La espada 13. Sueños extraños

Brad se despierta en un sueño, quizá otro mundo; puede que tan solo un mero recuerdo de la espada, pero es lo que lo hace tomar una decisión. Al día siguiente se despierta con ganas de comerse el mundo, pero antes de ello; debe hacer ciertas cosas, que no pueden esperar y poco a poco recibe aliados.

La espada

Capítulo 13. Sueños extraños

Despierto sobre una montaña de cadáveres, grito asustado; cuando frente a mi veo a un tipo luchando contra más de veinte enemigos el solo y se mueve como cuando yo, llevo la espada. Su pelo es plateado, lleva una armadura de plata ligera; solo lleva esta espada, pero está venciendo a unidades pesadas enemigas cortándolas como mantequilla.

Cuando me levanto el tiempo se detiene y este me mira, se arrodilla y me tiene la espada; agarro la espada, todo cambia a nuestro alrededor y veo mi campo con mi padre trabajando mirando el horizonte.

-      ¿Esto qué es? – le pregunto.

-      La espada te ha sido otorgada por algún motivo, tu no eliges a la espada; ella te elige a ti, yo soy Celes tu predecesor. – se presenta.

-      ¿Tú eres Celes, el hijo la espada? – pregunto sorprendido.

-      No, bueno sí; fue un título que me dio la gente, porque en batalla solo usaba esta espada. – me cuenta.

-      ¿Y por qué la recibiste tú? – le pregunto.

-      Mi país Nauraría, se encontró entre los dos grandes imperios; entonces en la guerra de los tres países, los dos imperios chocaban en nuestras tierras y nos atacaban de paso a nosotros…la pedí para proteger a mi familia, mis tierras; mi reino, asi fue que la recibí. – me resume su historia.

-      ¿y lo conseguiste? – le interrogo.

-      Mate muchos enemigos… - dice, pero se quiebra su voz.

-      ¿fallaste? – insisto.

-      No falle, pero solo eres 1 solo hombre; pude salvar a mi familia, pero mi país fue conquistado. – suelta triste.

-      Vaya…es por eso que no recuerdo haber oído ese nombre. – me excuso, pensativo.

-      ¿tu moriste, en combate? – le pregunto, él sonríe.

-      La espada no te hace inmortal, solo el mejor guerrero del mundo; pero tuve la mala pata de enfrentarme al verdadero mejor guerrero del mundo, tú lo conoces. – argumenta sorprendiéndome.

-      ¿de la rose? – pregunto, el asiente.

-      ¿él te mato?

-      No lo culpes, era una guerra; un héroe contra otro, a cambio de la vida de una familia y conseguí salvarles. – se excusa, más que convenciéndose asi mismo que a mí.

-      ¿Sabes que él te admira?

-      ¿si? supongo que un héroe crea otros. – habla, diciendo más de lo que puedo entender.

-      ¿a qué has venido?

-      He venido a decirte que no te sientas mal por depender de la espada, todos lo hacemos; pero a recomendarte que sigas dando clases, es la mejor idea que ninguno antes tuvo y por si pierdes la espada como yo en un descuido…puede salvarte la vida. – argumenta, como queriéndome decir algo.

-      ¿Te descuidaste y te quito la espada? ¿por eso perdiste?

El solo sonríe mientras se desvanece, luego se desvanece todo a nuestro alrededor; mientras le echo un vistazo a mi casa, a mis padres y todo empieza a girar alrededor.

Me levanto aferrado a la espada, sudando; con la respiración agitada, antes de bajar me doy otro baño y bajo a desayunar.

Todos me miran diferente, las historias sobre mi circulan; Spike, Carl y su amigo se sientan a mi mesa.

-      Buenos días, bella durmiente; ¿ya despertaste? – bromea Spike.

-      ¿Qué tal estas, ya te recuperaste? – le saludo.

-      Recuperado y listo – alza el puño sin perder su ánimo normal.

-      Spike estos son Carl y… - digo, pensando si me dijo su nombre.

-      Perdona, no te dije mi nombre; soy un poco reservado, he perdido tu sabes a muchos compañeros…soy Apolo, encantado. – nos ofrece las manos a ambos.

-      Encantado Apolo – responde eufórico Spike

-      No importa, lo comprendo. – suelto, mientras estrecho su mano.

-      ¿Qué tal fue la misión? – nos pregunta Carl, preocupado.

-      Tres muertos y un desaparecido. – sopeso, triste.

-      Si tú no hubieras venido, quizás no hubiéramos vuelto ninguno. – argumenta Spike, haciéndome sonreír.

-      Es un héroe en potencia. – apoya Carl.

