La espada 16. Visita a la villa

Tras mucho insistir la noble ha conseguido que nos pongamos en marcha hacia su villa, no me gusta tratar con gente poderosa siendo un mindundi; pero la vida a veces no te deja otro remedio, obligado por Carl vamos allí y con un invitado no deseado que puede traer todo tipo de problemas inesperados.

La espada

Capítulo 16. Visita a la villa

A la mañana siguiente, despierto dolorido y cansado; pero ya me siento una persona, cuando salgo desenfundo por instinto y al girarme rápidamente pongo el filo de mi espada en el cuello de Fin.

Este, alza las manos y sonríe.

-      Sí que sois rápido, juraría no haber hecho movimiento o ruido alguno. – suelta, apaciblemente.

-      En el futuro no hagas eso o podría írseme la mano. – le aviso y el asiente.

-      No lo dudo. – aprecia, tocando su cuello.

Al bajar, nuestra mesa tiene echo un cerco y dentro de la mesa; donde se sienta Fin, no se sienta nadie.

Todos nos damos los buenos días y a Fin lo ignoran como si no estuviera.

Al llegar Carl con una sonrisa la pierde al ver a Fin.

-      De que me suena este muchacho. – me pregunta.

-      De que intente mataros. – confiesa este, dejando a Carl perplejo.

-      ¿eh? – pregunta, mirándome.

-      Es el asesino que intento matarnos, lo vencí y ahora quiere seguirme. – le cuento, en resumidas cuentas.

-      ¡¿estás loco?! ¿Cómo vas a confiar en un asesino dorado? – me pregunta.

-      Sí, pero no voy a confiar en él; a la primera cosa rara está muerto y él lo sabe. – admito.

-      No abra cosas raras. – suelta, ganándose una mirada de desconfianza de todos.

-      ¿preferís que diga lo contrario? – ríe divertido, pero tampoco asi consigue una respuesta.

-      Tenemos que hablar, a solas. – me pide Carl.

-      Si, quédate aquí; no hagas nada, solo come y bebe. – le ordeno.

-      A la orden. – susurra, riéndose.

Me voy con Carl aparte, veo en la cara de los demás que quieren seguirme; pero no lo hacen, ya que hemos pedido intimidad.

-      ¿recuerdas la noble que nos llamó? – me pregunta Carl.

-      Si, en efecto.

-      Tiene una misión interesante, pero para darme la información ha exigido que vayas tú.

-      ¿para qué? – le pregunto, molesto.

-      Creo que quiere proponerte algo. – se encoge de hombros.

-      Está bien, iremos. – resoplo molesto. – pero antes tengo que pasar por el orfebre y el modista. – digo, este asiente.

-      ¿y te parece buena idea llevar a un temible asesino a su casa? – me pregunta Carl. – que además me quiere muerto y a ti, por lo que me cuentas. – añade al final.

-      No, pero lo llevaremos; si se desbanda, le cortare el cuello allí mismo. – sentencio, dejando a Carl perplejo.

-      Espero que tu confianza no sea infundada muchacho y que llegado el momento puedas hacerlo, porque llegara. – asegura Carl.

-      Seguramente y lo hare. – suspiro, resoplando; por todos los problemas que se me vienen encima, pero no me queda otra.

-      ¿a cuántos días de camino está? – le pregunto.

-      A un par de días a caballo. – contesta este.

-      Pues abra que pagar unos caballos.

Carl asiente, volvemos a la mesa; este se sienta a mi lado, bien lejos del asesino.

Todos le cuenta a Carl lo que le paso a mi espada, también le cuento la batalla con los asesinos; lo veo reflexionando, pero al ver a Fin decide callarse y simplemente escuchar.

Sé que hablaremos más tarde.

Mientras todos se equipan, el asesino es mi sombra.

-      ¿no tienes dinero para equiparte? – le pregunto.

-      No, el dorado; me quito todo, menos la ropa.

-      Entiendo, acompáñame; te comprare un equipo básico, que se parezca a tu forma de lucha. – le comunico, con cara de fastidio.

-      Gracias, señor. – me agradece, pero no parece estar agradecido.

Primero voy al de la tienda de ropa, que al verme sonríe.

-      Aquí tienes tu encargo.

Me muestra lo que pedí, ha quedado bastante impresionante; entro en el probador y me lo pongo, sin quitar la vista de mi espada, hago algunos movimientos y justo como pensaba. Pesa algo, pero no me limita movimiento alguno; parara proyectiles y debilitara todo tipo de golpes, no evitara que me hieran pero sí que sea de gravedad.

-      ¿Cuándo necesites algo más te acordaras de mí? – me pregunta cómo casi una súplica.

