La esclava de Don Francisco 1

Después de un tiempo intercambiando mensajes y correos, ha llegado el momento de entregarse a él.

El siguiente relato es pura ficción, no es una guía de dominación ni nada por el estilo.

Se encontraba nerviosa, nerviosa como una chiquilla en su primera cita.

Pero no se trataba realmente de una cita, o al menos, de una cita normal.

Había quedado físicamente con su amo por primera vez.

Para Julia aún era un completo desconocido, solo mensajes de texto en un chat guarro.

No sabía nada de él, ni su nombre, ni su edad, ni su aspecto.

Y le había dado tanto.

Se sentía completamente avergonzada de las fotos que le había mandado, de las cosas que había hecho por él.

Hasta que al final le suplicó a su amo poder conocerle, poder entregarse físicamente a él.

Su cuerpo demandaba entregarse físicamente a él.

Su amo solo le hizo una única demanda...

Habían quedado en su casa, para ser dominada y follada en su propio hogar.

No era algo que le importara.

Con una vida destrozada por un accidente de tráfico que segó las vidas de su marido y su hijo se había encontrado de pronto sin nada que la estimulara, sin nada por lo que vivir.

Hasta que le encontró a él.

Y pensaba entregarse sin ningún tipo de limite.

Lo esperaba desnuda, vestida únicamente con un collar de perro que había recibido recientemente y con las palabras “Esclava sexual de uso público” escritas en su vientre.

No era lo único. También para está ocasión especial se había afeitado completamente el coño.

Y así debía de recibir a cualquiera que llamase a su puerta.

Ahora ya no era una mujer, era simplemente una esclava.

No era como si fuera a llamar alguien.

Hacía tiempo que había dejado de recibir visitas, pero la mera posibilidad de que alguien la viera así, la ponía a mil.

Para su sorpresa no tardaron en llamar a su puerta.

Se levantó despacio y se dirigió arrastrando el paso hasta la puerta de entrada.

Cerró los ojos y alargó la mano hasta tocar el picaporte.

Y lo giró abriendo la puerta.

Los dos vendedores apenas daban crédito a sus ojos.

Uno de ellos iba a entrar, pero su compañero lo detuvo.

-A saber que mierda te pega.

El hombre a su lado miro a ambos lados de la calle.

-¿Dónde cojones venderan condones por aquí?

-Solo me permiten follar a pelo – pronunció la mujer mientras les invitaba a entrar. – Solo a pelo.

Se miraron, se encogieron de hombros, y terminaron entrando a la lujosa casa.

La perra tenía instrucciones claras.

Sí, solo se la permitía follar a pelo, y debía ser tomada desde atrás.

Julia apoyó sus manos en una mesa especialmente preparada para la ocasión y se abrió de piernas para sus invitados.

Él más joven de los dos no tardó en colocar sus manos en las caderas de la perra y tras penetrarla con fuerza, comenzó a bombear.

Salieron leves gemidos de la boca de Julia.

-Dios, su coño es increíble. - Aseguró tras correrse dentro de ella.

-Un nido de infecciones, eso es lo que es.

-No me jodas, tío. Oye, ¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto, perra?

-Es mi primera vez – respondió Julia entre jadeos.

El hombre tenía una sonrisa de triunfo en la cara e invitó a su compañero.

-Esta bien, esta bien.

Como el anterior, la agarró por las caderas para poder penetrarla mejor.

Para Julia era toda una experiencia.

Nunca lo había hecho con más de un hombre.

Nunca lo habia hecho en realidad con nadie más que su marido.

No paraba de jadear mientras la polla de un desconocido mucho mayor que ella buscaba sus entrañas.

Con mayor experiencia que su compañero había advertido que la perra delante de él estaba totalmente entregada. No solo eso, también que le gustaba duro y profundo.

Aplastó el pecho de la chica contra la mesa mientras no paraba de penetrarla.

-Joder – dijo su compañero hiptonizado por lo que estaba viendo.

-Bueno – dijo al terminar – Ya hemos perdido suficiente tiempo aquí.

