La Escuela de Jóvenes Talentos (y 6)

Una universidad misteriosa donde los estudiantes ponen a prueba sus mágicos y esotéricos poderes, se enfrentan a clanes rivales y luchan por encontrar tiempo para estudiar y aprobar.

EPÍLOGO

Milton no sabía si ponerse unos tapones en los oídos. A escasos metros, Sandro y Liam hacían el amor apasionadamente. Y muy ruidosamente, a juzgar por los alaridos de Liam. " Sandro, me estás volviendo loco" "Sandro, eres el dios del sexo" "Sandro, casémonos mañana mismo ". En buena hora se le ocurrió decirle al corpulento muchacho que no le importaba que se quedase con su amante en su habitación esa noche.

Intentó pensar en otra cosa. Le vino a la cabeza la conversación con Jay que habían tenido hacía unas horas. Éste le había dicho que había logrado convencer a Aylen de que no abandonara el Clan Arco Iris. Milton se alegraba sinceramente. Siempre le había caído bien ese chico y era de la opinión que cualquiera podía equivocarse y que todos teníamos derecho a una segunda oportunidad. Además, era obvio que Jay y Aylen se amaban sinceramente y era una verdadera lástima que dicha relación se rompiera.

De pronto, un sonido le sacó de sus cavilaciones. Le había parecido escuchar el choque de un guijarro contra el cristal. Intentó aguzar el oído pero los gemidos de los muchachos en la cama de al lado lo hacían imposible. Se dio la vuelta sobre su camastro para no tener que ver a esos dos. No había sido su imaginación. Una segunda piedrecita golpeó el cristal de la ventana.

Milton se levantó y se asomó a la ventana. A pesar de la oscuridad, en el parque al que daba su habitación pudo ver sin dificultad a Sash, buscando nueva munición hasta que éste le divisó.

-Hola, Milton. Tengo dos entradas para un concierto. ¿Te hace? –Sash susurró lo más alto que pudo para que nadie pudiera escucharles. Después de todo, era un miembro del Clan Magenta. Si le pillaban allí, en pleno colegio mayor del Clan Arco Iris, podía costarle un buen disgusto.

La sonrisa de Milton se ensanchó de oreja a oreja. –Ahora mismo bajo.

------------O------------

-¿Qué tal ha ido?

-Lo que tú dijiste, Mireia. Manfred ha contado al Consejo Magenta cómo luchó en sus aposentos contra una docena de miembros del Clan Arco Iris y cómo, a pesar de terribles esfuerzos, fue derrotado finalmente por su inferioridad numérica, pero, curiosamente, se ha abstenido de decretar ninguna medida de venganza contra ellos. El Consejo ha concluido que es un cobarde que tiene miedo del Clan Arco Iris y que no es un buen líder. Casi seguro será depuesto en breve.

-¡Ja! ¡Que se joda ese cabrón arrogante! La lástima es que probablemente su sucesor sea un capullo fascista como él. No creo que el enfrentamiento con el Clan Arco Iris se acabe aquí.

Danae rebuscó en su mochila. –Bueno, pero pasemos a temas más agradables… Aquí está la sorpresa que te prometí… Tachán… He sacado 1984 de la biblioteca.

-¿De verdad? ¡No sabes cuánto me alegro! ¡Ya verás como te va a encantar!

-Y había pensado… ¿Te gustaría leerlo conmigo? Es decir, si tú quieres, porque, bueno, supongo que ya te lo habrás leído cuando estabas… eeeeh… pero, vamos, que

-Oh, Danae… Gracias, muchas gracias… Eres un sol. No sabes lo que esto significa para mí. Me encantaría volver a leerlo, de verdad.

El fantasma era un ser inmaterial, incapaz de actos tan triviales como pasar las páginas de un libro. Debía ser muy duro no poder leer un libro, cómic o revista por toda la eternidad, así que supuso que a Mireia le gustaría releerlo. Danae se alegró de haber acertado. El chico magenta hubiera jurado, de haber sido posible en el espíritu de un cadáver descompuesto, que los blanquecinos ojos de Mireia se humedecían.

Ambos se tumbaron en el suelo y se pusieron el uno junto al otro, con evidente entusiasmo.

-Vamos, vamos, pasa ya la primera página, tortuga.

-¿Sabes, Mireia? A veces puedes resultar bastante irritante

-Gracias, Danae, yo también te quiero. –El espectro le hizo una mueca burlona.

-…Pero, de toda la gente que he conocido, eres la única persona a la que llamaría… Mi amiga.

Una sonrisa se dibujó en el espectral rostro de Mireia y ésta posó su mano sobre la de Danae. El chico magenta sabía que su mano era intangible, pero por un momento le pareció sentir una leve caricia.

------------O------------

El concierto, en un local no excesivamente grande pero atestado de gente, era de varios grupos desconocidos que versionaban canciones de grupos de música electrónica y de metal industrial. El sonido de los bafles era ensordecedor y la oscuridad casi absoluta, rota ocasionalmente por los focos de colores sobre el escenario. A Milton no le había gustado nunca ese tipo de música, pero estaba disfrutando cada segundo de la noche. En ese momento ya no era un miembro de la Escuela de Jóvenes Talentos, un aprendiz de brujo que debía ocultar al mundo su condición para no ser descubierto y que también debía ocultar a los suyos su relación prohibida con otro aprendiz de un clan enemigo. En ese momento, tan solo era un despreocupado joven de dieciocho años que salía de bares un sábado por la noche con su chico.

Sash acercó la boca a su oído e intentó hacerse oír por encima de la estruendosa música.

-¿Te gustaaaa?

-¿Qué diceeees?

-Que si te gustaaaa

-Síiiiii.

Sash le dio la espalda y se pegó y restregó contra su pecho. El miembro de Milton quedó aplastado contra la regata de los vaqueros de Sash. Tras varios contoneos del muchacho pelirrojo, Milton estaba ya a mil. De no estar rodeado por una muchedumbre, habría despojado al descarado chico de su ropa y le habría penetrado allí mismo, poseyéndole delante de todo el mundo. Esos pensamientos no contribuyeron a aliviar su erección.

Sash se dio la vuelta y volvió a acercar su rostro al suyo con una expresión divertida.

-Esta cancióoon se llamaaaa Kuss Mich . Es alemáaaan. ¿Sabes qué signficaaaaa?

-Nooooo.

-Bésameeee.

Milton sonrió y acercó sus labios entreabiertos a los de su chico. El sabor de la cerveza que se habían tomado antes le supo delicioso. Los muchachos se abrazaron mientras se besaban, completamente inmóviles, mientras a su alrededor, decenas de jóvenes bailaban, saltaban y se empujaban al son de la música. Para Milton y Sash, esa multitud no existía. Estaban completamente solos y ambos desearon que aquella noche no acabara nunca.