La espada 19. Recuperando la tumba Hearling
Entramos en la tumba siguiendo a Fin, debo admitir que él hace el trabajo pesado; pero es una especie de prueba, estoy buscando el peso de su lealtad y ver si me traiciona al tener una oportunidad. Las cosas se tuercen con Annah, no busca un hombre valiente; busca un títere que pueda manejar.
La espada
Capítulo 19. Recuperando la tumba Hearling
Tras un sueño reparador en la que Annah insistió en triplicar la guardia, Fin en estar dentro de mi habitación y Carl en dejar a alguien junto a Fin; me acicalado y estoy listo, para cenar.
En el salón hay 12 guardias.
- ¿estás bien? – me pregunta Annah
- Si, solo estaba cansado. – respondo amagando una sonrisa.
- Fin, ¿entonces quién era ese? – pregunta Carl, lo que justo yo estaba pensando.
- El líder del gremio de asesinos, le llamamos papa dorado; es lo único que sé. – Suelta Fin.
- Tienen que haberle pagado mucho, ya ha perdido; 4 hombres, si piensa volver debe ser algo importante para él. – Piensa en voz alta.
- Si de hecho, no le gusta perder hombres; tenemos por norma general, huir si las cosas se ponen feas. – confiesa Fin.
- Señora, ¿puedo mandar una misiva a mis tierras? – pregunta Norman.
- Sí, señor Wesley ¿Qué queréis hacer? – pregunta Annah
- Quiero que mi padre investigue el asunto. – informa el.
- Sebastián, llévele al despacho. – le pide Annah
- Como desee señora. – informa, el mayordomo; haciendo una reverencia.
- Con permiso, ahora vuelvo. – hace educadamente Norman.
Una vez se marchan.
- ¿hay alguna forma de encontrar a tu gremio? – le pregunto, pensativo.
- Imposible, tienen mil escondrijos; sería como buscar una aguja en un pajar. – responde Fin.
- ¿se enfrentará a mi directamente? – le pregunto
- Negativo, si algo le da miedo es que le hieran; quizá lo haga, si no tuvieras la espada. – dice, Fin.
- Chico, ¿es buena idea seguir con nuestros planes a pesar de todo? – me pregunta Carl, asustado por mí.
- No voy a dejar que ningún maleante, detenga mis sueños. – le contesto tajante, una mirada de orgullo aparece en su cara.
- Ese es mi hombre. – anima Annah
- Me temía que dijeras eso. – Argumenta Apolo.
- Sabía que dirías eso, cuenta conmigo. – Apoya Spike.
- Ya está, mi padre está informado. – Dice entrando en el salón Norman.
- Gracias, amigo.
- No hay de qué. – contesta el, con un tono peculiar.
- Triplica la guardia hoy. – le pido a Annah
- Lo hare, tu ten cuidado. – ruega preocupada.
- Que lo tengan ellos conmigo. – digo, despidiéndome.
Sebastián nos lleva hasta un mausoleo, a unos 50 metros del pueblo.
- Aquí es, señor. – dice, respetuosamente.
- Marchate y protege a Annah. – le pido.
- Me cae bien señor, no muera. – me comenta, mientras se marcha y en respuesta sonrío.
Tras eso…
- Fin, entra primero; usa las armas de tus compañeros, tienes mi permiso y si tienes problemas retrocede…no mueras. – le ofrezco mi mano y el la estrecha.
- Asi lo hare, señor; cuenten hasta 100 y entren detrás. – dice.
Una vez se marcha…
- Uno, dos; tres, cuatro… - empezamos a contar todos
- Cinco, seis; siete, ocho… - contamos todos menos Spike que parece haberse liado ya.
- ¿ya? – pregunta Spike
- No – le respondo
- Nueve, diez; once, doce… - contamos todos menos Apolo que ha perdido la cuenta.
- Chicos, me faltan dedos. – contesta Apolo, que nos hace reír a todos.
- ¿ya? – insiste Spike
- Trece, catorce; quince, dieciséis… - cuenta Carl y Norman.
- ¿Qué venia después? – pregunto, un poco liado.
- ¿ya? – vuelve a insistir Spike
- Diecisiete, dieciocho; diecinueve, veinte. – cuenta Norman.
- ¿en serio? – nos pregunta, molesto.
- Sigue, no te pares. – le pido
- Paso. – se niega.
- ¿hasta cuándo dijo? – pregunta Carl.
- Creo que, si entramos ya; no pasara nada. – Incita Spike.
- Un poco más. – pido, mientras todos guardamos silencio; al poco…
- ¿ya? – vuelve a insistir Spike.
