La esclava de Gor 3. Kajira de la moneda y puta
La esclava goreana es cedida a la taberna de la aldea
Han pasado muchas lunas desde que los Amos del Sur y del Norte acudieron a negociar la paz. Después de haberme tenido que ceder a los Amos extranjeros durante las dos semanas que duraron las conversaciones, mi Amo ha vuelto a usarme en exclusiva. Pero algo cambió tras esas dos semanas. Mi Amo ha dejado de dar muestras de ternura o agradecimiento después de hacerme suya. Me trata como a una kajira de la moneda, que es como llaman a las kajiras que sirven en las tabernas. Me usa con la habitual violencia goreana, sin importarle si mi fuego está lubricado o no, me prohíbe casi siempre que me corra y una vez ha conseguido su placer, se desentiende de mí, en el mejor de los casos. Si por alguna razón no se siente del todo satisfecho, me azota con saña después de usarme.
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Dicen las kajiras con las que hablo en el mercado que los Amos andan nerviosos, que se prepara una nueva guerra. Yo también he notado a mi Amo revuelto. Hace días que no me usa, concentrado en comprobar sus armas y preparar el equipaje. Dicen las kajiras que el acuerdo de paz se rompió y que nuestros Amos van a volver a luchar contra los Amos del Sur. Yo me preparo para quedarme de nuevo sola en casa de mi Amo. Aunque me sienta desamparada durante su ausencia, tengo la esperanza de que la separación sirva para que mi Amo recupere el aprecio que me tenía.
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Hoy mi Amo lo tiene todo preparado para partir. Me ha sorprendido cuando me ha ordenado que me ponga el camisk y ha atado la correa a mi collar. Primero he pensado ilusionada que quizás iba a llevarme con él de viaje, pero hemos salido de la casa y se ha dirigido a la taberna. Cuando hemos llegado y ha hablado con el tabernero, he entendido sus intenciones:
- Aquí tienes a mi kajira. Tal como hemos quedado, te la cedo para que sirva en la taberna mientras yo esté fuera. A la vuelta pasamos cuentas. - le ha dicho mi Amo al tabernero tendiéndole mi correa.
- Gracias Rojo, cuidaré de ella y usaré el látigo sólo cuando se lo merezca. Te pagaré tres monedas por cada día que sirva en la taberna, tal como acordamos.
Mi Amo se marcha sin ni siquiera mirarme. Yo me quedo arrodillada a los pies del tabernero, que me contempla satisfecho por el negocio que acaba de hacer.
- Bien pequeña. Ya sabes cuales son tus obligaciones aquí: servir a los clientes las bebidas y comidas que pidan. Sé respetuosa y complaciente con ellos. Esmérate en los servicios si quieres librarte de los azotes. Yo no voy a discutir con ningún cliente que te azote si te lo merecías o no, mientras te deje en condiciones para seguir sirviendo. En la taberna pueden usar tu fuego cuando lo deseen, por una moneda. Si quieren subir a una habitación a usarte en privado, son dos monedas. Ahora vamos a la cocina que quiero catarte antes de que empieces a servir.
El tabernero tira de mi correa y me conduce a uno de los laterales de la taberna donde está la cocina. Dos kajiras que se afanan preparando las comidas del dia me miran de reojo cuando entro junto al tabernero. Éste me manda colocarme en la posición de uso, saca su kiva y la clava en mi fuego. Veo que las kajiras sonríen mirando de reojo cómo el tabernero jadea y gruñe mientras me usa y una me guiña un ojo. El tabernero tarda poco en descargar dentro de mí, en apenas 15 minutos llena mi fuego con su abundante y espeso semen que se escurre por mis muslos cuando se separa de mí. Me da una fuerte palmada en las nalgas antes de irse:
- Buena kajira, tu fuego es ardiente. Seguro que los parroquianos estarán encantados de usarlo. Ahora ayuda a las kajiras en la cocina. Los clientes no tardarán en empezar a venir y debe estar todo preparado.
