yo - "

Dos cosas, por un lado saber si mi marido sabía lo de la venta cuando habló conmigo y me gustaría poder escribir mi historia antes de irme de aquí.

"

  • Doctora - "

Si, tu marido ha sabido todo desde antes de que fueses al chalet, en cuanto a lo de escribir tu historia me parece interesante, te haré llegar los medios necesarios para que lo hagas, pero evita dar nombres, lugares o datos que pudiesen servir para identificar a cualquiera de nosotros.

"

  • Yo - "

Así lo haré, muchas gracias Señora. Una última cosa ¿hay alguna manera de que mi marido no deba pagar la apuesta que le hice perder? Se lo mucho que sufrirá si no puede follar durante cinco días

"

  • Doctora - "

Sinceramente, todo lo que pudieras ofrecer ya lo has hecho, nos perteneces completamente y podemos hacer contigo lo que queramos, pero voy a ser generosa contigo. Al término de tu adiestramiento serás marcada al fuego, pero te concederé tu deseo si tu misma te marcas ahora.

"

  • Yo -"

¿Donde he de marcarme?

"

  • Doctora - "

En el pubis y la marca deberá ser bien profunda, lo suficiente como para que nunca pueda ser eliminada.

"

  • Yo - "

Lo haré.

"

La doctora le indicó al carcelero que preparase todo y avisase al hombre que me había grabado para que grabase esto también.

  • Doctora - "

Dentro de una hora volveré con algunas personas que disfrutarán viéndote.

"

Hasta que volvió la doctora estuve encerrada en la jaula, llegaron otros carceleros, todos eran negros, grandes y con unas poyas enormes y ni uno solo dejó pasar la posibilidad de mearse encima de mi, ni siquiera me avisaban, tan solo empezaban a mearse, en cuanto sentía la orina sobre mi cuerpo yo misma me colocaba para recibirla en mi boca y tragar la mayor cantidad posible.

No se el tiempo que pasó hasta que el carcelero me volvió a sacar de la jaula arrastrándome del pelo sin importarle el daño que me pudiese hacer el roce con el suelo, yo apenas pude ponerme a cuatro patas para evitar las rozaduras y tuve que seguirle sin que me soltase en ningún momento.

No tardamos en llegar a otra sala, al menos había unas veinte personas, entre ellas la doctora, el hombre del chalet y me pareció reconocer a algunas de las que estuvieron en la segunda fiesta, también había un par de chicas desnudas y con cámaras para grabar mi automarcado, pero no vi a mi marido. Al fondo de la sala había un taburete con un dildo, junto a el una hornacina llena de brasas de la que salían lo que me parecieron dos barras metálicas.

  • Doctora - "

Siéntate en el taburete con el dildo metido en tu culo y las piernas bien abiertas.

"

Obedecí la orden metiéndome el dildo de un golpe provocándome un fuerte dolor y abrí mis piernas mostrando mi coño. enrojecido e inflamado por los golpes que yo misma me había dado con la regla, bien abierto y húmedo. La doctora le hizo un gesto al carcelero y este cogió una de las barras que había en las brasas y pude ver que esta

terminaba en una

“V”

y al estar dentro de las brasas, el metal estaba a rojo, evidentemente ese era el hierro con el que me marcaría para siempre y me le dio. Dude un momento al sentir su calor pero la doctora habló.

  • Doctora - "

¿Hace falta que te diga algo?

"

Sin decir nada cogí el hierro con mis dos manos de tal manera que el vértice

de la “V”

a marcar en mi piel quedase casi pegando a donde nacían los labios de mi coño y le presioné con fuerza en mi pubis. El dolor fue horrible, pero durante varios segundos mantuve la presión todo lo fuerte que fui capaz haciendo que el hierro se hundiese varios milímetros en mi carne y

sintie

ndo el olor a carne quemada. Fui incapaz de evitar gritar, además, el dolor me hizo poner mis músculos en tensión, eso incluía mi ano penetrado por el dildo y de cuyo dolor apenas fui consciente.

Cuando separé el hierro de mi pubis escuché un murmullo de asombro y varios aplausos, el carcelero cogió el hierro de mis manos mientras yo no dejaba de llorar por el dolor. La doctora se acercó de nuevo y metiendo sus dedos en mi coño me habló al oído.

  • Doctora - "

Muy bien, tu marido no tendrá que pagar su apuesta, ¿pero sabes que? No pensaba que lo hiciese, me gusta demasiado como me folla para estar cinco días sin sentir su poya en alguno de mis agujeros, así que tu sacrificio ha sido inútil, aunque hemos disfrutado mucho de ti y por lo mojada que estás veo que tu también. Seguramente estás deseando correrte, pero de momento tendrás que esperar.