-Espera, un momento – preguntó el joven. - ¿Sabes si tu amo nos dejará follarte de nuevo?

-Pues claro – aseguró su compañero a la vez que la agarraba por el collar. – Es sólo una esclava. Solo sirve para que la usen.

Agarró su móvil.

-Paco, escucha hermano. Hay una esclava sexual en el barrio dando servicio, y está bien buena. ¿Cómo que no me crees? Mira esto, tío.

Julia no dijo nada mientras el hombre la hacía una foto con su móvil y se la mandaba a un colega.

-Vendrá en un rato, portate bien.

Una vez sola se recompuso como pudo.

No podía arreglarse, ni lavarse, ni nada. Si alguien volvía a llamar a la puerta debía abrirla tal y como estaba.

Paco, o esperaba que fuera Paco, no tardó mucho tiempo en llegar.

Tampoco venía solo.

Como esperaba, Paco era mayor como su amigo, pero su compañero está vez era un chico muy joven que dio un resoplido cuando la vio.

Julia repitió para sus nuevos invitados los mismos pasos que antes, solo que está vez se apretó su pecho contra la mesa ella misma.

-Tienes que verla como un coño – anunció Paco a su compañero. -No como una mujer, si no como un puto coño.

Pasó una mano por el coño de la perra para demostrarle lo empapada que estaba.

-¿Y tú como sabes tanto de esto?

-Yo no sé una mierda.

Empezó a follarla lo mas duro que podía mientras la chica gemía sin cesar.

-Joder, la gusta que la den duro.

Acabó dentro de ella, como los otros dos.

-Bueno hijo, es tu turno ahora. Pero entre tú y yo, ¿No será tu primera vez?

-Padre, por favor, la duda ofende.

Para demostrarle que sabía lo que estaba haciendo, tiró con fuerza de la correa que colgaba de su cuello.

Un gemido de dolor salió de los labios de la perra.

-Lo tengo controlado.

Su padre no necesitaba ver más para saber que estaba pasando y se encamino hacía la salida.

Él colocó su polla en la puerta trasera de la chica y la penetró de un golpe.

Julia se tragó el dolor.

Era virgen ya que su marido nunca había estado interesado en el sexo anal, y aunque se había preparado para su amo la usase, aún la dolía.

Pero no solo era dolor lo que llegaba a su cerebro, también llegaban ondas de placer, un placer intenso nunca antes experimentado.

Le dio un fuerte tirón de largo cabello pelirrojo.

Estaba dispuesto a acompañar cada penetración con un tirón del pelo.

-Eso es...

Tan fuerte tiró que Julia se vio obligada a doblar su espalda, dejando sus pechos colgando.

Aprovechó para manosear uno de ellos con la mano libre.

-Naturales, como a mi gusta.

Su padre, reconociendo el acto sexual de una perra con su amo, abandonó la casa.

Sabiendose a solas y tras ponerla en la posición que deseaba, aún con su polla dentro del culo de su esclava, comenzó a manosearla de verdad.

Manoseo sus pechos, pellizco sus pezones y acarició su húmedo coño.

-Todo esto...

-Te pertenezco completamente, amo.

Por toda respuesta su amo abrió los cachetes de su culo y se la clavó más profundo provocando un gemido de dolor en Julia.

Tras unas cuantas penetraciones más de este tipo y llenarla el culo el culo de leche, la sacó.

-Haz tu trabajo.

Obediente, Julia se dio la vuelta y se arrodillo delante de él.

No pudo evitar fijarse en la correa que sujetaba fuertemente su amo con la mano.

Era un símbolo de poder, un símbolo de que era ahora era suya, de que era su perra.

Y la gustó.

Recibió un fuerte bofetón.

No se quejó.

Ahora era suya y podía tratarla como le diera la gana.

Se fijó en la polla de su amo.

Era plenamente consciente de donde había estado metida la polla que tenía delante de sus ojos.

Estaba pringada de sangre, semen y pegotes de mierda.

Abrió la boca despacio y se la metió dentro para empezar a chuparla y lamerla.

Y lo hizo con ansias.

