La esclava de Lord Alby (04)

Minu sigue descubirendo su sexualidad con un desayuno realmente especial.

Continuo con este relato despues la pausa obligada por una operación. Ya me siento con fuerzas de continuar. Espero que disfruteis [Podeis acceder a los capitulos anteriores rapidamente por mi Ficha].

Minu despertó bruscamente cuando toda la luz del mediodía impacto sobre ella, noto en su paladar restos del sabor del miembro de ébano que había disfrutado antes y se pregunto mirando a la pared de donde surgió, sino había sido solo un sueño. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz aprecio como una de las sirvientas, pues llevaba el riguroso uniforme, junto al grueso collar con la argolla plateada cuyo significado seguía siendo desconocido para Minu, Terminaba de anudar los cordones de las cortinas y se retiraba con una inclinación de cabeza. Por la puerta ahora abierta entro Ángela seguida por dos sirvientas de cierta edad con varios bultos.

-Has dormido mucho querida- Dijo Ángela que vestía el mismo traje que sus compañeras pero de color morado y rebordes dorados- Pero ya es hora de que escojas tu traje para la fiesta de hoy.

-¿Traje, fiesta?- Pregunto Minu que aun intentaba despejarse-

-¿no te lo había comentado?, que cabeza la mía –contesto Ángela dándose un cómico coscorrón en su frente- Hoy se celebrara una gran baile en el castillo y tu estas invitada, recuerda que ya no te obligamos a nada pero Lord Alby ha expresado su deseo de verte allí-

Minu medito unos instantes acerca de la idea, que en verdad le era muy atractiva pues siempre había soñado con poder ver un Baile de la nobleza pero nunca había pensado en poder estar en uno.

Ángela pareció adivinar sus pensamientos y con un gesto las sirvientas abrieron las telas que llevaban, mostrando una gran variedad de trajes de fina factura. Minu nunca había visto trajes tan bien hechos, a excepción del uniforme de Ángela y de colores tan vivos, magenta, púrpura, rojo ect...

-¿Cuál te gusta mas?- Pregunto Ángela mientras levantaba uno a uno y los volteaba para verlos bien-

-Todos son muy bonitos…- Dijo Minu que realmente no podía escoger entre tantos bellos vestidos-

Ángela siguió mostrando vestido por vestido, con ribetes rosas, con lazos, con dobles telas. Hasta que un vestido hizo que los ojos de Minu brillaran por si solos. Ángela se detuvo a mirarlo mejor, era un traje largo, con un el talle fino aunque no exagerado y unas largas mangas en punta. El traje era de un amarillo claro con retazos de blanco marfil en los bordes. No era un traje provocativo mas bien era sencillo pero con un toque elegante y buenos acabados. Las sirvientas, que Minu identificaba ya como costureras pues habían sacado varios elementos de esta profesión como alfileres y una cuerda con numerosos nudos con la misma separación.

-Veo que te gusta este vestido –Ángela lo alzo- aunque creo es un poco largo para ti, pero no es problema, Maria y Anna son expertas costureras, Levántate para que te tomen las medidas-

-Pero estoy desnuda – Contesto Minu tapándose hasta el cuello con la sabana-

Maria y Anna sonrieron ante estas palabras.

-Hija, aquí somos todas mujeres, no veremos nada que no hayamos visto antes- contesto una de ellas-

Minu venció su timidez y se levanto de la cama. Las Costureras abrieron los ojos cuando vieron el desnudo perfil de Minu contra la claridad que brotaba de la ventana. Su cuerpo era de líneas suaves interminables. No perdieron el tiempo y comenzaron a medir a Minu concienzudamente. Mientras lo hacían no dejaban de alabar el color de su piel o la exquisitez de sus formas, rozándola casi intencionadamente por sus zonas más sensibles, lo que provoco en Minu una creciente excitación.

Las costureras terminaron y se acercaron al vestido para comparar las medidas. Sonrientes comunicaron que el vestido le sentaría muy bien con unos pocos ajustes y si no las necesitaban mas se retiraban para trabajar en el. Ángela les indico que podían irse y estas tomaron todos los vestidos y se marcharon con una inclinación de cabeza. Ángela se acerco a Minu y señalo dos cordones que pendían de una de las paredes, uno violeta y el otro rojo.