"

Tenía razón, sentía mi coño húmedo, abierto y deseaba que estimulase mi clítoris para poder correrme.

  • Doctora - "

Como habréis visto, está zorra es una masoquista absoluta, podéis comprobar que su coño está abierto y mojado, adelante meter vuestros dedos dentro, pero evitar su clítoris, ya se correrá cuando sea el momento adecuado.

"

En cuanto lo dijo me vi rodeada por todas esas personas que se afanaban en meterme sus dedos en el coño sin ningún cuidado, lo hacían incluso varias personas al mismo tiempo dilatando mi coño del mismo modo que si me estuviesen haciendo un fisting, mi llanto había ido aplacándose con la excitación que cada vez era más fuerte hasta que no pude más y supliqué permiso para correrme.

  • Yo - "

Por favor Señora, necesito correrme.

"

  • Doctora - "

Bien, dejarla, vamos a ver si realmente tiene tantas de correrse.

"

Todo el mundo se apartó dejándome de nuevo sola, mi coño chorreaba, le sentía totalmente abierto, mantenía mis ojos cerrados concentrándome en no correrme cuando de repente algo golpeó mi pubis reavivando el dolor.

  • Doctora - "

Córrete ahora puta, no dejaré de azotarte hasta que lo hagas.

"

Como pude y consciente de que no debía impedir que la doctora azotase mi pubis accedía a mi clítoris pasando mi mano por debajo de mi pierna y en apenas un minuto logré correrme, a pesar de lo cual la doctora siguió azotándome todo lo que quiso, mientras lo hacía seguí masturbándome gracias a lo cual me corrí un par de veces más hasta que paró sus golpes.

  • Doctora - "

Bueno, espero que hayáis disfrutado del espectáculo. Muchas gracias por vuestra participación.

"

El dolor de mi pubis era tremendo y a pesar de ello me sentía satisfecha, incluso orgullosa de que ser tan masoquista servía para que la doctora presumiese de ser mi dueña.

Escuché como las personas iban abandonando la sala, la doctora, antes de irse se despidió del carcelero indicándole que me llevase de nuevo a la jaula.

  • Doctora - "

Tiene permiso para escribir y se le hará llegar lo necesario para ello, mientras tanto llévala de nuevo a su jaula y ya sabes que podéis usarla a vuestro antojo.

"

  • Carcelero - "

Gracias Señora.

"

Lo siguiente que hizo el carcelero, antes de llevarme a la jaula, fue follarme, sin bajarme del taburete levantó mis piernas y me folló como si no fuese más que un agujero, por suerte estaba lo bastante cerca de la pared como para que mi espalda se apoyase en ella, pero al dejar todo mi peso apoyado en mis nalgas provocó que aun sintiese el dildo más metido en mi culo si es que eso era posible.

Cuando se corrió, me cogió de nuevo del pelo tirándome al suelo y llevándome a la jaula del mismo modo que me había traído. Mi culo estaba tan ajustado al dildo que se quedo metido y hasta que me arrojó de nuevo en la jaula no pude usar mis manos para sacarle.

16 - LA ESPOSA MASOQUISTA (EPÍLOGO)

La doctora tenía razón, he perdido la noción del tiempo, ni siquiera se en que momento del día vivo, pero tengo la sensación de que llevo aquí más de dos semanas, la comida ni siquiera la ponen en un cuenco, directamente echan en el suelo de mi jaula el mismo puré insípido una y otra vez y por más que he comido nunca he podido comerme todo, el único líquido que he podido beber han sido los orines de los carceleros, me han vaciado mis intestinos de manera constante tantas veces que siempre tengo la sensación de que mi estómago está vacío, de hecho hace tiempo que no ha salido nada sólido de su interior.

Me han follado una y otra vez siempre que les ha apetecido por cualquiera de mis agujeros corriéndose encima de mi y obligándome a

tragarme

el semen todas las veces.

En todo este tiempo nadie me ha hablado salvo para humillarme o darme órdenes, no he dicho ni una sola palabra ni he visto a nadie más que a los carceleros, me acuerdo de mi marido, pero estoy empezando a dudar de que realmente quiera volver estar con él y servirle como esclava, por que aquí me siento aún menos que una esclava, creo que no me importaría seguir así el resto de mi vida, en este tiempo tan solo he existido como algo que los carceleros usan a su antojo y me gusta, no tengo necesidad de hacer nada, no siento la necesidad de hablar, tan solo estar en mi jaula a disposición de cualquiera que quiera una agujero al que follar.

(N.d.A. De momento creo que la historia acabará aquí, aunque sé que podría seguir la narración con los sucesos de ese año de adiestramiento, no siento que la evolución de la protagonista pueda resultar interesante, al menos en este momento. Gracias por leer esta historia)