La Espada de Aviondore (3)
El amor, para que viva, debe luchar contra los prejuicios y contra nuestros propios temores. Además, el descubrimiento del otro puede ser una experiencia deliciosa, incluso para un elfo.
La Espada de Aviondore (III)
Original en Inglés por Colleen Thomas
"Gracias, nece... necesitaba eso... Voy a responder cualquier pregunta que tengas ahora".
Tlarin le hizo preguntas hasta bien entrada la mañana. Aún había mucho qué preguntar, pero la sanadora que había en ella veía que la joven necesitaba descansar y por tanto cesó renuentemente con el interrogatorio y bajó la escalera. Se alejaba del árbol cuando se dio cuenta de que ni siquiera le había preguntado el nombre.
Una tribu orco en el límite no era algo que se pudiera tomar a la ligera y Tlarin se pasó todo el día esperando ansiosamente la llegada de los guardias. Las noticias de que la fuerza al lado opuesto del río se contaban por miles era impactante, casi increíble, pero por alguna razón Tlarin no dudó de la joven. Casi al medio día decidió que la información tenía que llegar a oídos del rey y envió corredores a Silverwood para informarles. Esperaba que Aladar reuniera a la gente para levantarse contra los orcos, independientemente de sus deseos de mantenerse alejados de los inminentes problemas.
Tlarin estaba ansiosa y caminaba de lado a lado, a menudo sobresaltándose por los sonidos. Sus hombres nunca podrían con tal cantidad y su única esperanza reposaba ahora en la llegada de la guardia. Llegaron tarde en la noche; unos doscientos guiados por el atractivo Capitán Findalus Farseer.
Los guardias eran las tropas de choque de Silverwood y junto con los Caballeros de Corinthia formaban la estructura armada de cualquier ejército plateado. Tlarin se alegró de verlos, aún estando menos que interesada por su líder. Farseer era un buen líder y muy querido por sus hombres, pero era frívolo, arrogante y pedante. También se consideraba bello y encantador y casi siempre era tan conocido por sus aventuras amorosas como por sus hazañas en la batalla. Había intentado en numerosas ocasiones hacerse con un lugar en su cama, pero no le agradaba a Tlarin y ella no cedería. Poco acostumbrado al rechazo él había hecho evidente su incomodidad y el hermano de Tlarin había partido realmente desde Aslaheim con unos cuantos amigos para enseñarle algunos modales antes de que Aladar se hubiera interpuesto. Haber tenido que pedir disculpas públicamente había herido el orgullo y la vanidad del atractivo capitán y Tlarin sabía mejor que muchos que él albergaba un muy asentado resentimiento hacia ella.
Su encuentro fue tan desagradable como la última vez. Él parecía determinado a minimizar la posición de Tlarin y tomar el mando para sí. Como el tiempo transcurrió y ella se rehusó a inclinársele sus comentarios se hicieron más sarcásticos y malintencionados. Después de dos horas de manejarlo a él y a sus comentarios, Tlarin se sentía lista para matarlo con sus propias manos, pero Ral se interpuso.
Farseer apenas había afirmado que su poder y autoridad eran mayores que los de ella y que iba a tomar el mando con o sin su consentimiento cuando Tlarin sintió que Ral se movía. El viejo elfo no dijo una sola palabra pero miró fijamente a Farseer mientras su mano acariciaba suavemente el cuchillo que colgaba a su costado. Findalus Farseer era valiente hasta el límite de la imprudencia, pero temía a Ral y su rostro se puso pálido antes de alejar la mirada. Dando la espalda Farseer apuró el paso ordenando a sus soldados que fueran al paso sin mirar hacia atrás.
"Demasiado tiempo en compañía de los hombres", dijo Ral.
"¿Qué quieres decir?"
"Ha estado demasiado tiempo en presencia de los humanos. Sus deberes le llevaron a Waterdown por más de un año y ahora parece más un hombre que un elfo. Hay algo en las razas menores que puede encender las emociones fuertes en nosotros si no tenemos cuidado", dijo y luego la miró expresivamente. Tlarin no alejó la mirada y simplemente asintió antes de darse la vuelta y volver a la hoguera. Había mucho por hacer y temía que el tiempo no era su aliado.
Tlarin hizo la ronda de sus defensas antes de trepar agotada la plataforma ansiosa de acostarse. Apenas había puesto sus pies arriba cuando habló la joven.
"No quiero molestarte, pero ¿podrías responder algunas de mis preguntas ahora?"
