La Espada de Aviondore (5)
¡Es la hora del cumplimiento de la Profecía!.
La Espada de Aviondore (V)
original en Inglés por Colleen Thomas
Tlarin regresó al mundo de los vivos para sentir que sus hombros eran sacudidos. El rostro de Tess estaba sobre el suyo, el llanto marcado y frenético.
"Oh Dios, Oh Dios, Oh Dios", repetía. Tlarin le sonrió e intentó hablar, para calmarla, pero su lengua parecía pegada al paladar y las palabras no llegaron. Ecos del placer que había sentido recorrían su cuerpo y fue sólo con un gran esfuerzo que se acomodó y habló.
"Estoy bien, Tess".
"¡T´larin! Lo siento, yo no quería ..."
"No lo sientas", dijo Tlarin con esfuerzo, su mente aún absorbiendo lo que había pasado.
"Nunca", empezó la joven de nuevo pero Tlarin le puso un dedo en los labios y la calló.
"Yo tampoco nunca", empezó, luego sacudió su cabeza para aclararla, "quiero decir, nunca he experimentado nada como eso".
"¿Estás bien?" preguntó la joven, sus ojos aún llenos de miedo.
"¿Que si estoy bien? Mejor que eso, mejor que nunca. Pedí una lección de pasión humana y me la diste".
Tess sonrió radiantemente y sus ojos chisporrotearon, "¿Y qué piensas de ella"
"Pienso que tengo que intentarlo otra vez antes de hacerme con un juicio" dijo gravemente. Cuando el rostro de la joven se inclinó, Tlarin rió levemente. "Muchas veces", agregó mientras sus propios ojos chisporroteaban de alegría.
Tlarin despertó con el sonido del viento en las hojas. Se sentía deliciosamente relajada, refrescada y contenta. Tess yacía a su lado con un brazo sobre su cadera y el cuerpo apretado contra el suyo. Tlarin podía sentir los pechos de su amante apretados contra su espalda. Deseó tener tiempo para empezar otro round de sexo, pero sabía que este breve interludio había terminado.
Levantándose con cuidado abrió el viejo baúl de madera a los pies de su cama y empezó a sacar su armadura. Cada parte estaba envuelta en tela para prevenirla del óxido pues habían pasado años desde que la había portado.
Consistía en una placa para el pecho, cota de malla, brazaletesy protectores metálicos sobre sus botas. La cota de malla se extendía más allá de sus caderas y le daba protección a su entrepierna y muslos superiores. Vistió las mallas y botas y empezó a asegurar la multitud de hebillas de las piezas metálicas que cubrían sus piernas desde los tobillos hasta arriba de las rodillas. Una vez en su sitio se incorporó y se preparaba a ponerse una camisa cuando sintió un par de suaves brazos rodeando su cintura. Tlarin se sorprendió pero se recostó para recibir mejor el abrazo. Los tibios labios de Tess encontraron su cuello y empezaron a mordisquearla.
Sentía que la excitación se acumulaba en su sexo y suspiró hondamente. Las manos de Tess empezaron a masajear delicadamente el área a cada lado del valle de Tlarin.
"Tess, no. Tengo que prepararme", protestó Tlarin sin ánimos. Tess la tomó y la llevó a la cama. Acostó a la elfo que se resistía y puso las manos entre las rodillas de Tlarin. Ésta sintió la ligera presión y sus rodillas se separaron como por arte de magia. Al observar el vello rojo descender hacia la V de sus muslos pensó que debía decir algo.
Cualesquiera palabras se ahogaron en un quejido suave al deslizarse la lengua de Tess entre sus labios. Tlarin se relajó bajo el tacto de su amante, la guerra podía esperar unos cuantos minutos más.
Tlarin se levantó tras la ruda barrera de leños y estacas afiladas que sus hombres habían levantado justo en la línea de árboles. Ral se sentó cerca a ella con la espalda hacia la trinchera llena de flechas en la tierra. Tess estaba a su izquierda y ligeramente tras ella vestida con armadura roja. Alguien le había prestado una espada, pero no tenía arco. Era tratada deferentemente por los elfos, un hecho que no pasaba por alto Tlarin. Los guardias eran de una raza ligeramente diferente al resto de la sociedad elfo. Aceptaban la nueva amante de su Comandante con nada más que unas tímidas sonrisas y una o dos felicitaciones. Incluso Ral parecía complacido con su amante y Tlarin se preguntaba que le había dicho el viejo elfo a Tess mientras Tlarin se bañaba.
