La espía que me amó III

Continúa la misión. La agente debe hacer lo posible por llegar hasta su objetivo.

Estaban todavía aplaudiendo tras la finalización del concierto cuando me aproximé a la puerta de la mansión donde un hombre corpulento hacía guardia. Enseñé la moneda dorada que tanto esfuerzo me había costado conseguir y el vigilante me permitió el acceso. Dentro, una joven me acompañó hasta una estancia privada donde me dijo que debía esperar a que llegara Allegri para la reunión.

  • ¡No me jodas! ¿Qué haces tú aquí? – exclamó una voz nada más cerrarse la puerta.

  • Hola, Joanna – contesté secamente.

- ¿Por qué tiene que estar ella aquí? ¿Cómo habrá conseguido la moneda? – se preguntó mi compañero.

  • No, Miranda, en serio. ¿Qué buscas? No puedo permitirme que me hundas otra misión.

  • No seas tan egocéntrica. ¿Crees que estoy aquí por ti? – respondí. – Ojalá en vez de ti estuviera la tía que se ha lanzado desnuda a la piscina, sería todo más fácil para mí.

  • ¿Estás aquí por Allegri? ¿Qué quieres de él? – me preguntó.

  • ¿Qué hay de ti? – pregunté sin ceder ante su actitud de superioridad.

  • Por favor, Miranda, que no tenemos tiempo para tus juegos de a ver quién la tiene más larga – me contestó resignada. – Sí, estoy aquí por Allegri. Estamos investigando sus fuentes de dinero, las organizaciones dentro de las organizaciones. Así que esta es mi oportunidad de acercarme a él, ganarme su confianza y entrar en su círculo íntimo. ¿Buscas lo mismo? Porque tenemos un problema si es así.

  • Tranquila, Joanna. Esta vez no tienes que venderme – le dije recriminando lo que me hizo la última vez que estuvimos en la misma situación. – Creemos que Allegri tiene algún sitio secreto donde está haciendo ciertas investigaciones potencialmente peligrosas. Lo único que quiero es estar un rato lo suficientemente cerca como para rastrearle y que me lleve a ellas.

  • Está bien – aceptó Joanna. – Coloca tu transmisor o lo que sea durante esta reunión y luego desaparece. Cada una por su propio camino.

  • Nada me haría más feliz – repliqué.

Joanna iba a responderme cuando la puerta se abrió de pronto y su comentario quedó suspendido en el aire. Nos giramos las dos y vimos a Leo Allegri entrando con seguridad. Sonrisa en la cara, bien peinado, traje inmaculado. Nadie diría que se había pasado la última hora sobre un escenario destrozando canciones.

  • ¡Hola, chicas! ¿Teníais ganas de verme? – preguntó alegremente Allegri tras cerrar la puerta. – ¡Uy! ¿Pero a qué viene esa tensión en el ambiente?

Por un momento pensé que quizás nos había escuchado discutir pero pese a que nos alterábamos mutuamente las dos habíamos mantenido toda la conversación en voz bastante baja. Al mirar a Joanna me di cuenta de que aunque no nos hubiera escuchado nuestros cuerpos proyectaban conflicto. Los brazos cruzados sobre el pecho o en jarras y el rostro de mi rival contraído. Ojalá le saliera alguna arruga por mi culpa.

  • ¿Tensión? No hay ninguna, señor Allegri – contesté con el tono más inocente que pude poner.

  • Vamos, bonita, créeme que yo esas cosas las percibo. Y llamadme Leo – respondió seguro de sí mismo. – Seguro que pensáis que tenéis que competir entre vosotras para tener tiempo conmigo, pero tranquilas que habéis hecho méritos para llamar mi atención.

- En cierto sentido tiene hasta razón aunque esté completamente equivocado de por qué queréis pasar tiempo con él – comentó divertido Sevilla.

