La esclava número 11

La primera parte de como pase a ser un objeto de uso de mi amo y señor.

Empezaré mi relato presentándome, soy Clara, chilena, casada con mi amo y señor Raúl. Nos conocimos hace 6 años, un verano en Viña de Mar, yo en ese entonces tenía pololo (novio) que era un chico tierno y considerado con el cual teníamos sexo tranquilo, yo llegaba al orgasmo con el, pero nunca estaba satisfecha.

Pocas veces pensé en lo que me hacia falta, y nunca llegue a una conclusión, hasta que un día lo descubrí.

Era temprano un domingo, y yo salí a caminar por la playa, estaba casi desierta, había caminado un par de kilómetros cuando encontré a un hombre que pescaba, el dejó de mirar al agua y me dijo con voz autoritaria: acércate.

Yo obedecí y me sentí humedecer al cumplir la orden, él me miró y me ordenó: ábrete la chaqueta. Yo volví a cumplir y él con todo descaro me toco los pechos y luego metió la mano en mi pantalón y me tocó el pubis – yo sabía que eras una esclava-dijo- basto solo mirante caminar. Yo me quedé muda, con la mirada baja y entendí que tenía razón.

Enrolló su caña de pescar, y con un gesto me ordenó seguirlo, yo iba detrás de él como había visto que hacen los esclavos en las películas, siempre atrás, cabizbajos y sin hablar.

Me llevó a su casa, y al traspasar la puerta me dijo: Soy Raúl tu amo y señor, y desde hoy tu serás la esclava número 11, pues antes de ti he tenido otras 10 esclavas, y después de ti o paralelo a ti tendré más. Te castigaré cuando yo así lo desee, sin motivo ni preguntas, te usaré del modo que yo desee, puedo golpearte, humillarte, mimarte, venderte, arrendarte, meterte lo que se me antoje por donde se antoje, ordenar que grites de placer aunque estés sufriendo, ordenarte que me pidas piedad aunque estés gozando. ¿Fui claro?.

-Si amo y señor, contesté, soy la esclava número 11 y sólo soy un más de los objetos que usted posee y usa. Al decir esto yo estuve apunto de llegar al orgasmo, jamás pensé en una relación así, y de sólo oír sus condiciones me calenté como nunca antes en mi vida.

Bien esclava, ahora desnúdate y anda a ducharte, no te mojes el pelo, sécate y vuelves acá.

Hice lo que me ordenaba, y al volver, él estaba desnudo con un condón en su enorme pene, y en el suelo había tirado un cojín alto.

-Acuéstate sobre el cojín, me ordenó. Yo cumplí mi deber de esclava y lo hice, el me ató las rodillas y me volteó dejando mi trasero en alto del cojín, luego dijo: no quiero ningún sonido.

Yo no podía separar las piernas por la ataduras que tenía en las rodillas, y así casi completamente cerrada, me abrió el culo y puso la punta de su pene en mi ano y con un fuerte empujón entró en mí, yo tuve que morder la punta del cojín para no gritar, me dolió mucho, es verdad, pero la sensación de sentirme usada me acusó un placer aún mayor.

Mi amo y señor, empujaba con fuerza sin decirme nada, hasta que en un momento salió de mí y derramó su semen en el piso, tomó mi cabeza y guió para que lo lamiera, yo continuaba en silencio y así lamiendo el semen de mi amo en el piso tuve el mayor orgasmo de mi vida, sin producir sonido alguno.

Bien esclava número 11, me dijo, has pasado la prueba, desátate las piernas y tráeme es el cinturón que tengo en mi pantalón. Obedecí en silencio, aún no me permitía hablar.

Me tomó por el pelo y me inclinó sobre la mesa y me dijo, esclava número 11, te permito expresar lo que sientes.

Y comenzó a golpearme,

Primer azote: oh mi señor, esto es lo que me hacía falta.

Segundo azote: ojalá nunca mi amo se canse de mí.

Tercer azote: mi amo es tan fuerte, me parte con cada golpe, ¡no deje de hacerlo se lo imploro!.

Cuarto azote: más fuerte mi señor.

Quinto azote: castigue a su esclava mi señor.

Y se detuvo... y me ordenó irme y volver esa noche.

Y yo volví, y cuando entré a la casa me hizo ir a una sucia bodega, desnudarme y ponerme en cuatro patas, y esa posición lamerlo mientras él me azotaba la espalda. Cuando el terminó, me ordenó seguirlo a la casa, gateando y con la cabeza baja, al llegar, me ordenó: ¡abre las piernas! Y lo hice y me violó con un tubo de plástico hasta que su erección volvió y ahí me violó él mismo.

Así pasé ese verano, saliendo con mi familia y mi novio tierno que nunca me exigía nada, ni aun cuando yo me negué a volver a tener sexo con él y siendo la esclava número 11 cada vez que mi amo me llamaba.

Mi amo y señor volvió una semana antes que yo a Santiago, me dejó su número de teléfono para que yo me reportara ante él cuando yo volviera.

Él no me llamó en ese tiempo, yo estaba desolada, cuando volví a mi casa me reporté ante él, y el me citó en un restaurante, yo acudí ansiosa, pensado que la cena era sólo el preludio para una aplicación de castigos, pero no fue así.

Mi amo y señor y me dio una tarjeta con una dirección a la que yo debía acudir al día siguiente. Volvía a casa decepcionada y caliente.

Yo cumplí la orden y fui al lugar indicado, era un taller de ropa erótica, donde el dueño, un gay sumiso, me dijo que: el amo Raúl, le había ordenado vestir a la esclava número 11. Yo obedecí sin chistar, me dejé tomar las medidas, y probar las ropas que mi que mi amo había ordenado para mí. Habían ropas de latex, de cuero, trajes de esclava romana, correas para mi cuello, muñecas y tobillos, así como una multitud de taparrabos y traje de inspiración en las odaliscas de un harem. Al terminar, Carlos, que es el nombre del dueño del taller, me dijo: tienes suerte esclava, a ti te culea, se nota que te a partido el culo más de una vez, a mi no me toca, sólo me humilla y me castiga, pero no puedo dejarlo, me da un solo golpe y ya no tengo voluntad.

Carlos, me contó que él y mi amo y señor, habían sido compañeros de colegio, y que entre juegos, descubrieron que les gustaba ser amo y esclavo, Carlos llevaba 15 años, acudiendo a citas de castigo semanales con mi amo, yo no tuve celos, no es propio de una esclava ser celosa, Carlos era un objeto de mi amo, tanto como yo y eso era lo que debía ser.

No vi a mi amo, hasta que Carlos me llamó avisándome que la ropa estaba lista y en casa del amo, yo debía ir allá al día siguiente.

_¿Te usó hoy Carlos?, pregunté.

_ Si, contestó él, tengo el culo en carne viva, cada día este amo hace mejor su labor querida, mañana te va tratar como la yegua que eres.

Yo apenas podía esperar hasta el día siguiente.

Cuando llegué a la casa de mi amo, me recibió con una bofetada que me hizo mojarme al nivel de traspasar el calzón, me ordenó arrodillarme ante él, y continuó abofeteándome por 5 minutos, No has perdido tu obediencia, me dijo.

_Mi señor, dije, obedecerlo es la razón de mi vida, estar sin sus ordenes es lo difícil.

Y me violó, y yo fui feliz.

Continuará.