Yo me limpio los muslos cubiertos de semen y luego ayudo a las dos kajiras en la cocina. Me mandan pelar patatas y fregar platos. Apenas hablamos, temerosas de que el tabernero entre y nos azote por perder el tiempo cotilleando. A los Amos no les gusta ver a las kajiras hablar entre ellas. Al cabo de un rato el tabernero entra en la cocina y nos ordena salir a servir a dos Amos que acaban de llegar. Las tres salimos y nos arrodillamos frente a ellos con las piernas bien separadas, exhibiendo nuestros fuegos abiertos, la espalda erguida y la mirada humillada, para que cada uno elija la esclava que vaya a servirle. Un fornido Amo de la casta roja, amigo de mi Amo, me elije a mí:
- Tú, la kajira salvaje. Sírveme un paga.
Yo me apresuro a ir a por una copa y llenarla con el licor goreano. Luego me arrodillo frente al Amo, tomo un sorbo de la bebida y finalmente extiendo los brazos para ofrecersela. Espero arrodillada frente a él mientras bebe. Ni se me ocurre levantar la vista para mirarlo, sé que eso le pondría furioso, pero noto su mirada clavada en mí. Hace tiempo le pidió a mi Amo usarme y mi Amo le dijo que me usaba en exclusiva. Ahora sé que me mira con deseo, que su mirada se detiene en mi fuego que el camisk no llega a cubrir y que en la postura que estoy se ve abierto y aún brillante de los restos de semen del tabernero. El Amo apura su copa, la deja a un lado y junto a ella deja dos monedas, una por la copa, otra por el uso que va a hacer de mí a continuación. Sin mediar palabra, me agarra del brazo, me coloca de espaldas a él y me usa a la manera goreana, embistiendo mi fuego con brutales golpes de cadera. Al igual que el tabernero, en 15 o 20 minutos se corre dentro de mí. A penas tengo tiempo de limpiarme cuando otro cliente me reclama.
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En mi primer día en la taberna, supongo que por ser la novedad en el local, he tenido que atender al doble de Amos que las otras dos kajiras. La mayoría ha querido usar mi fuego después de servirles. Ya perdí la cuenta pero lo ha hecho por lo menos una docena de Amos. Tres de ellos prefirieron hacerlo en privado y tras pagar al tabernero las dos monedas, subieron conmigo a una de las habitaciones del primer piso. Allí, durante por lo menos una hora, estuvieron usando todos mis agujeros. Son Amos del Norte que han viajado y adoptado las costumbres del Sur. Al usarme lo hacen con la rudeza propia de los norteños y sin el refinamiento los sureños, pero usando como estos últimos también mi boca y mi culo.
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Han pasado ya tres lunas llenas desde que mi Amo me dejó en la taberna y él sigue sin regresar. A duras penas me acostumbro a las agotadoras jornadas como kajira de taberna. Nos levantamos antes de la salida del sol. Comemos nuestro cuenco de gachas, la única comida del día y a continuación limpiamos la taberna y la cocina. Luego empezamos a preparar las comidas para los clientes. A media mañana se despierta el tabernero y empiezan a llegar los primeros clientes. Me escuece el fuego y el culo de tanto que lo usan los Amos. A las otras kajiras suelen usarlas sólo en la taberna pero a mi muchos Amos prefieren usarme en privado. Supongo que porque soy una salvaje, como llaman ellos a las esclavas procedentes de la Tierra, y les da vergüenza usarme en público. En realidad yo lo prefiero así. En privado se toman más tiempo y me he acostumbrado a que usen mi culo. Incluso llego a sentir placer cuando lo hacen. Y lo que es más importante, he descubierto que si consigo que se corran en mi boca, me puedo tragar su semen, lo cual aplaca el hambre que me tortura todo el día. He perfeccionado mi técnica al darles placer con mi boca y casi siempre consigo que descarguen dentro su abundante y nutritiva leche. A los Amos les encanta que lo haga, aunque eso no quita que después usen mi fuego y mi culo de todas formas, pero por lo menos mientras me usan me siento saciada. De hecho me he fijado que las otras dos kajiras están muy delgadas mientras que yo mantengo mis pechos y mis nalgas firmes y repletos. Por la noche, cuando todos los clientes se han retirado y me acurruco en el suelo de la cocina, donde dormimos las kajiras, suspiro deseando que mi Amo vuelva de la guerra y yo vuelva a ser la kajira de un casta roja y no una vulgar kajira de taberna.