  • Ninguna de las dos monedas que se han entregado hoy habían sido para vosotras – continuó nuestro objetivo. – Y sin embargo aquí estáis. Habéis demostrado que tenéis voluntad y sois resolutivas para no resignaros y conseguir lo que queríais. Así que, preciosas, no os preocupéis y disfrutad de la oportunidad que os habéis ganado. ¿Por qué no me decías cómo os llamáis?

  • Gracias Leo, yo soy Joanna. Tenía muchas ganas de poder por fin estar un rato contigo. Estoy muy ilusionada – contestó Joanna poniendo una voz de niña estúpida que nunca se la había escuchado.

  • Yo soy Miranda. También estaba deseando conocerte – contesté con un tono de admiración.

  • Muy bien chicas, pero para que esto funcione tenemos que llevarnos todos muy bien. Demostradme que habéis entendido que no hace falta que compitáis entre vosotras y que podéis ser muy buenas amigas – nos pidió mientras nos ponía la mano en la mejilla primero a mí y luego a Joanna. Tenía la palma caliente aunque noté el contacto de algo metálico bastante frío, quizás un anillo.

  • Claro Leo, seremos muy amigas – contestó mi rival.

Joanna me miró como retándome a que me atreviera a llevarle la contraria y sin previo aviso se acercó a mí y me dio un beso en la boca. Sorprendida no reaccioné mientras su mano se apoyaba en mi nuca tras meterla debajo de mi pelo y aprisionaba mi labio inferior entre los suyos.

- ¿Pero qué cojones? ¿Joanna te está comiendo la boca? – preguntó sorprendido mi compañero.

  • Muy bien chicas, eso es. ¿Veis qué amigas podéis ser? – animó Leo al vernos.

Recuperada de la sorpresa mis brazos rodearon a Joanna y la apreté mientras seguíamos besándonos. Nuestros labios competían por ver qué boca dominaba a cuál, a ver quién apretaba el labio de la otra entre los suyos o qué lengua conseguía conquistar a su rival. La espía mantenía su mano derecha en mi nuca apretándome contra ella mientras la izquierda se había posado en una de mis tetas y me la estaba agarrando.

Nos separamos brevemente y nos miramos a los ojos. No supe interpretar su mirada pero no era la habitual de deseo que veo cuando tengo sexo con mujeres. Joanna me agarró de la cintura y me giró poniéndome de frente a Allegri quien se había sentado en un sillón mientras nos miraba. La italiana comenzó a besarme el cuello mientras sus manos ascendían desde mis caderas rozando mi blusa hasta ponerlas encima de mis pechos.

Sin dejar de besarme y tras amasarme un poco las tetas comenzó a desabotonarme la blusa. Allegri observaba con interés cómo mi rival me desnudaba para él. Continuó besándome el cuello mientras me quitaba la blusa completamente y sin esperar demasiado desabrochó el cierre del sujetador. Noté la característica sensación de mis pechos cayendo ligeramente al dejar de estar apretados. Me retiré los tirantes y dejé que cayera el sujetador al suelo.

Mis tetas quedaron al aire mientras Allegri no dejaba de mirarlas. Joanna me las comenzó a acariciar desde atrás. Las palpaba y las apretaba con cuidado. Me rozaba la piel con suavidad utilizando las yemas de los dedos y me masajeaba los pezones con un movimiento circular. Sin poder evitarlo reaccionaron a sus atenciones y se me pusieron completamente duros.

  • Tu amiga tiene unas tetas estupendas, ¿verdad Joanna? ¿Te gusta tocárselas? – preguntó Allegri.

  • Me encanta, Leo. Las tiene muy grandes – contestó la espía.

- ¿Está disimulando o se está poniendo las botas? – preguntó intrigado mi compañero.

  • ¿Te gusta cómo te las toca, Miranda? – me preguntó.

  • Sí, lo hace muy bien – dije sin fingir demasiado, la verdad es que en contra de mi voluntad me estaba dando gusto.