-      Necesito 4 prendas para ir a ver una familia noble, aquí están las tallas y a este puedes medirlo tú mismo.

-      ¿es necesario señor? – me pregunta Fin

-      Muy necesario. – digo, el ensombrece su rostro; pero lo permite.

-      Asi que va a codearse con gente de calidad. – comenta el de la tienda de ropa.

-      Sí, eso parece. – respondo, disgustado.

-      Deberías llevarle algún regalo, quedaras bien. – me recomienda.

-      Entiendo, gracias. – agradezco.

-      Puedo conseguirte un buen regalo, a un buen precio. – me avisa Fin.

-      ¿puedo confiar en ti? – le pregunto

-      Claro, señor; solo quiero que quedes bien. – responde este.

-      ¿Cuánto necesitas? – le interrogo.

-      1 moneda de plata, será suficiente.

-      Aquí tienes, nos vemos en el gremio en 1 hora. – le aviso.

-      Allí estaré.

-      Jum – gruño con desconfianza, cuando se va.

El tendero me cobra 4 de plata por la ropa encargada.

Tras eso voy al armero.

-      ¿ha llegado alguna espada especial? – le pregunto al entrar.

-      No señor, pero justo acabo de rellenar el barril. – ríe acariciando sus manos con avaricia.

-      Está bien, probare el barril. – acepto, ganándome una mirada de reproche de su parte.

-      Rata – tose.

Le pago los 5 de cobre

Cojo una espada al azar, la espada es vieja y esta oxidada; pero aún se mantiene intacta, me parece perfecta para él.

-      Mala suerte, otra vez será; ¿quieres probar otra vez? – me pregunta el tendero.

-      No, asi está bien; me parece perfecta. – aprecio, la espada.

-      Sera rata… - murmura.

Poco después voy al mercado, donde regateo; por algunos caramelos, consigo una bolsa de 6 a 12 de cobre.

Por último, me acerco al orfebre; el tipo al entrar, me mira sorprendido.

-      Como puede ser que suenes como armadura, llevando ropa puesta. – me pregunta con curiosidad.

-      Es ropa armada. – le comunico.

-      ¿ropa armada? – responde con interés.

Le explico mi idea.

-      Eres un auténtico genio. – responde.

-      ¿Qué podríamos hacer con esto? – digo y le enseño, lo que conseguí en la misión anterior.

-      Deberías aprender a ser peletero, casi es un crimen como todo esto ha sido sacado. – me protesta, realmente dolorido al verlo.

-      Me disculpo por ello, lo hare en un futuro. – digo, excusándome; aunque no tengo excusa.

-      Piel de lobo; piel de oso… ¿esto qué es? – me pregunta por la piel de oso mutado.

-      Un oso diferente. – digo sin explicarle mucho.

-      Podría hacerte una capa invernal con la piel de lobo, ropa invernal con la piel del oso y una armadura; con la otra. – me responde.

-      Vale, pero la armadura; ¿podría parecerse a este diseño? – le pregunto.

-      Si, como quieras. – me contesta.

-      ¿y con las garras, colmillos? – le pregunto.

-      Con las garras y colmillos de lobo, te puedo hacer dagas de hueso; con las garras y colmillos de oso; te puedo hacer una espada corta y con las del gran oso…puedo hacerte una como esa si quieres. – me señala mi espada.

-      ¿y con esto, que podrías hacer? – le pregunto, enseñándole los cristales.

-      Vaya, cristales elementales…puedo engarzarte las armas y la armadura, pero los gastare todos. – dice.

-      Entendido, ¿Cuánto por todo? – le pregunto.

-      4 de cobre por lo primero, 10 de cobre por las dagas; 3 por la espada corta, 4 por la espada y por engarzarte el equipo: 4 de plata. Asi que serán: 21 de cobre y 4 de plata. – me dice.

-      Aquí tienes. – respondo, pagándole.

-      Vuelve en tres días. – responde y asiento.

-      Volveré en ese plazo, gracias; hasta pronto. – contesto y me despido.

-      Hasta pronto. – dice, marchándose a trabajar con todo lo que le he dado.

Por ultimo vuelvo al gremio y todo el mundo se queda asombrado de mis pintas.

-      Vaya, ¿y esa ropa? – pregunta Carl.

-      Es mi nueva indumentaria y armadura, ¿te gusta? – le pregunto, dándome una vuelta.

-      Es peculiar, como tú. – me describe en una frase.

-      ¿y tú sombra? – pregunta Norman, mirando para todos lados.

-      Lo envíe a un encargo. – respondo con naturalidad.

-      ¿estás loco? – me pregunta Carl.

-      Eso me dice todo el mundo. – le respondo.