  • Cuando quieras ir a bañarte para el baile, comer algo o cualquier otra cosa, tira del cordón rojo y una de las hermanas vendrá enseguida- Dijo Ángela antes de guiñarle un ojo- Pero si lo de esta mañana te ha gustado, te he preparado personalmente un desayuno muy especial, si lo quieres tira del cordón violeta, ahora debes disculparme, me quedan muchas cosas que preparar antes del baile-

Ángela se retiro antes de que Minu pudiese preguntarle la naturaleza de ese “desayuno especial”. Volvió a la cama y recostó en ella mientras miraba los cordones que pendían de la pared. El recuerdo del enorme miembro azabache que había saboreado a la mañana, cubriéndose con una sábana se acerco a los cordones y alzo la mano para tirar del rojo, pero se detuvo y con el pensamiento de que debía estar loca tiró del cordón púrpura. A lo lejos escucho un suave tintineo y segundos después la puerta se abrió y entro una de las sirvientas, llevando en una mano un pequeño cuenco con hogazas de pan, en la otra agarraba una correa. Minu no podía creer lo que veía.

A cuatro patas tras la sirvienta entró un hombre. Era un espécimen grande y robusto, llevaba la cabeza oculta tras una mascara de cuero que se adornaba con dos cuernos, en su cuello llevaba un gran cencerro que emitía un rítmico cloc-cloc con cada movimiento. Aparte de esto se encontraba desnudo y depilado, cuando terminó de entrar Minu observo un gran pene medio erecto, que aunque no era tan grande como el que había disfrutado por la mañana poseía unos testículos desproporcionados.

Junto a la sirvienta y el hombre entro otro una joven, que a diferencia de la otra, no llevaba el traje normal sino una ligera túnica que no ocultaba sus enormes encantos, en su cuello se apreciaba el ya conocido collar con una argolla, en su boca llevaba una bola de madera agujereada que le impedía hablar y como Minu vio después llevaba las manos atadas. La sirvienta hizo una pequeña reverencia ante Minu y ato la correa del hombre a la cama. La joven maniatada se al hombre, la sirvienta se acerco a su espalda y desato unos pequeños cordeles, la túnica cayo al suelo desvelando un hermoso cuerpo de piel blanca y formas agradecidas. Pero lo que sorprendió a Minu era que desde el cuello, hasta las rodillas estaba untada con diferentes cremas y mermeladas. La chica se recostó sobre el hombre, formando el banquete más excitante que había visto Minu.

-Espero que disfrute de su desayuno señora, espero que disfrute de la leche lleva una semanas sin haber sido ordeñado –comento la sirvienta mientras colocaba sobre el vientre de la joven untada el plato con las hogazas de pan- Cuando termine tire del cordón, si me disculpa- La sirvienta desapareció con rápidos pasos

Minu contemplo atónita su desayuno. El hombre y la joven se mantenían quietos, solo los ojos de la joven la miraban con una expresión de completa sumisión, el hombre aguantaba estoico el peso de ella sobre el. Minu camino alrededor de la pareja, se acercó a la joven y aprecio los aromas de la mermelada que le cubría el estomago, una vez vencido la timidez inicial acerco un dedo a uno de los pechos para tomar un poco de la mermelada naranja que los cubría, Minu se la llevo a los labios y saboreo al mejor mermelada de naranja que había disfrutado nunca. El estomago de Minu respondió a este sabor con un ruidoso quejido, recordándole que no había comido nada desde el día anterior.

Con sano apetito Minu tomo una hogaza de pan y la untó por el vientre de la joven, para comerla con pequeños mordiscos, descubriendo nuevos sabores como manzanas verdes, melocotón, y frutas exóticas que nunca había probado, pero para nada le desagradaron, Minu se dio cuenta que los pezones de la joven se endurecían y tímidamente acerco su boca para saborear sus sabores, la joven se estremeció cuando la boca de Minu succiono golosamente su pezón, el sabor de las confituras dejaba paso a al de la piel de la chica que era igual de delicioso. Poco a poco la lengua de Minu se fue acercando al depilado pubis, cubierto con una mermelada roja. Minu acerco su lengua para apreciar este sabor y descubrió una explosión de sabor en su boca en forma de una azucarada mermelada de fresas. Minu comenzó a limpiar todo la entrepierna con dedicación y los ojos cerrados para sentir aun más los sabores. Sus labios tropezaron con los del sexo de la joven, que ya rezumaba abundantes líquidos. Minu se encontró con el sabor de los íntimos fluidos, que mezclados con el sabor de mermelada formaban un néctar irresistible. Minu se vio poseída por la glotonería y separando los las labios del húmedo sexo hundió su lengua en el. El cuerpo de la joven se crispo por el placer y esta ronroneaba de forma gatuna.

