La era de las mujeres III
BALLBUSTING hetero. Un día las mujeres se hartan de los hombres y deciden ponerlos en el lugar que les corresponde.
Las burlas de Iris por su lenta recuperación eran constantes, a lo que también contribuyó con algún que otro golpe traicionero. Pasó más de una semana hasta que Hoden se recuperó por completo, aunque solo físicamente, porque psicológica y anímicamente era otro.
El chico prometió no vengarse de su hermana cuatro años menor, si no volvía a golpearlo ahí, pero Iris no estaba dispuesta a negociar y se enfrentó a su hermano siempre que quiso. Al principio Hoden solía poder defenderse, el problema es que sus derrotas eran mucho más dolorosas y duraderas que las de ella.
Además, aunque la hizo llorar muchas veces, Hoden procuraba no excederse, por miedo a que su hermana decidiera ejercer su derecho a privarlo de su virilidad para siempre. Algo que lo tenía obsesionado ya que cada vez que Iris conseguía agarrar sus partes, le decía que el momento había llegado, y lo hacía llorar y suplicar hasta que se hartaba. A veces casi prefería que lo hiciera de una vez para acabar con tal sufrimiento físico y mental.
A partir de que Iris cumpliera 12 años y empezara a desarrollarse, junto a los aprendizajes de la escuela, para Hoden fue cada vez más difícil defenderse de su habilidosa e inteligente hermana. De nada le servía ser cada vez más grande y fuerte.
La última vez que se enfrentó a su hermana tenían 13 y 17 años. Para entonces a la chica le estaban creciendo los pechos, y Hoden encontró en ellos una forma de equilibrar un poco la balanza. En dicha pelea, el chico lanzó un potente puñetazo a la pequeña teta izquierda de su desnuda hermana, que gritó de dolor. El daño era evidente, pero en la escuela la estaban enseñando a aguantar el dolor para diferenciarse de los patéticos hombres manteniendo el autocontrol y haciendo del sufrimiento una motivación.
Así pues, la mirada que le dedicó a Hoden borró de inmediato su expresión de satisfacción. Iris corrió hacia él, que rápidamente cubrió su punto débil, y apenas a un metro de distancia, hizo el pino, giró 180º y atrapó con sus piernas la cabeza de Hoden. Quedó colgada de su cuello mirando hacia él, que intentaba separar las piernas de la chica de su cuello para quitársela de encima.
Tal y como había planeado, la chica tenía el paquete de su hermano prácticamente en la cara, por lo que sujetó el escroto de Hoden con una mano, de forma que los testículos quedaran fuera del agarre. Cuando Hoden descubrió que el verdadero objetivo de su hermana no era su cuello ya era demasiado tarde, pues Iris golpeó sus testículos con el otro puño. Antes de que sus manos llegaran, el asustado chico sintió un nuevo puñetazo que lo hizo caer al suelo con su hermana aún colgada de él.
Antes del tercer impacto consiguió sujetar la mano con la que Iris le estaba aplastando la virilidad, pero ella seguía estrangulando su escroto con la otra mano.
- Voy a hacerte una paja, hermanito. Espero que te guste.
Dijo Iris, que aprovechó la forma en la que lo tenía agarrado (por la parte del escroto entre los testículos y el cuerpo del chico), para subir y bajar su mano como si de una masturbación se tratara. Con cada subida, Hoden sentía como su hermana tiraba de sus testículos, forzando los débiles hilos de los que cuelgan ambas gónadas. Como buena paja, Iris aumentó la velocidad y fuerza progresivamente, haciendo los tirones cada vez más dolorosos. Todo sin dejar de apretar sus muslos contra el cuello del chico y sintiendo su leve respiración en su sexo.
Este no podía hacer nada, ni siquiera teniendo el coño de su hermana tan cerca como ella tenía sus atributos, ya que ella no tenía nada que agarrar o morder. Incluso con las manos libres sabía que no podía hacerle suficiente daño sin que ella dañara sus testículos diez veces más.
No obstante, Hoden decidió “morir matando” y dejó de intentar defender inútilmente sus genitales para utilizar sus manos para atacar. Lo hizo golpeando los costados de Iris con tanta fuerza que esta dejó de darle tirones. Parecía que la había dejado sin aliento, pero simplemente se trataba de que Iris decidió volver a los puñetazos, esta vez aún más enfadada.
Hoden le pellizcaba con malicia el lateral de los senos, pero cada ataque del chico parecía darle más y más fuerza a Iris, que machacaba los testículos de su hermano como una loca. Pronto noto en los muslos las lágrimas de Hoden, que no tardó en quedarse sin fuerzas ni ánimos para seguir atacando. La enfurecida chica siguió golpeando hasta la quincena de golpes sin disminuir ni un ápice de fuerza.
