La esclava de Luis Giner (1)

La penosa historia de una joven obligada a ser esclava sexual.

LA ESCLAVA DE LUIS GINER PART. I

Luis Giner, "El Oso" como lo habían apodado en el cuerpo de policía desde hacía muchos años, se levanto de la cama, desnudo y con una tremenda erección. Se puso el pantalón del chándal y salió al jardín de su chalet a recibir al vehículo recién llegado.

Su apodo le venía como anillo al dedo cuando con 24 años ingreso en los antidisturbios. Era una mole de metro noventa con unos hombros que ocultaban el sol. Ahora tenía casi 53 años y su apodo de "El Oso" se quedaba un poco desfasado. La anchura de sus hombros se había suavizado dotándole de un perfil bastante atractivo para su edad, su carne musculosa y su piel morena, aun mantenían gran parte de su elasticidad y del impresionante vello que antaño cubría su pecho y otras partes de su cuerpo, ya no quedaba nada después de que años atrás se foto depilara todo el cuerpo.

Y además, ya no era un simple aporreador de alborotadores. Era Comisario con un gran prestigio dentro del cuerpo de la policía.

Su chalet estaba endosado en la frondosa ladera de la sierra, a 40 km de la ciudad. Un lugar privilegiado adquirido 20 años atrás, recién casado y en plena ascensión en su carrera. Cuando se separo, él se quedo con el chalet sin encontrar excesivos problemas por parte de su mujer; desde entonces, la casona se convirtió en el nido de su retomada y desbocada soltería. Su mejor época, libre, con poder y con dinero.

Le encantaba el sexo, demasiado y tal vez esa fue una de las causas por las que dejo de querer a su mujer. A sus 53 años se encontraba totalmente activo. Había tenido experiencias de toda índole y con toda clase de mujeres, pero la experiencia que iba a comenzar aquella mañana se le antojaba única, indescriptible hasta que no comenzase a disfrutarla.

Su pene se mantenía totalmente erecto, cercano al dolor.

La camioneta entro en su jardín y se dirigió directamente al garaje, allí, dos individuos bajaron la frágil carga, una preciosa muchachita rubia que probablemente no superaba los 18 años, totalmente asustada y cohibida.

Los dos hombres volvieron a montar en la furgoneta y salieron de allí sin decir una palabra a "El Oso" que ya miraba de arriba abajo a la joven. La chica vestía una camisa ligeramente ajustada que dibujaba nítidamente las formas de sus generosos pechos sobresaliendo sensualmente de su torso delgado, una falda a cuadros ligeramente avolantada que dejaba sus blancas rodillas al descubierto. Su pelo dorado, cortado a lo chico y sus grandes ojos verdes, le daban un aspecto precioso.

"El Oso" hizo un esfuerzo por no abalanzarse sobre ella allí mismo.

-¿Hablas español?

La joven pareció no entender. Miraba al suelo y temblaba ligeramente a pesar del calor de junio.

-Té he hecho una pregunta -el tono del hombre esta vez era amenazante. No paraba de examinar el cuerpo femenino. No le gustaba la ropa que llevaba, pero eso era lo de menos. Sentía palpitar su miembro dentro del chándal. Le dolía. Nunca había sentido una erección así y eso que había tenido sexo con muchas mujeres. Pero aquella preciosa niña que estaba a escasos centímetros de él, asustada y totalmente indefensa, representaba muchas cosas. Era suya. Si, de su propiedad. Era el pago de un importante contrabandista rumano por obtener ciertos favores por parte de "El Oso". ¿El origen de la muchacha? Probablemente había sido raptada en algún pequeño pueblo rumano e introducida en España ilegalmente; su familia no la volvería a ver más, pero todo eso al Comisario le importaba muy poco-. Contesta.

-Un poco señor -contestó la dulce y melódica voz de la rumana, aunque con un notable acento.

"El Oso" agarro la fina muñeca de la chica y la arrastro hasta una gran habitación escondida en el inmenso sótano del chalet. Había preparado aquella estancia exclusivamente para recibir a su esclava desde que pactase el trato con el delincuente rumano.

La habitación estaba presidida por una gran cama, rodeada por algunos pequeños muebles llenos de artículos de sexo y sado, así como variada ropa femenina.

-¿Como te llamas? -las palabras del policía carecían del más mínimo interés.

-Adriana.