Escuché el sonido de una cremallera cuando Joanna bajó la de mi falda. Cayó al suelo dejándome vestida tan solo con unas bragas negras. La espía se puso delante de mí y volvió a besarme en la boca mientras me agarraba una de las tetas.

Nos separamos y tomé yo la iniciativa, agarré el bajo de la falda de su vestido veraniego y empecé a subírselo. Mi rival me facilitó la tarea levantando los brazos y pude sacárselo con facilidad. Dejé caer el vestido al suelo y contemplé el cuerpo de Joanna quien aparentemente no se había puesto sujetador y tan solo llevaba un tanga negro. Sus tetas eran pequeñas y no abultaban mucho. Tenía unas areolas oscuras del tamaño de una moneda y unos pezones puntiagudos. Su vientre era plano y tenía un cuerpo fibroso sin un gramo de grasa.

Hice que se girara para que Allegri la viera y mientras le agarraba una teta metí la mano izquierda dentro de su tanga. Mis dedos notaron pelo en lo que descendían hacia su coño. Me sorprendí al notar la zona humedecida. Parecía que Joanna había disfrutado acariciando mi cuerpo. Rocé con mi dedo su clítoris y comencé a frotarlo suavemente mientras recorría los pliegues de sus labios. La italiana soltó un suspiro y giró la cara para que le besara la boca mientras la masturbaba.

Noté cómo mis dedos se iban llenando de flujo al estar reaccionando mi rival a las caricias que la hacía. Nos acercamos al sofá situado enfrente de Allegri y agachándome le bajé el tanga que ya lo tenía mojado y ligeramente pegado. Tal y como había notado, llevaba el pubis con una franja vertical de vello suave.

- ¿Quién me iba a decir que iba a ver desnuda a esa imbécil? – dijo la voz de mi oído.

Yo también me quité las bragas y completamente desnudas nos sentamos en el sofá con las piernas abiertas y sobre él. Allegri sentado justo enfrente tenía una visión inmejorable de nuestros coños. Nuestras miradas se cruzaron y llevamos cada una la mano al coño de la otra. El suyo seguía empapado y el mío empezaba a notarlo mojado con la sesión de sexo. Comenzamos a masturbarnos mutuamente mientras nuestro anfitrión observaba sin decir nada. La mano de Joanna parecía que sabía lo que hacía y me estaba dando bastante gusto con la forma en la que me estaba frotando. Mi respiración se aceleraba por momentos y notaba que empezaba a sudar del esfuerzo. Las dos alternábamos entre mirar a Allegri y mirarnos entre nosotras. Cuando eso pasaba su boca buscaba la mía para que nos diéramos un beso.

El millonario finalmente se levantó de su sillón y se acercó a nosotras tras coger algo de una caja que tenía sobre una mesita cercana. Mientras nos seguíamos masturbando nos enseñó que se trataba de un dildo doble de color fucsia.

  • ¿Sabéis cómo se usa? – nos preguntó.

- ¿Se piensa que es la primera vez que folláis con otra mujer? – preguntó entre asombrado e indignado mi compañero.

  • Creo que sí – contesté con voz de ingenua como si estuviera probando el sexo lésbico por él.

Cogí el consolador que nos ofrecía y Joanna y yo nos tumbamos en el suelo sobre una alfombra mullida de forma que nuestras piernas se cruzaban y nuestros coños quedaban el uno enfrente del otro. Situé uno de los extremos del dildo en su entrepierna y lo moví para mojarlo con el flujo de la espía. Realicé un poco de presión pero entre la humedad que ya tenía y que se encontraba ligeramente dilatada no me costó mucho introducirle el objeto en su interior. A continuación repetí la operación con mi extremo. En mi caso me costó más meterlo ya que aunque mojada no estaba tan lubricada como ella, así que fui poco a poco hasta que mi coño se fue abriendo e iba permitiendo introducir más profundamente el consolador.

