La entrevista

Tenía 19 años cuando pasó y desde entonces no ha habido un solo día en el que no lo haya recordado. Han pasado 15 años desde aquello y por supuesto no lo ha olvidado pero había hecho todo lo posible para que no se descubriera. Ahora aparecía Miguel, lo que iba a ser una entrevista de trabajo se había convertido en una auténtica pesadilla.

Con lágrimas de rabia en los ojos se arrodilló ante él y comenzó a soltar el cinturón, podía notar sus manos temblorosas deslizando por sus piernas los pantalones y los calzoncillos de una sola vez. Al liberarlo, el, excitado, pene le golpeo en la nariz produciéndole un gesto de repulsa en el rostro.

  • Por favor, no me obligues a hacerlo, no quiero tener sexo contigo. Eres un hombre guapo, con éxito, tienes a todas la mujeres que deseas. ¿Por qué me haces esto a mi? – su cara reflejaba tristeza y súplica.
  • Tú misma lo has dicho, puedo tener a cualquier mujer que desee, pero te deseo a ti y voy a ser el hombre más feliz del mundo mientras veo como haces todo lo que te pido.

Sus lágrimas se tornaron en llanto al sentir como el pene de Miguel se abría paso entre sus labios. Comenzó a introducir la punta mientras ella permanecía inmóvil con la boca abierta.

  • ¿Sabes Rosa? Vamos a tener un problema con esto – le dijo acariciando su frente con el sobre – no solo tienes que hacerlo, cariño, sino que también ha de gustarme, además no puedes quejarte no te he hecho ningún daño, tómalo como un negocio, yo tengo algo que tú quieres y tú tienes que darme algo a cambio. Así que Rosita, empieza ya que tengo mucha prisa y me quiero correr antes de irme.

Se sentía completamente humillada, con los botones de la blusa sueltos mostrando turgentes sus pechos, la falda del traje remangada en la cintura pudiendo admirar sus largas piernas dibujadas por unas medias negras rematadas con ligas de encaje marfil. Su tanga obligada a apartarlo por ella misma hacía un lado para mostrar su ano y su vagina. Lo odiaba, era un cerdo. Como podía estar tan tranquilo, su rostro no reflejaba el más mínimo arrepentimiento por lo que hacía. Quería que todo acabara, quería salir de aquella pesadilla en la que se había metido sin querer. Tenía 19 años cuando pasó y desde entonces no ha habido un solo día en el que no lo haya recordado. Han pasado 15 años desde aquello y por supuesto no lo ha olvidado pero había hecho todo lo posible para que no se descubriera. Ahora aparecía Miguel, lo que iba a ser una entrevista de trabajo se había convertido en una auténtica pesadilla. "Srta. Calvo tiene una cita con nuestro departamento de Recursos Humanos el próximo Viernes a las 10 horas en nuestro edificio principal. Muchas gracias en nombre de GGG". No necesitaba el trabajo, eso era lo primero que pensó al escuchar el mensaje, en su trabajo actual era feliz, existía un buen ambiente con los compañeros y se sentía como en casa. ¡Pero esa oferta! Desde que acabó la carrera quiso trabajar allí. Eran los mejores consultores y ella quería estar con los mejores. Sorbió su nariz, se limpió los ojos con las manos y sin mirar a su entrevistador dijo:

  • De acuerdo.
  • Así me gusta, ya veo que nos vamos entendiendo.

Cogió el pene con la mano y lo observó, tenía un buen porte y no pudo evitar un escalofrío al pensar el daño que le haría si tratara de penetrarla ya que nunca le habían metido algo tan grande, trató de quitarse ese pensamiento de la cabeza recordando alguna noche de juerga en los tiempos de universidad cuando se había divertido con algún compañero de clase. El pene estaba brillante, completamente limpio y un agradable olor a gel de baño masculino invadió sus sentidos. "debo acabar con esto" se dijo. Comenzó a lamerlo con su lengua mientras lo masturbaba despacio con su mano. Cada vez era más grande y más dura, podía sentirla palpitar, la hizo desaparecer en su boca hasta la mitad y la dejó ahí por unos segundos, sabía que no tardaría en correrse si lo hacía bien. Abrió su boca y la introdujo hasta el fondo para empezar así un vaivén cada vez más profundo pudiendo sentir con presionaba su campanilla. Su boca, no paraba de segregar saliva, sus manos resbalaban cada vez más rápido por aquel enorme miembro que la violaba, de manera salvaje, oralmente.

