La Especialista

Los Huumanos, Necios, nos complacemos en darnos de topes con la misma pared una y otra vez

CAPITULO II: LA ESPECIALISTA

Adriana terminó de leer el último correo del día, la sensación que le quedó de éste fue extraña, conmovedora e irritante a la vez; en los varios años que tenia trabajando allí se había encontrado muchas veces experimentando emociones diversas ante las vivencias y necesidades de las mujeres que escribían solicitando servicios, pero este último le provoco algo distinto, difícil de discernir y comprender; era evidente que esta chica estaba realmente necesitada de las habilidades de Zoe, así que lo incluyo con el resto de los elegidos, deseándole mentalmente suerte para que fuera favorecido, sin motivos se sintió identificada con esa persona, simplemente le trasmitió su dolor a través de las palabras plasmadas en el mensaje, mientras pensaba en esto, mecánicamente operaba el computador adjuntando uno a uno los archivos, una vez cargados solo espero a que el envío estuviese completado y procedió a llamar a su jefa.

- ¡Hola Adriana! – escucho la voz roca y nítida de Zoe a través de la línea telefónica.

- Hola boss, ¿Qué tal tu estadía en Costa Rica?

- Excelente, es un País bellísimo.

- Bien;  boss, tienes ya en tu correo un paquete de diez casos, también está confirmada la reservación de tu vuelo para la fecha acordada, disfruta tus últimos días por allá y no te olvides de mi suvenir.

- Okey  no lo olvidare, en cuanto  decida cuál es el siguiente caso me comunico contigo, nos vemos en unos días.

- Nos vemos boss – algo le decía que se verían antes de lo pensado .

En su habitación en el hotel Marriot de San José Zoe dio el último sorbo a su café antes de encaminarse hasta la mesa que fungía de escritorio, una vez sentada frente a su computadora portátil abrió su correo, verifico el envió de Adriana y cerró la sesión,  echó una última ojeada a la vista que le proporcionaba el amplio ventanal del centro de la ciudad, permaneció estática por varios segundos observando la puesta del sol, aspiro el olor a semi humedad antes de correr la ventana, era el ultimo día con Elena, estaba satisfecha de su trabajo en este caso; se dirigió al baño y procedió a ducharse, la sensación proporcionada por el agua fría cayendo sobre su cuerpo fue muy placentera, tanto que lo prolongo más de lo pensado,  se apremio a cortar la corriente y enredarse  en una toalla, seco con urgencia su cuerpo, apenas disponía del tiempo necesario para su transformación.

Estudió su imagen frente al espejo y después de un breve análisis sonrió con aprobación – objetivo logrado- pensó, aquella imagen era la de una mujer sofisticada, de mundo y diez años mayor que ella, sintió un poco de nostalgia al recordar que debía  desprenderse de ella a partir de mañana para volver a ser una chica común; esa fue la primera habilidad que descubrió en sí misma, su capacidad de trasformación; cada caso es único,  con características particulares, la fantasía que se recrea para lograr el objetivo por lo tanto requiere de una personalidad especifica y la capacidad de trasformación de Zoe no era simplemente física, creaba un personaje con las peculiaridades emocionales y psicológicas que requería el caso.

Salió sin prisa de la habitación, caminando con tranquilidad se dirigió hacia uno de los restaurantes del hotel, una vez ubicada en la mesa sonrió al saber que le tocaría esperar por Elena, - es un indicio excelente de su total recuperación- pensó con complacencia. Pasados diez minutos vio que era recibida por el metre, recorrió con parsimonia sus formas de mujer madura, firmes y apetecibles, envueltas en un sencillo y elegante vestido de la última colección del pret- a - porter de Dior, su rostro lucia perfectamente maquillado, con andar armonioso y expresión segura  la vio acercarse hasta la mesa, buscó algo que le recordara a la mujer con la que se encontró por primera vez cuatro meses atrás, pero no encontró rastro alguno.

-        Hola – saludó cantarina.

-        Hola hermosa –  Zoe devolvió el saludo con un beso suave en la mejilla.