Tlarin asintió y se sentó con las piernas cruzadas frente a la joven. Quería ir a dormir, pero también quería hablar con esta extraña mujer.
"¿Qué te gustaría saber?"
"Tu nombre sería un buen punto de partida", dijo. Las preguntas eran gentiles y a diferencia de las no tan sutiles puyas lanzadas por Farseer, no detectó malicia en ellas.
"Lo siento, debes pensar que soy muy grosera, mi nombre es Tlarin Aviondore, pero tú puedes llamarme Tee. Tlarin se pronuncia en el alto lenguaje del norte y algunos elfos tienen problemas pronunciándolo, estoy segura de que para ti sería un desafío aún más grande".
"Mi nombres es Tess", dijo suavemente.
"Mucho gusto, Tess".
"¿Eres la líder de estos elfos? Te he observado todo el día y pareces estar al mando".
"Soy Jefe de Marcha, supongo que eso me pone al mando. En realidad, no somos tan rígidos como los humanos. La mayoría de guardias me siguen porque quieren. Sólo las tropas que viste llegar esta tarde tienen un comandante real".
"El elfo alto. No entendí las palabras, pero me hizo enfadarme".
"¿Enfadarte?"
"Era rudo contigo, por lo menos. Por lo menos esos me pareció".
"¿Y eso te enojó?"
"Sí".
Tlarin rió por primera vez en dos días y realmente lo quería. No estaba segura de porqué, pero el hecho de que la forma en que la trató Farseer hubiera enojado a Tess la hizo sentirse bien.
"Cuéntame de ti", dijo Tess una vez Tlarin se había recuperado.
"Bueno, conoces mi nombre. Nací en Aslaheim en el lejano norte. Mi padre es rey allí y crecí en el palacio. Cuando alcancé la madurez viajé a los otros reinos elfo y actué como embajador de mi padre. Me detuve aquí en Silverwood hace mucho y encontré que me gustaban más los bosques que las montañas o el mar. Renuncié a ser embajador y le dije a mi padre que me quería quedar aquí lo que no le gustó. Aprendí a lanzar el arco y las artes de la sanación y viajé con los guardias ayudando al bosque. El último año el Rey Aladar me pidió volverme Jefe de Marcha y acepté, así que aquí estoy".
"¿Entonces no estás casada?" preguntó Tess. La pregunta la cogió un poco desprevenida y la expresión en el rostro de su nueva amiga también era confusa. Tenía esperanza como la de un niño cuando es época de regalos. Tlarin se guardaba mucho usualmente de dar información sobre sí, pero respondió antes de pensarlo.
"No, todavía no he conocido a quién darle mi corazón".
Tess intentó no sonreír, pero Tlarin captó una sonrisa satisfecha antes de que la joven alejara la mirada.
"Lo siento", dijo.
"No hay por qué sentirlo", dijo Tlarin. Estaba confundida por la reacción de Tess y por la pregunta, pero decidió que era sólo su cansancio y dejó que pasara sin decir nada al respecto.
Las preguntas siguieron viniendo, y Tlarin las respondió aunque no estaba acostumbrada a revelar tanto de sí misma. La curiosidad de Tess sobre ella parecía ilimitada y Tlarin descubrió que empezaba a gustarle la atención. Siempre había pensado que era una criatura solitaria, pero la noche de preguntas y risas la hizo descubrir que estaba sola. Esta joven la hacía sentirse bien y la dejó hacer casi felizmente. No quería terminar esto, pero tenía que dormir algo. Mañana sería un día peligroso si no estaba en todos sus sentidos. Así pues, hizo que la joven descansara y se arrastró a su cama durmiéndose casi instantáneamente.
Tlarin se despertó de repente. Se mantuvo completamente callada y dejó que sus ojos se ajustaran a la oscuridad. Estaba segura de que la había despertado un sonido, pero no podía recordar cuál. Lo escuchó de nuevo, un quejido suave, distinto a cualquier cosa que hubiera oído antes. De inmediato pensó que Tess tenía problemas y se revolvió para ir a ver si podía ayudarla pero la visión que la esperaba la dejó paralizada en su sitio.
Tess yacía boca arriba y se había quitado la sábana con los pies. Su brazo izquierdo cubría su pecho y la palma de su mano estaba abierta sobre el pecho derecho. Al observarla Tlarin la mano de la joven se movió rítmicamente, masajeando a fondo el seno. Sus ojos estaban completamente cerrados y se mordía el labio inferior mientras su cuerpo convulsionaba.
