La Escritora (III)

Desde luego mi madre se está portando, no tenía ni idea de que fuese tan...

3

Tras el día en la pequeña presa natural en el río, al atardecer volvemos al cortijo, nos duchamos y nos vestimos para salir a pasear por el campo. El Sol está ya muy bajo en el horizonte y el cielo, después del calor que ha hecho hoy hay calima y esto hace que el cielo no se azul sino más bien se torna pajizo. Subimos a un cerro para ver mejor la puesta de sol y nos sentamos en unas piedras salientes.

—¿Te gusta el espectáculo? —me pregunta mi madre cogiéndome la mano.

—Si, es una puesta de sol preciosa.

—Merece la pena aburrirse todo el día para ver esto, ¿oh no?

—Lo cierto es que hoy no me he aburrido mamá —le confieso.

—Es que como decías que estar aquí era muy aburrido —insiste ella metiendo el dedo en la llaga de la discusión de la noche anterior.

—Bueno, tal vez me equivocaba —admito yo finalmente.

Mi madre me echa su brazo por el hombro y se acerca más, entonces puedo oler más intensamente su perfume, es delicioso.

—¡Hueles de maravilla mamá! —digo oliendo su pelo más de cerca.

—Vaya, creo que igual me he pasado con el perfume, ¿te gusta?

—Mucho —reitero—, puedes echarte todo el que quieras —bromeo.

Mi madre sonríe y me da un sonoro beso en la mejilla.

—Ciertamente eres un encanto Guille —te he echado mucho de menos este año.

—Oye mamá, ¿sabes que te quedaste más flaca de tanto viajar?

—¿En serio? ¿Me ves más guapa así de delgada?

—¡Oh sí, estás muy guapa mamá! ¿Te has echado novio por ahí viajando? —le pregunto yo de sopetón casi sin pensarlo.

—¡Oh, no! No he tenido tiempo ni para eso hijo, ¿y tú, tienes ya alguna chica que te guste a la vista?

—¿Yo? Tampoco, la verdad es que me da mucha vergüenza hablar con ellas mamá.

Ella me acaricia el pelo y suspira.

—¿Pero por qué, las chicas no muerden? Sólo tienes que hablar con ellas como si lo hicieses conmigo, sin vergüenza, no tienes nada que temer.

—Si, pero es que luego a la hora de la verdad me da corte, y más si es una chica que me gusta.

—Entonces, ¿te gusta alguna, no? ¿Y cómo es ella?

Parece que mi madre siente curiosidad por conocer mis escarceos amorosos con las chicas, aunque la verdad es que no hay mucho que contar, salvo claro, las pajas que les dedico en la intimidad, pero eso mejor que quede para mí.

—Bueno sí, me gustan algunas chicas, especialmente las que tienen un grandes melones —digo pensando en las actrices porno de mis revistas dejándome llevar por la confianza, luego me doy cuenta de que he metido la pata por no medir mis palabras.

—¿En serio? ¿Entonces te gustan las chicas con mucho pecho?

—Bueno sí, perdóname mamá no quería ser tan explícito.

—No te preocupes Guille, es normal que te fijes en los pechos de las chicas, todos los hombres lo hacen.

Ella parece muy comprensiva, aunque yo estoy muy colorado, menos mal que está oscureciendo y no se me debe notar. A continuación, nos quedamos cayados, limitándonos a contemplar la puesta de Sol.

Finalmente, mi madre vuelve a interesarse por mi vida sexual.

—Entonces Guille, ¿de verdad no tienes ninguna amiga?

—No mamá, me da mucha vergüenza hablar con las chicas, ya te lo he dicho —digo apesadumbrado.

—No pasa nada Guille, con el tiempo se te pasará. Si quieres yo puedo darte algún consejo, cualquier cosa que quieras saber sobre las chicas me la puedes preguntar con total libertad, ¿vale?

—Gracias mamá, a lo mejor en otra ocasión se me ocurre algo.

El Sol ya ha bajado completamente tras la línea del horizonte, por lo que nos levantamos y volvemos caminando hacia la casa. Ya de camino me surge una pregunta que hacer a mi madre, pero me da un poco de vergüenza, así que dudo en si hacérsela o no durante unos minutos. Finalmente se la suelto...

—Oye, mamá, tengo una pregunta sobre las chicas.

—Adelante, pregúntame lo que quieras.

—¿Las chicas también tienen deseos sexuales a mi edad?

Mi madre se queda un poco extrañada por mi pregunta, hace una pausa y finalmente me contesta.

—Hijo, el deseo sexual a vuestra edad es cuando comienza a despertarse. Es normal que sintáis curiosidad los unos por los otros y que tengáis dudas en lo referente a este tema. El deseo es distinto en los chicos que, en las chicas, por lo que yo se, los chicos tenéis normalmente un mayor deseo sexual a esta edad, las chicas en cambio no tanto. Aunque ellas es algo distinto menos explícito que en vosotros, es más mental.