-        ¿Hace mucho que esperabas?

-        Un segundo es mucho tiempo para encontrarse con una mujer como tú, pero una eternidad valdría la pena por ello.

-        ¿Cómo haces para que eso suene tan sincero?, en cualquier persona eso sonaría a una frase hecha, falsa, pero no en ti.

-        Eso es porque yo soy sincera al decirlo, además…

-        Cualquiera moriría por una cita conmigo – interrumpió sonriendo con coquetería.

-        Exacto, debemos brindar por eso – lleno la copa de Elena antes de proceder a levantar la suya.

-        Por eso y por el mundo de posibilidades que lograste abrir para mí.

-        Que tú abriste Elena, yo solo fui un espectador.

La velada transcurrió apacible, con la sensación de tranquilidad que proporciona la liberación; esta escena tantas veces vivida en los años que tenía dedicándose a crear sueños que se volvieran realidad nunca la cansó, liberar de sus grilletes emocionales a una mujer constituía su mayor placer.

Cuando se decidió a estudiar psiquiatría nunca imaginó que ejercería su profesión de esta manera, si en ese momento su padre lo hubiera sospechado seguramente no se hubiese sentido tan orgulloso y satisfecho de que su única hija siguiera sus pasos.

¿Que la llevo por este camino? la vida, sería la respuesta, las circunstancias se conjugaron de tal modo que se convirtió en lo que es hoy, durante su estadía primero en la facultad de medicina y después en los años de especialización se vio en la necesidad de trabajar como parte de su formación, según su padre. Los primeros dos años deambulo de un trabajo a otro hasta que una amiga dueña de una bar le propuso poner sus habilidades para preparar bebidas a disposición de su barra – no solo te llevaras un magnifico sueldo, con tu pinta las propinas serán seguramente muy apetitosas – le aseguró, aceptó mas por la idea de que sería divertido que por la cuestión económica y aquello marcó el camino que seguiría en la vida.

No hay mejor psicoanalista que un cantinero, testigos silenciosos de todas las emociones humanas, tantas veces participes de la intimidad de la persona que al otro lado de la barra en su necesidad de ser escuchada le deja entrar en lo más recóndito de su ser, ocasionalmente consejeros infructuosos; de nada sirve un consejo si este no se pone en práctica, y los humanos, necios, nos complacemos en darnos de topes con la misma pared una y otra vez, absurdamente ingenuos, esperanzados en que la próxima vez no nos golpearemos porque después de tanto golpe por fin habrá un hueco que nos permita cruzar del otro lado; se requiere de acciones para que las cosas evolucionen y se trasformen, de una guía que evite que volvamos a estamparnos con esa pared tantas veces visitada y nos muestre que hay otros caminos y un mundo de posibilidades, claro que para que esto se cristalice se requiere de un verdadero receptor, y las mujeres que acudían a esa barra y contaban las desgracias de su vida, la falta de autoestima, el abandono, la inseguridad, la cárcel de los celos, cualesquiera que fuese la prisión emocional, habían tocado fondo en su mayoría, deseosas de encontrar una salida y caminar por fin por otro lado; así que de manera fortuita en principio, planeada y organizada después, en aquella barra de un bar para mujeres homosexuales se empezó a forjar La Especialista como era conocida hasta hoy.

