La esclava de Lord Alby (06)

Continua la historia de dominacion y madurez personal de nuestra joven Minu, hoy sera participe de una fiesta con un espectaculo que no se espera.

Continua la historia de dominacion y madurez personal de nuestra joven Minu, hoy sera participe de una fiesta muy especial. [Para acceder a los capitulos anteriores usa mi ficha]

Sus ojos no podían dar crédito a la imagen que reflejaba el espejo. Su cabello, peinado con esmero, caía ahora en suaves ondas por sus hombros, se lo habían perfumado con un aceite que le daba un precioso brillo, además perfumarla con el Jazmín.

Su figura era ahora más estilizada gracias al corsé. Al principio Minu creyó que este era una nueva clase de tortura. Esta idea cambio al ver como sus pechos parecían aumentar de tamaño al ser elevados ya afianzados. Incluso la opresión que ejercía sobre su cuerpo resultaba excitante, como el abrazo de un amante, por no decir de las sensuales curvas que realzaban ahora su cintura.

Con delicadeza, Gloria le ayudo a colocarse el vestido. Las costureras parecían que habían tenido en cuenta previamente el corsé, pues el traje le quedaba ahora perfecto. La larga y apaisada falda dejaba entrever sus piernas, los acabados en blanco contrastaban con su bronceada piel. Las mangas en punta daban un toque de elegancia a sus brazos.

Gloria tomo un recipiente de nácar y de el extrajo un ungüento que con gran destreza y pincel, aplico en los ojos de Minu, estos quedaron ahora coronados por el violeta, que intensificaba la candidez de su mirada.

El espejo reflejaba una imagen mas digna de una princesa de la corte, que de una campesina. Una lágrima solitaria surco su rostro

-Lady Minu ¿Algo la incomoda?- Pregunto Gloria mientras alisaba los pliegues de su falda-

-No Gloria –Minu seco la lágrima con el dorso de su mano- Solo... solo es que nunca creí ser tan hermosa -Contesto Minu con una sonrisa-

-Mi Lady, usted siempre ha sido la más hermosa- Dijo Gloria mientras tomaba sus manos y depositaba en ellas un antifaz veneciano- Es hora del baile… Deslúmbrales señora…-

Minu tomo la mascara y siguió a Gloria través de los largos pasillos, mientras caminaban una lejana melodía era cada vez mas apreciable. Este sonido fue en cressendo hasta que llegaron ante una gran puerta de pomos dorados, la música de los violines llegaba con tanta nitidez que detrás de aquella misma puerta debía estar el baile.

-Debe entrar sola- Dijo Gloria- Por favor, disfrute del baile- Dijo antes de desaparecer en las sombras-

Minu contemplo el Antifaz de seda roja, con borde de muselina, en ella se podía ver unas cejas negras, finas y estilizadas. Tras mirar hacia la oscuridad del corredor, y pensar en todo lo que dejaba atrás, con gesto decidido, alzó el antifaz y cubrió sus ojos, abrió un poco la puerta, quedándose parcialmente cegada por la luminosidad del interior y con paso decidido entro en el gran Salón donde la fiesta que marcaría su vida daba comienzo

Cientos de velas colgaban de una araña de cristal que pendía del techo. El salón era inmenso, más de cien metros de largo y cincuenta de ancho. Allá donde miraba Minu se encontraba con elegantes vestidos y andares aristócratas. Tomando confianza, Minu se internó entre los demás. A su paso podía ver las enormes casucas rojas de la nobleza, pelucas de infinitos rizos coronaban rostros cuyas miradas se ocultaban bajo antifaces de todos los colores y formas. En una esquina, sobre un atrio de madera, dos violines y un violonchelo impregnaban el aire con sus suaves melodías.

Las sirvientas, vestidas con trajes de gala aunque conservando el mismo estilo y la argolla. Portaban bandejas con canapés y copas espumosas.

Una de ellas ofreció a Minu una copa de contenido ambarino, Minu la acepto curiosa y probó la bebida. El champán embriago sus sentidos, nunca había probado nada igual, las burbujas le producían cosquillas en el paladar.

Minu se sentía en un sueño, ella, una simple campesina, codeándose con la aristocracia y la burguesía. Imitando a las demás damas, Minu coqueteo con pequeñas miradas mientras degustaba el champán. Los enmascarados reían mientras se contaban anécdotas de toda clase.

La música ceso con una corta escala descenderte, todos parecieron comprender esta señal y alzaron la mirada hacia la gran escalinata que presidía el salón.

En ella dos figuras tomadas de la mano bajaban lentamente. El era una figura imponente, de e anchas espaldas y un cuerpo fornido oculto bajo un elegantísimo traje púrpura con detalles en blanco marfil, un antifaz negro ribeteado en oro ocultaba parte de su rostro.

Minu suspiro largamente, pues aunque no podía verle los ojos, era sin duda era el, Lord Alby en persona. El mismo que la había traído al castillo, quien había ordenado todo lo que había sucedido y quien tenía las respuestas a todas las incógnitas.