Era lo más asqueroso que se había llevado nunca a la boca, pero de ninguna manera pensaba ser derrotada por el asco que había sentido en un inicio.

Uno de los temas que mas había hablado con su amo era precisamente sobre la alimentación de una esclava.

Semen, meados, mierda, escupitajos o insectos vivos se habían puesto encima de la mesa.

Cosas que harían vomitar a Rambo.

Y ella lo había aceptado.

Para bien o para mal, lo había aceptado.

-Para ya.

Con suavidad, su amo levantó su barbilla para que mirase hacía arriba.

-Abre la boca – ordenó.

En cuanto Julia obedeció, un escupitajo cayó en su rostro.

No se movió.

No estaba segura de si era una prueba o si la intención de su amo consistía en humillarla.

Lo siguiente que recibió fue una fuerte bofetada en la cara.

No se quejó.

El castigo físico sin venir a cuento también estaba incluido en el trato.

Volvió a colocarse como antes, mirándolo y con la boca abierta.

Su joven amo comenzó a mearla en la boca.

Deseaba hacerlo desde que tenía uso de razón.

No estaba muy seguro de el porqué y tampoco le importaba.

Mearse en la boca, en la cara y en los pechos de esa increíble madura dispuesta a todo que le había tocado en suerte para él representaba el mayor de los placeres.

Hacerlo en mitad de su salón, solo era la guinda.

Julia, dispuesta como estaba a complacer a su amo, se dejaba mear y se lo trabaga.

Era maloliente, caliente y ácido, nada ni parecido a cualquier cosa que se hubiera tragado antes.

La entraron unas enormes ganas de tocarse así que acercó tímidamente su mano a su sexo.

Se detuvo por la vergüenza.

Nunca antes se había tocado delante de ningún hombre.

Su amo le soltó una hostia.

No la pensaba decir que había hecho mal porque ni él mismo lo sabía. ¿Quería que se tocará? ¿Quería que pidiera permiso antes?

Bah, no importaba.

Ahora estaba seguro de que Julia se iba a tragar sus meadas sin rechistar porque le ponían cachonda.

Y eso era lo único importante de todo esto.

Enormente satisfecho por el comportamiento mostrado por la perra, el amo sacó un bote de cristal del bolso que había traído con él.

Contenía la corrida completa de un caballo, pero no era algo que fuera le fuera a contar.

-No te lo tragues – adivirtió.

Derramó un poco de su contenido en la cara, en los pechos y boca abierta de su sumisa hasta que pudo distinguir el blanco.

-Pareces un retrete.

La pidió que se enjuagará con ello.

Retuvó la arcada que le dio al remover dentro de su boca una sustancia mucho más espesa y de sabor mucho mas fuerte al que estaba acostumbrada.

-Escúpelo.

Cayó encima del charco de pis que se había formado junto a ella.

Por supuesto la siguente acción era limpiarlo con la lengua.

Julia agachó la cabeza y comenzó a lamer el suelo manchado hasta que no quedo nada.

Comenzaron a andar por la casa.

Él como un humano.

Ella la perra que era.

Se dirigían al jardín para que hiciera sus cosas.

Salían al jardín para que el perro de la familia se divirtiera con ella.

No creía posible ninguna de las dos cosas.

Scoby, el gran danés de la familia era un perro de lo más cariñoso.

Mear delante de un desconocido era imposible para ella.

Se equivocaba en ambas.

Su amo, tras dejar atada a Julia a escasos metros de la caseta de la mascota, solo tuvo que dejar que la naturaleza siguiera su curso.

El gran danés no había perdido detalle de lo que ocurría delante suyo, y tras comprobar que todo estaba bien, se levantó para oler el sexo de la hembra dispuesta para él.

Y la montó.

Fue intensó, salvaje y brutal.

Scoby tomó a su dueña sin ningún tipo de consideración y se la folló lo más fuerte que pudo ante la sumisión completa de esta.

La metió toda su bola dentro y ambos amantes no pudieron separarse durante una larga media hora.

Mientras tanto su amo aprovechó para visitar la casa, ya que la consideraba suya, porque era una simple cuestión de tiempo que todas las posesiones de ella pasaran a su nombre.