Tego que admitir que se ha esforzado por aclarar mis dudas, tras explicármelo espera unos segundos antes de interesarse por si lo he entendido.

—No sé es a esto a lo que te referías hijo, ¿era lo que querías saber?

—Entonces es normal que los chicos pensemos mucho en el sexo, ¿no?

—Sí, es todo tan nuevo para vosotros que os apasiona, supongo que por eso lo “pensáis tanto”.

—Otra cosa mamá, es que algunos amigos dicen, que... bueno que masturbarse es malo, que se te puede caer el cabello, ¿eso es cierto?

—¡No, claro que no! Ese acto es también natural, os sirve para conocer mejor vuestro cuerpo y sobre todo vuestro pene.

—¡Ah, vaya, pues hay mucha gente que piensa que es malo!

Continuamos de regreso, los árboles ya son sombras en la penumbra que empieza a cernirse sobre el campo.

—¿Tú te masturbas mucho Guille? ¿No me refiero a que hacerlo mucho sea malo, sino a si lo haces con mucha frecuencia?

—Bueno mamá, pues lo normal supongo. A lo mejor un par de veces al día. Una por la mañana y una por la noche.

—Si, está bien —contesta ella dándolo por razonable.

Aunque en este punto me he permitido mentir un poco por vergüenza, pues no quería contarle que lo hago hasta cinco veces en un día, no tengo tanta confianza con ella.

—¿Y las mujeres cuanto lo hacéis? —pregunto yo ahora aprovechando para saciar mi curiosidad.

—Pues nosotras algo menos, pero como ya te he dicho, las mujeres viven el sexo de otra manera, a diferencia de los hombres.

—¿Y tú lo haces ahora? Cómo me has dicho que no tienes novio.

—Hombre, pues sí, como estoy sola lo hago de vez en cuando, cuando siento necesidad.

La conversación está llegando a límites realmente morbosos y siento confianza como para continuar preguntando.

—¿Y eso cuantas veces es? —le pregunto yo presionándola a lo mejor en exceso.

—Pues vaya, ¿qué pillín estás hecho eh? Bueno una vez por semana más o menos.

—¡Qué poco, comparado conmigo! ¿no?

—Como ya te he dicho es distinto hijo en la mujer y en el hombre. No se puede comparar.

Desde luego mi madre se está portando, no tenía ni idea de que fuese tan liberal. Ya de pequeño cuando me explicaron de dónde vienen los niños, recuerdo que ella ponía mucho empeño en que lo entendiese y me hablaron de todo, del pene, de la vagina y de cómo se hace el amor.

4

Ya llegamos a la casa, y para mi asombro escucho ruidos extraños, como de animales. Mi madre se alegra y entonces me explica, mientras nos dirigimos a unas cuadras que hay en la parte de atrás de la casa que ha pedido a Cipriano que nos traiga algunos animales de granja para entretenerlos mientras estamos aquí.

Una vez en la nave, enciende la luz y podemos ver que hay gallinas al fondo, un par de cabras en una pared cercadas por un muro de media altura y en frente descubrimos una burrita. Mi madre entra en la habitación donde está y se pone a acariciarla, invitándome a hacerlo, aunque a mí me da bastante reparo, por si se no le gusto y me da una coz. Por lo visto es muy mansa, así que concierto temor me acerco y lo compruebo por mí mismo.

—Ya verás, nos comeremos los huevos de las gallinas y ordeñaremos a las cabras por la mañana, y esta burrita nos puede pasear por el campo, se ve que está bien cuidada. Este Cipriano es un sol, no ha puesto ninguna pega y ha cumplido a la perfección.

A mí lo que me llama poderosamente la atención es la vagina de la burrita, la tiene toda negra. En mi mente surge una idea: “¿y si probase a copular con la burrita?”. Pero inmediatamente me surge la duda sobre cómo reaccionará el animal ante estos tocamientos, tendré que ser cauteloso cuando lo intente.

Tras el largo día estamos cansados así que cenamos y nos vamos a la cama temprano sin ver la tele, por lo visto también habrá que madrugar mañana para echarle de comer a los animales y seguir pintando.

Ya de madrugada mi madre me despierta con un beso y me pide que me vaya levantando. Ella me espera preparando el desayuno en la cocina. De nuevo tostadas con aceite, pero me gusta el menú, hoy además a incluido jamón, con lo que las tostadas saben aún mejor.

Vamos a la nave de los animales y barremos a las gallinas, cabras y burra, después les echamos agua y comida en sus respectivos recipientes. Luego la diversión comienza cuando intentamos ordeñar a las cabras. Otra faceta que desconocía de la madre rural que tengo, es que sabe hacerlo y muy bien.

Cuando yo tomo asiento tras la cabra y cojo sus ubres, no consigo sacar apenas una gotita de leche, mi madre se ríe y se pone a mi lado.