Junto a el, de la mano bajaba una hermosa joven, vestida con un escotado traje azul y antifaz a juego. A Minu le resultaban familiares sus andares, pero no lograba recordar quien era, además su mirada se perdía en Lord Alby que ya había bajado gran parte de las escaleras y se había detenido alzando una mano, como saludo a todos los presentes. Su acompañante tomo asiento sobre un enmascarado que inmóvil a cuatro patas servia como asiento.

-¡Seamos todos hermanos!- Dijo con una voz capaz de hacer retroceder a un tornado y cantar una nana a un bebe en la noche-

-¡Todos somos hermanos!- Grito la multitud alzando sus copas-

-¡Que comience el espectáculo! -Dijo con convicción-

De una puerta dorada al extremo del surgio, surgió un trío de mujeres, altas y robustas, vestidas con correas y mascaras de cuero negro. Llevaban en la mano gruesos látigos, con pasos elegantes y decididos se aproximaron a la multitud, tras ellas, dos musculosos hombres con escuetos taparrabos arrastraban una estructura semejante a un potro de madera, con numerosas correas a los lados.

Minu contemplo esta extraña procesión que continuo hasta situar el potro en medio de la sala. Entonces las encapuchadas comenzaron a mirar a su alrededor, atentamente a todos los presentes, chasqueando amenazadoramente con sus látigos, pararon para mirar a Lord Alby esperando una señal.

-¡El placer trae consigo el dolor, si vencemos al dolor hallamos el placer!- Dijo con una voz tan llena de convicción, que nadie en sala habría osado contradecirle-

Una de las encapuchadas se fijo en una de las mujeres, vestía un traje blanco muy elaborado y llevaba una peluca larga y sedosa. La encapuchada alzo el látigo y la señalo con el, las otras dos encapuchadas tomaron a la mujer y la llevaron hacia el potro. Los hombres la alzaron y la sujetaron con correas.

Minu sorprendida, contemplo el espectáculo, la mujer ahora fuertemente atada era desvestida prenda a prenda. Debajo de la peluca surgió un abundante cabello negro, la ama subió su falda con el látigo y admiro sus delicadas prendas intimas, de fina manufactura, con un gesto ordeno a los hombres que le arrancar el vestido, tarea que hicieron sin desagrado para dejar al descubierto un bello y delicado cuerpo, ahora solo cubierto por el corsé que dejaba sus pechos al aire y unas cortas enaguas. Las encapuchadas comenzaron a acariciar su cuerpo arrancándole pequeños gemidos.

Todos los hombres miraban con gula el cuerpo de la mujer, en cambio las mujeres la miraban con evidente envidia en sus rostros.

Los dos hombres tomaron sus pechos y cada uno succiono con gula su respectivo pezón. Las encapuchadas arrancaron las enaguas para poder acariciar el depilado sexo, sus dedos poco tardaron en explorar su entrepierna con verdadera dedicación, se lubricaron los dedos con sus propias bocas y comenzaron a penetrarla con ellos.

La cara de la mujer era un poema. Con los dos hombres mordisqueando sus ya erectos pezones y las tres encapuchadas masturbándola debía estar al borde del orgasmo. Pero por alguna razón que Minu desconocía y que le despertaba gran curiosidad la mujer aguantaba estoicamente sin llegar al orgasmo

Pasados unos minutos un látigo yacía enterrado en su sexo mientras los otros dos la azotaban sin piedad, la piel de su vientre presentaba un rojo intenso. Lord Alby se acercó al potro, todos lo que estaban a su paso se retiraban con un gesto de respeto. Llego junto a la mujer y le susurro algo que Minu apenass pudo oír.

-Puedes correrte- dijo Lord Alby-

La mirada de la mujer se perdió en el infinito con el grito de pasión desenfrenada que emitió. Cuando cesó su orgasmo, los hombres la desataron y con cuidado una sirvienta la acompaño hacia las habitaciones. Mientras abandonaba la sala todos los presentes la aplaudían con fervor.

De la puerta dorada surgió ahora una mujer vestida con una larga sotana blanca, seguida por dos sirvientas que llevaban un gran arcon.

La mujer camino hasta el potro y una de las encapuchadas le arranco de un tirón la sotana, dejando visible el desnudo cuerpo de una mujer con experiencia en la vida. Minu reconoció de inmediato a la mujer, pues esta era Erika, a la que había visto disfrutar en los baños.

El publico celebro la llegada de Erika con vítores y silbidos. Los musculosos sirvientes alzaron con delicadeza a Erika y la depositaron sobre el potro sin atarla. La encapuchada que parecía dirigir a las otras dos se acerco a ella y le abrió las piernas enseñándo su sexo en todos su exolondor a todos los presentes.

Una de las encapuchadas abrió el arcon que revelo estar lleno de penes de madera de tamaños descomunales. Primero saco uno mediano, cuyo tamaño llegaría a los veinte centímetros de largo por siete de ancho. Se acerco a Erika y tras lubricarlo con un poco de aceite se lo introdujo de una sola envestida ante los vítores del público.