-      Debes entenderlo. – responde Apolo

-      Si, lo entiendo; pero no lleva armas, no es peligroso.

-      Un asesino dorado, podría matarte con esta taza. – dice Spike.

-      Y sin taza. – dice Fin, entrando ahora. – Aquí tienes lo que me pediste.

Me enseña un colgante con una piedra brillante y traslucida, bastante hermosa; me parece una joya bastante imponente, para valer 1 de plata.

-      ¿no abras echo nada ilegal? – le pregunto.

-      Nada ilegal, simplemente la compre. – dice

Todos la observamos y Norman, el mayor entendido del grupo nos dice.

-      Esta joya al menos vale 10 de oro. – dice, entregándomela; mirando con desprecio a Fin.

-      La compre, lo juro. – vuelve a insistir él.

-      Sí, me entero que es mentira…

-      Lo sé, lo sé; me mataras. – repite sin dudar y sin preocuparse, lo que me preocupa.

-      Rellenemos las provisiones, consigamos los caballos y nos marchamos.

-      Yo conseguiré los caballos, tu consigue para todos: 3 raciones de viaje y 3 odres de agua.

Hablando con Curny: 1 de plata me salen los odres, 5 de cobre las raciones de viaje y 1 de cobre llenar los odres; somos 6, asi que el precio final es…18 de plata, 108 cobre.

Pagamos cada uno lo suyo, excepto yo que pago lo de Fin y lo mío.

6 de plata, 36 cobre.

Los caballos nos cuestan 1 de plata a cada uno y yo pago 2 por razones obvias.

Asi es como salimos todos a caballo de pueblo Besolla. Carl guía la marcha, seguido de Norman y Spike; luego voy yo, con mi sombra y por ultimo Apolo cerrando la marcha.

No hay conversación ni tampoco problemas, vamos mucho más lejos que nunca; a ritmo de caballo, por la noche cuando estamos acampando ya casi no se ve Besolla.

Ahora llega la peor parte del viaje, nadie tiene excesivo miedo del asesino de día; pero de noche obviamente es otra historia, proponen que él no haga guardia y los entiendo.

Somos 6, pero 5 para las guardias; por lo que nos repartimos 1 hora y media cada uno, mañana despertaremos media hora antes del amanecer y asi llegaremos anocheciendo o al menos ese es el plan.

Carl a enviado a Spike y Norman a por leña, Apolo está intentando cazar; por mi lado me quedado montando el campamento con Carl y Fin, está vigilando.

-      ¿crees que los asesinos volverán? – pregunta Carl.

-      Volverán – dice Fin, sin dudar; Carl lo mira con mala cara. – alguien ha pagado mucho dinero. – explica.

-      ¿Quién? – pregunta Carl.

-      No puedo decirlo – suelta Fin, lo que yo ya sabía.

-      Es inútil, no va a decirlo. – lo excuso.

-      ¿y qué hacemos viajando con él? – lo señala, molesto.

-      Porque protegeré a mi señor. – dice, haciendo una reverencia.

-      ¿asi que su señor? – pregunta Carl, sin creer una sola palabra.

-      Eso es. – asiente, este, sin duda.

-      Ordénale que te lo diga. – dice inteligente Carl.

-      Es inútil – niego, con la cabeza.

-      No puedo romper un juramento anterior, por uno posterior. – Explica Fin.

-      Ignoraba que los ladrones y asesinos, tuvieran honor. – deja caer lo que piensa Carl.

-      Yo sí. – replica este.

-      ¿Cómo vamos a dormir, estando este aquí? – pregunta Carl.

-      Mira lo que me ha dado, esto no es ni un arma. – enseña su vieja espada oxidada.

-      Ya te ha dado más de lo que yo te daría, asi que no te quejes. – protesta Carl.

Luego cenando, está la misma diferencia de antes; la sombra a mi derecha, yo a un lado y todo el mundo a mi izquierda apelotonados…nadie a su lado.

-      Me pido la primera guardia – digo.

-      Entonces, yo estaré contigo. – se ofrece sombra.

-      No, ni hablar. – niega Carl y todos los demás, aunque no lo dicen; están de acuerdo.

-      Tú, la última. – negocia Norman.

-      Está bien. – acepto, viendo que no me queda otra.

-      Yo la primera. – se ofrece Spike

-      Segunda – suelta Apolo.

-      Tercera – añade Norman

-      Penúltima – dice Carl.

-      Está bien, ya nos organizamos; Carl, ¿Qué puede querer una noble de mí? – le pregunto seriamente.

-      Nada malo, la salvaste. – sonríe misteriosamente.

-      Nunca conocí una noble, no me fio de ella. – suelto, el amplía su sonrisa.