En la intimidad de la habitación la yema de los dedos de Zoe iniciaron un recorrido por la piel  madura de Elena que la miraba a los ojos con deseo, la desnudo con lentitud, provocando que el despojo de cada prenda supusiera una caricia, luego procedió a desvestirse para ella, una vez completamente desnuda elimino la distancia entre sus cuerpos, la sintió estremecerse ante el roce de sus senos, Zoe se apodero del cuello que le regalaba Elena echando la cabeza hacia atrás, lamio y mordió, obteniendo con este acto el primer sonido de éxtasis de la noche, deslizo la lengua iniciando un recorrido del cuello al esternón, subiendo al nacimiento de los senos, apropiándose de un pezón, del otro, bajando de nuevo para subir otra vez, resbalándose a lo largo del agitado cuerpo,  se abrió camino entre besos y lengüetazos hasta el punto del placer de su amante, jugó con él apenas tocándolo con la punta de la lengua, subió de golpe hasta su rostro, sus alientos se mezclaron, succiono el labio inferior, introdujo su lengua en el interior de esa boca que le dio la bienvenida abierta, permitiéndole ser inspeccionada sin pudor,  al tiempo que colocaba una de las piernas en su cadera sosteniéndola en esa posición con una mano y con los dedos de la otra acariciándole los pliegues vaginales antes de penetrarla, Elena se aferro a su cuello con ambos brazos, en un afán desesperado por intensificar el contacto, moviendo sus caderas frenéticamente al compás de los dedos que entraban y salían con pericia de su cavidad vaginal, la presión en los dedos de Zoe le indico que estaba a punto de sobrevenir el orgasmo, soltó la pierna y  sujeto a Elena con fuerza de la cintura, apenas antes de que el cuerpo entero se tensara, sintió aflojarse cada musculo del cuerpo que tenía en sus brazos, la llevo hasta la cama en donde volvió a llevarla al límite del placer una y otra vez.

Elena hizo el intento por corresponder, pero Zoe no lo permitió, una regla esencial e infranqueable para que las cosas no se extralimitaran creando un vínculo indeseado que podría desencadenar en un obstáculo para la recuperación de la cliente era el permitir que el acto sexual fuese reciproco, su cuerpo era solo una herramienta más de su trabajo.

-        Esto es todo ¿cierto? – dijo Elena en un susurro.

-        Así es Elena, llegamos a la meta.

-        ¿Te volveré a ver?

-        Sabes que no es conveniente.

-        Lo sé, pero es más difícil de lo que pensé – suspiró.

-        Será más fácil de lo que crees.

-        No es tan sencillo desprenderse de alguien como tú, es como si le dijeran a un niño que nunca más volverá a comer chocolates – expuso sonriente.

-        Estarás bien. – afirmo tomándola de la barbilla con dulzura antes de besarla suavemente.

-        Así es, aún así te extrañare, feliz, completa, libre y segura, pero te extrañare; ahora entiendo porque es mejor no saber nada de ti, así me quedaré con la idea de que esto ha sido un bello y terapéutico sueño, y sobre todo no sucumbiré a la tentación de salir a buscarte por el mundo – esto último lo dijo riéndose.

Una vez sola inició con el proceso de volver a ser ella, concluido esto determinó que no tenia sueño,  así que decidió darse un reconfortante y merecido baño, sin prisas, se dedico a sentir cada partícula de agua que caía sobre su piel, sin ganas pero con conciencia ecológica salió de la ducha, se envolvió en la bata de baño y con la toalla quito el exceso de agua de su cabello, se dejo caer al borde de la cama y miró su computador,  durante unos segundos intentó convencerse a sí misma de meterse a la cama y olvidar el trabajo por unas horas al menos, pero casi en automático la abrió encendiéndola, inicio sesión en su correo electrónico y pulso abrir en el envió de Adriana, descargó los archivos, se dirigió al servibar para sacar un botellín de cerveza, después de un trago se dispuso a leer, concentrándose en cada palabra, analizando a detalle cada situación, cuando llegó al último archivo una tenue luz que asomaba por el ventanal anunciaba el arribo del sol, estiro los brazos y las piernas, giro varias veces la cabeza a la vez que se masajeaba el cuello destensando sus músculos y continuó en su tarea.

Cada caso que leyó contaba con los elementos suficientes que la impulsaban a tomarlo, definitivamente Adriana valía su sueldo, después de otro concienzudo estudio se deshizo de siete y conservo tres, hizo de nueva cuenta un análisis profundo de cada uno de estos, pronosticó las implicaciones que tendría el tomar uno en vez de los otros, las herramientas que serian necesarias para que el resultado final fuera exitoso, el lugar al que tendría que trasladarse, Canadá, Uruguay o México.