Erika pareció no molestarle semejante aparato y pidio mas con la mirada. Las encapuchadas movieron rítmicamente el consolador para dilatar el agujero. Tras unos minutos extrajeron el consolador y con igual entrega se lo introdujeron en el ano. Sin dejar que se cerrase el sexo, la encapuchada cerró el puño y lo introdujo en el sexo de Erika. Cuya cara ya expresaba una gran calentura y placer.

Tras dejar que se acostumbrase llego el gran numer. Los dos Sirvientes alzaron a Erika con las piernas separadas y dos de las encapuchas se colocaron frente y detrás de ella, juntaron sus manos y las pusieron a la entrada de sus dilatados agujeros. Los sirvientes bajaron lentamente a Erika que con un profundo gemido alojó en su interior gran parte de los brazos de sus compañeras.

En esos momentos todos los hombres habían sacado ya sus penes y se los sobaban descaradamente. Muchos habían encontrado una mujer o incluso otro hombre complaciente y se dedicaban a darse placer mutuamente mientras contemplaban el espectáculo. Un hombre se acerco a Minu y comenzó a acariciarla suavemente sobre la ropa. Minu excitada, permitió esta incentiva abriendo las piernas para que el desconocido tuviera mas fácil acceso a su entrepierna.

Lord Alby se acerco a Erika y susurro algo que Minu no llego a oír. Pero de inmediato las encapuchadas le desvistieron de cintura para arriba. Su formado torso quedo al descubierto, como las cicatrices que poblaban su cuerpo. Con delicadeza una encapuchada abrió su pantalón y extrajo su enorme pene ya erecto. Todas las mujeres emitieron largos suspiros al verlos, en muchos se podría apreciar la lujuria y el deseo. Las encapuchadas comenzaron a lamerlo con completa dedicación ante su aprobadora mirada. Cuando el miembro estuvo rígido por completo aparto a las mujeres y se acerco a Erika.

Esta con una mirada respetuosa hacia el, se coloco a cuatro patas, para recibirle. Lord Alby la penetro lenta pero con fuerza por el ano, quedando pegado a ella. Entonces cargo con ella y se giro hacia el público. Minu no daba crédito a lo que veían sus ojos. Erika flotaba en el aire, solo sostenida por el miembro de Lord Alby. Así estuvo unos instantes hasta que este la tomo por la cintura para comenzar un salvaje ritmo que termino con el sonoro orgasmo de Erika.

Con cuidado extrajo su pene y lo ofreció a la multitud.

-¿Hay alguna mujer que desee probar su sabor?- Pregunto Lord Alby con una sonrisa-

La mano de Minu se alzo contra su voluntad, una de las encapuchadas se había acercado por su espalda y le había alzado la mano.

-Vamos, pruébala- Le susurro la encapuchada antes de desaparecer, Minu reconoció sin duda la voz de Gloria-

Lord Alby miro a Minu directamente a los ojos. Minu se sintió perderse en la inmensidad de estos… Las dos encapuchadas restantes se acercaron a Minu y tomándola de los brazos la llevaron ante lord Alby.

Arrodillada ante él, Minu se sintió tremendamente excitada. Su rostro era aun mas hermoso visto desde cerca, aunque podía apreciar una cicatriz en el mentón y otra en la mejilla estas le daban un toque animal y viril a su rostro.

Bajo la mirada por el musculado pecho hasta llegar al enorme miembro de Lord Alby. Sus proporciones eran casi perfectas y su tamaño para nada despreciable. Minu trago saliva y acerco su rostro para besar el capullo. Cuando le invadió el aroma animal que despedía su ardiente piel. Minu sintió humedecerse toda su entrepierna mientras comenzaba a lamer el glande.

Lord Alby sonrió y su pene dio un fuerte respingo. entrando todo el glande en la boca de Minu. Esta, aunque sorprendida acepto gustosa para lamerlo. Sus manos se deslizaron por el tronco, palpando todas las venas hasta llegar a los dos testículos cuyo tamaño podía rivalizar con dos naranjas.

Minu saboreaba poseída por la pasión su sabor, que la enloquecía. Con las manos comenzó un rápido movimiento. Mientras lamía miro a su alrededor y vio como todas las mujeres repetían sus movimientos con los hombres, que gustosamente se prestaban a ello.

Las tres encapuchadas se arrodillaron junto a Minu y unieron sus lenguas a las de esta para no dejar ni un rincón del gran miembro sin humedecer, lamer e incluso mordisquear. Las cuatro lenguas se cruzaban y acaban en lesbicos besos.

-¡Hombres entreguemos nuestra esencia al mundo!- Dijo Lord Alby alzando sus manos-

Todos los penes de la sala expulsaron a grandes chorros su semen, llenando paladares y cubriendo lascivos rostros con su caliente liquido. Minu recibió con gula el semen de Lord Alby, aunque por lo abúndate que fue no le importo compartirlo con las enmascaradas, una de las cuales era Gloria.

Continuara

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