La escritora

Tienes unos pechos muy bonitos mamá...

Esa noche dormimos como troncos y no me despierto hasta la mañana siguiente. Mi madre ya ha bajado y prepara el desayuno cuando bajo yo, tomamos más leche de cabra y terminamos de colocar los muebles en su dormitorio.

—Bueno, supongo que hoy ya dormiremos separados, ¿no? —digo tras colocar la mesita de noche.

—Será lo mejor para evitar tentaciones, ¿no?

—Si, supongo que sí —me limito a asentir.

—¿Nos vamos a la playa?

—A la playa, ¿qué playa?

—¡Tonto, al río! A bañarnos, ¿preparo bocadillos y nos vamos ya?

—¡Perfecto! —exclamo y me dispongo a ayudarla.

Ya hemos llegado a nuestra playa particular, que se muestra tan apacible como todas las tardes, de modo que sin dilación nos metemos en el agua, siempre helada por otra parte, por lo que entramos poquito a poco y dando respingos a cada centímetro que nuestros cuerpos se introducen en el “gélido” elemento.

—Oye mamá, ¿te atreverías a bañarte desnuda? El agua está muy fresquita y es muy agradable sentirla así íntimamente.

—¿Lo dices en serio? Si, por aquí no pasa nadie y podríamos hacerlo, lo admito.

Espero su confirmación ante mi atrevida proposición, pero ella se resiste.

—¿No te atreves? —le digo esperando su respuesta.

—Mejor no Guille, me da vergüenza, imagino que como a ti, ¿no?

—¿A mí? ¡Qué va! —digo muy ufano.

Aunque como veo que la idea no cuaja, decido retirarme discretamente.

—Bueno, sí mamá, ha sido una loca idea.

—Está bien, vamos a bañarnos —dice quitándose los shorts que lleva.

Me meto en el agua y cruzo hasta el otro lado nadando. Ella tarda más en entrar en las frías aguas y se acerca a mi nadando, sentándose a mi lado en otra piedra bajo el agua. De nuevo un silencio se abre entre nosotros y lo aprovechamos para descansar. Sin poder evitarlo miro sus pechos y veo sus negros pezones muy duros.

—¡Oye Guille no seas tan directo! Me incomoda un poco, ¿vale?

—Lo siento mamá —digo pidiéndole disculpas.

—¿Te parezco atractiva? Ya me veo mayor y mis pechos no son los que eran.

—¡Tonterías mamá, eres muy guapa! —digo yo para animarla.

—¡Gracias Guille! Dice ella dándome un beso en la mejilla.

Finalmente vuelvo a romper yo el silencio.

—¿Quieres que nos masturbemos hoy también? —le propongo.

—No sé Guille, yo no suelo hacerlo dos días seguidos.

—Bueno, todo es ponerse —digo yo para animarla.

—¿Quieres que lo hagamos juntos? —dice ella para sorprenderme.

—¿En serio que lo harías?

—¡Claro que no tonto! Pero podemos estar más cerca uno del otro, por ejemplo, uno a cada lado de esa gran roca —me dice señalándola.

—Bueno, está bien, también será morboso —admito finalmente.

Salimos del agua y nos liamos en las toallas para entrar en calor. Con un poco de corte nos despedimos y cada uno se va a un lado de la gran roca. Esta debe de medir un par de metros de diámetro, lo que quiere decir que estaremos apenas a un par de metros, eso sí, no podremos vernos.

—Oye, mamá, ¿me pregunto qué sé siente al hacerlo con una mujer?

—Pues bueno hijo, es algo maravilloso, especialmente si algún día lo haces enamorado de la otra persona. El amor es muy importante en el sexo, ¿sabes?

—¿Sí? ¿Cuándo lo hacías con papá estabas enamorada?

—Claro Guille, estábamos muy enamorados, luego la cosa cambió y nos distanciamos.

—Tienes unos pechos muy bonitos mamá —afirmo desde mi lado.

—¡Pero hijo, que me vas a poner colorada! —exclama agradecida por mi piropo.

—Sólo era un piropo inocente mamá, ¿es que no puedo decirle a mi madre que es guapa, o qué?

—Bueno hijo, está bien, tú también eres muy guapo, eres un sol —afirma desde su lado de la roca.

—Oye mamá, ¿y por qué a los hombres nos gustan tanto los pechos? Yo se los miro a las niñas de mi clase y mis amigos también y nos gustan más los más grandes.

—¡Ah pues supongo que será el recuerdo de que una vez estuvisteis mamando de unos y por eso la naturaleza os hace recordar esos momentos!

—¿Tú crees que es por eso?

—No lo sé, no soy hombre, pero es posible.

—Pues los tuyos son tan bonitos, aunque no son muy grandes —digo para agradarla.

—Gracias Guille, eres un sol.

—Nunca he tocado unos, no sé qué se siente —me lamento.

—¿Es que quieres tocármelos Guille? —me pregunta divertida.

—¿Me dejarías?

—¡Claro! No tendría nada de malo —dice ella desde su lado de la roca.

—Pero, ¿ahora? —insisto yo sin poder creerlo.

—Bueno, ahora estoy ocupada —contesta ella.

Me quedo cortado, no sé qué más decir.

—¿Estás excitada? —pregunto una vez más.

—¡Un poco! —confiesa ella.

