La espada 18. Asesinato de compromiso
Está claro que alguien quiere asesinar a Brad y quedarse con su espada, la pregunta es quien; si detenemos al que paga; sin sueldo los asesinos pararan, mientras tanto el baño de sangre continuara y tarde o temprano habrá víctimas inocentes. ¿Bendición o maldición? esa es la cuestión.
La espada
Capítulo 18. Asesinato de compromiso
Despierto abrazado a Hearling, es una sensación bastante agradable la verdad; pagaría por levantarme cada mañana asi, pero no es mi destino lo sé y lo que me gusta de su proposición es que no me impedirá seguir con mi destino.
Hay veces que uno necesita hombres y que no podré hacerlo todo solo, es lo que le paso al anterior; estaba solo en medio de una guerra, perdió la espada y pereció.
No me importaría ser un héroe a la par que un noble comandante de algunas tropas, ahora mismo no hay guerras; pero uno nunca sabe cuándo puede estallar una, y quizás solo quizás pueda contar con los hombres salvajes a mi favor.
Beso a Hearling y ella me mira.
- Buenos días – me dice, mirándome avergonzada.
- Buenos días, ¿dormiste bien? – le pregunto, sin soltarla.
- Sí, pero me has estado clavando tu espada toda la noche. – me acusa.
- ¿la espada? pero si la tengo enfundada. – digo, extrañado.
- La otra espada. – responde, me quedo un tanto confuso hasta que pillo la referencia.
- Es la primera vez que duermo con una mujer. – me excuso, ahora sonrojado yo.
- Lo sé, no importa. – ríe divertida,
- Eh estado pensando en tu oferta – le comento, interrumpiendo su risa.
- ¿y qué me dices? – me pregunta.
- Yo no he nacido para quedarme aquí o pudrirme en una mansión noble, voy a seguir viajando; salvando gente, haciendo cosas grandes y casándome con otras. – se lo dejo claro, desde el principio.
- Lo sé y no te pido lo contrario. – me responde, muy seria.
- ¿y que me pides? – le pregunto.
- Te pido que consigas mis objetivos, que no me olvides; que, en lugar de descansar en otro lado, descanses aquí. – contesta, ella; resuelta.
- Con esas condiciones, aceptare. – acepto, al fin.
- Vale, pero tendrás que decírselo a tus compañeros hoy. – me contesta ella.
- Lo hare, no soy hombre de ocultar nada. – me sincero, ella sonríe.
- Desatráncame la puerta para que pueda salir. – me pide.
- ¿y si quiero repetir lo de anoche? – le pregunto, apresándola entre mis brazos.
- Tendrás que recuperar mi emblema familiar y entonces lo haremos. – me pide, negociando conmigo.
- ¿una prueba? – la interrogo.
- Algo asi. – admite, sonriéndome.
- ¿Dónde está ese emblema? – le pregunto.
- Unos hombres me traicionaron, esos hombres eran leales a mi hermano no a mí; atacaron una noche junto a unos bandidos y robaron el emblema, luego lo ocultaron en la tumba Hearling donde masacraron a los bandidos y pusieron trampas para evitar que pudiéramos recuperarlo. – me explica.
- ¿Y asi ha sido hasta ahora? – le pregunto.
- Si, ellos lo defienden allí con uñas y dientes – me comenta.
- No te preocupes, esta noche; volveré con el emblema. – respondo.
- ¿Cuántos hombres necesitas? – me pregunta.
- Ninguno, iré con mi grupo; pero no obstante, espero una recompensa digna para ellos. – le respondo.
- Negociemos. – ríe ella.
- Está bien, empieza. – le pido.
- ¿para Spike? – me pregunta.
- Una espada, he visto que tu guardia lleva unas de calidad normal; la suya es del vertedero, no hay otra cosa que le haga más ilusión. – propongo.
- Me parece bien. – asiento, imaginando a Spike; saltando de alegría.
- ¿para Apolo? – me pregunta.
- He visto que le ponía ojitos a una de tus criadas. – comento.
- Me parece justo. – admite ella.
- ¿para Carl? – me pregunta.
- Para Carl…toda la cerveza que pueda beberse y un barril pequeño para llevar. – negocio.
- Está bien, veo que a Carl; le gusta beber. – ríe divertida.
- Más de lo que el admitiría. – escupo, haciéndola soltar una carcajada.
- ¿Para Norman? – me pregunta.
- Este es más complicado todavía, supongo que tendrás que darle alguna reliquia; no aceptara menos, por ayudar a una familia noble vecina o algún acuerdo beneficioso.
- Lo tendré en cuenta. – acepta a regañadientes.
- ¿Para Fin? – me pregunta.
- Su recompensa, serán 100 monedas de cobre y dejar de ser vigilado. – le pido.
