La espada de la rosa (5)

¿Será la última cena?

Marcus me llevó hasta un restaurante, que como todo lo que él gastaba, era de lujo. Teníamos reservada una mesa para dos al fondo de una gran salón, decorado con velas, grandes luces, manteles que valían más que mis pantalones… No cabía duda de que para él, este encuentro era algo especial.

De primero nos sirvieron diferentes raciones de jamón, paté, quesos, un conjunto de verduras cuyos nombres no sé… todo muy caro y muy rico. Nos sirvieron vino para beber, y como no quería parecer menos hombre que Marcus me servía una copa.

¡buahhhj! ¡Esto sabe asqueroso!.- dije yo poniendo muecas.

Jajajajajaja, pues es uno de los vinos más caros de la casa. Es un poco fuerte en comparación con otros, pero es que no me gustan los suaves. Pero no pasa nada. ¡Camarero! Agua por favor.- sabía perfectamente que no me gustaba sentirme menos que él y fue un detalle por su parte no pedirme algo en plan coca-cola que me hiciera sentir aún más niño.- Tú estate tranquilo, esta noche puedes pedir lo que quieras. No te cortes.

En ese momento Marcus me pareció realmente un caballero, completamente atento a lo que yo quería y mirándome y sonriendo con un brillo en sus ojos que por una vez tapaba ligeramente la tristeza que había en su interior. Quizás realmente se preocupaba por mí. Quizás no estaba intentando comprarme para que fuera un buen hijo como yo había pensado, quizás tan sólo lo hacía para…. No, no lo hacía por nada de eso. No había más que ver como miraba a Christian y como me miraba a mi. A él se le veía completamente feliz cada vez que estaba con Christian, cada vez que echaba con él una carrera en la piscina, cada vez que bromeaban y jugaban. Conmigo no eran más que detalles caros para seguir impresionándome y eso no iba a bastar. No podía comprarme de esa manera. Yo preferiría que me tratase como a Christian, sin regalarme nada, y que tan sólo se mostrase feliz.

Después de comerme un buen chuletón con patatas fritas y tomarme un postre casero a base de natillas, helado y bizcocho, supuse que la cena había finalizado. Pero en ese momento vi como el rostro de Marcus se quedaba mirando mis labios, como concentrado en ellos y en su forma, y sin dejar de mirarlos fue acercándose poco a poco a mi rostro. En ese momento la respiración y el corazón se me pararon. Mis oídos dejaron de oír los murmullos de alrededor y no pude hacer otra cosa que cerrar los ojos y dejar escapar un medio suspiro. Noté como algo suave acariciaba mis labios y parte de mi mejilla, algo como… ¿Una servilleta? De repente abrí los ojos y vi como Marcus agarraba una servilleta en su mano y la retiraba de mi cara.

Tenías manchada la comisura del labio con sangre del chuletón, jeje.

Era increíble. ¿En qué estaba yo pensando?. Es un hombre, mi padre adoptivo, al que además tengo que odiar y al que no pienso permitir que se meta en mi vida. Supongo que la luz de las velas y el ambiente romántico me confundieron un poco. Pero no volvería pasar. No iba a dejar que se acercase más a mi. Me había puesto los nervios a flor de piel, aunque en el fondo sabía que hubiera deseado que en vez de ser tan amable me diese por una vez una caricia, un abrazo, un beso en la mejilla. Él era muy amable conmigo, me llevaba a sitios caros y me permitía todo tipo de lujos, pero eso no era amor de padre. Por un momento odie a Christian porque a él si que lo abrazaba. Odié a Marcus por no abrazarme a mi y me odié a mí por no saber lo que quería, por pensar todas esas cosas y porque descubrí que una parte de mí quería estar junto a Marcus. Tanto odio no podía ser contenido y agachando la cabeza con rabia dije:

Vámonos de aquí.

¿Ya? ¿Tan pronto? Me gustaría que nos quedáramos charlando un rato… no sé, yo creo que ya va siendo hora de que nos conoz….

¡Que me saques de este sitio!.- grité. Todo el bar de oyó y se me quedó mirando. Marcus me miraba de nuevo con sus ojos impenetrables, y el brillo de felicidad que durante todo la noche había cubierto su tristeza se borró y… tristeza de nuevo.

Está… está bien.- contestó secamente. Ya había pagado la cuenta así que nos levantamos y nos fuimos.

Cerré la puerta del coche de un golpe tras meterme en él. Marcus entró también sin decir nada y arrancó. Tan sólo deseaba ir a casa y meterme en la cama y no volverle a ver más. No soportaba su tristeza. Era ése mi problema desde el primer momento. No era que fuese un prepotente ni que hubiera intentado comprarme, porque no era verdad. Yo le veía cada día y sabía que no había el más mínimo ápice de prepotencia en él. Era tan sólo que cada vez que me miraba, con esos ojos tan triste y esa sonrisa resignada me mataba por dentro y no lo podía soportar. No podía soportar el no ser el hijo que debía ser. No podía soportar no hacerle reír como lo hacía Christian. Yo no valía para ser un chico cariñoso porque nunca lo había sido. Siempre había pensado que no había un sitio para mí y que tenía que estar sólo y ser independiente. Y ahora descubría que una parte de mi corazón estaba empezando a calentarse un poquito. Era la parte de mi corazón que Marcus ocupaba y por eso una parte de mí no quería separarse nunca de él.

En ese mismo instante llevó el coche hacia un lugar apartado y frenó. Estábamos con la carretera a un lado y el bosque al otro. Al otro lado de la variante se veía la gran metrópoli, tranquila.

¿Se puede saber qué haces?.- le pregunté yo entre cabreado y sorprendido.

Él me miró muy serio y me preguntó:

No te caigo bien, ¿verdad?

¿Y eso lo has adivinado tú solito o has tenido que consultar a la bruja Lola?.- ¡Joder! Siempre intentando ser un niño borde y ahora no podía parar.

Vale, y tampoco estás a gusto en mi casa ni quieres nada de lo que yo te pueda dar, supongo.

Cierto es.- ¡Anda que ya me vale!.

Entonces vete.- dijo mirando por la ventana sin que le pudiera ver la cara cuando lo decía. Vi su nuca y me fijé en su cuello, fuerte y corpulento, su pelo corto castaño oscuro recién cortado, noté su aroma a colonia. La verdad es que olía bien.

¿Qué?- no quería creer lo que había oído.

Que te marches.- dijo dándose la vuelta y mirándome con una mirada profunda y penetrante que casi me tira para atrás.

¿Cómo? ¿Y me vas a dejar aquí, en medio de la nada?

Claro que no, no digas tonterías.

No entiendo.

Está muy claro. Ya me has dejado bien claro que no soy lo suficientemente bueno como para ser tu padre ni como para que me cojas cariño. Me has dejado claro que no necesitas a nadie. Que eres independiente y que quieres estar sólo. Entonces vete. Eres libre. Si decides que te quieres ir haz las maletas y mañana por la mañana te llevare de vuelta al orfanato. Pondré los papeles en regla y no me opondré a tu marcha. Has ganado.

Fin del capítulo cinco.

¿Iván ha ganado realmente? La tensión entre los dos tenía que salir por alguna parte y lo ha hecho. Marcus no ha aguantado más y va a dejar que Iván se marche, como él quería. Pero Iván ha descubierto que una parte de él no se quiere marchar. ¿Ganará su orgullo y se irá de casa de Marcus o dejará de una vez que entre en su vida?