La entrevista - Ángela 2

Ángela tiene su primera entrevista en línea con alguien de Live Pain

Es recomendable empezar la historia por el primer capítulo: la inscripción (https://www.todorelatos.com/relato/177404/).

Dejamos a Ángela en la mazmorra de Domina Gala con Miguel Ángel: unos de sus clientes sádicos. Después de llenarla de orines la estaba castigando por no haberlo tragado todo, pese a que fue él quien apunto a sus tetas y su tripa impidiéndole beberlo todo. Después de treinta y ocho golpes de caña, veinte en su abdomen y dieciocho en sus senos, Ángela parecía una cebra solo que, con líneas moradas, o algunas aún rojas. El último golpe con una fusta modificada con chinchetas en su pezón le había provocado un fuerte orgasmo, el penúltimo de la cadena, convirtiendo su chocho en una auténtica fuente que lo había hecho más evidente que los anteriores.

Miguel Ángel tomó su pezón, lo pellizcó y lo retorció comprobando con otro orgasmo lo que ella ya conocía: que Ángela era masoquista.

—Si yo fuese el sádico que dicen tus amiguitas… tus nuevas amigas, creo, suspendería el castigo y no te aplicaría el último golpe, pero como en el fondo me gusta que gocéis creo que te pegaré y luego te lo retorceré.

Ángela se limitó a asentir con la cabeza teniendo los ojos cerrados.

Cambió de lado y golpeó el otro pezón. Después se lo pellizcó y retorció. En cada caso la hizo tener un nuevo orgasmo.

—Ya has gozado bastante. Ahora me toca a mí.

Estiró del reposacabezas de la silla y lo quitó dejándole la cabeza sin apoyos. Tomó el mando de la silla, la puso horizontal y la bajó hasta que la cabeza de Ángela quedó un poco por encima de su entrepierna. Dejó el mando y cogió un flogger.

—Quiero que me la chupes mientras yo te motivo. Recuerda que no puedes quitar las piernas de sus apoyos. Tampoco usar las manos para ayudarte.

Se bajó los pantalones. Una mata de pelo grisáceo cubría su entrepierna y costaba adivinar dónde se hallaba su pequeña pollita. Ángela estiró su cabeza hacia atrás para poder llegar a coger ese pequeño trozo de carne flácida entre sus labios.

Apenas conseguía que su lengua llegase a hacer ningún efecto. Consiguió extraer el glande del prepucio y como notaba que labios y lengua apenas hacia efecto empezó a apretar con sus dientes detrás de los labios. Mientras él golpeaba el coño con un flogger llevándola al borde del orgasmo. Llegó. Apretó más los dientes y al apretar consiguió de él una mísera eyaculación más bien líquida que espesa y más amarga de lo habitual. Poco después un líquido más abundante acre y salado llenaba su boca. Él retiró , poniéndose a un lado y pellizcándole los pezones con fuerza.

Justo cinco minutos antes llamaron a la puerta. Era Domina Gala.

—Ángela tiene otro compromiso en cinco minutos. Llevas ya hora y tres cuartos.

—Bien puedes levantarte. —Ángela se levantó y se disponía a salir—. Espera. Toma. Esto es para ti. Del tiempo extra ahora ajustare con tu ama.

Ángela tomó los billetes y se dirigió al cuarto dónde guardó su teléfono. Domina Gala tenía un cuarto dedicado a la webcam. Allí las chicas que no estaban ocupadas tenían que estar un tiempo delante de la cámara para pagar sus derechos de estancia. En lugar de una parte, como de los servicios, aquí primero tenían que obtener para cubrir el coste y luego ya se podían quedar una parte.

Quitó la cámara de uno de los aros de luz que se usaban a modo de flash y puso el móvil. Pinchó el enlace y conectó.

—Hola. —en la pantalla apareció una especie de «Barbie» vestida de negro que, en un primer momento, Ángela pensó que era una imagen generada por ordenador: enormes senos, cintura mega estrecha y gran culo—. Veo que eres puntual. —Hizo zoom hasta quedar con la cara y las enormes tetas realzadas por el corsé como única imagen en la pantalla—. Y por lo que veo te has divertido recientemente.

—Más o menos. He tenido que pagar en carne por poder usar este espacio para la comunicación.

—«Pagar en carne». Muy buen símil. Sí, supongo que es una forma de pago como contra cualquiera, así que has cambiado de dueño aunque sea temporalmente.

—Sí.

—¿Y qué dirá Ama Elena?

—¿Cómo sabéis…?

—Es nuestra misión saberlo… bueno de mis jefes, yo solo soy una mandada que te va a hacer la primera entrevista y las primeras pruebas. Enséñame tu chocho.

Ángela manipuló el móvil para que enfocase entre sus piernas abiertas.

—Casi me sabe mal lo que tengo que pedirte. ¿Tienes una cuchara de madera, regla o similar? Tienes que darte veinte golpes. Y que sean fuertes.

Ángela miró alrededor y encontró un flogger de cuero con mango en forma de pene y una regla de madera de treinta centímetros. Volvió delante del móvil y se las mostró.

—Solo hay esto. ¿Puedo correrme?

—Usa la regla. Y sí, si disfrutas con esto sí.

Ángela abrió las piernas, enfocó el móvil y empezó a golpearse el coño con la regla. El sonido era bastante alto y a partir del segundo impacto fue encadenando unos orgasmos con otros. El truco era pensar que era la Barbie la que estaba golpeando su chocho y no ella misma, pues ya había comprobado que autocastigarse no funcionaba, pero si lo hacía mientras opta persona, en especial otra mujer, la miraba y pensaba que era ella quien se lo hacía si la excitaba.