El repique del teléfono privado a esas horas no sorprendió en lo absoluto a Adriana, conocía muy bien a su jefa y ya esperaba esa llamada.

-        Hola boss.

-        Buen día; Adriana, quizá me mates, pero necesito que  cambies mi vuelo para hoy mismo o a mas tardar mañana – dijo entre risas, para luego agregar ya en un tono más serio - también preciso le confirmes a la señorita Paula Rivas que su caso será tomado, que espere tú llamada para establecer las condiciones y para recibir instrucciones, inicia el protocolo del caso.

-         Okey boss, te informo que tu vuelo está confirmado para las 16:00 horas de hoy, de lo otro me encargo ahora mismo, enseguida me comunico con Jay  para que viaje de inmediato a Ciudad de México. – escuchó la risa ronca de Zoe.

-        ¿Ya me adivinas el pensamiento?

-        Aja, para que veas que me pagas muy poco – ambas dejaron escapar una risa franca.

-        Tienes razón, pero tendrás que conformarte, nos vemos en unas horas.

Días después en la tranquilidad del estudio que Zoe adecuo como oficina en su departamento tenía frente a ella un expediente completo de la señorita Paula Rivas Borbolla, 27 años,  5.51 pies de altura, tez clara, ojos verdes, cabello castaño claro, complexión delgada, hija de … etc, etc, etc; un recuento detallado de su vida, desde su nacimiento, hasta la actualidad, situación financiera, status social, profesión.

Adriana observaba con curiosidad la expresión de su jefa, quien desde hacia varios minutos miraba absorta una fotografía de la próxima cliente, se revolvió en su silla y carraspeo varias veces  antes de preguntar.

-        ¿Pasa algo boss?

-        Ajá, este asunto es más complejo de los que suelo tratar. – esa respuesta no satisfizo su curiosidad, algo le indicaba que eso no era todo.

-        Porque lo piensas Zoe, a mi me parece muy conmovedor, pero creo que salvo las circunstancias es en si la misma línea.

-        En efecto Adri, a simple vista solo se trata de una mujer frágil, vulnerable, insegura… pero este caso va más allá de eso; esta chica carece por completo de personalidad, es una página en blanco, ni siquiera tiene una orientación sexual verdaderamente definida.

-        ¿Cómo?, a mi me parece que su sexualidad es evidente.

-        No, no necesariamente el que se haya relacionado con una mujer  define su orientación sexual en su caso… es una chica que aparte de todas las características que ya mencioné, vivió falta de amor y afecto durante muchos años; para una persona tan necesitada de esto puede resultar fácil confundirse.

-        No sería la primera heterosexual que trataras, en el caso de que lo fuera. – señalo Adriana sin entender en que radicaba la complejidad.

-        No he dicho que sea heterosexual, lo que digo es que hay que llevarla a auto descubrirse, no solo en el aspecto sexual, hay que sacar a la superficie su yo.

-        Sabrás como hacerlo –asevero Adriana con firmeza.

-        Sí, eso espero – manifestó Zoe con humildad - por lo pronto ya tengo definido el lugar en donde lo haremos, también la personalidad que asumiré, me falta redondear parte de la estructura del proceso, por el momento reserva a Jay para estas fechas - dijo entregándole una agenda - comunícate con Otilia para que prepare la cabaña, tiene que estar en perfectas condiciones en menos de dos semanas…

-        ¿Vas a usar tu cabaña en Mazunte? – pregunto Adriana totalmente sorprendida.

-        Si - fue la escueta respuesta de Zoe – encárgate del depósito que tendrá que hacer la señorita Rivas, una vez que haya realizado este, ve lo concerniente a su trasportación hasta Huatulco y de ahí a la cabaña, hazle hincapié en que no debe llevar equipaje solo lo estrictamente necesario… Adriana suelta ya lo que me quieres decir, anda –exclamó interrumpiéndose a sí misma al notar la expresión entre divertida y extrañada de su asistente.

-        Es solo que estoy sorprendida, jefa, solo eso.