Cuando se levantó, su hermano estaba totalmente inconsciente. Era la primera vez que le pasaba, aunque a Iris no le sorprendió, pues le habían enseñado que los desmayos son muy probables tras ataques brutales. Aún estaba alterada, permaneció unos segundos en pie junto al cuerpo de Hoden, con la respiración acelerada, recuperando el aliento.
Finalmente, terminó de desahogarse con una patada que casi le saca los huevos del escroto. Lo que sí consiguió fue que despertara con un agónico gemido. Levantó lentamente la espalda del suelo y miró los órganos de donde provenía el mayor dolor que jamás había sentido. Su mirada estaba borrosa, pero fue suficiente para ver que ya estaban muy hinchados.
Mientras recordaba lo sucedido elevó un poco más la mirada y vio una silueta femenina. Por fin consiguió enfocar el rostro de Iris, pero no pudo ver venir una nueva patada en la entrepierna.
Hoden se retorció varias veces sobre sí mismo, agarrando las bolas que Iris había reblandecido a base de puñetazos y patadas, hasta que no lo soportó más y volvió a la inconsciencia total. Iris se quedó junto a él, observando orgullosa y satisfecha cómo los testículos de su hermano mayor aumentaban de tamaño poco a poco.
Cuando Hoden volvió a despertar, sus huevos estaban sobre los dedos de su madre, y digo sobre porque estaban tan hinchados que era imposible cogerlos con una sola mano.
- Fantástico trabajo, hija, aunque has estado a punto de reventárselos e incluso puede que los pierda. – felicitó Karla a su hija sopesando las gónadas de Hoden.
El joven esperaba estar en algún tipo de hospital, pero no, estaba en una silla de su habitación y no parecía haber ninguna sanitaria cerca. A los pocos segundos lo invadió un terrible dolor testicular y de vientre, por lo que quiso agarrarse el foco del dolor, pero descubrió que tenía manos y pies atadas al asiento.
Obviando la vergüenza que le daba tener a su madre sujetando sus partes, le pidió que lo llevaran al médico sin poder evitar llorar de dolor.
- No es a mí a quién tienes que pedirle ayuda, la que manda sobre ti es tu hermana. – explicó Iris soltando los testículos para retirándose un poco.
Madre e hija sonrieron al ver que Hoden se estremeció como si de un golpe se tratara cuando sus testículos se apoyaron pesadamente sobre la silla cuando Karla los dejó caer. Nunca les dejará de sorprender la debilidad de esos colgantes órganos.
- Iris, por favor, te lo suplico, me duelen más que nunca, es insoportable… Nunca más intentaré defenderme, ya he aprendido que no puedo contigo, pero ayúdame te lo suplico, tú no sabes lo que duele, voy a morir de dolor! - renunciaba Hoden a la poca dignidad que le quedaba suplicando ayuda para sus testículos a su hermana de 13 años.
La chica se quedó pensativa, disfrutando la bajada de pantalones de su hermano, ya que hasta entonces el argumento de Hoden siempre fue que “no es para tanto” “no es tan doloroso”, aunque su hermana lo dejara llorando y tardara días en recuperarse, pero hasta entonces su orgullo le impedía reconocer su inferioridad. También es cierto que Iris nunca había llegado tan lejos.
- Me alegra que por fin aceptes tu lugar. – dijo Iris poniéndose junto él y colocando su pie entre sus piernas, con el talón justo encima de sus hinchados testículos.
Hoden se retorcía y miraba a su madre en busca de ayuda, pero solo encontró una mirada de orgullo hacia Iris.
- Mamá dice que si no te curan tardarás mucho en recuperarte y no podré jugar con tus huevines hasta que estés del todo bien, pero creo que va a ser divertido ver tu lenta y dolorosa recuperación sin ninguna ayuda. – dijo la chica dejando caer un poco de peso sobre su pie y moviéndolo en círculos sobre el blando soporte.
Hoden se quedó sin aire y se inclinó hacia delante lo poco que podía, intentando juntar las piernas sin éxito. Tenía la sensación de que de un momento a otro sus gónadas iban a ceder y estallar entre la silla y el pie de Iris.
- No me mires así, si voy a estar un tiempo indefinido sin poder jugar contigo, tendré que tener una pequeña despedida ¿No crees? – dijo Iris apoyando aún más peso al inclinarse para besar la sudorosa frente de su hermano.
Justo después levantó un poco el pie y lo bajó con fuerza, aplastando los testículos de Hoden con su desnudo talón. El chico, que pensaba que ya había sentido el peor dolor de su vida, vio que estaba equivocado una vez más, pues el no poder agarrarse hacía la tortura aún más angustiosa y, para más inri, esta vez estuvo consciente en todo momento, sintiendo como su cuerpo masculino era destruido por culpa de un único punto débil.