—Entonces, ¿estás mojada?

Ella suelta una carcajada, no comprendo el porqué, pero me siento ridículo.

—¿Qué te hace gracia? —pregunto algo enfadado.

—No nada Guille. Tu pregunta. Para los hombres parece que una mujer excitada debe estar chorreando por esa parte y bueno, a veces es así, sobre todo cuando llevas mucho rato masturbándote.

—¡Am! Ya… —asiento.

—¿La tienes dura? —pregunta mi madre.

—¿Tú qué crees? —digo yo ahora, sintiendo que la que hace la pregunta tonta no soy yo, es ella.

—Supongo que sí, la debes tener muy larga y dura mientras te masturbas, ¿no?

—Si, la tengo muy larga mamá y me estoy tocando ahora, arriba y abajo, ¿te lo imaginas? —le digo en tono de voz sensual, como jugando con ella.

—¡Oh Guille! Admito que me resulta un poco excitante esto de estar masturbándonos juntos —confiesa finalmente mi madre.

No respondo, simplemente sigo pelándomela y esperando acontecimientos.

Me estoy acordando de lo que me contaste de tu amigo, cuando veíais la peli porno y te preguntó si querías que te masturbara.

—Bueno mamá, no fue así, me propuso que probásemos a meneárnosla uno al otro —digo yo sintiendo vergüenza por el mero hecho de recordar aquella escena.

—Más o menos es lo mismo, te hubiese gustado hacerlo me dijiste —insiste ella.

—No mamá, ya te dije que me daba mucha vergüenza, pero que sentía curiosidad —puntualizo.

—¡Oh Guille, ese recuerdo me parece muy sensual! Me imagino a ti y a tu amigo tocándoos las pililas y me excito —me confiesa.

—¿En serio?

—¡Si, mucho! —confirma mi madre dando un suspiro.

Su suspiro cala hondo en mí y me excito también.

—La verdad mamá, es que me hubiese gustado sentir su mano acariciándome el pene. Sentir que otra mano te la coge tiene que ser algo extraño pero admito que tiene un punto de excitación muy importante.

—¡Oh Guille! ¡Cuéntame cómo lo harías! Eso me gusta, ¡sigue por favor!

—Imagino que él me lo haría primero, se pondría a mi lado y me la menearía. Sería raro al principio pero en poco tiempo nos acostumbraríamos el uno al otro y dejaría de parecernos extraño. Entraríamos en confianza y yo le dejaría seguir. Entonces él aceleraría y yo detendría su mano para no correrme. Luego probaría a tocársela yo y al cogerla sentiría excitación, se la menearía como él lo había hecho antes y él también me pararía antes de correrse.

—¡Oh Guille! ¡Qué excitante, sigue contándome!

—Pues para finalizar ambos nos las cogeríamos a la vez y nos masturbaríamos mutuamente. Tal vez sería algo incómodo pero sería muy excitante al mismo tiempo. Luego aceleraríamos el ritmo y ya casi, llegando al final, nos sorprenderían nuestras corridas. Sentiría la excitación del orgasmo y como no sería yo el que movía mi pene, la sorpresa de sus movimientos incrementaría mi éxtasis —le confieso.

Entonces la oigo gemir y dar un pequeño grito apagado. ¿Se habrá corrido? —me pregunto—. Pero no oigo nada más.

—¿Mamá, sigues ahí? —pregunto pasados unos segundos.

—¡Si Guille! Ha sido muy excitante tu historia imaginada, creo que ya he terminado, ¿y tú, cómo vas?

—¿Ya? —pregunto yo incrédulo.

—¿Qué esperabas? ¿Qué tardase media hora como en las pelis porno?

—No sé, me ha sorprendido. Sólo era eso.

—Pues sí, ya he terminado, cariño y tú, ¿aún no?

—No —asiento yo mirando mi excitación.

En cierta medida el que ella haya acabado me fastidia, porque ahora siento que no puedo seguir masturbándome.

—¿Te gustaría que te lo hiciera yo? —me pregunta mi madre de repente…


Acabas de leer un excitante fragmento de mi novela La Escritora , una obra que derrocha sensualidad y erotismo entre una madre, la escitora, y su hijo Guillermo, por si os interesa os dejo aquí su sinopsis y os deseo: ¡Feliz Navidad!

Sinopsis:

La escritora estuvo de gira promocionando su último libro y antes de eso, estuvo de gira promocionando el anterior. Y es que, ¿cuando termina una escritora de promocionar sus libros? Eso la había llevado a pasar largas temporadas sin ver a su hijo, asistiendo a fiestas para hacer eso que se llama networking, pero perdiéndose la vida de su único hijo y arrepintiéndose de ello. Llorando a veces en la habitación de un hotel tras hablar con él por teléfono, sintiendo lo poco que sabía de él, de sus problemas e inquietudes, de su día a día.

Por eso estas vacaciones iban a ser especiales, solos ella y él, en un apartado pueblecito de esa España “vaciada”, donde podrían conversar y ponerse al día, en definitiva, conocerse.

Aunque Guillermo, un chico de ciudad, no opinaba igual que su madre. El estar rodeados de olivos y montes en un viejo cortijo no era más que una forma aburrida de pasar el verano, lo que provocó las primeras y agrias discusiones entre ambos…