La esposa del jefe de mi marido

Ella era la que tenía el poder...

Hola, soy Cecilia, Andrés, mi esposo, es una persona muy preocupada por el bienestar de la familia y para lograrlo trabaja por demás. Tenemos una hermosa niña de 15 años y de nuestro matrimonio de dieciséis años  logramos tener un pequeño piso de tres ambientes y un auto de segunda mano.  Todo se hacía con mucho sacrificio hasta que lamentablemente Andrés se quedó sin trabajo.

Después de presentar sus antecedentes en diferentes lugares, hace seis meses, fue entrevistado por una pequeña empresa familiar, el dueño advirtió sus cualidades y lo contrataron con un buen salario. A partir de ese momento nuestra situación se mejoró.

Todo parecía ir muy bien hasta que el jefe de mi esposo decidió invitarnos a pasar una semana en su cabaña que cuenta en las afuera de nuestra ciudad. Es un lugar boscoso, cerca de la cabaña hay un pequeño asentamiento con cabañas y un polirrubro en donde se recurre para comprar los víveres y, cerca de ahí, a 1,5 km hay un lago muy visitado para pescar.

Ese fin de semana se presentó muy caluroso y por suerte tenía un pequeño estanque que nos permitía refrescarnos. Mi hija decidió no acompañarnos y pasar esa semana con mis suegros y así poder estar con sus amigas. Por lo tanto el jefe de mi marido y su esposa pasaron a buscarnos con su auto e ir los dos matrimonios juntos. Él se llama Antonio, es un hombre de 45 años, más o menos de 1,75 m de altura (como mi esposo), de ojos marrones, de piel oliva y con una pancita burguesa; la esposa, Eva, es de 40 años, es una mujer tan alta como su esposo, es mulata, su cuerpo es fiel representante de sus genes y está muy bien conservado, si bien su rostro denota la edad su cuerpo no, con muy lindas tetas de gran tamaño, diría 100 y un trasero bien duro como consecuencia de la gimnasia.

Por nuestra parte, Andrés es un hombre delgado y su cuerpo es fibroso, lleva muy bien sus 37 años a pesar de su pelo canoso; yo tengo 36 años mi sangre italiana sale por todos lados, en mi carácter y en mi cuerpo, soy algo culona y tetona, en general atraigo la mirada de los hombres, de piel blanca de ojos grisáceos y pelo amaromado oscuro.

Al llegar a la cabaña nos indicaron nuestra habitación y acomodamos nuestras pertenencias y nos distribuimos las tareas… la cocina quedó para la mí. Al principio, la falta de confianza de nuestra parte, hacía la convivencia algo rígida pero ellos, como buenos anfitriones, nos fueron desestructurando y empezamos a disfrutarlo de mil maravillas.

Todo iba muy bien hasta que un día los dos hombres decidieron ir a pescar a otro lago, para lo cual decidieron madrugar y partieron después de desayunar, con la promesa de regresar a la noche para disfrutar un pavo al horno que me disponía a preparar al mediodía. Ese día se presentó muy caluroso, la cocina era más bien pequeña pero tenía todo lo indispensable para prepara mi menú.

Con Eva organizamos nuestras actividades, después de disfrutar toda la mañana el estanque alternado con baños de sol, puse manos a la obra. Como deseaba acompañarlo con un buen vino, verduras y un postre, Eva decidió partir para el mercado y realizar las compras.

Por mi parte arriba de la bikini me puse un delantal con pechera y procedí a elaborar mi pavo. El calor se había vuelto insoportable, por tal motivo decidí darme una zambullida en el estanque y para no dejar mojado el piso de la cocina me fui a cambiar la bikini. Lo único que me quedaba una bikini diminuta que atrás tenía un hilo. Me dije a mi misma “estamos dos mujeres” y me lo coloqué y como transpiro mucho entre las tetas decidí usar solo la parte baja y colocarme le delantal con pechara y me dirigí a la cocina.

Estaba muy entretenida con mis quehaceres hasta que siento una mano que me acaricia mi trasero, me quedé quieta y al darme vuelta mi sorpresa fue grande cuando vi a Eva, ataviada solo con una tanga y con una mirada libidinosa. Mi cara debería expresar sorpresa, miedo y repulsión al mismo tiempo, en mi mente nunca pasó la idea de relacionarme afectivamente con una  mujer y menos con la esposa del jefe de mi marido.