—Veinte —contó la «Barbie gótica»—. Has acabado. Ahora debía pedirte que te ates las tetas, pero no sé si con las tuyas, tan pequeñas podrás.

—Si paso la cuerda por el cuello sí. Tengo práctica.

—No es lo ideal pero adelante. Busca una cuerda. Si puede ser de cáñamo mejor que de fibra.

Ángela se retiró y al poco volvió con una cuerda fina de cáñamo.

—Es lo único que hay.

—Bueno, servirá. En teoría debes atarte las tetas y mantenerlo así hasta que se te pongan moradas. Como ya tienes zonas de ese color esperaremos hasta que los iguales.

»Mientras te vas atando y esperamos los efectos cuéntame cómo te acercaste al mundo del BDSM y por qué.

—Entonces debería remontarme a varios años atrás. Cuando pillé a mi hermano viendo porno con el ordenador. Yo aún no tenía, por lo que usaba su clave para hacer los deberes. La siguiente vez, aprovechando que no estaba, busqué en el historial y vi las páginas a las que se conectaba.

»La mayoría eran vídeos y fotos de chicas que eran torturadas. En muchos casos no parecía quien, en la mayoría de los que sí eran hombres, pero también había muchos que las torturadoras eran mujeres.

»Estos últimos son los que más me excitaron. No por pensar que era yo la que causaba el dolor sino de pensar que era la que los sufría, pero que quien me lo causaba era otra mujer. Rara vez me excito por causarme dolor o misma, pero si me imagino que ese dolor me lo crea una mujer concreta, por ejemplo, antes me imaginaba que eras tú quien me golpeaba, por eso he llegado al orgasmo.

—Pero solo te masturbabas, aunque fuese con dolor.

—Por un tiempo… poco tiempo. Aunque prefería las mujeres diez meses después me ofrecí a mi hermano, para que él me hiciera lo que ambos veíamos en los vídeos de su cuenta. Él tardó un par de semanas en aceptar, pero al final acabé convirtiéndome en sumisa parcial de mi hermano.

—¿Qué quieres decir con sumisa parcial?

—Mi hermano pensó que me ofrecía a él para ganar algo en las tareas domésticas. Así que antes de aceptar impuso que lo que hiciéramos en privado no afectaría a nuestras tareas en la familia. Sin saberlo me dio la llave para no acabar haciendo yo sus tareas cuando trató de imponérmelas. Por eso solo me entregaba a él a puerta cerrada y solo en lo que era sexual… bueno como entendíamos sexual en aquel momento.

»Eso quiere decir que yo no limpiaba los platos s le tocaban a él, pero sí dejaba que orinase en mi boca e incluso me lo bebía. Mientras duró la primavera le dejaba que me golpease en la tripa, los pechos, el culo y el chocho como quisiera. Siempre iba llena de moratones. Con la llegada del verano tuve que restringirle pues quería usar bañador y con el cuerpo lleno de cardenales no podía.

—¿Y él disfrutaba?

—Mucho. Al principio fue reacio. Primero por aquello de que éramos hermanos… por el incesto supongo. Luego, cuando le convencí de no quedarme embarazada y que sin eso no era pecado me decía que ellas eran putas que lo hacían por dinero y no por placer, que quera todo fingido.

»Pero conforme fuimos practicando él se entusiasmaba. A final de mes se corría sin que le tocase, solo pegándome.

—Pero supongo que no te conformarías con él.

—No. Bueno sí, por un tiempo. Durante dos años practicamos tanto sexo convencional, bueno todo lo convencional que puede ser entre dos hermanos, como sexo guarro o violento.

»Aunque no es lo mismo. Disfruto y me excitan las humillaciones, pero no me permiten llegar al orgasmo como sí lo hace el dolor. Sin embargo, tienen su parte buena pues dejan menos secuelas. O al menos, menos visibles.

—¿A qué te refieres?

—Convencí a mi hermano para que me golpease. Eso fue fácil. Empezamos por nalgadas y puñetazos en el estómago. Luego pasó a objetos. Después de la primera semana era raro el día que no acababa nuestras sesiones llena de cardenales y con dificultades para moverme o adoptar determinadas posturas como sentarme. Eso sí los orgasmos eran brutales.

»Tiempo después probamos la humillación: él me usó como retrete: después de una mamada en la que me trague toda su lefa orinó en mi boca exigiendo que también me lo tragase. Eso no tuvo consecuencias. Me excito, pero no me hizo llegar al orgasmo.

»Sin embargo, unas semanas después se le ocurrió la idea de la gran meada. Él bebió más de un litro de cerveza mientras me golpeaba. Fue la única vez que temí que se emborrachase y llegase a lesionarme. Pero no. Su objetivo era producir más orina. En lugar de hacerlo sobre mi boca lo hizo en una jarra, la que mis padres usaban en verano para las queimadas. Un rato después de tenerla llena me hizo beber mientras meaba y luego beberme toda la jarra. Se me hinchó la tripa y estuve un día con dolor.

—Bien. Veo que se te están poniendo ya moradas. Creo que es el momento de dar por terminada la entrevista. —El móvil de Ángela sonó con un aviso de wasap—. Te he enviado un enlace. Dentro de una hora en un parque público en el que hay plantas con pinchos. Lleva algo para cortar.

»Vestirás falda y una camiseta, nada más. Y no desates tus tetas.