La erótica fregona

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LA ERÓTICA FREGONA

¿De qué se extrañan? Es así como me llama mi marido. Bueno, lo de "erótica" es de mi cosecha... pero me llama "fregona" tan de continuo que hasta creo que se le ha olvidado mi nombre. Mi marido cree que solo sirvo para eso: para follar y para limpiar.

Pero no se espanten. Mi caso es muy corriente. En fin, como yo. Si el caso es que lo tengo asumido. Pero ya no puedo más. No quiero ver a nadie ni quiero saber más. Ni siquiera hablo con mi familia, para qué, si ultimamente solo saben echarme en cara lo que ya me decían antes de casarme. Ni con mis vecinas, que ya están más que hartas de los gritos y los golpes de casi todos los días. Además, qué saben ellas, si siempre lo arreglan todo con lo de la separación. Que me separe y santas pascuas. Pero eso se dice muy pronto. Porque claro, me separo, si, y luego qué? ¿qué hace una? Naaa... eso solo es para los ricos y para las modelos y las actrices de cine. Y no es que yo sea fea, no señor, lo que ocurre es que me he venido abajo, y en tan solo 2 años que llevo de casada. Ay, mi marido machaca a cualquiera. ¡¡Con lo apañada que era yo antes de casarme!!. Todos los hombres me rifaban, figúrense ustedes. Y ahora... con un ojo como una berenjena, la cicatriz de la mejilla y esta boca igual que el hocico de un cerdo...

La verdad es que todo empezó al poco de casarnos, pero nunca creí que iba a llegar a esto. La primera acusación vino por lo de los hijos. Decía que era culpa mía, que yo era el problema. MENTIRA. ¿Cómo iba a dejarme embarazada, si de las veces que practicábamos el sexo - nosotros no hacíamos el amor, lo practicábamos - 99 de cada 100 veces (es un decir), era sexo anal? ¡¡A ver cómo, que me lo expliquen!! Solo le gustaba darme por detrás "para no verme la cara", decía el muy cabronazo. Lo que no sabía es que el favor me lo hacía él a mi.

La primera noche que me pegó fue una Nochebuena. Llegó tarde y borracho. Porque él bebe, si señores, bebe como una cuba. Yo le dije que cómo me hacía eso en una noche así, y él me miró con un odio que me provocó unos sudores fríos que no se lo deseo ni a mi peor enemigo (osea, a mi marido). Hasta entonces no me había mirado nunca así... yo...aún pensaba que él me quería, aunque solo fuera un poquito...

Cómo sería que del primer puñetazo me tiró contra el armario del comedor, me golpeé en el muslo derecho y me salió un moratón que me duró más de un mes... pero para qué voy a contarles sobre mis heridas de guerra.

De un tiempo a esta parte mi marido se ha convertido en un extraño para mi. ¿Pero qué digo?, ¡peor que un extraño!, porque ni un extraño se comportaría así conmigo ni con nadie. Cuando a él le apetece y no tiene el suficiente dinero como para pagarse a una mujer, llega, me toquetea y me fuerza a ponerme a cuatro patas para tener que soportar sus tristes embestidas, sin importarle si me duele o no me duele. A veces hasta me ha llegado a amordazar para que no grite. Para mi el sexo es un suplicio.

Ustedes igual creen que yo ya soy mayor. Pues no tengo más que 26 años, así que imagínense qué vida, que parezco una mujer de 40...

Cuando lo nuestro ya no tenía remedio, ni había nada ya que se pudiera llamar nuestro, lo despidieron del trabajo. Salí de Guatemala y me metí en Guatipeor. Un día me tuvieron que llevar al "Gregorio Marañón", y el mismo hospital lo denunció. Pero me dio tanto miedo de que aquello se volviera en mi contra, que retiré la denuncia. Menuda vergüenza que pasé. Todos en la comisaría me miraron como si me mereciera lo que me habia pasado si encima retiraba la denuncia.

Qué sabrán ellos.

Qué sabrán ellos ni nadie.

No había pasado ni una semana, que ni aún estaba yo curada, cuando me atizó otra paliza tan grande que tuve una hemorragia (con la que pensé que me iba de este mundo, y ojalá hubiera sido así), un tabique de la nariz roto y también, debido a las dulces caricias de aquel día, perdí la vista del ojo izquierdo... y hasta hoy.

Total, que grité tanto que un vecino entró, y al verme tan maltrecha, puso una denuncia a la policía. Pero vamos, que no sirvió de nada, estará todavía allí, amontonadas con las otras, porque con el tiempo, hasta yo misma llegué a denunciarle, pero mi marido ni se enteraba, orque ni le daban el parte.

La maravillosa burocracia de este país.

Y ojito, que solo les estoy contando lo peor, que las bofetadas y los puñetazos son mi pan de cada día.

Recuerdo que un tiempo después de aquello, me vino a casa una noche pidiendo dinero. Yo trabajo limpiando casas, pero todo el dinero que gano se lo doy a él y es él quien me administra, porque, según dice, las mujeres no podemos tener dinero, que tenemos los bolsillos rotos.

Desde luego que le dí todo lo que tenía (el dinero destinado para la compra del día siguiente) y se fue satisfecho. No volvió hasta las 2:00 o las 3:00 del día siguiente, exigiendo su almuerzo. Pero claro, como yo no tenía dinero para hacer la compra, pues no había nada de comer... el caso es que me tiró al suelo y me pateó tantas veces y me hizo tanto daño, que no tuve más remedio que acudir de nuevo a la policía.

Pero pasó lo de siempre.

Fui completamente sola, sangrando y arrastrándome como pude, molida por los golpes. Nadie me ayudó. Y me aceptarón la denuncia, pero me dijeron que no era más que una falta y la mandaron al juzgado del distrito. Treinta días mirando con ojos secos a la puerta, en el buzón, oyendo replicar el teléfono cuando no sonaba, esperando a que alguien me trajera noticias...

Pero, como siempre, mi marido tampoco se enteró aquella vez.

Solo era una denuncia más. Asíq eu me quedé peor de lo que estaba... aunque, bien mirado, él, al no enterarse, no acabó por matarme.

Miren, yo en la justicia ya no creo. La última vez que le denuncié, él también se presentó en la comisaría y me denució también a mi, porque dijo que yo fui la primera en pegarle, la primera en levantarl la mano. Tiene perejiles la cosa, si ni tan siquiera soy capaz de levantar los brazos para coger los cacharros de los armarios de la cocina.

No, yo ya no creo en nada. Ya no. Yo solo escribo esto para que ustedes se acuerden, cuando me mate – porque éste me mata, eso seguro, un día de estos me deja en el sitio y se le acaba la diversión -, pues acuerdense de mí, de una mujer que escribió estas líneas para decirles que nadie me defiende.

Nadie.

NADIE.

...¿DÓNDE ESTÁ DIOS?.

ALIENA DEL VALLE.-