La espasa de mi jefe (5)

Para terminar mi relación con ella, decudí proponerle un trío MMH, pero...

LA ESPOSA DE MI JEFE (5 de 5)

Y sin esperar respuesta, tomé todos mis tiliches, maleta-caja de Pandora incluida, para verlas en el monitor, acompañado de otra botella de vino y de mi cajita de churros. Y salí con toda dignidad.

Al llegar al pasillo y perderlas de vista, por poco me trueno una pata por llegar a la recámara 2 para no perderme ningún detalle de su fiesta.

Aumenté el volumen del audio, para oír y grabar hasta los chupetones.

En una esquina del monitor, las vi. ya descalzas hasta el cuello. Salí rápido para filmarlas camino a la recámara, viendo como Amira la abrazaba desde atrás, pegando su vértice a las nalgas de Ana,

Regresé a mi puesto de vigía, después de colocar la cámara en su tripié, enfocada hacia la cama.

Vi a Amira besándola, colocándose sobre ella y guiándola para conseguir lo que quería de ella, dándole indicaciones en voz casi inaudible.

Pensé: muchos hombres deberían aprender a guiar a su pareja con la delicadeza con que ella llevaba a Ana.

Pendejos, solo piensan en meterla lo antes posible y se vienen al tercer empujón.

Egoístamente, concluí con una sabia reflexión: eso es lo que nos diferencía a los que SI sabemos satisfacer a una mujer.

Pero volvamos a las imágenes.

Amira sobre su pupila, le levantó una pierna lo suficiente para pasar una de las suyas bajo ella, para poder pegar almeja con almeja.

¡Y la empezó a cabalgar a todo galope, entre exclamaciones y gruñidos de placer de la otra!

¡Me estoy viniendo! –exclamó Ana

¿Qué quieres que haga?

Que te vengas lo suficiente para emparme con tus jugos.

Pero tú no te has venido y quiero que goces como yo.

Ése es el siguiente paso, mi reina, no te apresures. No hay prisa.

Ana casi se convulsionó con la venida y si, la empapó.

Era difícil saber de quien era cada pierna cuando estaban entrelazadas.

Amira se levantó, saliendo de cuadro, regresando con una toalla, con la cual secó la pelambrera de Ana y la propia.

Ahora sí, nos toca a las dos juntas, hazme lo mismo que yo te haré, probemos el sabor de nuestros conejitos en un 69 ¿Te atreves?

Lo que tú quieras, mamacita.

Se acomodaron para empezar una mamada mutua sensacional.

Me vino a la mente un viejo refrán mexicano: "ahora sí, violín de rancho, ya te agarró un profesor", bueno, en éste caso, profesora.

En ése momento decidí ir con ellas, para grabar acercamientos de las lenguas, y aprender algo más de las mamadas.

Me valió madres si les parecía bien o no. Entré encuerado, con mi arma apuntando al plafón, cual si lo estuviera revisando.

Mi timing fue impecable.

Al verme, suspendieron momentáneamente sus retozos, retrasando sus orgasmos y dándome oportunidad de enfocar la cámara para inmortalizar la escena.

Con mi innata sabiduría, apunté a la boca y lengua de Amira, logrando captar el copioso derrame de Ana, que tan bien conocía.

Así, mi reina, síguele que yo también me vengo. –pujó Amira

Cambié de enfoque al hociquito de Ana, justo a tiempo para las contracciones y exclamaciones de placer de Amira.

¡No te detengas, mi reinita!

Siente el placer que me has dado.

Y Ana se rodó hacia un lado de Amira, exhausta, medio borracha y muy pacheca, profundamente dormida.

Ahora llegó tu turno galán, necesito tu cosota dentro de mi culito, pero muy poco a poco.

Gracias por esperar, no creas que no me costó trabajo que aceptara mis besos.

La mota ayudó mucho.

Pues no lo pareció. Para mí que Ana tenía más ganas de tortillitas, que las que quería aceptar.

Me puse un condón, porque no me gusta para nada, jugar a la ruleta rusa.

Pensé:

Chamacos/as pendejos/as, eso es exactamente lo que hacen, cuando por la calentura, no se protegen, sobre todo con un/a desconocido/a.

Piensen con el cerebro, no con la cabeza.

Como quería gozar sus labios y sus pechos, la coloqué de ladito, como a Ana la última vez. Y mordisqueando su boca, se la dejé ir despacito.

Tal como pensaba, apenas se la acabé de meter, con unas cuantas sacudidas, me vine como principiante.

El increíble morbo de ver las tortillas, el vino y la mota, me llevaron a una eyaculación precoz.

Pero tenía mi supervibrador para salvar mi honor. Lo saqué del cajón del buró, junto con el gel lubricante saborizado.

Antes de que me mentara la madre por no haberle cumplido, la acosté boca arriba, pidiéndole que alzara las piernas hasta ponerse lo talones en las orejas.

Se veía tan cachonda que no pude resistir darle una buena mamada, pidiéndole me guiara para aprender a hacerlo tan bien como ella lo hacía.

Le gustó mi humildad y aceptó con agrado.

Primero pasa tu lengua muy suavemente por toda mi raja, al llegar al clítoris, lo ensalivas bien, te retiras un poco y le soplas, para sentir fresco.

Después lo succionas con cariño, mordisqueándolo muy suavemente.

Suave, güey, no me vayas a lastimar, no te lo vas a comer, solo lo vas a saborear.

Así, así, síguele. En una escala del 1 al 10, te califico con un 6, tienes potencial, pero debes practicar mucho.

Si, maestra ¿Me va a poner una estrellita en la frente? Pero que sea dorada. Y también quiero una paleta.

Se rió a carcajadas.

Ahora méteme ese vibrador raro, quiero tener algo duro dentro de mí.

Ponlo a funcionar.

Tuvo un buen orgasmo, a juzgar por sus exclamaciones.

Como yo ya no quería queso, sino salir de la ratonera, me acosté a su lado y para distraerla le conté un chiste:

Un amigo le dice a otro ¿Sabes que la eyaculación precoz se pega?

No seas pendejo, como se va a pegar, ni que fuera roña –contestó el otro.

Déjala que se seque y vas a ver que SI se pega.

Se rió con ganas, así que para rematar le conté otro:

¿Tú sabes que se pone una mujer en las orejas para verse más bonita?

Claro, los aretes.

Incorrecto, se pone los talones.

Estoy muy a gusto, pero ya me tengo que ir.

Me encantó tu sentido del humor. Y tu discreción para intervenir.

¿Dónde consigues esa mota?

Pues en Acapulco, con un lanchero.

Se vistió rápidamente y se fue, no sin antes de aceptar vernos a solas, claro, con la condición de que tuviera suficientes churros. Lo que logra una buena mota.

Desperté a Ana a jalones y la muy estúpida me dijo:

Vamos echarnos el caminero. Cógeme fuerte.

Estás como operada del cerebro. Son las tres de la mañana, estamos en el extremo de la ciudad y tienes que llegar a tu casa antes de que tus hijas se despierten para ir al colegio.

Además, solo se echan los perros.

Se rió como estúpida, pero me obedeció.

El sábado siguiente cité a varios amigos a una función de cine de arte. Y vimos los CDs.

Aplaudieron como locos los cabrones, les debería de haber cobrado la entrada, ni un pomo llevaron. Pero me convirtieron en su héroe.

Maduro cachondo

JUNIO’2007