- Buena elección, hija, aunque viendo como tiene los huevos no sé si llegará a recuperarse. De lo que estoy segura es de que nunca tendrás sobrinos. – felicitó Karla a su hija mirando fijamente la patética virilidad de su hijo.
Después de eso, Iris tuvo que dejar de maltratar esa parte del cuerpo de su hermano, sin saber cuánto tiempo tardará en recuperarse. Los días pasaban y su hermano seguía con los testículos igual de hinchados y sin poder levantarse de la cama, sintiendo el mismo dolor que el primer día.
Hasta que no pasó un mes y su hermano seguía igual, Iris no se dio cuenta de que los patéticos huevos de su hermano no se recuperarían sin ayuda. Le llevó a una antigua uróloga para que lo ayudara, pero el diagnóstico de la mujer no pudo ser más alarmante para ambos hermanos:
- Estos huevos están totalmente quebrados, después de tanto tiempo no se puede hacer nada por salvarlos. – dijo la mujer tras revisar manualmente los testículos de Hoden.
Iris fue invadida por sentimientos contradictorios, por un lado, la satisfacía haber alcanzado tal poder hasta llegar al punto de dejarle los testículos inservibles a su hermano en una pelea. Pero por otro lado, la entristecía perder la fuente de diversión que suponen los testículos en su hermano.
Por su parte, Hoden estaba en estado de shock, asimilando la noticia, aceptando que su hermana lo ha castrado e interiorizando que ese mes de “recuperación” no ha servido de nada, todo el sufrimiento, las noches sin dormir por el insoportable dolor, todo para nada. Pero lo que menos soportaba es que de haberlo atendido antes puede que hubieran podido salvar su virilidad.
Aún con la mirada perdida, el chico sintió el puño de Iris machacar sus testículos después de más de un mes. Él la miró sorprendido antes de retorcerse como un loco en la cama, de la que cayó al suelo para seguir agonizando.
- No creo que pase nada por un golpecillo más, si ya no hay nada que hacer por tus pequeñines… - dijo Iris disfrutando como la primera vez.
- Durante este mes me he desquitado con esclavos y prisioneros, pero con ninguno me he sentido tan bien como golpeando tus huevos, hermanito. Los tuyos son especiales.
El puñetazo empeoró aún más la situación de Hoden, pues el constante dolor aumentó hasta cotas insospechadas. El pobre chico tenía la sensación de que le estaban exprimiendo los testículos continuamente.
- Lo siento mucho, hijo. – lo consolaba Karla acariciándole el pelo. – Sé lo duro que debe ser para ti ser castrado por tu hermana pequeña, pero es algo a lo que los hombres os acabaréis acostumbrando. Pronto acabará este sufrimiento, solo tienes que tener un poco más de paciencia. – le dijo finalmente su madre.
Al día siguiente, entraron en su habitación Iris y Diana, que lo llevaron a otra habitación más grande donde se encontraba Karla. Luego lo de ataron brazos y piernas a una enorme cruz de madera que había en el centro de la habitación.
Iris se colocó frente a él y comenzó a acariciarle el pene y los testículos.
- Espero que disfrutes mi regalo, hermanito, y que ellas consigan que esto despierte. – le dijo la chica agitando el flácido pene con dos deditos y despidiéndose con un golpecillo de dedos en los testículos, que hizo a su hermano perder el aliento momentáneamente.
Diana y Karla, que permanecían al fondo, en frente del chico, dieron la señal y entraron tres chicas. Ninguna superaba los 17 años de Hoden y lucían unos cuerpos impresionantes, sin duda eran las más guapas y sexis que Karla y su hija encontraron.
Él estaba cagado de miedo viendo a las tres chicas acercándose lentamente, mientras su hermana, su madre y Diana, la mano derecha de su madre, permanecían expectantes.
Una de las chicas permaneció en pie frente a él, mirándolo fijamente con sus preciosos ojos verdes. Le acarició el pecho y le besó el cuello, para a continuación, abrazarlo a él (y a la cruz) con las piernas, a la altura de la cintura del joven. De esta forma, seguía estando frente a él y permitía el acceso de sus dos compañeras a la parte baja del varón.
Hoden sentía todo su femenino cuerpo contra el suyo, su cálido sexo a la altura de su ombligo y los pechos, casi en la cara.
Más abajo, las otras dos chicas estaban arrodilladas, y acariciaban las piernas de Hoden lentamente, subiendo poco a poco. Era muy placentero para él, pero seguía bastante asustado por lo que pudieran hacerle a sus indefensos genitales, así que pidió patéticamente que no le hicieran daño.