-      ¿Y hoy que planeas? – pregunta Apolo.

-      ¿Eso, cuál es tu plan? – se suma Spike.

-      ¿algo que hacer? – le pregunto a Carl.

-      Nada que merezca la pena. – responde este.

-      Ya veo…entonces. – empiezo a decir, hasta que alguien nos interrumpe.

-      Saludos, soy Ricky; ¿me recuerdas? – me pregunta riéndose.

-      Si, como podría olvidarte. – digo con ironía.

-      He oído que hoy no tienes nada que hacer y… - empieza a decir.

-      Propónmelo mañana. – le interrumpo.

-      ¿y eso? – me pregunta.

-      Hoy voy a estar ocupado. - añado

-      Entiendo, entonces vuelvo mañana; si nadie ha cogido la misión antes. – me reprocha, para que me sienta culpable.

-      ¿Entonces cuál es el plan? – insiste Spike.

-      Hoy voy a entrenar. – comento, para que entienda.

-      Entonces yo haré lo mismo – añade Spike.

-      Yo también – se suma Apolo

-      Entrenen, yo buscare información – explica Carl.

Y asi Spike, Apolo y yo; salimos del gremio, para dirigirnos a la escuela superior de combate.

En la entrada cada uno elige su entrenamiento, pago tres horas con de la rose; tres horas con el calvo de color y, pregunto que más modalidades tienen.

-      Una por cada arma – contesta el anciano de la puerta.

-      ¿no tenéis estilos de combate dispares? – le pregunto.

-      No, esto solo es un pueblo; si quieres algo asi, tendrás que ir a una ciudad grande o capital importante. – contesta el anciano.

-      De acuerdo, entonces está bien con esto. – digo, antes de empezar el entrenamiento.

Con el anciano calvo, ya voy viendo algunos progresos; él está contento con los resultados, se le nota en la cara.

-      ¿Cómo voy? – le pregunto, tras las tres horas con él.

-      Bien, pronto conseguirás tener un nivel básico de lucha; eres persistente, tienes vista de combate y buenos reflejos. – admite, entre dientes.

Luego, voy con de la rose; con este consigo que no me desarme al primer golpe, a veces aguanto dos o tres golpes e incluso una o dos veces aguante cuatro golpes.

-      Bien, vas mejorando. – me dice este.

-      Gracias, maestro ¿le puedo hacer una pregunta? – le pregunto.

-      Claro, desenfunda. – dice.

-      ¿le suena esta espada? – digo, desenfundándola para que la vea.

-      A ver, ¿déjame ver? – me pide, pero no la suelto.

-      No, no me suena de nada; ¿es un arma famosa o algo? – me pregunta.

-      Como sospechaba, Celes; se enfrentó a él, sin la espada. – pienso para mí. – no sé, pensé que la conocería; algunos dijeron que les sonaba de algo. – rememoro, algo que mucha gente me dijo.

-      Es una buena espada, pero nada del otro mundo. – dice, observándola.

-      Ya veo…gracias maestro. – le hago una reverencia, cuando voy a retirarme.

-      Aún sigo esperando que hagas el curso intensivo, déjame enseñarte; una buena espada, requiere de un buen espadachín. – me intenta convencer.

-      Lo tomare en cuenta, señor; cuando pueda, lo hare. – le agradezco a mi manera y salgo.

Al ver al viejo limpiando la entrada le pregunto.

-      ¿ha visto a los dos chicos que venían conmigo?

-      Si, uno salió a la hora; otro a las dos horas, te esperaron una hora más pero cuando te vieron cambiar de sala entendieron que iba para largo y te dejaron un recado. – recuerda el tipo.

-      ¿Qué recado? – le insisto.

-      Que te esperaban en el gremio o algo asi dijeron. – intenta recordar.

-      Ya veo, gracias por sus molestias. – le regalo una moneda de cobre y me marcho.

Antes de ir al gremio, voy al herrero.

-      Buenas, señor; ¿se acuerda de mí? – le pregunto.

-      Como para olvidarte, la de trabajo difícil que me has dado. – se queja.

-      ¿Y bien? – le pregunto.

-      Aquí tienes esta obra de arte, será mejor que no la pierdas o te maten llevándola puesta. – me recomienda.

Miro la armadura especial de mallas que me ha fabricado, pesa el doble de la ropa normal; pero no limita el movimiento, me gusta.

-      Muchas gracias por tu trabajo, volveré. – digo llevándome mi equipo nuevo.

-      Eso espero, que chico tan raro; ni se lo pone. – protesta el herrero volviendo a su tarea.

Llego a la tienda de ropa.

-      Saludos, ¿me recuerdas?