Recostadas en el suelo, apoyadas sobre los antebrazos y unidas por el dildo comenzamos a movernos alternativamente de forma que nos follábamos la una a la otra. Mientras lo hacíamos se nos escapaban gemidos mientras nos mirábamos a la cara. No sé que es lo que estaría pensando mi rival pero yo era la primera vez que tenía sexo con una mujer a la que aborreciera tanto. Era bastante perturbador odiar a alguien y a la vez estar teniendo placer con ella. Todo sea por la misión me dije mientras no podía contener un suspiro de gusto.

Allegri se había agachado junto a nosotras para ver mejor el espectáculo y por fin unirse a él. Al principio agarraba la parte del dildo que quedaba visible entre nuestros coños como para querer ayudarnos a follar pero lo único que hacía era entorpecer los movimientos. Pronto desistió y se dedicó a darnos besos en la boca y a frotarnos los clítoris y agarrarnos las tetas que sobretodo a mí se me balanceaban sin control con cada embestida.

La primera en correrse fue Joanna. Llegó un momento en el que no pudo más y pegó un grito mientras empezaba a frotarse fuertemente el clítoris. Su respiración se pausó momentáneamente y en el rostro se reflejó la satisfacción que sentía. Tras ello siguió meneándose con el dildo dentro pero se inclinó hacia delante para alcanzar a frotarme a mí mientras Allegri me agarraba las tetas. Al final no pude remediarlo y terminé llegando yo también al orgasmo.

  • Muy bien chicas, ¿veis qué buenas amigas podíais ser? – nos dijo el millonario al ver que nos habíamos corrido. – Ahora podemos ser todos amigos, ¿verdad?

  • Claro, Leo. Gracias por enseñarnos, ahora tenemos que compensarte – contestó Joanna sin que se le notara la ironía.

Nos sacamos el dildo que estaba chorreando y pegajoso y comenzamos a desnudar a Allegri. Entre las dos no tardamos mucho en quitarle el traje y dejarle igual de desnudo que nosotras. Nuestro anfitrión se mantenía en forma y aunque en el abdomen se le notaba el comienzo de una ligera barriguilla, estaba ligeramente musculado y tenía el pecho firme. Cuando Joanna le bajó los calzoncillos su polla saltó como un resorte y nos apuntó completamente horizontal.

  • Vaya, Leo, ¿está así por nosotras? – pregunté.

  • Claro, Miranda. Me ha hecho feliz ver que os llevabais tan bien – contestó.

Mientras Joanna se la cogía y comenzaba a chupársela yo me quedé de pie junto a él y le besé en la boca. Mis tetas se aplastaron contra su pecho y rodee su cabeza con mis brazos. Empujé su nuca para obligarle a bajar la cara hacia mis tetas y mientras me las comía manipulé la piedra de mi anillo manteniéndolo sobre él y noté cómo se deshacía entre mis dedos.

- ¿Has activado el transmisor, Santander? – preguntó mi compañero. – Empiezo arecibir señales en el monitor.

Con el trabajo realizado me arrodillé junto a Joanna y le sujeté el pelo mientras se metía la polla de Allegri en la boca y se la chupaba entera. La chica no parecía tener problema en que entrara hasta la garganta pese a que el miembro tenía buen tamaño. Leo se la agarró y sacándola de la boca de mi rival la acercó a la mía. Resignada abrí la boca y dejé que la introdujera. Pocas veces follaba con hombres y era la segunda mamada del día que tenía que hacer. Lamí su polla mientras le masajeaba los testículos con una mano. Joanna aprovechaba para agarrarme y besarme las tetas. Su boca succionaba uno de mis pezones como si quisiera que le diera leche.

- Prefería cuando lo que se veía en el monitor eran vuestros coños y el dildo – comentó Sevilla sabiendo también mis preferencias.