-      Chico, no hay quien te entienda; no te fías de una mujer de una familia más que respetable y te fías del peor bribón que conozco. – dice sin señalar a Fin.

-      Bueno…el bribón no es tan importante como para hacer que me cuelguen porque sí. – me explico.

-      Buen punto. – aprecia Norman.

-      Tú no te libras tampoco. – digo y este se ríe.

-      Tranquilo, antes de que te cuelguen; te mataría con mi manejo superior y te arrancaría esa hermosa espada, de tus sucias manos. – me replica, haciéndonos reír a todos.

-      Me gustaría ver como lo intentas. – lo tiento.

-      Algún día. – suelta, haciéndome sonreír.

Tras eso todo se sucedió como dijimos, salvo que el único que pego ojo esta noche fue Fin; todos los demás tuvimos los ojos abiertos, toda la noche.

Al día siguiente, todos nos levantamos muertos de sueño.

-      Ahhh, que bien he dormido. – bosteza Fin

Todos lo miran malamente, mientras los demás cocinan; practico artes marciales y con mi espada negra, soltando a mi lado la otra, pero sin perderla de vista. En un momento dado, Spike intenta tocarla y le apunto al cuello.

-      Tío, no es para ponerse asi; solo quiero tocarla. – se excusa este.

-      Mi espada, solo la; toco yo. – le digo entre jadeos y el asiente.

-      Joder, que territorial eres. – protesta, alejándose de mi arma.

Tras esa pequeña escena, observada por todos; enfundo mi arma y me siento a desayunar con los demás.

Mientras desayunamos…

-      Bueno, otro día a caballo y llegaremos por la noche. – dice Carl.

-      ¿sera un problema ir con tanta gente? – le pregunto.

-      No, le avise por carta y los carteros; con caballos de refresco, siempre llegaran antes. – responde Carl.

-      Eres bastante eficiente. – admira Norman.

-      Carl no es noble, pero tiene un nivel superior. – respondo y Spike asiente.

-      Eres un buen tipo Carl, no entiendo porque me dijeron que no trabajara contigo; eres mucho mejor que gran armadura. – lo compara y una sombra le ensombrece el gesto.

-      Vamos, Carl; que se nos hace de noche. – apresura Apolo.

Fin simplemente observa en silencio.

-      Vamos – ordeno y todos nos siguen.

Volvemos a la misma formación, salvo que esta vez; Apolo va delante, Norman y Spike detrás.

Cuando está anocheciendo, llegamos a un pequeño pueblo; con una gran casa al final, en la puerta 7 hombres uniformados como guardias y uno de ellos con medallas nos recibe.

-      Bienvenido a la villa Hearling, donde no se permiten armas; si dieran a bien darme sus armas, os escoltaremos hasta la casa. – nos habla el que tiene medallas.

-      De acuerdo, aquí tienes las mías. – dice Carl, que entrega todas menos el garfio.

-      Toma la mía, no es muy buena; pero es la que tengo. – le cuenta Spike, como si al guardia le interesara.

-      Soy Norman Wesley, de la casa Wesley; lo siento, pero no me desarmare. – se niega Norman, al mirar a Fin.

-      Aquí tiene mi arma. – Dice, Fin; al mirarme y ver que asiento.

-      Cuide mi arma. – pide Apolo.

-      Daré todas mis armas, excepto esta. – comunico.

-      ¿puedo saber el motivo? – pide el caballero de medallas.

-      Mucha gente va detrás de ella. – confieso, el pestañea.

-      Me temo que, quitando al noble; que si algo pasa su familia tendrá que compensarnos los daños, no podre dejarle pasar sino se desarma.

-      Hemos venido por orden de tu señora, para que él la vea; si no lo dejas pasar, no creo que vuelva. – responde Carl, al ver que me molesto.

-      Un momento, por favor; ve y díselo a la señora. – le pide a un soldado.

Este sale corriendo y vuelve a los minutos.

-      Está bien, la señora lo acepta; síganme por favor. – dice, poniéndose en marcha.

Primero nos lleva a un establo, donde dejamos a los caballos; segundo, nos escolta a unos aposentos.

-      Por favor, vístanse; dense un baño, acicálense y en una hora vendremos a recogerlos. – nos pide.

-      Vigila a este. – le pido.

-      Sí, señor. – dice, poniéndole una “escolta” a Fin.

-      Señor, no es necesario. – expresa Fin.

-      Yo lo considero bueno. – rebato con él.

-      Está bien, como quiera. – suspira él.

Atranco puertas y ventanas, para empezar a asearme; oculto mi armadura, ya que no podre llevarla y no me gustaría se la llevaran.