-        ¿Sorprendida porque?

-        Porque Mazunte es un lugar muy especial para ti,  “es tu lugar”,  nunca mezclas trabajo con tu vida personal… por eso.

-        Y no lo estoy haciendo ahora; es solo que el sitio se presta para el caso; ya deja de mirarme así.

-        Nunca te has sentido atraída por una cliente, pero eso no significa que no pueda pasarte.

-        No, no estoy exenta de que suceda, pero esta no es la ocasión, ni siquiera he tenido contacto con ella; así que déjate de tonterías y concéntrate en lo importante, no tenemos mucho tiempo.

-        Okey boss, ¿Qué tipo de guardarropa  quieres para la señorita Rivas?

-        De eso me hare cargo yo… lo que tengo pensado no se puede adquirir aquí – añadió tras la mirada inquisitiva de Adriana.

-        No he dicho nada – dijo con un toque de sarcasmo y agrego – pero te vendría bien vivir tu propia fantasía.

-        Eso suena genial, en este momento mi fantasía es que me dejes trabajar y te pongas en esas tú también, ¿me la haces realidad? – dijo con gesto travieso.

-        Okey en seguida me pongo a resolver todo esto – antes de cerrar la puerta tras de sí, asomó la cabeza y vivarachamente completó- pero sabes que tengo razón.

Adriana tenía razón en cuanto a que le hacía falta vivir algo propio, Zoe no tenia vida social, sus únicos amigos eran Adriana y Jay – una fungía como su asistente y el otro era su investigador y fotógrafo-, tampoco tenía pareja estable, ¿quien en su sano juicio iba a comprender y adecuarse a su forma de vida?, durante años su vida “romántica”  se había reducido a encuentros fugaces, casuales, y en los últimos dos años ni siquiera eso;  su trabajo, aparte de inusual – por llamarlo de alguna manera- era muy absorbente, durante el año solo se daba dos descansos de pocos días - no había oportunidad para mas- la demanda por sus servicios era demasiada, los casos se llevaban entre dos y cuatro meses, su trabajo no era de terapia de diván de una hora, se dedicaba las veinticuatro horas del día al caso que tomaba, le apasionaba lo que hacía,  la manera en que ejercía su profesión; aunque seguramente ningún colega estaría muy de acuerdo con su técnica y procedimientos poco ortodoxos para tratar a un paciente, los números favorecían su postura al respecto, aún así, se vendía como creadora de sueños, fantasías, nunca se trató a sí misma como psiquiatra frente a sus clientes, ni a estas como pacientes; aunque el resultado final significara un verdadero cambio en la psique de estas mujeres, regresándoles o proporcionándoles fortaleza y seguridad en sí mismas.

Lo que no entendía es qué llevó a Adriana a suponer que tenía un interés especial o diferente en ésta cliente, la estructura del procedimiento lo basó como siempre en un análisis profundo de las características, circunstancias y hechos del caso, ahora bien, debía reconocer que al ver las fotografías que Jay anexo al expediente sí experimentó una profunda empatía por la chica, su fragilidad, la tristeza reflejada en su mirada, algo en ella le evocaba a un ser etéreo, casi ilusorio, y tan trasparente a la vez; esa sensación fue lo que marco las bases del procedimiento. Estaba decidida a que emergiera toda la belleza interior que se reflejaba en esa muchacha, y más aún a que ésta tuviera conciencia de ello.

Mientras caminaban hacia el restaurante italiano al que acudían habitualmente para almorzar, Zoe se dejo envolver por los sonidos de la quinta avenida en Brooklyn, amaba esa rutina establecida en los pocos días que pasaba entre caso y caso en su ciudad, una vez dentro del local, situadas en el privado de costumbre y ya frente a una copa de vino, roció ligeramente un pedazo de pan con oliva, comiendo mientras escuchaba la plática incesante de Adriana.

-        Boss, ¿me estas prestando atención?