-Muy bonito -dijo el hombre al tiempo que agarraba el corto pelo de la chica con su manaza y la obligaba a mirarle-, ahora eres mía y vas a ser mi esclava hasta que yo decida, ¿entiendes?

Los ojos verdes de la muchacha parpadearon brillantes y se llenaron de agua.

-Es normal que estés asustada, para mí también es nueva esta situación, pero nos adaptaremos.

El policía comenzó a desabrochar la camisa de la chica hasta que dejo al descubierto sus hermosos senos, erguidos, tapados por un viejo y anticuado sostén blanco.

-Quítate el sujetador -ordenó "El Oso".

Adriana no obedeció. Sollozaba y temblaba.

La gruesa y dura mano del Comisario impacto con una contenida fuerza en la cara de la chica. Un gemido de dolor y sorpresa seguido de un leve chasquido, lleno la habitación.

-Vas a aprender a obedecerme putita. Quítatelo.

Las manos temblorosas de la muchacha obedecieron y desabrocharon los corchetes de su sostén que cayó al suelo. El hombre se deleito mirando los pechos desnudos, blancos, turgentes, coronados por unos pezones pequeños y protuberantes. Puso sus manos en los pechos y los masajeo durante unos minutos, notando como la turgencia daba paso a una excitante dureza, pasando sus dedos por los pezones, notando como las pequeñas protuberancias se endurecían hasta adquirir un tamaño suficiente para que sus dedos las pudiesen agarrar con cierta soltura. Acerco su boca jadeante al fino cuello de la chica, lamiéndolo, mordiéndolo.

"El Oso", a pesar de su embriagadora excitación, notaba la tensión y la resistencia de los tiernos músculos de la rumana. "Maldita rebelde", pensó. Se separo de ella.

-¿Quieres comer? -dijo intentando relajarse. Tenía todo el tiempo del mundo-, ahí tienes comida.

En un rincón de la estancia había una mesa llena de fruta y de bollos. La chica miro los alimentos con cierta ansia, probablemente su raptores no la habían alimentado demasiado bien.

-Come lo que quieras, pero antes quítate la falda mi putita -a Giner le empezaba a gustar cada vez mas insultar a la joven rumana.

La chica no se movió. Los nervios del hombre empezaron a revolverse. Se acerco a ella y desabrocho su falda. La joven tan solo quedo con unas bragas igualmente anticuadas. Pero su cuerpo blanco como la leche, era perfecto. "El Oso" la miro.

-Come -la volvió a ordenar con su boca hecha agua.

La rumana se sentó en una banqueta junto a la mesa de la comida y empezó a devorar algunos bollos, a la vez que daba largos tragos de agua.

"El Oso" la observo comer atentamente a la vez que se iba acercando a ella. Se coloco detrás, observando las redondas y bien moldeadas nalgas apoyadas en el asiento de la banqueta. Se quito el chándal y quedo completamente desnudo, apoyó su pene totalmente erecto de 22 cm de largo en la espalda de la joven.

-Mmmmmm -el policía froto su miembro contra la espalda de la chica a la vez que volvía agarrar los duros pechos-, mmm que delicia puta, que tetas tienes, que cuerpo, mmm.

El cuerpo de la muchacha permanecía tenso, rígido, sintiendo la presión del poderoso miembro de él contra su espalda; tosió ante la presión de las manos del hombre en su pecho, aun mantenía su garganta y boca llena de migas.

"El Oso" la agarro del pelo fuertemente y tiro de ella, haciendo que el cuerpo de la chica cayese al suelo, y como si de una débil muñeca se tratase, Giner ato sin gran esfuerzo las manos de la chica a su espalda con una brida de plástico, después, la volvió a levantar y la volvió a sentar sobre la banqueta, esta vez de cara a él.

La dio dos bofetadas, acallando los quejidos de protesta de la chica que le miraba con intenso miedo.

-Ahora vas a darme placer puta -dijo meneando su polla muy cerca de la boca de ella. Agarro la cabeza con sus dos manos muy firmemente y empezó a introducir su pene, lenta pero vigorosamente, sintiendo la resistencia de los suaves labios de Adriana, primero sobre el glande y luego sobre todo el grueso tronco.

-!Aaaaaaaaah que gustooo pedazo putaa!

Giner empujo hasta que sus genitales hicieron tope con los labios de la chica. Ya tenia toda su enorme polla dentro de la boca femenina. En medio de un placer inmenso, el policía empezó a sentir los repetidos y caca vez mas fuertes espasmos de la rumana. La estaban dando repetidas e incontroladas arcadas.