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Ya han pasado un año desde que mi Amo se fue y sigue sin volver. Las noticias que llegan del Sur no son halagüeñas para el bando del Norte. Están siendo derrotados por los Amos del Sur y muchos han caído. Me temo lo peor, que mi Amo no vaya a volver nunca y que tenga que quedarme para siempre sirviendo en la taberna. El Amo tabernero decidió que a parte de servir a los clientes, los entretuviera danzando en la taberna. La danza es parte del adiestramiento de las kajiras, pero mi Amo apenas me había ordenado danzar para él un par de veces. Danzo desnuda entre las mesas, ofreciendo mi cuerpo de forma provocativa. Los parroquianos me meten mano cuando paso junto a ellos y cuando acabo de danzar muchos quieren usar mi fuego ahí mismo o, en la mayoría de casos, en privado.
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Hoy se ha producido un gran alboroto en la taberna y en la aldea. A las afueras ha aterrizado una gran nave de color oscuro. De ella han salido dos extraños seres de aspecto humanoide, muy altos y estilizados y de piel azulada. Me he sorprendido al ver que todos los habitantes de la aldea, incluidos los Amos, se postraban ante esos seres para adorarlos. Ya había oído hablar de los Reyes Sacerdotes, una especie de divinidades o seres supremos que yo pensaba que eran imaginarios. Me he postrado al igual que el resto de presentes en la taberna cuando los dos seres se han acercado a ella. Y me he estremecido de terror cuando se han dirigido directamente a mí y uno me ha agarrado del brazo. Nadie en la taberna, ni el tabernero ni ningún Amo ha movido un dedo para impedir que esos seres me llevaran. Me han subido a su nave. El interior es oscuro y sólo se distinguen algunos pilotos de color rojo y azul. Me han tumbado en una especie de camilla y he caído en un profundo sueño.
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Me he despertado helada de frío tendida sobre el césped. Está amaneciendo y el rocío cubre mi piel y empapa mi camisk. Primero he pensado que estaba en un prado cercano a la aldea, pero al levantarme he visto a lo lejos los edificios de una ciudad. Nada que ver con las sencillas chozas y casas goreanas que como máximo tienen dos pisos de altura. Son edificios modernos como los de la Tierra. Al ver a un hombre de mediana edad vestido con chandal haciendo ejercicios en un sendero cerca de mi, he entendido que estaba de vuelta a mi planeta. El hombre me ha visto y se ha acercado a mi:
- ¿Que haces aquí tan ligera de ropa muchacha? Te vas a helar de frío - me ha dicho observandome de arriba a abajo con mirada lujuriosa.
Su mirada me ha parecido la misma de los clientes de la taberna cuando se disponían a usarme y he estado a punto de arrodillarme en posición de uso para entregarme al hombre, pero me he contenido al recordar que estaba de vuelta a la civilización.
- Yo…creo que me he perdido. Y sí, estoy helada de frío y hambrienta - es lo único que he sido capaz de responder.
El hombre seguía mirándome lujurioso. Estaba claro que el escueto camisk que apenas cubría mis pechos y dejaban a la vista parte de mis nalgas y de mi pubis le resultaban muy sugerentes.
- ¿Estás hambrienta? Lo único que puedo darte aquí es un poco de mi leche - me ha dicho con una sonrisa libidinosa - te doy 20 euros si me haces una mamada.
Está claro que el hombre me ha tomado por una puta o algo parecido. Yo estaba hambrienta y el semen había sido uno de mis principales alimentos en los últimos meses, por lo que he aceptado su propuesta. Me ha llevado a un lugar apartado, él se ha sacado la polla del chandal y yo me he arrodillado para empezar a chupársela. Me ha sorprendido el diminuto tamaño del miembro a pesar de que ya estaba erecto cuando lo ha descubierto. He aplicado mi depurada técnica para obtener su corrida. Me ha vuelto a sorprender que en apenas cinco minutos se haya corrido y también de la poca cantidad de leche que ha vertido en mi boca.