Sólo Farseer y su guardia estaban ofendidos por la elección que había tomado Tlarin. Descubrió que no le importaba realmente, estaba feliz y a la puerta de la ruina segura estaba alegre de los pocos momentos de felicidad que había logrado conseguir. Sonrió a Tess que parecía más bien confundida por el repentino cambio en su estatus. La pelirroja sonrió a su vez y Tlarin casi pudo olvidar la horda feroz que había al otro lado del río.
El plan de batalla de Tlarin se centraba en el paso. Era tan angosto que apenas seis hombres podían cruzarlo al tiempo. Planeaba dejar que los orcos alcanzaran el río en vez de dispararles apenas salieran de los árboles. Aquellos que escogieran intentar nadar hacia ella serían dejados tranquilos hasta que alcanzaran el banco. Tres cuartos de sus guardias abrirían fuego al área alrededor del paso mientras que el otro tercio se encargaría de cualquier nadador que apareciera. Era su esperanza construir una barrera de muertos en la entrada del paso, lo que además limitaría sus esfuerzos. Durante la noche sus hombres habían clavado estacas afiladas en la tierra a este lado del paso inclinadas hacia los orcos. Estos tendrían que pasarlas antes de llegar a la empalizada. Una vez allí, los guardias de Farseer, con sus pesadas armaduras, se encargarían de ellos.
Tenía una ligera esperanza de supervivencia. La defensa estaba calculada para infligir el mayor daño y darles menos tiempo de respirar a los orcos. No tenía mucho tiempo para esperar y considerar sus preparativos. Un penetrante aullido sanguinario surgió de los bosques al otro lado del río y los orcos se abalanzaron. Las filas frontales llevaban pesados escudos de madera que les protegerían de las flechas. La falta de fuego de este lado pareció confundir a los orcos. La carga se hizo más lenta al acercarse al río. Fue sólo cuando muchos orcos estuvieron en el área enlodada ante el paso que la primera ráfaga de flechas se arrojó contra ellos. Un aullido de rabia sonó y se lanzaron más. Como Tlarin había esperado los cuerpos empezaron a apilarse obligando a los que llegaban de atrás a pasar por encima. Esto hizo a la vez que la pared de muertos fuera aún más alta.
Cientos se zambullían en las frías aguas, pero no conocían el río tan bien como ella. A cada lado del paso el canal tenía una profundidad de unos cuatrocientos centímetros. Caía sesgadamente y aquellos que se sumergían allí rara vez volvían a la superficie pues el agua era helada y el peso de sus armas y armaduras los arrastraba hasta el fondo.
Durante buena parte de la mañana continuó con los orcos sin ganar el paso. El plan de Tlarin estaba funcionando, pero no podía durar por siempre. Sus arqueros ya tenían que recurrir a las últimas reservas de flechas. En algún momento después del medio día las últimas flechas fueron lanzadas y los elfos arrojaron los arcos y sacaron los filos. La guardia de Farseer se movió hacia la empalizada y esperó en silencio. Le tomó algún tiempo a los orcos darse cuenta de que ya no había flechas desde el lado opuesto, pero una vez que lo notaron se abalanzaron con furia renovada. Ganaron el banco y se lanzaron sin pensarlo hacia los bosques sólo para ser detenidos por la empalizada.
Los defensores en desventaja lucharon con una tenacidad continua. Angrost brillaba fría y mortalmente, tejiendo un parche rojo de muerte alrededor de Tlarin que era tan intimidante que repentinamente se encontró sola en medio del caos. Ningún orco parecía tener el coraje para enfrentarla cara a cara ni al filo de sus antepasados.
Vio que Farseer luchaba con sus hombres y aún mantenía alejados a los orcos al extremo norte de la empalizada, pero ya se habían agrupado alrededor de los defensores más cerca al centro. Ral y tres compañeros mantenían un ángulo en la trinchera y ningún orco parecía capaz de vencer sus velocísimas espadas. Al extremo sur de la trinchera los guardias los mantenían alejados con picos hechos de madera viviente.
Desde fuera del río, Tlarin vio al orco más grande que hubiera visto alguna vez. Era furioso y espantoso, vestido con piezas robadas de la armadura de un caballero, y con un hacha de batalla que tenía que ser tan grande como Tlarin. Este tenía que ser el comandante y Tlarin vio una última oportunidad de salvar el día. Incluso al pensar esto, el gran orco la vio y a su odiada espada y se lanzó hacia ella gritando un reto.
