La Escritora (6)

Mi madre duerme profundamente así que sigo tocándome mientras ella permanece a mi lado...

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Tengo que admitir que la conversación me ha excitado y se me ha puesto dura, incluso he pillado un par de veces a mi madre mirándome justamente a las bermudas, yo para disimular me he sentado sobre un taburete.

Continuamos pintando hasta acabar mi pequeña habitación. Hoy, una vez más observo las bragas de mi madre en la escalera, son de color blanco de nuevo, pero hoy son muy transparentes, y casi le adivino la negra espesura donde se juntan sus muslos.

Tras pintar, almorzamos y de nuevo nos echamos la siesta, aunque hoy no me queda más remedio que dormir con mi madre, pues mi cuarto huele a pintura.

A diferencia de ayer, hoy estoy muy excitado y uno puedo dormir, ella en cambio duerme a pierna suelta. La observo y me pone cachondo adivinar sus pechos desnudos bajo el camisón, así como mirar sus piernas y sus muslos donde se junta y sus braguitas ceñidas a su Monte de Venus.

No lo aguanto más, ella no se va a despertar así que comienzo a masturbarme sigilosamente por encima del calzoncillo.

Mi madre duerme profundamente así que sigo tocándome mientras ella permanece a mi lado. Ahora se acaba de dar la vuelta, así que me orece su trasero.

No me atrevo a hacerlo, pero algo dentro de mí me empuja a vencer a mi mente. Acaricio su cachete bajo las bragas, en el pliegue donde comienza su muslo. ¡Es muy excitante!

Ella continúa durmiendo, ¡esto va bien!

Sigo masturbándome mientras cuelo un dedo bajo sus bragas, en el centro del pequeño triángulo que se forma entre sus muslos y sus bragas. Rozo su sexo a través de la tela, ¡esto es brutal! Nunca me creí capaz de hacer algo así, pero lo cierto es que me estoy atreviendo…

Estoy muy excitado, y tengo que dejarlo unos minutos para tranquilizarme, el morbo de que se despierte y me descubra hace que el corazón alcance ciento veinte pulsaciones por minuto como mínimo. Cuando vuelvo al ataque, le subo el camisón e introduzco un dedo entre sus muslos, ahora a flor de piel, justo en el hueco que se forma entre ellos y su culo, donde ella esconde su secreto más íntimo.

Palpo sus braguitas de algodón por encima, ¡y aún no me puedo creer que lo esté haciendo! Pero sigo.

Busco el borde de sus braguitas y acaricio los pelillos que por éste se asoman. Noto su surco en relieve bajo la tela, donde ésta se hunde y le da la forma característica.

De pronto, cuando voy a destapar su almeja y tocar más íntimamente su secreto, ¡ella parece despertarse! Rápidamente me giro y le ofrezco la espalda, haciéndome el dormido mientras agudizo el oído para ver si se ha despertado realmente.

Falsa alarma, aunque casi se despierta, al poco vuelve a resoplar profundamente. Aprovecho para contraatacar, ahora ella se ha vuelto boca arriba, por lo que sus pechos quedan a mi alcance. Los aprieto muy suavemente, sintiendo su tersura, su dulce tacto. Según he leído los pezones son la parte más sensible así que me abstengo de tocarlos, pues seguramente la despertaría. Pero me cebo con sus pechos en general, toco ambos y veo como mi mano se queda pequeña para cubrirlos, qué buen par de tetas tiene mi mamá, con razón estoy tan bien criado.

Bajo la mano y le acaricio el Monte de Venus, deslizo mi mano más abajo y noto los pliegues de su sexo entre mis dedos, pero en dos o tres segundos ella resopla más fuerte, indicándome que se va a despertar. Inmediatamente me doy la vuelta y la escucho bostezar, ahora sí se ha despertado. Así que doy por finalizada mi intromisión en las líneas enemigas y me quedo quieto como un cervatillo acechado por el león.

Tras eso no lo vuelvo a intentar, pero sigo con mi masturbación silenciosa y en apenas unos meneos me corro en un pañuelo de papel para no mancharme y luego lo escondo bajo la cama.

Ahora sí puedo dormir tranquilo, ¡qué excitante momento el vivido!

Nota del autor: Si te ha gustado el capítulo y quieres seguir leyendo la novela completa, búscala en mi perfil