-        Si, mujer, deberías aceptar la propuesta de Kyle, ya tienen mucho tiempo saliendo, estas evidentemente enamorada de él, también te ama,  es un buen tipo, es bueno que avancen al siguiente nivel.

-        Es cierto – dijo suspirando – pero da miedo, vivir juntos implica muchas cosas, uno de los dos tendrá que dejar su departamento, ¿y si no funciona?, parecerá frívolo de mi parte, pero si soy yo la que dejo lo mío y me marcho a lo suyo, ¿qué hare si me doy cuenta de que no es lo que quiero, o si es él el que siente que no es lo que esperaba?, nos quedaremos juntos solo por lo que abandonamos y por el compromiso; ¡hay boss! ¡estoy hecha un lio!

-        Los cambios dan miedo a la mayoría de la gente Adri, y todas las decisiones que tomamos en la vida conllevan  riegos, a cada acción corresponde …

-        Una reacción – interrumpió Adriana completando la frase - lo dices como si fuese muy fácil.

-        La vida no es fácil, pero hay que vivir, la otra opción es vegetar y dejar que la vida pase y seguro no te sucede nada, pero pierdes la existencia en la nada.

-        Tienes razón, como siempre… pero sería bueno para ti seguir tus consejos boss, según tus propias palabras, estas vegetando.

-        ¿Me estás diciendo vegetal? – exclamo entre risas.

-        Pero no cualquier vegetal, eres algo así como el brócoli que es bueno para el corazón y previene el cáncer – después de un ataque de risa Adriana agregó- en serio boss, esta vida tuya no es vida, es verdad que ayudas a muchas mujeres, que tus cuentas bancarias están bien gordas… pero Zoe estas muy sola mujer.

-        Esas cosas suceden solas Adri, no se pueden forzar.

-        ¿Solas?, ¿pero a qué hora te va a pasar? ¿en qué momento?, si no tienes tiempo para conocer gente, vas de un caso a otro casi de inmediato.  En fin jefa, dejemos eso por la paz momentáneamente, pero no te quedes tranquila volveré a la carga ¿eh?; oye sabes que tú próxima cliente tiene una voz  muy suave y sensual – acotó cambiando abruptamente de tema.

-        ¿Sí? ¿está todo bien concreto con ella?

-        Aja, oye Zoe, pensando en lo de su falta de definición de carácter, personalidad, sexualidad… sabes que pienso que en este caso deberías de ser tu misma.

-        ¿Cómo?

-        Si, para el caso creo que la mejor personalidad seria la tuya, mira, tu eres serena,  asertiva, enigmática, envolvente, irradias tranquilidad, paz, equilibrio; además tu físico es bastante andrógino, eso sí guapísima… me recuerdas mucho a Shane de “The L Word”, pero menos flaca.

-        “Aouch”, ¿me estás diciendo gorda?

-        No – respondió riendo.

-        ¿Quién es Shane? – preguntó curiosa.

-        ¡Por Dios Jefa!, no creo que haya una lesbiana en el mundo que no sepa quién es Shane.

-        Ya ves que sí.

-        Si, solo tú; el caso es que das el tipo, y la verdad es que yo me enrollaría con Shane, y eso que las mujeres no me van nada.

-        Es decir que te enrollarías conmigo – afirmó medio chula.

-        Créeme que los primeros meses trabajando contigo me lo pensé, pero ya no, se paso tu momento.

-        Mmm haberlo dicho.

-        Ya jefa ponte seria, de verdad, tu tipo es atractivo para hombres y mujeres, heteros o gays, tú puedes usar eso a favor de esta chica.

-        Mira a la niña, ya es toda una psicoanalista – dijo burlona.

-        “Ja” “ja”

-        No te enfades Adri, la verdad si me sorprende tu sugerencia, debo reconocer que ya lo había pensado, aunque no sé quién coños es Shane.

-        Eso todavía no me lo puedo creer, de verdad boss, no tienes vida.

-        ¿No tengo vida? ¡¿por qué no sé quién es Shane?! – exclamó muerta de la risa.

-        Eso fue solo una señal más de tu aislamiento del mundo.