Los orcos vivían en clanes y eran muy supersticiosos. La muerte de su comandante los haría retroceder a todos. Los chamanes tendrían que realizar sus rituales y un nuevo comandante tendría que probarse en combate. A menudo la muerte de un comandante señalaba el fin de una ofensiva orco. Si no surgía un líder fuerte los diferentes clanes simplemente se irían a casa dejando la horda ampliamente debilitada.
Tlarin se movió para encontrar al gigante sosteniendo a Angrost. Cuando se encontraron Tlarin blandió a Angrost con toda su fuerza, pero incluso ese filo de fábula no pudo encontrar la carne del orco detrás de la gruesa armadura. Intacto, golpeó a Tlarin enviándola atrás unos metros. La gran hacha había abierto una herida en su cabeza y la sangre le caía en los ojos. Había aflojado a Angrost y yacía de espaldas, totalmente indefensa cuando vio que él se colocaba sobre ella en medio de lo rojo que era su visión.
Vio la inmensa hacha descendiendo y dijo una oración final. Tlarin vio un destello de rojo y el gran orco aulló de dolor. Su golpe erró y el hacha se enterró a centímetros de su cabeza. Tlarin rodó y buscó frenéticamente su espada. Su manó se cerró sobre la empuñadura y ella se puso en pie tambaleando. Se sacudió la cabeza para aclarar los ojos de la sangre y buscó a su oponente.
Lo encontró en su campo de visión, pero varios metros lejos. Tess estaba de pie ante él intentando en vano alejar el hacha gigante. Su filo se quebró y fue lanzada de un golpe como una muñeca de trapo. Tlarin no pudo decir que tan malherida estaba o si aún vivía. Gritó cuando el gran orco levantó su hacha para dar el golpe final. Nunca podría acercarse lo suficiente antes de que el golpe cayera y Tess no se movía. El tiempo pareció hacerse lento, incapaz de ver cómo su amante era asesinada y demasiado lejos para hacer cualquier cosa Tlarin actuó desesperadamente. Movió atrás el brazo y con toda su fuerza lanzó la espada al orco gigante, con una oración en los labios.
Angrost era una espada larga. Nunca fue hecha para ser lanzada. Sin embargo, ¿quién podría decir qué encantamientos habían puesto en ellas los herreros elfos al trabajarla? Tal vez el gran herrero previó el día cuando tendría que funcionar como un misil. Tal vez LaLean escuchó la desesperada oración final de su sierva y guió el filo con su propia mano. Cualquiera que fuera la razón, encantamiento, intervención divina o la voluntad caprichosa del destino, la espada golpeó en el único punto en que el orco no tenía armadura. El filo pudo no haber sido hecho para lanzarse, pero fue hecho para atravesar la carne de los orcos y eso fue precisamente lo que hizo, rasgando a través de hueso y tendones como un cuchillo caliente a través de la mantequilla. Perforó a través del cuello del orco, casi decapitándolo.
Los orcos, apenas vieron caído a su líder, se desvanecieron sin lanzar un golpe y los exhaustos defensores ni siquiera pudieron sonreír. A Tlarin no le importó, se tambaleó y cayó, luego se arrastró hacia su amor. Dio la vuelta a la joven e intentó despertarla frenéticamente. Las lágrimas se mezclaron con la sangre en sus ojos y le molestaban, pero todo el dolor se perdió en un repentino descanso cuando los ojos de Tess se abrieron. Tlarin la tomó en sus brazos y le dio muchos besos en el rostro hasta que Tess logró abrazarla y estrecharla fuertemente. Sus labios se encontraron entonces y sus lenguas se enredaron. El beso era profundo y apasionado y a ninguna pareció importarle quién estuviera viendo.
Una semana había pasado desde la batalla en el paso. Tlarin aún cojeaba de la golpiza que había recibido, pero el chiste entre los guardianes era que caminaba así porque su nueva amante la mantenía agotada. Tlarin sonreía y asentía con la cabeza, jugando con ellos, pero de hecho ella y Tess desde ese día no se habían más que besado. La pelirroja había estado tan golpeada que incluso los delicados cuidados de Tlarin la sanadora la hacían quejarse. Tlarin tenía miedo incluso de tocarla como amante.
Esta mañana Tlarin despertó para encontrar a Tess acariciando sus pechos. Sus pezones estaban duros y ansiaban ser tocados. Tess vio que sus ojos se abrían y sin una palabra se hizo a su lado.