  • Lo estás haciendo muy bien cielo. Creo que lo vas a disfrutar mucho – decía él mientras empujaba la cabeza de Rosa para penetrarla más profundo. – Si continúas así acabaré muy pronto.

Dos minutos después sentía como se tensaba dentro de su boca, se iba a correr y no podía separar su cabeza, le daban arcadas solo de pensarlo. Una primera descarga atravesó su garganta para ir directamente a su esófago, consiguió separarse unos centímetros y el resto se alojó en su boca cubriéndola con una sensación templada y amarga. Tras unos segundos, en los que el hombre no paró de correrse, una arcada provocó que vertiera todo el semen mezclado con sus jugos sobre el vientre de él.

  • ¡Que haces idiota! – le espetó visiblemente enfadado.

La cogió por el pelo y sin forzarla acercó su cara al río de fluidos que se había formado, todo su vientre estaba manchado y caía por sus testículos llegando hasta su ano.

  • Esto podía haber sido mucho más rápido y sencillo, pero veo que eres una mujer muy tozuda. Mucho me temo que tendrás que limpiarlo ahora mismo.

  • Sí – contestó con gesto de miedo por el enfado de aquel salvaje, se dirigió a su bolso para coger un pañuelo de papel siendo paralizada por una sonora carcajada.

  • Lo siento querida, jajaja, pero si quisiera limpiarlo con un pañuelo lo haría yo mismo. Tu boca lo ha manchado y tu boca debe limpiarlo. ¡Ya!

Comenzó a lamer son asco el glande estaba amargo pero poco a poco su boca se iba acostumbrando al sabor. Succionaba la punta para sacar hasta la última gota como le estaba obligando a hacer, lamió sus testículos para, con asombro para ella misma, bajar hasta el ano y lamerlo hasta dejarlo completamente limpio, incluso habiendo terminado, su cuerpo no le permitía dejarlo y siguió unos minutos más. Al darse cuenta y notarse excitada se ruborizó parándose en seco, al mirarlo a él pudo notar que se dio cuenta de su excitación dibujando una media sonrisa en la cara, pero no dijo nada, simplemente se levantó y abrochó su pantalón.

  • Ya tienes lo que querías, me has humillado y jamás te lo perdonaré. Ahora, dame lo que es mío maldito cerdo. – Otra vez, unas lágrimas de rabia volvieron a aparecer en sus ojos resbalando por la mejilla.

  • De acuerdo, soy un hombre de negocios y voy a cumplir con mi parte – introdujo su mano en el sobre y solo sacó una cinta de cámara de video – Toma, como te he dicho cumplo con mi parte del trato. Aquí tienes el primer pago por tu trabajo.

  • ¿Cómo? eres un maldito cerdo. Habíamos hecho un trato y debes cumplirlo. ¡Dame todo lo que tengas en el sobre!

  • Lo siento querida pero no debiste entender bien el trato. Te devolveré todas tus "vergüenzas" en varias veces. ¿No pensaras que hemos terminado? Cariño, he visto como te excitabas mientras hacías tu "trabajito". Seguro que si lo piensas no estará tan mal.

Rosa estaba hundida no podía parar de llorar mientras se vestía, cuando terminó se dirigió a la puerta dispuesta a no saber nada más de aquel cerdo y buscando la forma de recuperar su pasado antes de que saliera a la luz. Justo cuando se disponía a cerrar tras ella, una frase de Miguel resonó desde su escritorio.

  • Por cierto Srta. Muñoz. Está usted contratada, empieza el Lunes a la 8 de la mañana