Entre las dos le estuvimos dando placer a Leo. Nos alternábamos para chupársela y de vez en cuando lo hacíamos las dos a la vez. Lamíamos simultáneamente su miembro y nuestras lenguas se tocaban ocasionalmente. A veces parábamos la mamada y le masturbábamos con la mano mientras nosotras nos comíamos la boca ante su atenta mirada.

Allegri aguantó más de lo que hubiera apostado pero finalmente sintió que se corría. Empezó a masturbarse él mismo y sabiendo lo que esperaba de nosotras, nos quedamos enfrente con las caras pegadas y las bocas abiertas. Expectantes y sumisas a que terminara sobre nosotras. Sin previo aviso salió el primer chorro de semen que impactó contra nuestras caras. Con un gruñido de satisfacción, Leo continuó apuntando hacia nosotras mientras varios chorros más salían de la punta de su polla. La movía para repartir el caliente líquido entre las dos y pude sentir que además de entrar en mi boca me llenaba la cara y las tetas.

Cuando terminó de correrse, Joanna y yo nos miramos y nos besamos. Sus labios sabían a semen y noté cómo parte del que había en su boca pasaba a la mía. Utilizamos nuestras lenguas para limpiar el pegajoso líquido que escurría por nuestra piel mientras Allegri nos animaba. Primero limpiamos lo que había caído en la cara. La espía inclusó pasó un dedo por los cristales de mis gafas para recoger el semen pegado y se lo llevó a la boca. Pese a ello quedaron sucias  e impedían ver bien. Tras ello le limpié sus pequeñas tetas con la lengua recorriendo todo su contorno y lamiéndole el pezón. Ella hizo lo propio con las mías, chupándolas hasta eliminar todo rastro de semen. Volvimos a besarnos en la boca compartiendo los últimos restos del espeso líquido con el que nos había bañado Allegri.

La polla del millonario estaba flácida tras el esfuerzo pero trataba de conseguir una nueva erección. Hizo que nos tumbáramos boca arriba y comenzó a tocarnos todo el cuerpo. Empezó por las tetas utilizando la mano izquierda para las de Joanna y la derecha para las mías. Tras sobarlas bien bajó por nuestros vientres hasta llegar a los coños que mojados y abiertos recibieron sus dedos sin resistencia.

Tras masturbarnos un rato y con nuestros gemidos, exagerados, de placer el miembro de Allegri volvió a activarse. Comenzó a penetrarnos alternativamente. Primero se la metió a Joanna y tras unas cuantas embestidas la sacó y me la metió a mí. Su polla se introdujo con facilidad y me llenaba bastante pero cuando empezaba a darme placer la sacó y se la metió a mi rival.  Tras repetir lo mismo un par de veces me cansé de ello y me levanté mientras se estaba follando a Joanna. Me senté sobre su cara y la espía comenzó a lamerme el coño inmediatamente.

A Allegri no pareció importarle y siguió penetrando a Joanna mientras miraba cómo me comía el coño. Las lamidas de la espía me daban más placer que las folladas intermitentes del millonario y además sentía una satisfacción adicional por estar sentada sobre la cara de mi enemiga.

Continuamos así un rato hasta que Allegri volvió a correrse. Sin avisar soltó un pequeño gruñido mientras su cuerpo se quedaba quieto. Tras quedarse un momento dentro del coño de Joanna sacó su polla y vi que había eyaculado en su interior. Con un movimiento de sus dedos tiró de la piel del prepucio hacia delante y escurrió el semen que le quedaba sobre el vello púbico de mi rival.

  • Bueno, chicas - dijo Allegri levantándose. – Me alegra haberos ayudado a ser tan amigas pero el trabajo llama. Podéis quedaros aquí la noche si queréis. Hay habitaciones anexas a esta. Mañana tendremos la reunión que os habéis ganado.

- ¿Me estás diciendo que se va a ir nada más correrse? – preguntó la voz de mi oído.

  • Claro, Leo, mañana hablamos – dijo Joanna tras hacer que me levantara de su cara.