"¡Detente! No estás en condiciones de ... Ohhh", gimió Tlarin mientras la boca de la pelirroja encontraba uno de sus hambrientos pezones. En un instante la larga lengua de Tess empezaba a tocarlo.
Si bien disfrutaba las sensaciones de la rosada lengua de Tess en su pezón, podía ver que la joven sentía aún un gran dolor. Tlarin se forzó a tomar a Tess por los hombros y suavemente la obligó a yacer de espaldas. La joven apretó los dientes de dolor y luego se relajó respirando fuertemente por la nariz.
"Maldición, esto es tan injusto. No puedo soportarlo más, acostarme a tu lado noche tras noche y ni tan sólo tocarnos", dijo con una expresión disgustada en sus labios.
"¿Piensas que es más fácil para mí?", preguntó Tlarin.
Como Tess no respondiera, Tlarin se dobló y la besó suavemente en la nariz. Ni siquiera se atrevió a decirle a la joven cómo se sentía, el creciente nivel de frustración que experimentaba. Nunca había sentido nada como aquella primera vez y ahora la deseaba, la deseaba más que cualquier otra cosa en el mundo. Tenía dificultades para concentrarse en algo más, pero también amaba a Tess. No podía sino preocuparse por ella y nunca le causaría dolor. Esta fue la tercera vez que se vio obligada a hacer que Tess yaciera de espaldas y se detuviera. Estaba segura de que su fuerza de voluntad se derrumbaba mucho más rápido que lo que se cansaba Tess, pero cada vez era más difícil.
Esta vez la joven humana no se quedaría callada. Sus brazos rodearon a Tlarin y arrastraron a la elfa encima suyo. Recordando la primera vez que Tlarin la había tocado, Tess guió el rostro de la ligera mujer hacia sus pechos. Hubo un momento de duda, pero como había esperado Tess, la fascinación de la elfo por sus senos era más fuerte que su cuidado. Los increíblemente largos y delicados dedos tomaron sus grandes pechos y sus ojos se agrandaron. Tess aplicó una presión suave a la parte de atrás de la cabeza de Tlarin y gimió cuando sintió que su pezón era envuelto por los firmes labios de la elfo.
El último fragmento de fuerza de voluntad de Tlarin se deshizo cuando sintió el pezón flexible de Tess en la boca. Olvidando sus propias heridas y la condición de Tess formó un sello con los labios y chupó la mayoría de la aureola hacia su boca. Mientras sus dedos acariciaban suavemente los pechos su lengua adorablemente giraba alrededor del pezón endurecido.
El gemido trémulo hizo que Tlarin se distrajera; chupó más duro ahora usando sus pequeños dientes para mantener suavemente en lugar al pezón mientras su lengua lo atacaba. Tess hundió las manos en los largos mechones de cabello rubio y la haló fuertemente hacia su pecho. Tlarin chupó por un rato más y luego abandonó el pezón para buscar su compañero. Alternando entre ellos se mantuvo hasta que su amante gemía continuamente y luego Tlarin se movió hacia abajo, recorriendo con la lengua el lado inferior de un pecho y a lo largo del vientre de la joven hasta su ombligo. Tlarin se quedó allí un momento, jugando con la lengua alrededor del ombligo antes de hundirse en él y luego siguió más abajo.
Tlarin se ubicó entre los abiertos muslos de Tess y suavemente acarició su concha. Tentativamente lamió a lo largo de los satinados labios resbalosos y fue recompensada con una fuerte inhalación de parte de la pelirroja. Siguió recorriendo lentamente con la lengua los labios de la joven mientras sus dedos jugaban con los suaves rizos púbicos que encontraba tan intrigantes. Mientras continuaba, Tlarin notó que los labios de la joven habían empezado a separase, revelando los pliegues internos. Más que intentar tocarlos, siguió usando su lengua delicadamente sobre los labios de la mujer, preguntándose cuánto más podrían separarse. En poco tiempo estaban abiertos y Tlarin tuvo una visión casi noobstruida del sexo de su amante.
Los labios internos eran de un rosa más oscuro y en la cima de la raja de la joven, Tlarin notó la pequeña protuberancia de su clítoris. Tlarin aún no estaba segura de muchas cosas, pero recordaba las increíbles sensaciones que Tess causaba en su cuerpo y supuso que este pequeño botón era el punto del que emanaban. Separando los labios con dos largos dedos tentativamente pasó la lengua sobre el pequeño centro duro. Al instante Tess gimió y su cuerpo se enderezó.