- Está bien…vamos, vosotros contad hasta donde sepáis y luego nos seguís.
Spike y Apolo asienten, esperan a que entremos para empezar a contar; como veo que no es mucho, no hay problemas.
Desenfundo a luciérnaga, Norman su espada dorada; Carl, su hoja de acero.
- ¿preparados? – pregunto.
- Yo sí, tu no; pero es lo que tenemos. – dice Norman, haciéndonos reír.
- Listo – asiente Carl.
- Avancemos en silencio, nada de cargas. – ordeno y ellos asienten.
Entramos y lo primero que veo es varios dardos clavados en la pared.
- Primera trampa esquivada con éxito. – susurro y ellos asienten.
Seguimos avanzando, en un pasillo; veo rastros de quemaduras, flechas clavadas en la pared y jabalinas.
- Segunda trampa. – enumera Carl.
Pasamos como si nada, Fin no solo esquivo las trampas; sino que las desactivo, buen punto para él.
- Este tipo es eficiente. – susurra Norman.
- ¿estás pensando en contratarlo? – susurro, haciéndolo sonreír.
- Probablemente, para que te asesine y te quite la espada; por ejemplo. – bromea, haciéndolo mirar de reojo.
- Centraos, tenemos trabajo. – murmura Carl.
Llegamos a una pared que se cayó sobre la otra pared, pero una roca soporta el peso; este Fin realmente es un genio, para esto. Luego vemos una trampa de alambre cortado, dos tipos degollados y un tercero con una daga venenosa en la frente; en otra sala donde ya empieza a haber muertos de poca importancia, veo una sierra parada y trago fuerte.
- Sin Fin, esto sería una carnicería. – susurro.
- Seguimos necesitando un barbero. – suelta Carl y los tres asentimos.
Tras unas escaleras, dejamos atrás a los sirvientes que fueron enterrados con sus señores; para llegar a la fosa de los primos lejanos que no encontraron fortuna, aquí vemos una trampa doble que ha cortado algunos trozos de la ropa de Fin y un par de arqueros camuflados muertos con dagas venenosas.
En la última sala, se escuchan risas; hay una cuchilla que se balancea de lado a lado de la sala, hay un vigía en la puerta con una espada que no pierde de vista la cuchilla y nos hemos ocultado en unos barriles. Vemos a Fin oculto entre las sombras de la derecha del guardia, no tengo idea de cómo ha pasado la cuchilla sin desactivarla, todos lo contemplamos sorprendidos y en un solo movimiento agarra el cuello del guardia matándolo.
El crack a sonado hasta aquí, tira de la palanca y se esconde; las risas se interrumpen, parece que han notado que pasa algo.
- ¿habéis oído eso?
- Yo no he oído nada.
- Ese precisamente es el problema idiota.
De la puerta salen dos y tras ellos otros tres, por ultimo sale uno mejor uniformado que los otros; este es agarrado por Fin, mientras este grita con dos puñales en el cuello…nosotros aprovechamos su confusión, para rodear a los otros cinco.
- Tirad las armas o lo mato. – amenaza Fin, sorprendiéndonos a todos.
- Tiradlas, idiotas. – pide el que esta agarrado.
- Este es vuestro nuevo señor, es el prometido de la señorita Annah; hacedlo y quizá decida perdonar vuestras vidas. – comunica Norman, demostrando un conocimiento avanzado de la lógica noble.
Estos asienten y lo tiran.
- Señor, seguíamos órdenes del anterior prometido de su mujer; si perdona mi vida, también le seguiré. – pide su líder.
- ¿hay más allí adentro? – pregunto.
- No, nadie mi señor. – comenta el tipo.
- Carl, entra adentro; si hay alguien mátalo y avísame. – le pido y este asiente.
Carl entra, escuchamos al poco ruido de lucha y Carl lanza un cuerpo para afuera; un pobre muchacho que ha muerto, obedeciendo órdenes.
- Mátalo. – le ordeno a Fin
- Con gusto, señor. – dice, en un solo click; activa la cuchilla y lo lanza contra esta, una vez eso pasa la desactiva.
Los otros cinco, suplican por su vida y sale un sexto hombre que seguía oculto; suplicando también, Norman me mira atento.
- El resto quedáis perdonados, ahora sois mis hombres; al primer rastro de traición, acabareis como ese y a sus manos. – les aviso, señalando a Fin.
Todos juran y perjuran fidelidad, poco después; llegan Apolo y Spike, magullados.
- ¿Qué coño os ha pasado? – les pregunta Norman, riéndose.
- Asesinos dorados. – comenta Apolo.
- ¿y estáis vivos? – ríe divertido Fin, hasta que le miro malamente. – me alegro. – rectifica, muy serio.