- ¿y eso, por qué tan poco? – me pregunta.
- Él tiene que ganarse el derecho a ser de mi grupo, los demás no. – le contesto, aunque a decir verdad; no confío igual en todos.
- Entiendo, me parece justo. ¿y tú? – me pregunta.
- Creía que mi regalo eras tú. – le digo, haciéndola ruborizarse y reírse.
- Sí, pero tu mereces otro regalo. – me dice, sonriente.
- Vale, ¿tienes alguna espada familiar, que se herede o algo asi? – le pregunto y ella asiente.
- Sí, claro que la tengo; pero está en la otra villa, empuñada por mi ex marido... – me responde taciturna.
- De acuerdo, tras la tumba; me daras los hombres que poseas y recuperare la villa. – digo y ella asiente.
- ¿Por qué tanta prisa? – sonríe, pestañeando rápido.
- Porque quiero mi espada. – le contesto y ella rompe a carcajadas.
- ¿tanto, solo por una espada? – me pregunta.
- Créeme, las espadas son mucho más; que solo una espada. – le respondo, ella queda patidifusa y tras eso se marcha.
- Te espero, para desayunar. – dice, despidiéndose.
Me pongo mi equipo de siempre y voy a desayunar, armado hasta los dientes; el mayordomo y los guardias del salón, me miran con miedo y los demás me miran mal.
- ¿Qué haces vestido asi? – protesta Carl
- Qué asco… - murmura Norman.
- Oye, que seguimos aquí. – me avisa Apolo
- ¿nos vamos a alguna parte? – pregunta Spike.
- … - fin me observa, como si supiera mucho más de lo que dice.
- El señor de la villa, viste en ella como quiera. – les contesto, dejando perplejo a todos; boquiabierto a Norman, veo un vano intento de sonrisa en Fin o quizá es lo que pretende.
- ¿esa es tu sutil manera de decirlo? – ríe Annah
- Si, esa es. – sonrío, pronto todos me felicitan; todos menos Fin oscuro que no dice nada y Norman, que está muy serio.
- Tranquilo Norman, podrás seguir tratándome como plebeyo. – le digo, haciéndolo explotar.
- ¡Pues claro! Aunque te cases con una noble, seguirás siendo un saco de mierda para mí. – grita, dejando a todos muy serios; excepto a mí que sonrió.
- ¿ya? ¿te sientes mejor? – le pregunto con cierto retintín.
- Mucho, mejor. – recalca, jadeando; ha usado todas sus fuerzas en insultarme, por última vez.
- Bueno, ahora tenemos una misión. – les digo y todos escuchan atentamente, mientras desayunamos; me esfuerzo en aprender modales nobles, algunos me imitan y otros ni se fijan.
Una vez termino de contarles la misión.
- Puede hacerse. – dice Fin oscuro, haciendo desconfiar a todos los demás; a mi incluido.
- ¿Cómo piensas tomar una tumba noble? – me pregunta Carl y enseño mi espada.
- No todo es una espada. – contesta Norman.
- No, pero ayuda. – le respondo.
- Créeme su espada, ayuda y mucho. – apoya Carl
- ¿Cuántos hombres nos va a dar tu prometida? – pregunta Apolo.
- Ninguno. – le contesto.
- ¡¿Qué?! – grita Carl
- Yo se lo ofrecí, pero no los quiso. – Cuenta, Annah.
- ¿y eso a que se debe? – pregunta Carl.
- Necesito a cada hombre, para recuperar su villa después. – les cuento, sin dar muchos detalles.
- ¿y cómo piensas entrar ahí? – pregunta Apolo.
- Tengo un plan. – digo, sin contarlo.
- Explícate. – exige Norman.
- Entraremos esta noche, Fin ira el primero; tendrás la oportunidad de demostrarme que eres de fiar, a mí y a todos. – les cuento la primera parte del plan.
- A la orden, señor. – hace una torpe reverencia.
- ¿le vas a confiar esa responsabilidad? – pregunta Carl.
- Es el único que puede encargarse de vigías y trampas, sin ser visto. – le respondo y nadie me refuta.
- Lo hare, mientras me como una manzana. – farda Fin.
- Luego, entraremos los demás; yo al frente, Carl a mi lado y Norman a mi derecha. Seguidos de Spike y Apolo que cubrirán la retaguardia, ¿alguna duda? – les pregunto.
- ¡Joder! ¿Por qué yo en la retaguardia? Yo quiero ir al frente. – protesta Spike.
- Tu eres demasiado escandaloso luchando, iras detrás. – le replico y el asiente, con una sonrisa inocente; como si le estuviera diciendo algo bueno o digno de admirar.