Con la confirmación de que la suposición era correcta, Tlarin empezó a pasar la lengua sobre el centro sensible. El cuerpo de Tess empezó a agitarse y sus caderas saltaron hacia arriba, pero Tlarin la sostuvo estrechamente y siguió preocupándose por el clítoris de la joven.
"¡Ohhhh, Tlarin... Ohh... Dioses!"
Los gemidos de la joven hicieron que Tlarin moviera más y más rápido su lengua hasta que era apenas un borrón pasando adelante y atrás sobre la piel satinada. Los dedos de Tess se hundieron en su cabello y apretaron su rostro contra el coño de la joven. Tlarin podía sentir los líquidos de Tess en su barbilla y labios pero rechazó la idea de detenerse y saborearlos, todo lo que importaba ahora era hacer sentir a esta mujer tan bien como ella la había hecho sentirse.
Tess estaba en silencio en su orgasmo, pero juzgando a partir de la forma en que su cuerpo se contorsionaba, Tlarin supuso que era exactamente lo que ella había sentido. Disminuyó la velocidad hasta que era sólo una caricia ocasional de su lengua sobre los resbaladizos labios de la mujer.
Tlarin alzó la mirada para ver a Tess sonriéndole. El rostro de la joven brillaba y sus ojos chisporroteaban como aquella primera noche. Pasó saliva y se pasó la lengua sensualmente por los labios y Tlarin se dio cuenta de pronto de la humedad entre sus piernas y el ansia allí. Lucho contra el ansia, Tess aún estaba demasiado adolorida para moverse y supo que sólo tenía que ser paciente, pero su pequeña pelirroja tenía otras ideas.
"Aprendes rápido", comentó por fin.
"Eres buena maestra", respondió con una sonrisa Tlarin.
"Creo que estás lista para la siguiente lección".
"Ah no, no te vas a levantar. Está decidido. No quiero que se vuelvan a abrir esas heridas, trabajé mucho para salvarte de ese animal como para que arruines mi trabajo".
"No me voy a mover de este sitio", dijo sonriente. Rompió en una suave carcajada cuando Tlarin alzó la cabeza y le dedicó una mirada confundida.
Tess tomó los brazos de Tlarin y suavemente la haló hasta que la elfo estuvo sobre ella. Se besaron profundamente, sus lenguas tocándose y acariciándose, explorando en la boca de la otra hasta que las dos tuvieron que separarse para poder tomar aire. Tess la haló suavemente y Tlarin intentó seguir su orden, pero no estaba en absoluto segura de qué quería. Tras unos minutos de lucha se encontró con las rodillas a cada lado de la cabeza de la joven con su bien formado trasero sentado en las suaves y firmes colinas de sus pechos.
Tess se movió ligeramente y Tlarin gimió cuando esa lengua mágica empezó a mordisquear sus labios. Tess lamió y besó con un avance lento y lánguido. Se movió desde abajo de la raja hacia arriba, deteniéndose a menudo a besar, mordisquear o recoger sus pasos. Tlarin sintió que se aceleraba su respiración y sus latidos se disparaban. Tess parecía saber exactamente qué se sentía mejor y también pareció sentir el nivel de excitación que producía. Se movía de la estimulación que conducía a Tlarin a un orgasmo trémulo sólo para moverse repentinamente a algún sitio que se sentía desesperadamente bien peor permitía que Tlarin llegar al borde.
Tlarin gemía y sus manos iban hacia atrás a descansar en las amplias caderas de la joven. Sus propias caderas se movían y agitaban contra los labios de Tess mientras Tlarin intentaba dirigir la lengua de Tess a donde se sentía mejor. Tess no se lo permitía, tomándose su tiempo. Se movió de nuevo hacia abajo y pasó la lengua por la entrada de Tlarin por lo que pareció una eternidad antes de empezar el lento viaje ascendente hacia su ansioso clítoris. Un simple aleteo de su lengua fue suficiente para hacer que Tlarin temblara y casi gritó de frustración cuando la boca de la joven volvió al final de su raja.
Con el mismo vaivén, una y otra vez, cada momento el nivel de frustración aumentaba así como la creciente necesidad. Tess manejaba el cuerpo de su amante como un virtuoso manejaba su instrumento. Casi enloqueció a la elfo de lujuria antes de tomar su clítoris y chuparlo duro. Una vez en su boca, Tess pasó la lengua atrás y adelante sobre la sensible protuberancia hasta que Tlarin gritó de placer.