Allegri recogió su ropa y salió de la habitación. Joanna y yo nos quedamos a solas, de pie frente a frente y completamente desnudas. Sus pezones aun endurecidos y el vello de su pubis manchado. Me fijé que el semen del millonario le comenzaba a descender lentamente por la cara interna del muslo. Nos miramos mientras nuestras respiraciones empezaban a calmarse, las dos visiblemente cachondas al habernos quedado a media follada.

  • Si ya has conseguido lo que querías de Allegri lárgate, Miranda – dijo secamente la espía. – Mañana tengo que ser la única en la reunión para terminar de tener acceso a él.

- El transmisor de Bilbao funciona. Soy capaz de rastrear los movimientos del objetivo – informó la voz de mi oído.

  • No te preocupes, Joanna, todo tuyo. Me voy a dar una ducha y me largo – respondí.

  • Eso espero. Por cierto, Miranda. No follas mal. Algo tendrías que saber hacer – me dijo con su habitual aire de superioridad.

  • Vete a la mierda, Joanna – contesté recogiendo mi ropa y yendo a una de las habitaciones anexas. Parecía que la tregua había acabado y ni habiendo follado íbamos a dejar de ser enemigas y llevarnos bien.

Me metí a una de las habitaciones anexas, era bastante amplia y tenía una gran cama. Me preguntaba por qué Allegri nos había hecho follar en el suelo pudiendo haberlo hecho cómodamente aquí. El baño también era grande. Me metí a la ducha y tras inspeccionar los mandos hice que comenzara a caer agua calentita. Me duché con calma, dejando que el agua con jabón recorriera cada centímetro de piel y eliminando todo el rastro de fluidos corporales que quedaban resecos sobre ella. Me lavé bien la cara sabiendo que el maquillaje estaría ya perdido y las tetas que las notaba pegajosas. Presté especial anterior a mi entrepierna. No solo por higiene sino porque seguía caliente por haberlo dejado a medias así que mientras mi compañero me informaba de la situación terminé de quitarme el calentón de la forma más discreta que pude.

- Parece que Allegri tenía prisa, está saliendo ya de la mansión – informó mi compañero mientras me frotaba el clítoris en silencio.

  • ¿Dirección? – pregunté. Las frases cortas son la mejor forma de que no se note que te estás masturbando.

- De momento al sur, parece que está saliendo de la ciudad. Estoy preparando la unidad móvil en lo que hablamos. Te envío las coordenadas. Tienes media hora aproximadamente – dijo Sevilla al que se le notaba que estaba andando rápido mientras hablaba.

  • Suficiente – contesté.

Terminé de masturbarme y me tragué el gemido de satisfacción que necesitaba lanzar al llegar al orgasmo. Me limpié y salí de la ducha. Tras secarme con unas esponjosas toallas me volví a poner mi ropa. Al menos la humedad de las bragas ya se había secado. Finalmente cogí las gafas y las remojé bien bajo el grifo hasta quitar de los cristales todas las marcas de semen y huellas de dedos que tenían.

Arreglada de nuevo salí al salón principal. Joanna ya había desaparecido, supongo que también estaría duchándose en la habitación. Al abrir la puerta del pasillo la misma joven que me había acompañado antes me preguntó si necesitaba algo. Le contesté que no, que simplemente me iba. Me miró levantando una ceja pero no dijo nada más, supuse que no sería la primera que se follaba a Allegri y no se quedaba hasta el día siguiente. Me acompañó de nuevo hasta la puerta principal y salí de la mansión.

Crucé los jardines donde los invitados continuaban con la fiesta. Ajenos a la ausencia del anfitrión seguían disfrutando de la música y el ambiente. Una vez fuera caminé rodeando los terrenos de la mansión hasta la manzana de al lado. Allí estaba aparcada una camioneta de reparto de Seur. Asegurándome de que no había nadie, abrí la puerta de atrás y me metí dentro.