Los ojos de Tlarin bajaron lentamente por el cuerpo de la mujer. Su piel suave parecía brillar en la débil luz del fuego y estaba cubierto por una capa de sudor. Sus piernas estaban separadas, pero su mano cubría su sexo. Todo lo que podía ver Tlarin era la mano frotando con un lento movimiento circular. Al observarla, las manos de la joven empezaron a moverse más rápido y una serie de soniditos escaparon de sus labios. Sus pies se movieron y una vez afirmados en la plataforma, su pelvis empezó a moverse hacia arriba. Tlarin quería mirar a otra parte, pero su cabeza estaba como clavada, como un pájaro que observa hipnotizado a una serpiente, no podía mover ni un músculo.
La mano de Tess daba círculos más y más rápidos y Tlarin podía casi sentir como aumentaba la tensión. Vio que los músculos del abdomen de Tess se movían y tensaban mientras su pelvis se movía hacia arriba y caía sobre la cama. Su cuerpo parecía temblar como si estuviera lleno de energía y al moverse sus pechos se tambaleaban levemente.
Las dos manos de la joven estaban ahora entre los muy abiertos muslos. Tlarin nunca sabría cuánto tiempo duró sentada y observando, pero tras un rato los movimientos de la joven se hicieron frenéticos y se tensó repentinamente. Su cuerpo se puso rígido y sólo sus pies y omoplatos tocaban la plataforma mientras su espalda se arqueaba y una serie de gemidos sin aire empezaron a salir de su boca.
"Oohhh ... Ahh ... Uhh, uhh ... por favor ... por favor, Ohh!". Con esta última exclamación su cuerpo empezó a revolverse y doblarse. Tlarin no estaba segura de qué había pasado, pero sabía instintivamente que la mujer había alcanzado su meta. Tess se movió al lado y se enrolló abrazando sus piernas contra sus senos y un largo sollozo salió de sus labios.
Tlarin se acostó de nuevo y cerró los ojos. Sus pezones estaban duros y podía sentir la humedad entre sus piernas. Estaba excitada, repelida, confundida y palpitante todo al mismo tiempo. Luchó para mantener alejada su mano de aliviar su cuerpo imitando a la joven.
Tess aún se reconfortaba en el calor de su orgasmo y su siguiente palabra casi hizo que la mujer elfo pensara que no estaba dormida.
"Mmmm, oh, Tlarin ...", murmuró. Le tomó unos momentos incluso darse cuenta de que la joven había pronunciado su nombre correctamente. La pregunta de por qué su nombre, en ese contexto, no abandonaría su mente. Tlarin cerró los ojos e intentó relajarse, pero el sueño tardó en llegar.
La mañana siguiente, Tlarin se levantó temprano y caminó en punta de pies por la plataforma para no despertar a Tess. Apenas había alcanzado el suelo cuando llegó un corredor con noticias de que los orcos parecían reunirse para un ataque. Tlarin hizo sonar su cuerno plateado y tomó su arco. Al correr por el campo descubrió a Tess observándola desde el borde de la plataforma.
Llegó al paso con el resto de sus hombres justo cuando la primera oleada de Orcos corría desde los árboles y cargaban salvajemente. Un aullido marchitante de flechas los recibió, dejando a la mayoría de ellos en el suelo antes de alcanzar la orilla. Aquellos pocos que alcanzaban el río ya tenían flechas en sus cuerpos antes de llegar a la mitad de la corriente.
Todo estaba calmado por unos minutos y luego con un grito otra oleada de orcos salió de los bosques. Por horas continuó, los corredores llevaban cargas de flechas y los arqueros se le unían esporádicamente durante el día mientras los guardianes que había llamado la noche anterior empezaron a llegar.
No llegaron demasiado pronto pues como el inexorable aumento de la marea, cada oleada de orcos llegaba un poco más cerca. Habían cientos caídos y sólo los dioses sabían cuántos cientos más habían sido arrastrados por la fuerte corriente. Sin embargo, aún así no mostraban miedo de las flechas o la luz del sol.
En todos los ataques ni siquiera un elfo había recibido tan sólo un rasguño. Parecía que los orcos no tenían arqueros o, si los tenían, no estaban a suficiente distancia para disparar desde los árboles hacia donde se encontraban los elfos. Al final de la tarde los ataques se detuvieron un extraño silencio descendió. Tlarin se apoyó pesadamente en su arco y se enjugó el sudor de los ojos. Ral se le acercó y se sentó; el viejo elfo parecía cansado pero ella sabía que él sería el último de todos en desfallecer.