Ella cambió su mirada y me dijo que le gustaba mucho y que reamente se sentía muy atraída por mí. No supe que decirle, traté de elaborar una escusa y que a mí no me agradaba ese tipo de relaciones, que amaba a mi marido y que no era capaz de engañarle con nadie. Ella me preguntó si la veía como algo repulsivo, a lo cual le respondí que me resultaba una mujer interesante y atractiva pero que no me sentía atraída sexualmente por ella.

Me acarició la cara, se alejó hacia la mesa, se sentó y me dijo en un tono suave y amenazador: “Tu esposo está muy contento con su trabajo, incluso sacó un crédito en la empresa para comprar un nuevo piso, además, tu hija cambió a un liceo muy costoso, y ella está muy feliz… ¿me imagino que no agradaría perder todo eso?”  Mi corazón latía a mil, era verdad habíamos empezado a cumplir nuestro sueño de ser una familia de clase media acomodada. Ella continúo diciendo: “la empresa de mi marido es en realidad la empresa de mi padre, y mi esposo no dudaría en aceptar cualquier propuesta mía como, por ejemplo, que tu esposo viaje al exterior como representante de la firma, eso le aportaría euros extras o…” hizo un silencio yo la miraba y no podía dar crédito a lo que me decía, ella continúo:  “terminar en la calle o preso, mi querida Cecilia, Ceci tú decides que quieres que le pase a tu hermoso hogar…”

Me dí vuelta y me apoyé en la mesada y miré a mi pavo, me sentí como él, desnuda desprotegida y a punto de que me cocinen, mis ojos se llenaron de lágrimas. Detrás de mí estaba la persona que era capaz de destruir mi vida y la de mi familia. De pronto sentí que se había parado detrás de mí, sus manos pasaron entre mis brazos y mi cuerpo y cubrió parte de mis grandes tetas con sus manos, me las apretaba y aflojaba y sus dedos índices y pulgares jugaban con mis pezones, sus labios besaban mi cuello y su cuerpo se apoyaba sobre el mío. Cerré los ojos y pensé en Andrés, en mi hija y luego me imaginé que esas manos eran las de Andrés… Empecé a sentir una corriente de placer que recorría mi cuerpo desde el cuello y mis pezones hasta mi clítoris. Lentamente mi mente se acalló y empecé a disfrutar de sus caricias.

Eva era muy suave, como mujer sabía cómo avanzar sobre mí una de sus manos bajó lentamente acariciando cada centímetro de mi vientre y se deslizó hasta mi clítoris y empezó a jugar con ese botoncito llenándome de placer. Eva empezó z decirme cosas dulces, lo hermosa que era, la suavidad de mi piel, lo hermoso de mis tetas y que quería pasa una eternidad conmigo.

Yo me sentía cada vez más excitada a punto tal que me había olvidado que Eva no era Andrés y que ella no era una mujer. Me sacó el delantal y empezó a besar mis pezones, y acariciaba los de ella y luego se acercó a mi nos besamos muy apasionadamente. Me tomó de la mano y me llevó a su habitación y nos amamos descaradamente, nunca había sentido lo que ella me hizo sentir. Sus manos se multiplicaban en mi cuerpo, su boca recorría cada parte de mi cuerpo y esa hermosa sensación cuando su lengua acarició mi virgen ano y sus dedos me robó la virginidad. Me enseñó a amar una mujer y estuvimos hasta bien entrada la tarde. Nos fuimos desnudas como diosas del Olimpo rumbo al estanque, nos refrescamos y nos amamos.

Era la media noche cuando llegaron Andrés y  Antonio, el pavo estaba sobre la mesa y listo para ser degustado. Andrés estaba feliz por la experiencia de pesca que había tenido y no se dio cuenta de la tristeza de mis ojos. En un momento de la velada, Antonio la miró a Eva de una manera singular, ella sonrío y el dirigiéndose a Andrés y a mí levantó su copa y dijo: “Por una larga y fructífera amistad”.

Andrés y Antonio están en Londres por negocios, mi hija está en Paris en un viaje de estudio  con el Liceo, yo me estoy en mi nuevo piso terminando de vestirme después de una deliciosa ducha.  Se abre la puerta, unas manos se apoyan en mi cintura y la dulce voz de Eva me dice que estoy hermosa…