Gracias al incremento del comercio online ya nadie se extraña de ver camionetas de reparto a cualquier hora del día en cualquier sitio. Eso nos ha facilitado increíblemente el desplazamiento de equipos y la vigilancia ya que nadie sospecha ver una furgoneta de los transportistas habituales. Pero probablemente una décima parte de las que circulan en realidad son nuestras.

Dentro del vehículo me esperaba mi compañero. Una vez dentro avisó al conductor de que nos podíamos poner en movimiento. El interior de la furgoneta estaba lleno de monitores y había un par de sillas atornilladas al suelo. En una de ellas estaba la bolsa que había dejado preparada con ropa de repuesto. Menos mal que Sevilla se había acordado de traerla sin que se lo pidiera.

  • ¿Ya sabemos a dónde se ha dirigido? – pregunté mientras me desabrochaba la blusa y me bajaba la falda para cambiarme de ropa.

  • Parece que ha ido a este coto de caza – contestó mi compañero señalándome uno de los monitores. – Aparentemente es propiedad de una de sus empresas. Debe haber un edificio o algo porque hace rato que llegó a un punto y ya no se ha movido demasiado de la zona.

  • Entiendo, como no detectamos altitud puede estar andando por diferentes plantas y por eso aparentemente está dando vueltas en círculos – comenté bajándome las bragas para ponerme por fin unas limpias.

  • Exacto – dijo mi compañero.

  • ¿Tenemos imagen por satélite? – pregunté.

  • Tenemos pero no vale para nada. El bosque es profundo en esa zona por lo que la vegetación nos impide ver. Sabemos que está ahí pero no sabemos qué hay.

  • No podía ser de otra forma – me resigné.

Terminé de vestirme poniéndome una camiseta de tirantes y unos pantalones cómodos. Durante el trayecto repasamos la información que teníamos. Me mostró el camino seguido por el transmisor de Allegri y especulamos sobre qué nos íbamos a encontrar allí. Sin llegar a ninguna conclusión la furgoneta se detuvo.

  • Ya hemos llegado – informó Sevilla.

  • Es hora de un paseo por el bosque – comenté abriendo la puerta trasera de la furgoneta.

  • Buena suerte, Santander.

  • Gracias.

La furgoneta había aparcado junto a la valla que delimitaba el coto de caza. Ignorando el típico cartel de propiedad privada me colé dentro. Seguí la dirección que había memorizado y que coincidía con un pequeño sendero. Necesité utilizar una linterna para iluminar la zona de vez en cuando y comprobar dónde me encontraba. Aunque la noche estaba despejada, la única iluminación era la de la luna y una vez metida en el bosque no atravesaba las tupidas ramas.

Sevilla me informó de que me estaba acercando al punto en el que Allegri se había detenido. Me atreví a alumbrar un instante con una linterna y vi una cabaña de madera. Me acerqué a ella y me asomé a una de las ventanas pero el interior también estaba oscuro y no pude ver demasiado.

  • ¡Alto! ¡Las manos donde pueda verlas! – gritó una voz a mi espalda.

- Mierda – exclamó la voz de mi oído.

  • Por favor, ayúdeme, me he perdido – dije dándome la vuelta con los brazos levantados.

  • ¿Qué estás haciendo aquí? – dijo un hombre alumbrándome con una linterna.

  • Perdón, me he perdido. Estaba buscando un lugar donde dormir – me excusé.

  • Esto es propiedad privada, no puedes estar aquí – insistió el hombre.

  • Vale, vale. Me voy – dije dando un paso sin apartar la vista del hombre.

  • Lo siento, pero el jefe ha sido bastante claro al respecto – dijo una segunda voz, esta vez de mujer. – Si alguna vez aparece alguien, no podemos dejarla ir.

  • ¿Por qué? – pregunté.

No llegué a escuchar si la mujer me respondía. Noté una descarga que recorría mi cuerpo y un dolor profundo en la espalda antes de desmayarme.