"Parece que se detuvieron", se aventuró al fin Tlarin.
"Nos han tomado la medida", dijo él planamente.
"¿Qué quieres decir?"
"Esto no fue un ataque mi Capitán. No intentaban cruzar seriamente el río hoy. Esto era sólo para ver cuáles eran nuestros números y alcance. Mañana vendrán de verdad, después de una noche de bebida y de lanzarse al frenesí".
"No puedes estar hablando en serio Ral, sus pérdidas fueron muchas".
"Sí, tantas como el número de hormigas que mueren al cazar un ratón. Lo hacen con los números niña, allí es donde radica su fuerza. Simplemente aplastan a un oponente con más y más soldados. Si hubieran tenido éxito matando a uno de nosotros hoy habrían entrado en éxtasis. Habría sido un precio pequeño por un arquero muerto".
Al escuchar las palabras, la cabeza de Tlarin empezó a girar. Se dio cuenta de que era cierto. No podía imaginar otro día de estos, ya habían alcanzado el banco más cercano del río y si eso era apenas una prueba de sus fuerzas...
El último ataque llegó al crepúsculo y fue el más poderoso. Los orcos alcanzaron el banco cercano del río e incluso algunos alcanzaron la línea de árboles antes de ser muertos por la guardia. Mientras volvía al campamento, se enfrentó con una dura decisión. Su marcha ya había servido su propósito. Silverwood había sido alertada y ella les había dado el suficiente tiempo como para empezar a mover la comunidad elfo. Si abandonaba el río y escapaba en la noche muchos de sus hombres se salvarían. Por otra parte, cada minuto que se quedaba era tiempo precioso para que las familias se ubicaran tras el río que Canta y construyeran defensas. También tenía que considerar a la joven; era improbable que la admitieran en Silverwood incluso si abogara por ella. Estaba demasiado débil para hacer la larga marcha hasta el paso de la Reino por sí sola y Tlarin se sentía responsable por ella. Al menos eso fue lo que se dijo a sí misma.
Su mente estaba enlentecida y notó que la noche sin dormir no le había hecho ningún bien. Necesitaba descansar, descansar y pensar. Torpemente respondió algunas preguntas de los corredores antes de trepar a su hogar. Apenas tuvo tiempo de llegar a la cama y acostarse de golpe antes de que llegara un corredor de Silverwood y fuera llamada al piso del bosque. Tess la miró preocupada al descender y Tlarin fingió una sonrisa para beneplácito de la joven antes de bajar.
"¿Mi Lady Tlarin?"
"Sí".
"El rey envía sus agradecimientos. El movimiento de Silverwood ha empezado, pero necesitamos más tiempo. Su Majestad pregunta cuánto tiempo piensa usted que puede mantenerse aquí."
"Diga a Su Majestad que nos mantendremos tanto como podamos, pero que no debe contar con que resistamos después de mañana".
"Son malas noticias".
"Las hordas de orcos son innumerables. Tal reunión no ha sido vista desde que fue aplastado el ejército de Kalouth. Tendrán que confiar en la misericordia del NeroLarta por más tiempo, quemen los puentes cuando regresen".
"Que Lalean nos proteja. Si quemamos los puentes ¿cómo regresarán sus hombres?"
"No vamos a regresar", dijo ella planamente.
Él la miró y se inclinó. Luego le dio la espalda y empezó la carrera más larga de su vida. Tlarin observó a Ral, quien, como siempre, se encontraba cerca.
"Habla con los guardias y con Farseer. Cualquiera que desee volver que mejor lo haga ahora. Si no resistimos mañana los orcos viajarán ágilmente y destruirán todo a su paso".
Ral sonrió, "No todo está perdido Mi Lady. Las antiguas profecías predicen que ningún ejército de orcos prevalecerá en tanto uno de la línea de Aviondore aún empuñe Angrost".
Ella sonrió y tocó el filo en su cintura. Se sintió renovada y llena de energía de repente, pero la sensación se desvaneció cuando quitó su mano de la labrada empuñadura.
"Las profecías son inescrutables y nunca he puesto mi fe en ellas".
"No, has crecido en sabiduría desde niña, pero nunca las has llevado en tu corazón. Sin embargo, nadie ha fallado jamás al predecir el futuro. Los videntes del pasado veían lejos y nunca fueron decepcionados".
"Y con todo hablan en acertijos. Siempre las profecías se cumplen de una manera inesperada. Incluso así, las profecías también predicen que Angrost terminará la línea. Tal vez mañana me vea obligada a caer sobre ese filo antes de perder el honor".