Se fijó en una foto dentro de su habitación que aún conservaba de ella con su marido y su hija.

Se les veía felices, muy felices.

Pensó por un momento en cambiar esa foto por una imagen de ella siendo montada por el perro de la familia.

Se trataba por supuesto de un ejercicio de puro sadismo.

Sin pensarlo más, sacó la foto del cuadro y bajó abajo.

Hizo varias fotos con el móvil de la pareja y se las mostró.

-Esto es lo que eres ahora.

Antes de que Julia pudiera decir nada, Scoby se movió provocando en Julia gemidos de placer.

Su amo sonrió y se fue.

Imprimió varias copias de ellas y colocó varias imágenes más de la foto tomada por varios lugares de la casa.

Cuando regresó al jardín, el perro ya había terminado de hacer sus cosas.

Julia seguía exactamente en la misma posición que la había dejado.

Eso sí, mucha más sucia si cabe.

El semen juguetón de su mascota resbalaba alegremente por sus muslos.

Recogió un poco con la mano y la colocó delante de la boca.

Y la perra lo lamió.

Volvieron adentro como amo y perra.

No iban lejos, ya que solo quería sentarse en el sofá.

Julia pudo ver de primera mano la nueva decoración de la mesa.

Los alegres paisajes o las fotos que tenía con su familia habían desaparecido para ser cambiadas por fotos suyas haciendolo con un perro.

Agachó los ojos para no verlo.

-No, no, no... Míralo porque ahora esa eres tú.

La tiró con fuerza del pelo y está vez Julia gritó de dolor.

-Eres tú quien quiere dejar atrás su vieja vida.

-Pero...

La dio una bofetada que la tumbó.

-No hay peros, ningún pero.

Agarró una de las fotos.

-Mírate y tócate. Lo estás deseando.

Julia no obedeció.

-Si no obedeces tendré que castigarte. Quizás raparte al cero este hermoso pelo que tienes.

-Yo no puedo seguir con esto.

Su amo no la hizo caso.

En lugar de eso forzó el castigo del collar.

La dejó sin respiración. Julia se agarró fuertemente con ambas manos al collar intentando soltarlo.

-Fuiste tú quien te lo pusiste.

Ahora tenía la boca abierta intentando reunir todo el aire posible dentro de sus pulmones.

-Tocate Julia.

Volvió a accionar el botón mientras le mostraba la foto.

Julia pudo notar que está vez no iba a parar. Así que bajó una de sus manos a su coño y comenzó a frotarlo de forma frenética.

Solo entonces paró de ahogarla, pero Julia no se pudo detener.

Se estaba masturbando para ella, para él, porque lo necesitaba de verdad.

Tras correrse como una loca su amo la abrió de piernas todo lo que pudo.

Comenzó a sobarla el coño, manosearlo, abrirlo y hacerla fotos que solo una guarra se dejaría hacer.

También comenzó a penetrarla con la mano hasta que se la metió entera.

Tumbó a Julia en el suelo con las piernas abiertas y subidas a él.

-¿Cómo me imaginabas?

-Mayor. - Aseguró ella con una sonrisa.

La observó durante una eternidad.

Aún no podía creerse que esa mujer fuera completamente suya.

Estaba muerta de la vergüenza, esperando pacientemente a que empezaran a usarla de nuevo.

Derramó sobre su cuerpo, cara y cabello el resto del semen de caballo que aún tenía con él.

Agarró a su perra fuertemente por los tobillos y un leve gemido de placer se escapó de sus labios.

Se descalzó y comenzó a pisarla el coño.

Para él, era divertido humillarla de esta manera, ver como se retorcía de placer al acariciarla en su zona íntima con algo tan poco digno como un pie sucio y sudado.

Para ella era mucho más.

Su marido apenas si la habia masturbado alguna que otra vez, y siempre había disfrutado con ello.

No tardó mucho en correrse.

El chico dudo un momento, pues no sabía donde limpiarse la corrida de su hembra en celo.

La metió el pie en la boca.

Otra señal más del poder que tenía sobre ella.