Con los dedos de una mano Minu untaba el sexo con la mermelada de fresa mientras con la otra la introducía en la pequeña gruta que se apreciaba. Su lengua recorría todo su sexo, sin dejar ni un rincón sin lamer. Minu noto como el botoncito del clítoris se había descubierto, desplazo su boca y lo sorbió, usando su lengua para estimularlo aun más, mientras los dedos de su mano derecha entraban y salían rítmicamente y su mano izquierda se había desplazado a su propia entrepierna para masturbarse frenéticamente. Con un espasmo la joven alcanzó un intenso orgasmo que hizo que su cuerpo temblara y proyectara un pequeño chorro de líquido en la abierta boca de Minu, que recibió este nuevo sabor con agrado. Cuando la joven se calmo, Minu se levantó y descubrió que esta la miraba con una expresión de infinito agradecimiento con las mejillas encendidas por el placer.

Minu se ruborizó completamente cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Le había hecho a esta chica lo mismo que la habían hecho a ella… y además disfrutado de ello y por su cara la joven también. Minu se tranquilizo y asumió que no había hecho nada malo. Se sentó en el suelo y descansó unos instantes cerrando los ojos. Al cabo de unos momentos abrió los ojos y se dio cuenta que tenia el rabo del hombre a un palmo de su rostro, este se encontraba completamente erecto, seguro que por todo lo que había oído el hombre.

Minu pensó que un desayuno no estaba completo sin un poco de leche así que tomo el pequeño cuenco y se recostó junto al hombre. Tomo la verga con sus manos y comenzó un rítmico movimiento. De inmediato surgieron unas pequeñas gotas en el rojizo capullo, Minu acercó la lengua y degusto el sabor, encontrándolo algo más fuerte que el que había probado a la mañana pero igual de apetecible. Su lengua recorrió la toda la extensión del miembro, deteniéndose en los enormes testículos, que palpitaban llenos de caliente leche solo para ella. Debía meterse los testículos uno a uno en su boca de lo grandes que eran, sin dejar de masturbarlo. El enmascarado comenzó a gemir débilmente, mientras el cencerro de su cuello cascabeleaba acorde a sus movimientos. Minu comprendió que no faltaba mucho para disfrutar de más lecha y coloco su boca debajo del pollon, con una mano exprimía el rabo y con la otra estrujaba sus testículos.

El primer chorro fue un disparo que se coló directamente en su garganta. Los siguientes chorros llenaron su lengua y en pocos segundos su boca, Minu tomo el recipiente y sin dejar de pajear la rígida verga le exprimió hasta la ultima gota. Saboreó toda la leche que ocupaba su boca, tragándosela lentamente, cuando terminó, pasó el dedo por su rostro para recoger las últimas gotas y bebérselas. Entonces miro el semen que aun quedaba en el cuenco y se le ocurrió una idea, se acerco al rostro de la joven y llevándose el dedo a los labios, le aflojo la bola que llevaba en la boca cuando su boca estuvo libre le vació en ella el resto del semen. La joven tragó con avidez toda la leche para relamerse los labios insinuantemente. Minu no pudo evitarlo y la beso, un tímido beso que debido a la calentura de las dos, se convirtió en un frenético baile de sus lenguas, el sabor de sus bocas se mezclaba con el del semen, volviendo locas a las mujeres. Durante largos minutos se besaron, hasta que Minu, casi asfixiada, volvió a sujetarle la bola no sin antes darle un tierno beso de agradecimiento.

Se levantó y tiro del cordón, se sentó en la cama y contempló con una sonrisa el desayuno que tanto había disfrutado.

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