"Quisiera poder predecir lo que traerá el mañana, pero no pudo. Sólo puedo decir que pelearemos y si caemos, será una historia que se recordará en las canciones por mucho tiempo".
"Sí, nuestra muerte nos traerá al menos un lugar en los himnos si queda quién los cante", dijo ella antes de darse la vuelta y trepar cansadamente de nuevo la plataforma.
Una vez llegó se derrumbó en la cama. Tess se levantó y se sentó junto a ella. La joven humana vestía sus mallas rojas y una de las viejas camisas de Tlarin. Le quedaba ridículamente apretada en el pecho y la elfo pudo notar fácilmente sus pezones rígidos. Se descubrió mirándolos y sintió que se sonrojaba. La joven le sonrió y luego le limpió de la frente un mechón de rubio cabello.
"Parece que podría gustarte un baño", dijo Tess.
"Sí, y algunos días de sueño. Pero me temo que no voy a tener ninguno".
"¿Así de mal estuvo?"
"Temo que te he salvado de perder la vida sólo para condenarte a que la pierdas de nuevo. Si fueras un elfo ya te habría enviado de vuelta a Silverwood, pero eres humana y los guardias no te permitirán cruzar el NeroLarta".
"Suficiente de pensamientos siniestros, te prepararé un trago de hidromiel y un baño", dijo tranquilamente Tess. Su voz era suave pero había algo en ella, una suerte de expectativa sin aire. Sin embargo, la mente de Tlarin estaba tan adormecida que no lo notó.
Tlarin empezó a protestar pero Tess le puso un dedo en los labios. El contacto fue eléctrico y Tlarin sintió que su estómago saltaba. Pensó en seguir protestando pero estaba tan cansada y se sentía tan bien que la consintieran una vez, incluso con su edad. La bebida estaba fría y Tlarin la bebió rápidamente. No había tomado nada en todo el caluroso día y para cuando bebió el segundo vaso la estaba empezando a afectar. Vio cómo Tess calentaba agua en el fuego y la colocaba en la bañera de bronce que constituía su único lujo.
Había sido hecha en Waterdown por un herrero enano con mala suerte y se la habían transportado en bote hasta el paso donde muchos voluntarios la descargaron y la llevaron hasta su plataforma.
Tess trajo otro jarro de hidromiel y se lo pasó. Tlarin empezó a hacerlo a un lado sin tomarse un solo trago, pero entonces pensó "¿Por qué no? Puede ser la última oportunidad que tenga de disfrutarlo". No notó la astuta mirada que le lanzó Tess mientras saboreaba la dulce bebida.
Tess se acercó y tomó una de las botas de Tlarin. Tuvo que halarla varias veces antes de que saliera. La segunda bota estaba aún más dura, Tlarin se había torcido el tobillo en alguna parte en la lucha de los días previos y aún estaba hinchado lo suficiente como para que fuera difícil sacar la bota. Finalmente salió y Tlarin movió los dedos de sus pies disfrutando la libertad. Tess atrapó el brazo de Tlarin y la incorporó hasta que quedó sentada.
"Tu baño te espera", dijo con una sonrisa. Tlarin estudió cuidadosamente a su compañera. Había un aire de expectativa en ella, una mezcla de esperanza y duda escrita en sus rasgos hermosos.
"¿Y a dónde irás mientras me baño?" preguntó Tlarin. La pregunta no era difícil, pero no se podía saber al mirar los rasgos de Tess. Parecía estar luchando con un conflicto dentro de ella antes de que finalmente reuniera su coraje y respondiera.
"No me voy a ningún lado".
"Nadie me ha visto desnuda en más de doscientos años", dijo Tlarin. Tess pareció no creerlo; le tomó unos instantes recordar que estaba en presencia de una elfo.
"Me parece ... difícil de creer".
"Tess, he observado el mundo por más de mil de tus años; cuando nací tu tribu ni siquiera había empezado".
"No dudo de ti por los años, todos saben que los elfos son inmortales, al menos prácticamente. Es sólo que no puedo creer que alguien tan hermoso como tú no haya tenido muchos amantes", dijo Tess. Parecía seria y Tlarin encontró que la situación se invertía. Ahora era ella la que no estaba segura de qué decir. Tal vez fue la hidromiel, o tal vez estar tan cerca a una humana había despertado en ella algo de la imprudencia de esta raza menor y más apasionada como le había advertido Ral. Como fuera, la siguiente pregunta la dejó impactada.