La espada 12. Regresando al gremio

El portador de la espada se pregunta si es el o es la espada la que lo hace todo. Es lógico, la que hace los milagros es ella; el solo pone su intención y su corazón, intentando ayudar a cumplir las misiones con las menos víctimas posibles. Así él se pregunta si debe seguir el camino que escogió.

La espada

Capítulo 12. Regresando al gremio

Arrastrando al monstruo atado a cuerdas vamos a toda velocidad contra reloj, los más fuertes y sanos en los flancos; los heridos que pueden ayudar dentro del grupo, se está haciendo de noche y estamos cerca de la madriguera de esas cosas. Jalamos y jalamos, todos estamos en silencio; dos muertos, un desaparecido y el resto heridos de diversas consideraciones.

Stifen y Norman tan solo están magullados, por mi parte tengo un solo cardenal; además recupere mi espada, si la hubiera perdido estaba acabado y tendría que volver a casa humillado. Los ánimos no están para conversar, además todo nuestro esfuerzo se lo dedicamos a jalar; a lo lejos se ve la ciudad, pero es obvio que no llegaremos a tiempo al menos no con el esfuerzo extra.

Dejo de jalar jadeante, todos me miran mientras siguen.

-      ¿Se puede saber qué coño haces? – pregunta Norman, con su cortesía típica.

-      Estoy harto de huir, además necesitamos una distracción; sino no llegaremos a tiempo, llevad a todos a salvo. Yo me ocupo. – digo desenfundando mi espada.

-      ¿Planeas enfrentarte a ellos tu solo? – pregunta Stifen.

-      Este tipo está loco. – aprecia Norman.

-      ¿Y qué problema hay? Ya me pagaste, llévalos a salvo. – le pregunto, Stifen asiente.

-      ¿Tienes un plan? – me pregunta Spike.

-      Lo tengo, seguid adelante. – les pido.

-      ¿necesitas ayuda? – me insiste.

-      Ninguna, ayudalos a llegar a salvo. – digo, marchándome a la entrada de la cueva.

En esta veo cientos de ojos esperando que la luz desaparezca, para salir; en sus ojos detecto la rabia que sienten al verme frente a su cueva, entonces recuerdo las palabras de Carl.

Cuando me metió en el pasillo y dijo: “aquí no podrán usar su número”.

Como tal cargo espada en mano, ellos disparan con puntería mejorable; se ve que la luz del día les perjudica, otra cosa que usar a mi favor. Una vez entro en la cueva, cortando la cabeza a un par de ellos; empiezan a luchar conmigo, entonces uso la ventaja:

-      ¡Luciérnaga brilla! – le pido y la espada brilla tan cegadoramente que hasta yo tengo problemas para ver.

Ataco a cada sombra, ellos gritan de dolor; aun asi intentan defenderse, pero perecen en el intento.

Cinco minutos después, desaparecen en el interior de la cueva; aprovechando que me han dejado solo, corto la entrada de la cueva por todas partes hasta conseguir que se derrumbe.

-      Supongo, que con esto será suficiente; gracias Luciérnaga. – beso su mango.

La espada brilla menos, asi es como cuando el grupo está por entrar en la ciudad; les doy alcance, exhausto y jadeante.

-      Estas vivo. – aprecia Norman.

-      ¿Qué hiciste? – pregunta Spike.

Stifen solo me mira sorprendido.

-      Derrumbe la puerta de su cueva.

Los guardias de la entrada me miran sorprendidos.

-      Otra misión que consigues hacer y pareces estar bien.

-      Sí, pero esta vez; si fue dura. – aprecio.

-      Podría ser peor. – suelta Stifen.

El gremio se encarga de transportar a la criatura, aunque se quejan de que está muerta; también se llevan a los heridos, y le pagan a Stifen.

Según veo, este les paga según méritos; todos están decepcionados, se lo veo en su cara y sienten que se jugaron el cuello por nada.

-      No vuelvas a contar conmigo. – le dice Norman

-      Ni conmigo. – suelta Spike.

Los demás lo miran mal y no tienen el valor de decir nada.

-      Al final tú fuiste el único que merecía el precio. – argumenta.

-      Tu realmente eres un avaro y un estafador. – comento y él se ríe.

-      Estaría contento de trabajar contigo de nuevo. – dice para ver que respondo.

-      quizá en alguna ocasión, pero a mí y los que vengan conmigo; se nos paga antes, ya lo sabes. – le aviso, para que luego no haya sorpresas.

-      Entendido, me gustas chico; trabajas bien y tienes madera. – responde, marchándose.

Voy al gremio, donde Curny me recibe.

-      Vaya, estas… - empieza a decirme.

-      ¿vivo? – pregunto, pero ella termina su frase igual.

-      Destrozado. – sentencia.

-      ¿puedo coger la cena, darme un baño y dormir? – le pregunto.

-      Si espera, Stifen también me ha propuesto que asciendas; ¿te gustaría ascender? – me pregunta.

-      No, déjalo estar. – sonrío, no me parece importante ascender rápido; prefiero ayudar a los de abajo a sobrevivir, un tiempo.

-      Entiendo, entonces entra al baño; te daré tu habitación de siempre, siéntete como en tu casa. – me ofrece, haciéndome sonreír de nuevo.

-      Hogar, dulce; hogar. – digo, subiendo las escaleras.

Tras ducharme y cenar, me lleve dos días durmiendo; estaba agotado, pero lo peor no fue eso y es que mi ánimo también estaba un poco mal.

-      ¿Qué soy sin la espada? – esa es la pregunta que me ronda una y otra vez, la cabeza; Norman tiene razón, hago algo asi como trampa.