-      Como para olvidarte. – se queja. – aquí tienes el dibujo, cuando me traigas las mallas; te lo monto. – me comunica.

-      Vale, me gustaría cambiaras esto y esto; además la ropa la quiero asi, de este otro color. – le corrijo, puedo ver su vena marcada en su frente.

-      ¿insinúas que mi boceto está mal? – me pregunta enfadándose.

-      Ni por asomo, se nota que eres un genio; pero le he añadido esos cambios porque son más de mi estilo personal, además asi la ropa exterior se podrá reemplazar cuando se dañe mucho más fácil. – digo, ganándomelo; para que cumpla su trabajo.

-      Entiendo, hare los apaños que dijiste; solo por complacerte y por facilitarme mi futuro trabajo, que asumo que tendré. – dice, para saber si lo va a tener.

-      Claro, eres mi diseñador personal. – le comento, para terminar de ganármelo.

-      Vuelve en dos o tres días, muchacho. – deja caer muy contento.

-      Entendido, hasta dentro de un par de días. – me despido.

Por ultimo voy a la tienda de espadas.

-      Hola, ¿alguna novedad? – le pregunto.

-      No, pero si quieres mirar o probar suerte en tu querido barril – insinúa.

-      No, gracias; la suerte solo acude una vez, volveré a pasarme por si tienes alguna novedad.

-      Gracias, te esperare. – dice el vendedor. – será rata… - protesta, porque no caigo en los burdos trucos del barril.

Después de eso voy al mercado de aventurero, enseño el pie de pies grandes a varios vendedores; la mayoría ofrece entre 1 de plata y 2 de plata, intento regatear hasta llegar a 3 de plata. Finalmente consigo llegar a 2 de plata, 5 de cobre y un par de caramelos curativos.

Llego al gremio para cenar, allí están Carl; Spike y Apolo, todos parecen conversar a gusto.

-      Aquí viene el señor fatiga del entrenamiento – ríe divertido Carl.

-      Seguro has estado entrenando hasta ahora. – apoya Apolo.

-      ¿Qué entrenaste? – me pregunta Spike.

-      Espada con de la rose, artes marciales con el viejo de color. – digo en voz alta. – como se llamará el viejo… - me pregunto en voz alta.

-      Asi que sigues entrenando – se mofa Norman, que se acercó a nuestra mesa; sin que se percatara.

-      Hola, Norman. – saludo, sin disgustarme.

-      Hola Brad, por mucho que entrenes no me ganaras. – dice, sentándose.

-      Tambien he estado comprando y negociando por los pies de pies grandes. – digo a los demás.

-      Ropa nueva no, por lo que veo. – se mofa este.

-      ¿Cuánto les sacaste? – pregunta, Carl.

-      2 de plata, 5 de cobre y 2 caramelos. – confieso.

-      Vaya, eres buen negociante; casi mejor que yo. – suelta Carl.

-      ¿y tú, cuanto le sacaste? – le pregunto.

-      3 de plata. – confiesa el, haciéndome sonreír.

-      ¿Y qué compraste? – pregunta Spike.

-      Estoy ultimando mi armadura. – le contesto escuetamente.

-      ¿Qué has pedido, que tardan tanto? – pregunta Apolo.

-      Algo especial. – sonrío y le veo la curiosidad en las caras, excepto a Norman; que o no lo importa o simplemente piensa, que estoy hablando por hablar.

-      ¿Encontraste algo interesante? – le pregunto a Carl.

-      No, pero algo me dice; que se está cociendo algo y que pronto, algo valdrá la pena. – suelta este encendiendo su pipa de fumar.

-      Spike, hoy vamos a divertirnos; que mañana saldremos de misión. – le comunico.

-      Recibido, diversión a media asta. – ríe divertido.

-      ¿a qué misión vais a ir? – pregunta Norman

-      ¿vas a ir con Ricki? – me pregunta Carl

-      Si, se lo prometí. – recuerdo.

-      Ricki da buenas misiones, son misiones estrafalarias que a nadie más interesan; pero siempre pensé que oculta algo, ten cuidado. – me recomienda.

-      Lo tendremos, esta vez voy contigo. – se une Apolo.

-      Yo también iré – suelta Norman, sorprendiéndonos a todos.

-      ¿Vas a ir con la morralla? – le pregunto sorprendido.

-      Pues claro, alguien tiene que cuidarte el culo; para que no mueras, labrador heroico. – suelta, haciéndome sonreír.

Carl también sonrío, al darse cuenta; que poco a poco, se iba formando un grupo bueno con más diversidad cultural que racial…pero lo importante, es que todos parecen buenos chicos; con grandes corazones, que entre todos quizás podamos llegar lejos.