"El Oso" saco su pene dejando que un chorro de saliva mezclado con migas de bollo se escapase de la boca de la chica que no paraba de toser severamente.

-Aaagg..., aaagg... Aaaggg -la joven intentaba normalizar su respiración, su rictus agónico reflejaba la situación agobiante por la que pasaba.

-Vamos putita respira -Giner volvió a coger el pelo de la muchacha y golpeo su cara empapada en saliva con su enorme miembro, como si fuese un grueso látigo hecho de carne. Después volvió a introducirla en la boca de la chica.

Esta vez, los labios de Adriana recibieron la polla mas amablemente, preparándose para la mamada. Dejo que el caliente capullo se abriese paso sin dificultad y empezase un movimiento de rozamiento entre sus labios y su lengua.

-Mmmm... Mmm -Adriana mamaba la polla de Giner intentando que las arcadas no la hiciesen repetir la angustia de tan solo unos segundos.

-Aaaaah pedazo putaa, aaaaah -Giner detuvo los bombeos dentro de la boca femenina y saco su polla llena de saliva-, estoy a punto de correrme so perra, pero antes vamos a darte sufrimiento por lo mal que te has portado.

El policía hurgo impaciente en un cajón cercano y enseguida saco unos artilugios ante la inquietante y temerosa mirada de la rumana.

Lo primero fue una mordaza compuesta de una dura bola de plástico unida a dos tirantes. El policía introdujo la mitad de la bola en la boca de Adriana que se removía inútilmente con sus ojos inyectados en sangre. La saliva acumulada en su boca buscaba otros orificios de salida y enseguida la chica empezó a chorrear saliva y mocos por su nariz. Sus pechos se movían violentamente al compás de su respiración. Giner los sujeto y los estrujo con fuerza, después, estiro varias veces cada pezón, y con una increíble lascivia pinzó uno de ellos con unas pequeñas pinzas metálicas de las que partía una cadena en cuyo otro extremo había unida una bola de acero del tamaño de un huevo. La pinza mordía firmemente el pezón. La joven sin poder gritar, tenso todos sus músculos en respuesta al dolor, sus brazos atados a sus espalda luchaban inútilmente por recuperar movimiento. Enseguida, el Comisario repitió la operación en el otro pezón. Se separo de la chica y se volvió a deleitar con la imagen de su esclava pinzada y amordazada. Las pesas tiraban hacia abajo de los senos antes erguidos, dotándolos de una nueva y dolorosa anatomía.

Giner se masturbaba. Notaba su pene palpitar en una ardiente efervescencia de sangre. Agarro a la joven del pelo y la acoplo sobre la banqueta apoyándola por su vientre. Arranco sus bragas ayudándose de una navaja. La visión del sexo tierno y húmedo de Adriana, hizo aumentar el dolor de su erección. Soltó varios azotes en las blancas nalgas de la chica al tiempo que lanzaba una andanada de improperios e insultos. Su excitación estaba al límite. Paso sus dedos por el abundante vello púbico de la joven acariciando los pliegues calientes y acto seguido, pego su glande al sexo femenino y lo froto entre los calientes labios vaginales.

-Aaaaaaaah.

Apenas empezó la penetración, cuando Giner "El Oso" noto como el éxtasis le recorría de pies a cabeza, sintió como si de un tren de alta velocidad se tratase, brotar el chorro de lefa inconteniblemente desde lo más hondo de su interior.

Apenas tuvo tiempo de sacar su pene, cuando el interminable chorro de esperma caliente empezó a regar las nalgas, la espalda y hasta el pelo de Adriana.

Entre estridentes jadeos, el hombre se vacío por completo sobre el cuerpo tembloroso de la chica.

-Dios mío putita en mi vida había tenido una corrida como esta -exclamó aun entre jadeos de placer. El comisario busco su pantalón de chándal y se lo puso, la quito las pinzas y la mordaza y desato sus manos; la chica al verse liberada, se tiro al suelo sollozando desconsoladamente-. Ahí tienes un aseo putita, lávate y limpia todo esto, yo tengo cosas que hacer ahora.

El Comisario Giner abandono la habitación cerrándola con llave, dejando a su recién estrenada esclava intentando asimilar su nueva situación en la vida.

FIN