- Sí, no pudieron con mi acero. – sonríe Spike.
- Mentira, si no hubiéramos activado las trampas; mientras luchábamos, estaríamos muertos.
- Está bien, abriré el camino de vuelta. – suspira Fin.
- Buen trabajo. – me felicita Norman.
- Tengo el emblema. – anuncia Carl.
- Volvamos, tenemos algo que celebrar. – les digo, a los hombres los llevamos por delante; sin sus armas, ellos acatan mis órdenes.
Cuando nos presentamos ante Annah, está fuera de sí.
- ¡¿Qué hacen estos hombres aquí?! – grita, desencajada.
- Se rindieron y me prometieron fidelidad. – le cuento.
- No les creas, sirvieron al cobarde de mi ex marido. – rechista, sin terminarme de oír.
- Lo han jurado y han cumplido. – digo, haciéndola enojar.
- ¡Mienten! – grita, fuera de sí.
- He dicho, que ahora están bajo mi servicio; si no hacen nada impío, se quedaran bajo el y mi protección. – respondo, molesto; ella ve que me estoy enojando y detiene su rabia.
- Un hombre cuando está a punto de morir, puede decir cualquier cosa. – me comunica.
- Me elegisteis, por tener corazón de plebeyo. ¿verdad? – le pregunto
- Asi es. – responde perpleja.
- Entonces no podéis quejaros de que mi juicio no sea el de un noble. – sentencio, haciéndola callar.
Tras un rato tenso en el que nadie dice nada, prosigo.
- Estos hombres ahora son mi guardia personal, se les devolverá sus armas y si no lo ordeno yo o Fin lo ve adecuado; todos conservaran sus vidas, ¿entendido? – pregunto y no paro de preguntarlo hasta que todos los de la sala dicen entendido.
Una vez terminado el asunto.
- Aquí tenéis vuestra placa, si queréis casaros conmigo; ahora es el momento, porque mañana me marchare. – le comunico, mientras Carl le entrega la placa.
- ¿mañana, adonde iréis? – me pregunta, sorprendida.
- Eso depende…si estoy casado con vos, iré a recuperar vuestras tierras; si no estoy casado con vos, pueblo Besolla se me quedo pequeño y partiré a otra aldea más lejana.
- ¿puedo pensarlo? – pregunta Annah
- Podéis pensarlo, hasta esta noche; pero antes…pagad a mis hombres lo que se les debe. – le pido y ella asiente.
- Spike. – llama, esta.
- ¿si, señora? – pregunta el, dando un paso adelante.
- Como tu líder Brad pidió, aquí tenéis la espada del capitán de la guardia. – El capitán se adelanta y le da su espada decorada, ya que porta otra mas mundana.
- ¿en serio? Gracias Brad. – dice y me abraza, blandiendo su arma a diestro y siniestro.
- Cuidado, guerrero del basurero; que eso no es un juguete. – le recrimina Norman.
- Apolo – llama Annah
- ¿si? – dice este, haciendo una reverencia.
- He concertado una cita con Melindra, esa que miras tanto; está en su habitación, esperándote. – comunica y este está eufórico.
- Joder Brad, no tenías porque. – choca su mano contra mí, en sus ojos veo la euforia que contiene.
- Carl, mis sirvientes te van a servir durante todo el día; toda la cerveza que quieras y cuando te marches, te regalaremos un barril pequeño para el viaje.
- Joder, no has estudiado muchacho. – Suelta Carl, aplastándome entre sus brazos.
- Fin. – llama ella.
- ¿si? – pregunta, sorprendido.
- Te has ganado esta recompensa con el sudor de tu frente, además a partir de ahora; puedes deambular libre, sin vigilancia. – le cuenta, su mayordomo le da la suma; que el agarra, sin palabras y con una cara extraña.
Viendo que no va a hablar, Annah; pasa al siguiente.
- Norman, te voy a dar una reliquia familiar; esta ha pasado por al menos 4 generaciones de mi familia y la conservamos aun en la guerra, este es el anillo de la vida. – le comunica ella, dándole el presente a él en persona.
- Lo acepto con gusto y que nuestras familias tomen la copa de la paz, mucho tiempo. – desea él.
Tras eso todos nos marchamos, Carl se va a beber; Spike se viene a practicar conmigo, Fin desaparece por un rato largo y Apolo está ocupado.
Norman va a escribir otra misiva, luego se queda con Carl.
Mi guardia personal, tienen sus armas y miran nuestro entrenamiento; no hace falta decir, que Spike no se las ve ni venir pero es el compañero ideal porque es inagotable y no se rinde.