- Buffff, ha sido la mejor mamada que me han hecho en mi vida. Está claro que eres una experta. Y además me ha encantado que te lo tragues todo. Toma los 20 euros.
He cogido el billete y me lo he guardado entre los pechos a falta de otro sitio donde esconderlo. Seguía estando hambrienta y helada de frío. Y totalmente confusa. No sabía qué iba hacer, ni a continuación, ni en los próximos días. Llevaba 3 años abducida en otro planeta, sometida y esclavizada, adiestrada a obedecer y dejar de pensar por mi cuenta. Los años que tenía previsto dedicar a mi formación universitaria los había pasado en la peculiar universidad de Gor. En realidad, puede que este hombre no se estuviera muy desencaminado al tomarme por una puta. Me he dado cuenta que eso es lo que he sido desde que mi Amo decidió cederme a los Amos extranjeros y a la taberna. Sin pensarlo mucho y acuciada por el hambre le he dicho:
- ¿Sabes dónde puedo conseguir más leche como la tuya?
- Claro que sí. De hecho tengo un conocido que tiene un local en donde podrás conseguir toda la que quieras. Acompáñame a casa, te daré algo de ropa y luego te presentaré a mi amigo.
Acostumbrada a obedecer, le he seguido sin rechistar. En el piso del hombre, me ha ofrecido un desayuno, un café con leche y unas galletas que he devorado como si fuera el más delicioso de los manjares. Mientras comía, él me ha vuelto a mirar con ese brillo en los ojos de macho en celo.
- Hmmmm, ¿Qué te parece si follamos antes de que te acompañe al local de mi amigo? Me gustaría comprobar que realmente eres una profesional antes de presentarte.
- Bueno, vale.- He dicho yo encogiendo los hombros para después quitarme el camisk y arrodillarme en posición de uso.
El hombre ha alucinado al ver la facilidad con la que he aceptado su propuesta y no ha perdido la oportunidad. Ha empezado follandome el coño. Estaba seco pero la diminuta polla apenas me ha molestado cuando me ha penetrado y a medida que ha ido entrando y saliendo, mi vagina se ha lubricado ligeramente. Tampoco me ha dolido cuando me la ha metido en el culo. En diez minutos ya se ha corrido en mi ano. Luego me ha dado ropa para acompañarle a ver a su amigo. Me ha extrañado que tuviera ropa de mujer si no parece que en el piso viva ninguna. Pero después de ponermela he entendido que se trataba de un disfraz de puta que debía guardar para la visita de alguna profesional: tanga y suje rojos traslúcidos, medias de malla negras, minifalda y top ajustados, zapatos de tacón y un abriguito de piel sintética que no pude abrochar. Con este atuendo me he subido a su coche y me ha acompañado hasta un club situado en una carretera nacional. En la planta baja hay una gran sala con plataformas con barras donde algunas chicas bailan semidesnudas. Al fondo una gran barra de bar. El hombre me ha acompañado a un despacho situado cerca de la barra y ha saludado al hombre sentado tras el escritorio:
- Hola Marcos. Te traigo a un posible fichaje para tu club. Te aseguro que me ha dado la mejor mamada de mi vida y que su coño y su culo son de lo más follables.
- Hola Fran. Vaya bomboncito… pero vestida así parece una puta barata. ¿De dónde sales guapa? ¿Has estado ejerciendo en la calle?
- En realidad he estado en un local en el extranjero, pero he vuelto y ahora busco trabajo por aquí - he improvisado yo como respuesta - la ropa me la ha dado Fran, la mía estaba muy deteriorada.
- Ah, vale, la ropa es de Fran, entonces lo entiendo, conozco sus gustos respecto a las putas, jeje, es un cliente habitual. En realidad, estoy pensando que a más de un cliente le pondrá tu disfraz, siempre que te dejes hacer de todo si te piden un servicio. ¿Cuáles son tus límites? ¿haces anal? ¿sin protección?