-        A decir verdad, creo que tienes razón.

-        Claro que tengo razón, es inconcebible que no sepas quien es Shane. – Zoe la miro con enfado fingido.

-        No me refería a eso, sino al hecho de que llevo mucho tiempo trabajando sin parar, sin darme un tiempo para mí, me hace falta un respiro y vivir algo mío, ya veremos después de este caso.

-        Hablando de eso, deberíamos marcharnos ya, mañana viajas y en tres días tendrás el primer encuentro con tu chica.

-        ¿Mi chica?

-        Si, la chica, tu caso, sabes lo que quise decir – la miró con picardía.

-        Ajá, lo empiezo a entender.

El aroma de las playas de Oaxaca siempre logran revitalizar a Zoe, respira profusamente, llenándose los pulmones de ese aire que extrañaba a rabiar, Pedro sonríe ante la escena tantas veces vivida desde que la conoció hace ya tantos años, la primera vez que su patrona estuvo aquí era apenas una chiquilla de unos diecisiete años, en esa ocasión se le veía tan triste, evocó la imagen de aquella niña flaquita, de cabello largo despeinado, ataviada con una bermuda caqui, camiseta sin mangas, chancletas playeras y mochila al hombro, asía casi que con fiereza una pequeña urna de madera que él sabía contenía las cenizas de Cecilia Otero, nativa de Mazunte, como él, y amiga de infancia, quien por razones que él nunca entendió se fue para los Estados Unidos, a diferencia de tantos otros ahí, Cecilia, hija única, recibió una educación, sus padres la enviaron a la capital  para estudiar en la universidad, y se tituló de Licenciada en odontología, luego regresó al pueblo y ahí empezó a ejercer su profesión, pero un buen día sin dar mayores explicaciones informó a sus padres y a sus mejores amigos - él y su mujer Otilia - que se marcharía, ni siquiera esperaría a la boda de estos, no hubo poder humano que la convenciera de quedarse y se perdió por mucho tiempo, solo volvió unos años después a llevarse a sus padres dejando la cabañita en donde nació y creció a cargo de él y su mujer, y esa fue la última vez que Pedro y Otilia la vieron,   se enteró por carta que su padre murió, también por el mismo medio supo de la muerte de su madre, unos años después de esto recibió una llamada telefónica, era Cecilia, le informó que estaba muy enferma, y dada su condición quería dejar todo en orden respecto a la propiedad que sus padres le legaron a ella,  después de una charla de rencuentro y varias instrucciones al respecto de la propiedad, se despidió de ellos por última vez; meses más tarde estaba ahí la niña que era la nueva dueña del predio de los Otero, y él, haciéndole honor a la amistad de infancia con Cecilia le sirvió de guía y consuelo, así nació la relación más de cariño que laboral entre Zoe, Pedro y Otilia.

-        Qué bueno tenerte aquí de nuevo niña, hacia mucho que no venias.

-        Sí Pedro, ya me hacía falta a mi también, ¿cómo están tus hijas y nieta?

-        Bien niña, a Dios gracias, la Ceci, bien contenta con su niña, le quería poner Otilia como su mamá, pero mi mujer dijo que no, que si le quería dar gusto le pusiera Cecilia.

-        ¿La quisieron mucho?

-        La verdad sí, lo que son las cosas niña, yo la pretendí a Cecilia desde chamacos, estuve duro y dale para que fuéramos novios, pero ella siempre me dio calabazas, y luego cuando se fue a la capital pues nos quedamos como que muy abandonados la Otilia y yo, y “pus” nos ennoviamos, luego regresó pero casi ni estuvo aquí Ceci, bien pronto decidió irse para el “gabacho” y Otilia le chillo creo que más que sus “a’pas”, se querían harto esas mujeres, mi viejita todavía le llora. Cada vez que vienes ella siente que contigo traes un pedacito de su amiga niña.

-        Yo también la quería mucho Pedro, fue mi mamá.