—Tienes que poner el pulgar para adentro y apretar con los dedos, así —me dice mientras coloca su mano sobre la mía y me hace apretar la ubre.

—¡Están muy duras! —digo asombrado.

—Imagina que son tus amigas, las de los melones, ¿no te gustaría apretar esos duros melones? ¡Son como estas tetas! —dice ella riéndose.

Lo cierto es que la comparación es odiosa, pero en el fondo son unas tetas y de ellas sale leche, por lo que me excita tocarlas y apretarlas, me imagino que son las de una mujer y la cosa mejora, ya empiezo a sacar algo de leche.

Hoy toca pintar el salón de la casa, aunque técnicamente aquello sólo es parecido a un salón, pues apenas tiene una vitrina para guardar los platos y las copas y una mesa cuadrada con cuatro sillas a su alrededor. todos los muebles son de estilo provenzal, de pura y maciza madera y las paredes tienen colgados utensilios del campo, junto con una especie del candiles y objetos de bronce. Sin duda todo muy típico, todo muy de campo. El techo está cruzado por vigas de madera que, por supuesto también habrá que pintar, aunque no está muy alto por lo que no nos será muy difícil el hacerlo.

De nuevo sujeto la escalera y de nuevo puedo observar las bragas de mi madre subida a los peldaños superiores de la misma mientras pinta las vigas. Hoy, a diferencia de ayer, son negras. Me gustaban más las blancas, porque dejaban ver más, éstas se confunden en la penumbra del salón y no son tan sexis como las de ayer.

Hemos decidido turnamos pues pintar vigas es cansado y ella me pide que la releve, sujetándome la escalera a mí. Así la mañana transcurre sin nada de particular, más tarde almorzamos y a diferencia de ayer estamos cansados y sólo nos apetece echarnos la siesta tranquilamente en nuestras habitaciones.

La verdad es que apenas he tenido con media hora de sueño, lo suficiente para reponer fuerzas y recuperarme del sopor post—almuerzo. Pero apenas he podido dormirme, pensando en escabullirme mientras mi madre echa la siesta para visitar a mis animalitos de granja.

De este modo echo un vistazo al cuarto de mi madre, oyéndola respirar en profundo sueño desde la puerta. Así que nervioso y excitado me apresuro a salir de la casa, al principio sin hacer ruido para que la durmiente no despierte y una vez fuera casi corriendo hacia la parte de atrás del cortijo.

Al entrar en la nave el calor es considerable, pero nada me va a detener. Paso al corral donde están las cabras y cierro la puerta tras de mí. Con tacto me acerco a ellas y comienzo a acariciarlas por el lomo para tranquilizarlas. Cojo el banco de ordeñar y me siento detrás de la que parece más vieja, entonces pruebo a ordenarla un poco, acariciando sus ubres suavemente y luego las aprieto para sacarles la leche. Tímidamente saco unos chorros, ¡y descubro que esto me excita mucho!

Sigo ordeñándola, sintiendo mi excitación y miro como la leche cae al suelo, me imagino que son las tetas de una mujer y yo se las toco y la ordeño, éstas también echan chorros de leche y me excito mientras la veo caer. Cierro los ojos y lo imagino todo con claridad meridiana.

Cuando ya estoy suficientemente excitado saco mi pene y me masturbo sentado en el taburete. Estoy muy excitado así que no tardo en levantarme y soltar andanadas de semen que caen igualmente al suelo, como la leche de la cabra.

Ya sé que es un poco guarro para un chico de ciudad como yo, pero las ubres de la cabra y su leche, me han ayudado a salir de la monotonía de las pajas y las revistas.

Mi ropa huele a cabra, decido entrar a la casa y darme una ducha, por suerte, mi madre aún no ha despertado.

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La Escritora es una novela de 31 capítulos a cual más excitante, si os interesa os dejo aquí la psinopsis:

La escritora estuvo de gira promocionando su último libro y antes de eso, estuvo de gira promocionando el anterior. Y es que, ¿cuando termina una escritora de promocionar sus libros? Eso la había llevado a pasar largas temporadas sin ver a su hijo, asistiendo a fiestas para hacer eso que se llama networking, pero perdiéndose la vida de su único hijo y arrepintiéndose de ello. Llorando a veces en la habitación de un hotel tras hablar con él por teléfono, sintiendo lo poco que sabía de él, de sus problemas e inquietudes, de su día a día.

Por eso estas vacaciones iban a ser especiales, solos ella y él, en un apartado pueblecito de esa España “vaciada”, donde podrían conversar y ponerse al día, en definitiva, conocerse.

Aunque Guillermo, un chico de ciudad, no opinaba igual que su madre. El estar rodeados de olivos y montes en un viejo cortijo no era más que una forma aburrida de pasar el verano, lo que provocó las primeras y agrias discusiones entre ambos…