- Pobrecillo, has debido sufrir mucho. – le dijo la chica que estaba sobre él, consciente de que el pobre chico solo había recibido dolor del sexo opuesto. – confía en nosotras. – le dijo antes de besarlo y meterle la lengua hasta la campanilla.
- Ya te digo que ha sufrido, estos huevos están hechos papilla. – dijo una de las otras acariciando las gónadas, no con la delicadeza que Hoden hubiera preferido, pues llegó a gemir levemente dentro de la boca de la chica que lo besaba.
La tercera chica se ocupó del pene, pero no conseguía hacerlo despertar, lo que preocupó un poco a Karla. Pero pronto la madre pudo sentir cierto orgullo por su machito, cuando la chica hizo retroceder el prepucio del pequeño pene y lamió repetidas veces su frenillo. Esto por fin lo hizo despertar en una total erección.
La chica no dudó y comenzó una lenta mamada, mientras que su compañera le lamía los testículos, aunque esto le provocaba a Hoden placer y dolor a partes iguales. Él forzaba las ataduras para tocar el cuerpo de esas diosas, pero en ese momento, como en todo actualmente, el poder era de las mujeres.
La chica que lo besaba, se estiró un poco y le puso los pechos a la altura de la cara, para que Hoden se los comiera a gusto, mientras las otras dos hacían lo propio con su pene y sus testículos. Además, le acariciaban las piernas, los brazos y el pecho sensualmente. Hoden no cabía dentro de sí del placer que sentía.
Al poco tiempo, sintiendo una lengua en sus testículos, otra recorriendo su polla y unas preciosas tetas meneándose y frotándose contra su rostro, el joven empezó a chorrear semen en la boca de la mamadora en un orgasmo alucinante. Las chicas no pararon hasta que no expulsó la última gota, y continuaron un poco más hasta dejarle la polla limpia y reluciente.
Finalmente, se apartaron y se colocaron junto a Karla y Diana, dejando al extasiado chico jadeando. Cuando fue recuperando el aliento, se percató de que su hermana no estaba donde antes, había desaparecido de su vista.
Antes de que pudiera hacerse una idea, Iris lo pateó desde atrás entre las piernas, justo en sus desinflados huevos. Las tres chicas que le habían dado tanto placer pusieron cara de dolor y parecían sentir pena por el pobre chico, que se estremecía en la cruz. Miró a su madre pidiéndole que al menos lo soltara para poder agarrarse, pero la orgullosa mirada de la mujer estaba fija en su hija.
- Espero que hayas disfrutado de tu primera y última gran experiencia como hombre. – dijo Iris aún desde atrás.
Luego pasó su bracitó bajo la cruz que separaba las piernas de su hermano, y comenzó a darle leves palmaditas en la parte baja de los testículos, que botaban con gracia para deleite de Karla y sus acompañantes, que disfrutaron viendo que esos ridículos golpecitos eran como patadas para Hoden.
El placer ya no era más que un recuerdo, ahora sus genitales solo le proporcionaban dolor, un dolor terrible que no tardó en hacerlo llorar. Movía la cabeza de un lado a otro como un loco al no poder agarrarse ni encogerse.
Pronto se dio cuenta de que el regalo de su hermana era un cruel castigo, pues le había hecho saber lo que se perdería una vez que no tenga pelotas.
- Dios! Cómo voy a echar de menos estos momentos! – se lamentaba Iris, ya frente a su hermano.
Hoden sintió la rodilla de su pequeña hermana clavarse en lo más blando de su cuerpo por última vez. Luego sintió su mano rodeando esa misma zona, la cual tocó de arriba abajo en forma de despedida.
- ¡Mírame a los ojos, mírame! – ordenó Iris cerrando su mano con fuerza, ya que el chico estaba tan hundido que solo podía mirar al suelo.
Hoden obedeció y pudo ver la cara de satisfacción de su hermana menor.
- Ha sido un placer. – le dijo con una sonrisa sin dejar de mirarlo a los ojos, y guiñándole uno.
Finalmente, tiró con todas sus fuerzas hacia arriba, girando la muñeca durante el propio movimiento como la habían enseñado y había practicado en varias ocasiones. Tal y como esperaba, escroto y testículos se desprendieron del cuerpo del joven con suma facilidad.
La cara de Hoden fue de absoluto terror al ver sus propios huevos en la mano de Iris, que se los mostró y balanceó sin parar de reír. Ya no tenía testículos para que le dolieran, pero el dolor de vientre era más intenso que nunca.
- Enhorabuena, hermanito, ya eres un eunuco. Si te portas bien, no tendré que cortarte la pollita también. – concluyó Iris pellizcándole el pene