Los recuerdos de sus años al lado de Cecilia la llenaban de fuerza y amor, si esa mujer no hubiera llegado a su vida quizá ahora ella padecería de los mismos miedos e inseguridades de las mujeres que acudían en busca de su ayuda.

Pedro le auxilio con el equipaje, que era más voluminoso de lo acostumbrado porque traía con ella el guardarropa que adquirió en Oaxaca para Paula, verificó con beneplácito que Otilia mantenía el lugar casi como un santuario, se notaba el cuidado que ponía en el, en la pulcritud de cada rincón; Zoe instruyo a Pedro para que al día siguiente esperara a Paula y la trasladara hasta aquí.

-        Pedro, mira esta es mi amiga Paula – señalo mostrándole una fotografía -, viene de la ciudad de México, llegará mañana a Huatulco, a la hora que te dije, llega con tiempo, la traes y la dejas aquí, estaré esperándola, así que solo la dejas y te vas.

-        “Ta” bien niña.

Esa tarde la dedicó a disfrutar de su espacio, después de acomodar meticulosamente las ropas de su invitada y las suyas sintió hambre, sobre la mesa descansaban varias tlayudas y una nota con caligrafía casi infantil.

“Niña, te dejo en el refri los frijolitos, nopales, salsita, crema y queso para las tlayudas, ah también hay cerveza, refrescos, jugos, las botellas de vino que me dijiste, carnes, frutas y verduras”

Sonrió después de leer, en verdad que Otilia era casi una reminiscencia de su adorada Cecilia, después de comer se sentó en los escaloncillos de la terraza y bebió pausadamente su cerveza, llenándose de los olores y sonidos, de su soledad – mañana será otro día – se dijo antes de decidirse a levantarse y acicalarse para dormir.

Se levantó como siempre que estaba en Mazunte, antes del alba, partió a correr, pasada una hora enfiló hacia la cabaña, examinó entre las prendas que había comprado para Paula y se decidió por un sencillo pero bello vestido de manta, lo colocó sobre la silla mecedora lo mismo que unas sandalias playeras de tela y corcho, bajó corriendo dispuesta a marcharse cuando recordó que bien podía ganarle el tiempo y no estuviera  aquí para recibir a la chica, así que tomo un trozo de papel y dejo una notita encima de las ropas, entonces sí enfiló a toda prisa hacia el muelle a buscar pescado y camarones frescos, canastilla en mano echo a correr sintiendo que el tiempo le apremiaba, una vez ahí, saludo a los marchantes que ya le reconocían, bromeo un poco con todos perdiendo la noción de que tenía prisa, cuando se percató de la hora emprendió de nuevo la carrera.

A unos metros de la cabaña vislumbro una delgada silueta femenina, demasiado lejos como para detallarla era todavía una imagen desdibujada, mientras más se aproximaba su visión afinaba la figura de la chica quien salió corriendo impetuosamente hacia el mar, eso la paralizo momentáneamente, sin poder evitarlo su mirada se prendo de los movimientos voluntarios e involuntarios del cuerpo de la mujer, sus brazos en alto, su cuerpo sostenido por las puntas de los pies, la larga cabellera ondulada mecida por el viento, aquello era casi una pintura, sin mucha conciencia de ello sus pies la llevaron hasta quedar a unos pasos, la llamó,  ella pareció ajena al sonido de su voz y volvió a llamarla por su nombre – se trataba de Paula evidentemente - cuando ésta finalmente se volvió, una sensación extraña se volcó en su estomago, algo que irremediablemente la arrastraba hacia Paula, sus ojos quizá, fijó su mirada en la tristeza de esos ojos verdes; se embebió en los movimientos torpes, apresurados y nerviosos de la chica, sonriendo ante esa sensación casi ajena y desconocida en su interior, luego un atisbo de conciencia llego a su mente recordando que ese no fue un encuentro casual, si bien no estaba planeado tal cual como sucedió, los motivos para éste seguían siendo los mismos; momentáneamente actuó como se debía, pero la sensación de brindarle ternura, protección, abrigo, cariño a esta peculiar chica se arraigo en su interior.