Ninguno estuvo en desacuerdo, les di el día libre; para que recorrieran la villa e hicieran lo que quisieran por si alguno cae o muere esta noche. Por mi lado, quería ir a practicar; pero Annah insistió en querer mostrarme la villa, no pude rehusarme.
Con una guardia de 4 guardias, su mayordomo; Annah, Fin y yo…vimos primero la mansión, en esta habría unos 20 guardias más; 10 sirvientes con diversas tareas, incluyendo el jardín que era bastante bonito y luego fuimos a la villa. Esta era tan solo una calle, una calle rodeando una iglesia; en la que rezan a un tal cristianismo, yo respeto otras creencias, pero mis dioses son los del panteón celestial.
En el pueblo no vi más de 10 guardias.
- ¿Cuántos hombres tienes en total? – le pregunto a Annah
- 40 profesionales, otros 60 de leva; aproximadamente. – me informa ella.
- No está mal, 100 hombres de armas. – aprecio, haciéndola sonreír.
El mayordomo es el que nos hizo la visita guiada.
- He visto que el señor ponía mala cara en la iglesia, ¿en qué dioses cree usted? – me pregunta el anciano, viendo que es bastante avispado para su edad.
- Creo en los dioses celestiales. – digo, con sinceridad.
- ¿te gustaría que creáramos una capilla aquí de ellos? – me pregunta Annah.
- Me encantaría. – confieso.
- ¿alguno en especial? – pregunta el mayordomo.
- Yo creo en Dragonus, dios de la bondad y la justicia. – cuento, mientras el asiente y apunta lo que digo.
- En un par de meses o tres, tendremos la capilla. – contesta el.
- Bueno, señora; tengo que entrenar para estar a punto esta noche, si me permiten… - digo haciendo una, cortes reverencia.
- Puedes hacerlo en el patio, incluso si quieres; puedes usar los guardias que allí ahí apostados para practicar, si te parece. – me ofrece Annah.
La beso en los labios, causando un murmullo entre la plebe y su gente, me alejo; seguido por Fin y un guardia que se oculta…supongo para mi protección.
Voy al patio donde de echo en el patio de armas hay un buen sitio donde entrenar, veo allí a 8 guardias; primero entreno solo, armas marciales y artes de espada mientras ellos me miran.
Tras un par de horas entrenando, estoy sudado y jadeando; desenfundo mi espada y señalo a 4 de ellos, ellos se aproximan a mí.
- Os doblo el sueldo, si alguno consigue tocarme; un toque de mi espada, se considera un muerto. – digo y ellos se ríen socarronamente, está claro que sin mi espada no les he impresionado suficiente.
Se ponen los 4 rodeándome, solo me quedo con mi espada; ellos se ponen de acuerdo para atacar a la vez, giro rápido sobre mí mismo y desarmo a tres de cuatro…en un segundo movimiento apunto mi espada a su cuello con perfección milimétrica y él suelta su arma, ahora sí parecen realmente impresionados.
Clavo esta espada en la arena cerca mía, desenfundo la espada negra; señalo a otros dos, mientras aún estoy jadeando.
- Tú y tu, contra mí. – les señalo, ellos parecen asustados. – os duplico el sueldo si me ganáis, esta vez vamos a tres toques.
Ellos asienten envalentonados, se lanzan al ataque a la vez; bloqueo el primer ataque con la funda y el segundo con la espada, le pego una patada a uno en el pecho que lo hace retroceder. El otro intenta tocarme con diversos espadazos de un lado a otro, gracias a mi espada y la funda consigo bloquearlo; le pego un codazo que lo hace retroceder, mientras el otro me pilla desprevenido y me toca con su espada en la espalda.
Retrocedo y me pongo en guardia, ambos se han envalentonado con esto; cargan contra mí, los desvío y golpeo a uno de ellos con la rodilla, pero el otro se da la vuelta y me toca en la espalda.
- He tocado a uno dos veces y al otro una, pero ellos me han tocado una vez cada uno. – murmuro para mi, calculando la situación.
Uno carga desde la izquierda y el otro desde la derecha, bloqueo su primer golpe y elimino con un placaje al que ya llevaba dos golpes; me centro entonces en el otro pasando a defensa total y esquivando los golpes que se me escapan, consigo darle un toque con la espada y girando los dos a la vez nos ponemos la espada en el cuello.
Veo la cara confundida de los ocho, Fin aplaude mirando de reojo; en ese momento me giro y le pongo la espada a Spike en el cuello, que estaba a punto de agarrar mi espada mágica.
- Lo siento, lo siento; solo quería saber que se sienta al agarrarla. – declara, con las manos en alto.
Enfundo mi espada, agarro la otra espada y también la enfundo.
- Ya te dije, que no tocaras mi espada. – le respondo mirándolo con mala cara.
- Mil perdones. – dice, haciendo una reverencia.