- En el local donde he estado me he acostumbrado a hacer de todo a pelo….
- Bien, bien…¿azotes también?
- Sí, eso también.
- Bueno, pues creo que efectivamente puedes encajar en nuestro club. Sólo hace falta que pases una prueba con Dimitri, nuestro “testeador de chicas”.
Me han acompañado a una habitación con una enorme cama redonda. Al cabo de un rato ha entrado un hombre alto y musculoso, de pelo rapado y aspecto caucásico.
- Veamos lo que sabes hacer, putita - me ha dicho con un acento que confirma su procedencia de Europa del este.
Se ha acercado a mí, ha desabrochado su pantalón y se ha sacado la polla, aún morcillona, pero bastante más voluminosa que la de Fran. Me he arrodillado y he empezado a mamarla. Al momento la polla ha crecido dentro de mi boca hasta alcanzar casi el tamaño de la kiva de un goreano. He chupado ansiosa por obtener mi premio en forma de espeso semen. Los gruñidos y jadeos del hombre me han hecho pensar que estaba a punto de correrse, pero antes de eso ha sacado su polla de mi boca y me ha ordenado que me desvista. Una vez desnuda me ha empujado sobre la cama. Complacido ha visto como yo a cuatro patas le he ofrecido mi coño y mi culo alzados y abiertos, con una brutalidad y contundencia similares a los de un goreano, me ha clavado su polla en el coño, que ha reaccionado inundándose de flujos. Pronto le he suplicado permiso para correrme. El se ha carcajeado y me ha dicho:
- Correte putita!!
Le he chorreado la polla con mis flujos mientras él seguía follandome con violentos golpes de cadera que han prolongado mi orgasmo. Luego ha sacado su polla de mi coño y me la ha clavado en el culo, embistiéndolo con la misma brutalidad. Al cabo de diez minutos me he vuelto a correr. Las contracciones de mi ano y mi vagina han hecho que él también se corriera dentro de mi culo. Cuando se ha ido, me he vestido y he vuelto al despacho de Marcos. He encontrado a Marcos y a Fran sonrientes:
- Bien, hemos podido verte en acción por el circuito interno de vídeo. Debo decir que has aprobado con creces la prueba. Pocas son capaces de manejar con tanta soltura el monstruoso aparato de Dimitri. De hecho muchas de las chicas se retiran al verlo. - me ha dicho Marcos sonriendo de oreja a oreja - He acordado con Fran que te fichamos.Ya que él te ha avistado, podrá venir a follarte gratis una vez a la semana. Por lo demás te quedarás aquí con las mismas condiciones que las otras chicas, 50% de lo que recaudes con tus servicios para tí, 50% para los gastos del club.
…
Ya llevo varios meses en el club. Mi vida es parecida a la que tenía en la taberna de Gor aunque más llevadera. Sólo tengo que ofrecerme a los clientes y follar con ellos. No debo trabajar en la cocina ni servir copas y comidas. En Gor trabajaba unas 18 horas al día, aquí solo 12. Unos pocos clientes optan por azotarme a parte de follarme, pero sus azotes son como caricias comparados con los que recibía de los Amos goreanos. He hecho amistad con otra chica que trabaja aquí, Laura, que por lo que me ha contado acabó en el club después de una experiencia parecida a la mía como esclava sexual en el Sahara. Yo le he explicado mi historia aunque sin entrar en demasiados detalles, puesto que si le cuento que me sucedió en otro planeta me tomará por loca. Por lo visto somos las dos chicas más solicitadas del club. Ella atiende más a los clientes a los que les gusta el BDSM, yo a los que tienen un miembro enorme que las otras chicas rechazan. Alguna vez me planteo si dejar esta vida, volver a casa de mis padres, ir a la universidad como tenía previsto, buscarme un novio… Pero soy incapaz de dar el paso. No creo que sea capaz de volver a una vida normal … y superar mi adicción por el semen. Muchos de mis clientes habituales vienen para poder acabar en mi boca, después de follar todos mis agujeros y yo me trago golosa su leche.
Fin.