Annah sale del palacio.
- Con o sin espada eres impresionante. – aplaude.
- Que va, me hace falta más práctica. – gruño, frustrado.
- ¿Cuánto tiempo llevas siendo espadachín? – me pregunta.
- Un mes más o menos. – digo, porque he perdido la cuenta.
- Relájate, eres bueno; ya pasara el tiempo y serás imparable, te lo digo. – responde, apreciando mi arte.
- Ahora deberías descansar y relajarte para esta noche. – Dice Norman. – yo me encargare de entrenar a los demás. – me comunica y asiento.
Me voy a acercar a Annah y esta retrocede.
- Báñate primero, mi amor. – responde, haciéndome reír.
- Sí, creo que es buena idea. – sonrío y me voy a mi cuarto.
De camino a mi cuarto, de repente la sala se escurece; las persianas se han cerrado repentinamente y aquí no hay guardias, Fin que venía conmigo para variar.
- Cuidado, aquí vienen; señor. – me avisa, sacando su espada oxidada.
Desenfundo mi espada especial y la sala ya no está oscura para mí.
De entre las cortinas, salen asesinos lanzando cuchillos; por doquier, tanto Fin como yo los desviamos todos. Una vez se nos acercan, comenzamos combate directo; mientras que otros se quedan a distancia aprovechando huecos para lanzar sus cuchillos, el los esquiva y yo los bloqueo con la funda.
- Señor, debemos acabar esto rápido. – avisa Fin, de que no aguantara mucho más y ya que el se fija lo cansado que estoy; que por la adrenalina no noto, asiento y gruño como gran oso dejando paralizado a todos momentáneamente.
Le corto el cuello al mío y al suyo, el rueda; agarra dos cuchillos y mata a los dos lanza cuchillos, pero del techo cae un juggernaut.
- Juggernaut. – dice, Fin; con miedo latente en su voz.
- ¿juggernaut? – pregunto, preparándome para encararlo.
- Ningún arma puede atravesar su armadura. – responde Fin.
- Comprobémoslo. – digo, cargando hacia delante.
Cargo hacia delante mientras juggernaut se ríe a carcajadas, intenta batear mi cabeza; con su maza de pinchos gigantesca, simplemente me agacho y este golpea la pared rajándola. Su risa se interrumpe de golpe, parece confundido; observo mi espada, esta manchada de sangre, pero no todo lo que esperaba y él se toca descubriendo que tiene sangre en la mano. Grita como loco, mientras golpea a todas partes; Fin retrocede sin embargo, yo paro su maza con mi espada.
- ¿preparado para morir? – le pregunto
- Te vas a arrepentir de hacerme sangrar. – dice como niño pequeño.
Se esfuerza en poder conmigo, pero mantengo el tipo…
- Fuego derrite su armadura, hielo congela su maza; tierra atrapa sus piernas, viento atraviesa su armadura. – grito, de mi espada sale humo; entonces todo se precipita, de un solo tirón.
El suelo atrapa sus piernas, a la vez que su maza es congelada junto con sus manos; la armadura empieza a arder, mientras se corta con el viento por dentro y él grita como loco.
Entonces Fin grita y me empuja, lo suficientemente rápido; para protegerme de una cadena armada, que ni había visto venir ni esperaba.
- ¿te parece bonito abusar asi de tu poder? – dice alguien entre las sombras.
- Es solo un asesino asqueroso. – le respondo.
- ¿si? ¿te parece bien que hable asi de tu hermano, asesino dorado? – le pregunta a Fin.
- Señor, ese no es mi hermano ya; ahora sirvo a este señor, ya ha visto que posee magia. – le responde Fin.
- Si, lo veo; libera a Juggernaut, por favor. – me pide educadamente.
Y lo hago.
- ¿y ahora qué? – le pregunto.
- Por esta vez me marchare, pero volveré; la próxima vez te matare, que lo sepas y no volveré solo. – me amenaza.
- Te estaré esperando. – le vacilo, sabiendo que él no habla en vano.
- Ten paciencia, hoy no morirás; pero morirás. – dice, mientras todo vuelve a su lugar; excepto los cadáveres y las paredes abolladas, Fin me coge cuando estaba a punto de caer.
- ¿está bien señor? 4 hechizos enlazados, eso es una puta locura. – escupe, llevándome a mi habitación.
- Tenía que joderlo bien jodido, para que no pudiera moverse. – suelto y el asiente.
- Siento no haber sido de más ayuda, si quieres me corto un dedo; como prueba de mi arrepentimiento. – me ofrece, desinteresadamente.
- Nada de eso, estoy vivo gracias a ti; no hubiera podido con todos yo solo, gracias. – agradezco
Entonces llegan los guardias con los demás y le contamos todo.